El mito de Numancia y las enseñanzas numantinas

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Por José Ignacio de la Torre Echávarri Universidad Complutense de Madrid. INTRODUCCIÓN La imagen heroica de Numancia, la que ha llegado hasta nosotros a través del tiempo, es fruto de las numerosas interpretaciones que a lo largo de más de dos mil años nos han ido transmitiendo los innumerables autores que quisieron dejar constancia de lo que allí ocurrió; junto con las adaptaciones, unas con más acierto que otras, de aquellos otros que desearon rendir homenaje a los protagonistas de la gesta. No obstante, Numancia se transformó en mito casi paralelamente al desarrollo de los acontecimientos, ya que fueron los propios escritores greco-romanos los que engrandecieron, con sus comentarios, la historia de la ciudad celtibérica, provocando que en los siglos posteriores se fuese generando una imagen mítica, qué, derivando en parte de la legitimidad histórica, se distanció de la realidad arqueológica del olvidado yacimiento. Esto llevó a que Numancia alcanzase el reconocimiento y la admiración universal, haciendo que interesase, sobremanera, un relato al que se fueron incorporando determinados aspectos que acentuaron su dramatismo y su epopeya. De esta manera, se creó una historia en la que se destacó, no sólo lo trágico y lo heroico de su hazaña, o la resistencia y el amor a la libertad de los numantinos, sino, sobre todo, determinados "valores espirituales" que llegaron a extraerse de su gesta a modo de moraleja: lo que de victorioso puede llegar a tener tan trágico Final, la lucha del débil contra el fuerte, y la consideración de su pundorosa lucha, como veremos más adelante, con intenciones patrióticas características y definidoras del "espíritu español".

Al mismo tiempo, esto llevó a no prestar atención, o incluso a reescribir, algunas noticias acerca de la realidad histórica, dependiendo de los autores y, sobre todo, del momento político en el que se reinterpretaron los datos. Así, difieren notablemente de unos escritores a otros determinados detalles como la duración de la contienda y del asedio, el número de combatientes, la existencia de murallas, o la presencia o no de supervivientes. Tanto en las crónicas y manuales de Historia de España, como en los libros de texto y cartillas escolares, Numancia siempre ha ocupado un lugar preeminente a la hora de narrar las grandezas de nuestra Historia Antigua. Ahora bien, no hay que creer que se trata de una invención o monopolio de las cartillas con las que se educaron nuestros mayores en la escuela nacionalcatólica, ni mucho menos, sino que un siglo antes, en pleno apogeo de los nacionalismos románticos, se dieron estos mismos parámetros, que a su vez fueron heredados de la reacción nacional contra la invasión napoleónica, y más aún, estaban enraizados con la tradición historiográfica anterior proveniente de los tiempos de la Ilustración. LAS ENSEÑANZAS DECIMONÓNICAS A comienzos del siglo XIX se va a producir la invasión napoleónica de España. Esto va a suponer una fuerte reacción nacional contra las tropas francesas. Los mensajes que hasta ese momento había aportado Numancia de heroísmo, resistencia y amor a la libertad, ya tratados durante la Ilustración española, se verán ahora incrementados con otros de tintes nacionalistas, sobre todo a nivel popular.

