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América: problemas

Desarrollo


El crecimiento y la diversificación de la demanda de materias primas, insumos y alimentos en los mercados de las naciones más industrializadas y el descenso que habían sufrido los precios relativos de algunas manufacturas, como consecuencia de los avances tecnológicos y la creciente mecanización, aumentó la importancia del comercio internacional desde mediados del siglo XIX. De modo que América Latina incrementó las exportaciones de sus materias primas y productos alimenticios y también las importaciones de manufacturas, insumos y bienes de capital. Hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial vemos como en el mercado mundial las exportaciones de manufacturas crecieron mucho más rápido que las exportaciones de materias primas (un 4,5 por ciento anual frente a un 3 por ciento), en un movimiento inverso al ocurrido en la segunda mitad del siglo XIX. Al contrario de lo que se suele argumentar, el aumento en las importaciones latinoamericanas de manufacturas estaría indicando la vitalidad de sus economías, ya que el volumen de las importaciones era una variable directamente dependiente de las exportaciones y del tamaño del mercado interior. La enorme diversidad de los productos primarios exportados por los países latinoamericanos llevó a Carlos Díaz Alejandro a hablar de la "lotería de mercancías", ya que el comportamiento de las mismas en los mercados internacionales era sumamente heterogéneo. Por ello, es imposible hacer generalizaciones sobre la evolución de sus precios o sobre las tendencias de su comercialización.

Sin embargo, en líneas generales se puede afirmar que las economías exportadoras crecieron a un buen ritmo hasta comienzos del siglo XX, e inclusive hasta la Primera Guerra Mundial. Las crisis internacionales, como las de 1873 o la de 1890, afectaron seriamente las balanzas de pagos de los países latinoamericanos, pero tras una breve caída, el crecimiento solía continuar. Así, por ejemplo, entre 1872 y 1878 las exportaciones latinoamericanas a Gran Bretaña descendieron un 37 por ciento, el mismo porcentaje en que se contrajeron las importaciones entre 1872 y 1876. El estallido de la Primera Guerra y los ataques alemanes contra el tráfico marítimo en el Atlántico también afectaron a algunas exportaciones latinoamericanas. En Argentina, entre 1914 y 1918, las recaudaciones aduaneras se redujeron en un 30 por ciento. No ocurrió lo mismo con las exportaciones dirigidas al mercado norteamericano, sobre todo con aquellas que utilizaban la ruta del Océano Pacífico. Tras la recuperación de los años 20 se produjo la Gran Depresión, en 1929, que supondría importantes transformaciones para las economías latinoamericanas. Si en el siglo XIX la evolución de los términos de intercambio fue favorable para las materias primas, a lo largo del siglo XX el signo comenzó a cambiar, ante el deterioro más acelerado de los precios relativos de algunas materias primas y el encarecimiento de ciertas manufacturas, especialmente bienes de equipo. La mayor demanda de bienes de capital de unas economías en franco crecimiento también influyó en los movimientos relativos de los precios.

El ascenso de los Estados Unidos como primera potencia mundial, que necesitaba en un grado menor que Europa a los mercados internacionales como el lugar más idóneo para colocar sus excedentes, y el hecho de que su producción primaria compitiera directamente con algunos productos latinoamericanos (carne, cereales, minerales, etc.) provocó un ascenso del proteccionismo, que sin embargo no alcanzó en esta época las elevadas cotas a las que llegaría después de la crisis de 1929. Los productos exportados por las economías latinoamericanas se pueden agrupar en tres grupos bien diferenciados: 1) productos agrícolas y ganaderos de clima templado, como los cereales (maíz, trigo), la carne ovina y vacuna, lanas y otros derivados del ganado; 2) productos agrícolas tropicales, producidos generalmente en régimen de plantación, aunque no de forma exclusiva; entre los más importantes se podrían citar el café, el azúcar, el algodón, el tabaco, el cacao, los plátanos, el caucho y el henequén y 3) metales y minerales, como la plata, el oro y las esmeraldas (en menor medida), el cobre, el estaño, el salitre o el petróleo. La opción por la explotación de un determinado producto se realizaba en función de las ventajas comparativas (tipo y fertilidad del suelo, clima, disponibilidad de mano de obra, yacimientos minerales, proximidad de los centros productores a los puertos exportadores, etc.) existentes en cada país. Es frecuente hablar de una especialización monoexportadora de las economías latinoamericanas, como ocurrió en Brasil con el café o en Cuba con el azúcar, pero en ciertos casos vemos a algunos países exportar productos de dos o tres de los grupos indicados, en proporciones variables, como ocurrió con México, Colombia o Perú.

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