Dificultades demográficas
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Datos principales
Rango
Eco-soc XVII
Desarrollo
La vitalidad demográfica registrada en Europa en la segunda mitad del siglo XV y durante buena parte del XVI cesó a fines de este siglo. Pudo asistirse a partir de entonces a un cambio de coyuntura, caracterizado en todos los países por un menor ritmo de crecimiento, cuando no por el estancamiento o, incluso, la recesión demográfica. No resulta tarea sencilla fijar con precisión el momento en el que se produjo tal variación del signo de la coyuntura. Por término general, puede apreciarse una ralentización de las tendencias de crecimiento en la segunda mitad del siglo respecto a la primera. Las verdaderas dificultades, no obstante, parece que comenzaron en torno a la década de 1580, acentuándose en los últimos años del siglo y los primeros del siguiente. Los recuentos civiles de población y las curvas parroquiales apuntan en este sentido. En Castilla , la población mantuvo la tendencia a crecer hasta 1584, para luego comenzar su declinar. Los arbitristas que escribieron en la década de los noventa del siglo XVI y en las primeras décadas del XVII se lamentaban de la despoblación del Reino, hecho que constituía una de sus principales preocupaciones. Martín González de Cellórigo consideraba en 1600 que la decadencia económica de España procedía del despoblamiento del país. Pocos años más tarde, Pedro Fernández de Navarrete escribía que "la despoblación y falta de gente es la mayor que se ha visto ni oído en estos reinos porque totalmente se va acabando".
Los recuentos de partidas parroquiales en Francia arrojan un resultado idéntico: progresión del número de bautizados hasta la década de los setenta del siglo, en la que se registraron algunos años récord, caída a partir de 1583-84. En Inglaterra algunos indicadores señalan una coincidencia con esta cronología de la crisis; otros, en cambio, apuntan a un retraso de su comienzo hasta aproximadamente 1600. También en Cataluña parece que el inicio del cambio de tendencia aguardó hasta 1590 ó 1600. Todavía en este último año el jesuita P. Gil podía dejar constancia de la siguiente impresión optimista sobre el poblamiento del Principado: "Catalunya tota ella és habitada; ni per ningún camí se poden caminar casi tres o quatre llegües que no s´encontren viles o llochs, o almenys cases y hostals bons" (J. Nadal). Igualmente, el deterioro de la situación demográfica en Italia se demoró hasta fines del siglo. La crisis no fue igual para todos y, además, tuvo sus excepciones. Alemania , azotada por los desastres de la guerra de los Treinta Años, perdió una buena parte de su población entre 1620 y 1650, y aunque luego entró en una fase de franca recuperación, no superaría hasta bien entrado el siglo XVIII el nivel de población de 1600. España perdió efectivos poblacionales hasta 1650-1660. Las posteriores tendencias de recuperación no fueron sino muy matizadas, registrándose, en todo caso, marcados contrastes regionales, que apuntan hacia una periferización paulatina de la población y hacía una pérdida de la Meseta norte de su antiguo papel como corazón demográfico de la Península.
En Francia e Inglaterra los años de crisis se resolvieron más bien con un estancamiento o un crecimiento más lento que con una pérdida neta de población. Lo mismo cabría decir de Suecia o de las Provincias Unidas , mientras que en Irlanda la tendencia fue, en cierto modo, divergente: claro crecimiento hasta 1640, caída hasta 1660, para remontar de nuevo en las últimas décadas del siglo. Como tendencia bastante generalizada puede decirse que los peores momentos de la crisis coincidieron con los años centrales del siglo, y que las décadas finales del mismo contemplaron una tendencia a la recuperación y de nuevo crecimiento, aunque con intensidades diversas. En suma, "no se puede reducir la demografía del siglo XVII europeo a una única contracción general. La imagen real es la de un agregado de remiendos en el que el negro es frecuente, domina el gris, pero donde las manchas vivas, brillantes, no están ausentes" (J.-P. Poussou).
Los recuentos de partidas parroquiales en Francia arrojan un resultado idéntico: progresión del número de bautizados hasta la década de los setenta del siglo, en la que se registraron algunos años récord, caída a partir de 1583-84. En Inglaterra algunos indicadores señalan una coincidencia con esta cronología de la crisis; otros, en cambio, apuntan a un retraso de su comienzo hasta aproximadamente 1600. También en Cataluña parece que el inicio del cambio de tendencia aguardó hasta 1590 ó 1600. Todavía en este último año el jesuita P. Gil podía dejar constancia de la siguiente impresión optimista sobre el poblamiento del Principado: "Catalunya tota ella és habitada; ni per ningún camí se poden caminar casi tres o quatre llegües que no s´encontren viles o llochs, o almenys cases y hostals bons" (J. Nadal). Igualmente, el deterioro de la situación demográfica en Italia se demoró hasta fines del siglo. La crisis no fue igual para todos y, además, tuvo sus excepciones. Alemania , azotada por los desastres de la guerra de los Treinta Años, perdió una buena parte de su población entre 1620 y 1650, y aunque luego entró en una fase de franca recuperación, no superaría hasta bien entrado el siglo XVIII el nivel de población de 1600. España perdió efectivos poblacionales hasta 1650-1660. Las posteriores tendencias de recuperación no fueron sino muy matizadas, registrándose, en todo caso, marcados contrastes regionales, que apuntan hacia una periferización paulatina de la población y hacía una pérdida de la Meseta norte de su antiguo papel como corazón demográfico de la Península.
En Francia e Inglaterra los años de crisis se resolvieron más bien con un estancamiento o un crecimiento más lento que con una pérdida neta de población. Lo mismo cabría decir de Suecia o de las Provincias Unidas , mientras que en Irlanda la tendencia fue, en cierto modo, divergente: claro crecimiento hasta 1640, caída hasta 1660, para remontar de nuevo en las últimas décadas del siglo. Como tendencia bastante generalizada puede decirse que los peores momentos de la crisis coincidieron con los años centrales del siglo, y que las décadas finales del mismo contemplaron una tendencia a la recuperación y de nuevo crecimiento, aunque con intensidades diversas. En suma, "no se puede reducir la demografía del siglo XVII europeo a una única contracción general. La imagen real es la de un agregado de remiendos en el que el negro es frecuente, domina el gris, pero donde las manchas vivas, brillantes, no están ausentes" (J.-P. Poussou).