Podemos rastrear el conocimiento que la población tenía de Numancia gracias a las coplillas y pintadas que en los pueblos españoles aparecían contra los franceses, y que fueron recogidas a mediados del siglo XIX por el Conde de Clonard: Escucha, Napoleón,/ Si como fiel aliado,/ Tus tropas has enviado,/ Hallarás en la nación/ Amistad y buena unión;/ Si otro objeto te guió,/ Humando no se rindió,/ Numantinos hallarás,/ En España reinarás,/ Pero sobre españoles, no. Numancia va a suponer una identificación por parte de la población, no sólo soriana, sino a nivel nacional, y los numantinos van a pasar a ser vistos como modelo paradigmático de heroísmo y resistencia. Pero además, va a verse aumentado el mito y el dramatismo que de por si tenía la historia, convirtiéndola en un hecho irrepetible en el tiempo e inalcanzable para la mayoría, ya que lo más admirable, a los ojos de la gente y de los autores de la época, es que otras páginas similares en la historia de España, como Gerona y Zaragoza, que también padecieron sitios, no pudieron emular el fin de la hazaña numantina. El numantinismo se convierte así en el "espíritu nacional", en el carácter propio de los españoles, lo que definía a una raza, y esto es lo que se va a transmitir durante generaciones en las escuelas. A partir de mediados del siglo XIX, en las Historias de España que van a escribirse, Numancia va a aparecer definida como "Inmortal", y cada vez se va a hacer más patente su consideración como "gloria nacional", "sepulcro de Roma", "segunda rival de Roma", y "Terror del Imperio", recalcando en la mayor parte de los casos el hecho de que "no se atreviese un romano a mirar cara á cara aun un numantino, y de no haber en Roma quien quisiera alistarse para hacer la guerra en España" (Manvelsales 1887), y es que "Numancia imponía tal respeto á sus enemigos que no se atrevían á nombrarla y nadie quería combatir contra un pueblo que había hecho frente a tantos y numerosos ejércitos (.

...) Roma vio humilladas sus águilas ante los muros de una pequeña ciudad de la Celtiberia... (Clonard, 1851). "De este modo sucumbió la inmortal Numancia, no vencida por sus enemigos, sino á manos de sus propios hijos, (...) quedando así su memoria para eterno baldón de Roma, y para gloria inmortal de los hijos de Iberia" (Calonge,1855). Estos rasgos que serán posteriormente recogidos por los libros de texto como mensajes para inculcar a los estudiantes en las escuelas sentimientos patrióticos, mediante la exaltación del pasado glorioso, abogando por un nacionalismo con base histórica. No hay que olvidar que la historia nació en el siglo XIX como una disciplina encaminada a la educación cívica, y en el caso de España, al igual que ocurrió en otros muchos países con la intención de emplear el pasado para apoyar el orden social establecido, así como para crear una conciencia nacional y una sensibilización patriótica. Por eso, desde época romántica fue asignatura obligatoria en la educación mostrando lo que era patrimonio común y lo que había contribuido a configurar lo español. Con esta finanalidad aparecerán los primeros libros de texto que van a ejercer una importante labor pedagógica y van a contribuir a la difusión social de los hechos históricos que más interesan destacar. En el caso que nos ocupa, durante la época romántica se está empleando la historia de Numancia para divulgar las ideas políticas a través del arte, -esculturas, grabados y pinturas-, de la literatura y en las Historias de España; a partir de ahora también se hará a través de la enseñanza en los manuales escolares, seleccionando su historia para ilustrar los valores del presente y del futuro que se desea.

En este sentido, los libros escolares de la época van a interesarse por presentar a Numancia como "el sepulcro de las legiones romanas" (Palluzie y Cantalozella 1886), y el libro de Callejo Fenández (1886) enseñaba que "Numancia se convirtió en una plaza de héroes: antes que los romanos lograran formalizar el cerco, fueron acuchillados y destrozados completamente por los valerosos numantinos". Y toda vez que la situación era ya irreversible "No quedaba a aquellos héroes más recurso que humillarse o morir, y prefirieron lo último, lanzándose al campo enemigo y sembrando la muerte al recibirla". Termina el relato de Numancia comparando su trágico final con el de Sagunto: "Imitando la conducta de los saguntinos, los habitantes de Numancia mataron a sus mujeres e hijos y dieron fuego a la ciudad, a los quince meses de sitio y muchos años de guerra." De esta forma, Numancia "hizo patriótico holocausto", rindiéndose "por fin al hambre después de ser teatro de la matanza de las mujeres y de los niños que sus defensores libraban así de la esclavitud" (Oliveira, 1894). Hay que reseñar, que es en estos momentos, cuando el pintor Alejo Vera realiza la obra "El último día de Numancia" (1881), -adquirido por la Corona y expuesto hoy en día en la Diputación Provincial de Soria-, que será la imagen que la sociedad tenga de Numancia, ya que será reproducido para ilustrar la mayor parte de libros de historia empleados en las escuelas como ejemplo histórico del amor patrio a la libertad y a la independencia.

ANTE LA CRISIS DEL 98, NUMANTIMISMO. A finales del siglo XIX en España van a vivirse años de "desastre". Nos encontramos en las postrimerías del Imperio colonial español, provocado por la pérdida de las últimas posesiones en Ultramar. Para los intelectuales españoles de la época estábamos ante el culmen de la decadencia española, por eso, como respuesta a la grave crisis de identidad que se padecía en el país, van a levantarse voces regeneracionistas y tradicionalistas preocupadas por los problemas que se ciernen sobre España, abogando por la necesidad de reconstruir nuestra cultura. Este hecho, hizo que se diese el clima propicio para el cultivo de ideales patrióticos, máxime cuando, a partir del año 1902 accedió al trono Alfonso XIII, iniciándose con él el periodo de la Restauración monárquica, que hará imprescindible la necesidad de reforzar la idea de unidad nacional, de la grandeza de la patria y de reafirmar la resistencia contra todo lo exterior, que perdura como consecuencia de las reacciones derivadas de la crisis del 98. Los tradicionalismos reflejarán su preocupación por España mediante la exaltación de las glorias pasadas que pudiesen llevar a inspirar a la sociedad y a sacar al país de la situación de crisis en la que estaba sumida. Ahí entrará de nuevo en juego Numancia, junto con otras referencias nacionales que encarnaban valores patrios como Viríato, el Cid o el Quijote. Arambilet escribía en el año 1904 que: "En estas postrimerías de la decadencia española, la grandeza y el heroísmo de Numancia perduran, sirviendo de estímulo constante a los defensores de la integridad nacional, que no vacilan en derramar su sangre e inmolar sus vidas en el sacrosanto altar de la Patria, en holocausto de su libertad e independencia".

En éste mismo sentido Joaquín Lillo se preguntaba en El Avisador Numantino (24 de Agosto de 1905) ¿Qué hay en Numancia que la hace invencible? ¡Ah! Una sola cosa: patriotismo ese gran pueblo, Numancia el santo y seña que guiará después a todos los redentores de pueblos, á todos los apóstoles de la idea, a todos los salvadores de razas". Pero se trataba sólo de un empleo de Numancia desde el punto de vista ideológico, ya que, al mismo tiempo, el yacimiento aparecía aletargado en el olvido. Esta situación de aban-dono será denunciada por Saavedra en varias ocasiones, en 1899 demandaba que: "Será muy oportuno que la Comisión de Monumentos comunique a la Academia lo que ocurre en Numancia (...), puntualizando si es posible, los desperfectos que se han originado..."; y dos años después volvía a insistir en la Academia de la Historia diciendo que "ya no quedaba nada de lo descubierto y que se estaba pagando un censo inútil; y que en todo caso convenía llamar la atención del Gobierno acerca del asunto...". Aún así, esto no restaba importancia a Numan-cia, antes tocio lo contrario, hacían meditar sobre la miseria de la situación en la que se encontraba el yacimiento y la grandeza de su significado, ya que al mismo tiempo se estaba empleando a Numancia como símbolo para reafirmar la nacionalidad española. Por ésta época se llevó a cabo la inauguración de uno de los monumentos conmemorativos en el yacimiento (1905), lo que fue empleado también para recordar lo que Numancia, con su gesta, "había aportado" a la historia nacional: "el monumento erigido en aquellas soledades está destinado a perpetuar el más sublime ejemplo de abnegación y sacrificio en aras de las ideas de independencia y Patria" (.

..)."A medida que fue afirmándose y agrandándose la nacionalidad española, se afirmó y creció la significación de la epopeya numantina" (Vera 1906); y ayudó a que resurgiese la idea de reanudar las excavaciones en Numancia: "Numancia tiene ya su monumento; pero los restos de la dudad insigne yacen aún, casi en su totalidad, sepultados bajo la capa de tierra que el obrar de los siglos las vicisitudes y hasta la incuria de los hombres han hecho que se acumularan allí", y el rescatar estos restos constituía para Gómez Santa Cruz (1914) una "aspiración nacional", ya que "la gloria de Numancia, que es la gloria de esta Patria, que siempre fue grande y a la que todos nos debemos". (Joaquín de Cirio, 1905). Este patriotismo, del que se hicieron eco tanto la opinión pública como los investigadores de inicios del presente siglo, también tendrá reflejo en los manuales empleados en las escuelas españolas. Por ésta época se enseñaba que "De rodillas deberíamos invocar los nombres de Sagunto y de Numancia", ya que "los numantinos pelearon como leones", siendo Numancia durante años "el cementerio de Roma". Concluyendo al final que "los numantinos murieron ó se mataron" para que de ésta forma ninguno fuese "cogido vivo para ser esclavo" (Benejam 1914),y todo debido a que el carácter de "nuestros heroicos antepasados", "heroicos patriotas hispanos" u "honorables hispanos" que habitaban en "el corazón de España en lucha contra el Imperio latino" ó en "esa Castilla que debía ser centro del mayor Imperio de la tierra quedaba un núcleo de audaces y valientes guerreros dispuestos a morir antes que ser esclavos de Roma" (Marull "Sagunto y Numancia).

La finalidad de estas lecturas históricas de Numancia estaba en dejar constancia de que "Así acabó la heroica Numancia, con igual Honor y abnegación que Sagunto; Roma dominó a España, pero el patriotismo y la heroicidad de los españoles no quedaron extintos", para de éste modo poder hacer proyección histórica del hecho y extraer una moraleja patriótica que era lo que se buscaba: "la Historia de España ha registrado, con posterioridad a la gesta de Numancia, otros muchos hechos de análoga grandeza. Dios quiera que nuestro pueblo jamás pierda esas características; ello será garantía de que nuestra España perdure en la Historia como ejemplo de los pueblos, y sus hijos puedan sentir el noble orgullo patriótico que supone el inapreciable título de españoles", y así termina el relato de una de las "grandes gestas de nuestra raza" (Marull: "Sagunto y Humando"). Vemos incluso como el afán de patriotismo lleva incluso a criticar los conceptos y alusiones que los propios autores clásicos hacían de los numantinos acerca del grado de barbarie de los mismos, dejando claro que lo que subyace la idea de enaltecer lo hispano. Así, aunque sólo hubiese sido por demostrar el hecho de "cuan injustificado estaba el nombre de bárbaros con que los romanos designaban a los celtíberos", para Gómez Santa Cruz (1914: 83) hubiesen sido necesarias las excavaciones en Numancia. En este mismo sentido, la Comisión Española de Excavaciones llegó a decir que era imposible que fuesen unos bárbaros los que pudieron comer en las lujosas vajillas numantinas.

No obstante, casi al mismo tiempo se alzaron voces regeneracionistas que se mostraron contrarias a que las jóvenes recibiesen en las escuelas una idea idílica de nuestra historia. Paladín de esta posición fue el regeneracionista Joaquín Costa, quién llegó a decir: "Deshinchemos esos grandes nombres: Sagunto, Numancia, Otimba, Lepanto, con que se envenena nuestra juventud en las escuelas, y pasémosles una esponja", cansado ya de una historia reconstruida a partir de intereses ideológicos particulares, quedando el verdadero trasfondo histórico en la base. Hemos visto como los libros de texto habían sido empleados para concienciar y pre-parar a los estudiantes para el futuro a través de una serie de lecciones útiles tomadas del pasado de España. A partir de la Dictadura de Primo de Ribera (1923), y posteriormente, con el Régimen Franquista, esto se acentuará, haciendo que las interpretaciones que se hicieron del hecho histórico de Numancia lo fuesen a partir de una serie de intereses ideológicos concretos. Durante la Dictadura de Primo de Ribera, Ruiz Romero (1926) escribió el libro de texto La raza, en el que calificaba ésta como constituyente del factor espiritual más importante en toda civilización, y junto con el suelo y el clima, se hallaba representada en España por un conjunto de pueblos de los que, cada uno, dejó, indeleble, en la tierra hispana sus caracteres peculiarísimos, de tal modo, que en el pueblo español se ven reflejados, en forma patente, aquellos rasgos más salientes por los cuales se distinguieron.

Dentro de éstos rasgos convenía resaltar el "amor a la patria" que habían demostrado los numantinos, además de hacer hincapié en los escolares en la definición de Numancia como "el terror de la República" (Asensi, 1929). En el siguiente periodo histórico, la II República, las enseñanzas transmitidas son ahora menos pasionales, sin aludir al patriotismo en la acción de los numantinos: "antes de entregarse, tomaron la resolución horrorosa por lo sublime, de incendiar la ciudad y darse la muerte en presencia de romanos, para quitarles la gloria del triunfo" (Solana: 1933), conocimientos que pueden resumirse en estos dos versos de el Padre Isla también recogidos por los libros de la época: Numancia. Horror de Roma fementida, más quiso ser quemada que vencida. No ocurrirá lo mismo durante la Guerra Civil española, ya que durante la contienda la de un España Republicana si que abogará por hacer uso de Numancia, si bien no como ideal del patriotismo español, sí como ejemplo de resistencia heroica de un pueblo ante "la amenaza poder imperial". De ésta forma Alberti rescató la obra de la "Destrucción de Numancia" de Cervantes, realizando en 1937 una versión de la misma en el teatro de la Zarzuela, utilizando el tema numantino para animar a todos los que defendían la España republicana mientras las tropas de Franco cercaban Madrid. Numancia, con su resistencia, se convierte en algo más que un símbolo, con claros tintes políticos, ideológicos y psicológicos, es el mejor ejemplo del no pasarán, convirtiendo el drama de Cervantes en un instrumento movilizador de masas, aunque no se correspondería con las bases mismas sobre las que la obra fue construida por su autor.

NUMANCIA EN LAS ENSEÑANZAS FRANQUISTAS La interpretación de la Historia en época franquista no es en algunos casos radicalmente distinta de la idea de historia del siglo XIX, ya que muchos de sus postulados fueron construidos sobre fundamentos basados en la tradición historiográfica decimonónica. No obstante, no cabe duda de que las enseñanzas nacionalcatólicas exageraron y manipularon los hechos históricos en su propio interés, con un nacionalismo extremo, surgiendo historias distorsionadas, y en ocasiones enriquecidas, con la intención de mostrar mensajes de patrióticos a las juventudes. De hecho, en los primeros años de la etapa franquista, Luis Ortiz Muñoz (1940) advertía sobre la necesidad de controlar la educación en las escuelas como forma de transmitir los conceptos patrióticos a las generaciones futuras, y como único modo de contrarrestar las enseñanzas transmitidas por la educación laica de la época republicana: "(...) no triunfará la nueva España si no conquista la Escuela". De este modo, los libros de texto son escritos "para que las almas infantiles se eduquen ya, siempre, en el amor noble y puro a la gran Patria española". "El valor de la historia en la formación del espíritu del niño. Sobre todo desde el punto de vista patriótico y moral". El resultado del planteamiento expuesto anteriormente queda reflejado en los libros escolares, aunque ya un poco antes, durante la Guerra Civil, Pemán (1938) escribiría un libro que iba a ser, según él; "texto oficial para las escuelas públicas de la Nación", y en el que se daban las consignas que habían de ser seguidas por los maestros para hacer "que los niños futuros tomen definitivamente partido por España".

Procurando con esto "sobreexcitar y utilizar esa gran fuerza infantil, hasta ahora tan desaprovechada en España, que es el entusiasmo y la facilidad para "tomar partido...". Entre los hechos gloriosos y contagiosos que debían enseñarse a los niños estaba la historia de Numancia: "Tocarla (aludiendo a las campañas romanas en la Meseta, en la Castilla de después) era como tocarle a España el corazón"; y se resaltaba el lado dramático: "En Numancia, el hambre era tal, que los defensores llegaron en algún momento a comer la carne de sus compañeros muertos"; mientras se dejaba de lado la realidad histórica que parecía no tener tanta importancia, produciéndose errores e imprecisiones en los datos históricos, como por ejemplo en algo que podría parecer tan sencillo como la duración de la contienda: 9, 10, 11, 12 y hasta 14 ó 18 años duró la guerra Numantina, así como la duración del asedio de la ciudad que para García Tolsa (1954) llegó a durar hasta cuatro años, poniendo de manifiesto que de lo que se trataba era de resaltar en los libros el valor, el coraje, la resistencia de los numantinos, el amor a la libertad y a la Patria, y el destacar que los antiguos españoles, personificados en los numantinos, no podían ser considerados ni "brutos ni salvajes", o es que "acaso aquellos héroes de Numancia, hicieron su comida de carne humana, en una vajilla pintada artísticamente con pájaros y flores", palabras que recuerdan totalmente a las empleadas por la Comisión Española de Excavaciones treinta años antes.

Ahora bien, seguía siendo más importante dejar constancia de que Numancia, con su ejemplo, había servido de estímulo para las tropas nacionales durante la Guerra Civil: "El germen de heroísmo empleado por nuestros soldados en Oviedo, Belchite, el Alcázar de Toledo, etc., hay que buscarlo en Numancia. Entonces, como ahora, el español no se asustó por el número y armamento de sus enemigos" (Trillo 1942), acompañando ésta lectura con el recordatorio de que tanto antes (siglo II a. C.), como ahora (en la época franquista), ¿España, grande! ¡España, Libre! (Serrano del Amo, 1950). Y hasta tal punto se reconocía lo que Numancia había aportado a la patria con su gesta, que en la letra del himno a España realizado por Eduardo Maquina, en su tercera estrofa se decía: ¡Viva España! La Patria con Numancia / decidió morir / ¡y España es inmortal!... En ésta misma línea, otros libros de texto explicaban que: "Sí alguna vez el temperamento de una raza se ha demostrado hasta extremos aparentemente sobrehumanos, esta fue la lucha de los numantinos por defender sus ideales de independencia con bravura sin precedentes" (Ballesteros, 1942); por que "los celtíberos fueron gente noble y amante de la libertad... Para ellos, como para todos los españoles buenos patriotas, el morir luchando por la patria era un honor" (Martí Alpera, 1955J.Y en el texto de Maíllo (1942) se indicaba que: "cuando entraron en la ciudad las tropas romanas, sólo hallaron en ella ruinas, cenizas y cadáveres, muestras preciadas del estoico valor y el amor a la independencia de la noble raza española, que prefiere la muerte a perder la libertad y el honor.

Los escombros y restos gloriosos de Numancia son un monumento imperecedero al heroísmo y bravura de las gentes de España". Al mismo tiempo, en algunos de estos libros se recordaba también, ¡unto al patriotismo, lo mucho que la provincia de Soria debía a Numancia, ya que: "Soria, en suma, es una reliquia, viviente por un milagro histórico, que inspira el respeto de las cosas venerables del pasado. Porque Soria es también la heredera de la histórica Numancia y el mismo Duero, que lame los muros de la vieja ciudad, fue testigo del sacrificio sublime e insuperable de los numantinos en aras de la lealtad, del patriotismo y de la independencia sacrosanta de la Patria (Ventanal de España, 1949); y en el resto de esos libros escolares, destinados a anunciar las maravillas que guardaban las distintas provincias españolas, siempre, al hablar de Soria, la protagonista era Numancia y su gesta, e inclusive en la obra Viajando por España (1943) se formulaba la siguiente pregunta: "Y ¿no se les pegó a los sorianos algo del espíritu rebelde y enterizo de los numantinos?, a la que se contestaba: / Ya lo creo!", por qué, según el Libro de España de Edelvives (1954), en la provincia de Soria se protagonizó "una de las mayores glorias de la Patria". "Allí estuvo la ciudad heroica, espanto de la poderosa república romana"(....) dando su postrer aliento por la independencia de la patria. Ved aquí un ejemplo inaudito de valor, de fiereza, de tenacidad y de amor a la patria".

Por último, indicar que, toda esta historia que acabamos de narrar, la historia del mito, la historia de la ciudad, la historia de su símbolo ideológico, la historia de los trabajos de investigación; en suma, la Historia de Numancia, ocurrió, como todos ustedes conocen: "cerco de Soria, junto al padre Duero, que arrulló con el murmullo de sus aguas el nacimiento y desarrollo de Castilla, en dónde se alza una colina, sobre cuya cima un sencillo obelisco proclama que allí estuvo emplazada la ciudad de Numancia" (Maillo 1942). A MODO DE CONCLUSIÓN A la vista de todo lo expuesto, parece claro que Numancia ha sido considerada siempre como algo más que un yacimiento arqueológico, o que una simple ciudad celtibérica que opuso tenaz resistencia a las pretensiones romanas de conquista, ya que el mito que nació tras su destrucción, en el 133 a.C, lo hizo siguiendo ya entonces un camino diferente del que pudiéramos pensar como puramente histórico. También hemos podido observar como el contenido de esta Historia de Numancia ha sido casi siempre selectivo, así, se ha tendido a magnificar la gesta en favor de numerosos intereses ideológicos, políticos y sociales, que llegaron a convertir a Numancia en un símbolo nacional y transformaron su nombre en un mito. Por eso, no es de extrañar que la lucha de Numancia haya venido empleándose durante los últimos dos milenios como si su intención hubiese ido más allá de la defensa de su propia independencia ante la romanización, como si su existencia hubiese sido también necesaria para definir, desde el siglo XIX, los ideales románticos de unidad e identidad nacional, e incluso diversos nacionalismos; a la vez que ha servido para rastrear la "esencia" castellana y española en el "inicio de los tiempos históricos", desde las perspectivas ideologías más variadas.

De esta forma, vascoiberistas, liberales, tradicionalistas, regeneracionistas, republicanos, monárquicos y franquistas, entre otros, se valieron de las "enseñanzas numantinas" para sus propios propósitos aleccionadores. BIBLIOGRAFÍA ASENSI, P.F. (1929): Compendio de Historia de España, Valencia. BENEJAN, J. (1914): España. Sobre su Historia. Imp. y Lib. Vda. de S. Fabregues, Barcelona. CASTRO, F. (1878): Historia General, obra de texto para uso de los institutos. Madrid. CALLEJO FENANDEZ, S. (1886): La Gaceta el 6-1-1897. CALONGE, I (1855): El Pabellón Español. Madrid. CLONARD, CONDE DE (1851): Historia Orgánica de las Armas de Infantería y caballería españolas, Madrid. COSTA, J. (1914): Crisis política de España. Doble llave al sepulcro del Cid" Madrid. GARCÍA TOLSA, J. (1954): Historia de los pueblos de España. Vicens Vives. Barcelona. JIMENO MARTÍNEZ, A., TORRE ECHÁVARRI, J.I. (1997): Numancia y Regeneración. // Congreso Nacional de Historiografía, C.S.I.C., Málaga. MAÍLLO, A. (1942) Camino. Libro de lectura comentado. Ed. Salvatella. Barcelona. MANVELSALES Y FERRÉ (1884): Historia General. Imp. Tello, Madrid. MARTÍ ALPERA. (1930): Nueva Enciclopedia Escolar. Ed. H. de S. Rodríguez. MARULL, T. B. (s.a.): Sagunto y Numancia. Ed. Dalmán Caries, Pía. S.A., Gerona-Madrid. LATORRE MACARRÓN, J.A. (1996): Periódicos de Soria (1811-1994). Soria Edita, Soria. OLIVEIRA MARTINS (1894): historia de la Civilización Ibérica, Madrid.

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