Cómo fue Francisco de Garay a Pánuco con grande armada
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Cómo fue Francisco de Garay a Pánuco con grande armada Francisco de Garay fue a Pánuco el año 18, y los de Chila lo desbarataron, se comieron a los españoles que mataron, y hasta pusieron las pieles en sus templos por memoria o voto, según ya está dicho. Volvió allá con más gente al año siguiente, según algunos dicen, y también lo echaron por fuerza de aquel río. Él entonces, por la reputación, y por conseguir la riqueza de Pánuco, procuró el gobierno de allí. Envió a Castilla a Juan López de Torralba con información del gasto y descubrimiento que había hecho; el cual le consiguió el adelantamiento y gobernación de Pánuco. Armó en virtud de ello, el año 23, nueve naves y dos bergantines, en que metió ciento cuarenta y cuatro caballos y ochocientos cincuenta españoles, y algunos isleños de Jamaica, donde preparó la flota; muchos tiros, doscientas escopetas y trescientas ballestas; y como era rico, abastecía la armada muy bien de carne, pan y mercería. Hizo un pueblo en Aire, que llamó Garay. Nombró por alcaldes a Alonso de Mendoza y a Fernando de Figueroa; por regidores, a Gonzalo de Ovalle, Diego de Cifuentes y un tal Villagrán. Puso alguacil, escribano, fiel, procurador y todos los demás oficios que tiene una villa en Castilla. Les tomó juramento, y también a los capitanes del ejército, que no le dejarían ni se pondrían contra él. Y con tanto, partió de Jamaica por San Juan. Fue a Xagua, puerto de Cuba muy bueno, donde supo que Cortés había poblado en Pánuco y conquistado aquella tierra; cosa que mucho sintió y temió; y para que no le aconteciese como a Pánfilo de Narváez, pensó de tratar en acuerdo con Hernán Cortés.
Escribió a Diego Velázquez y al licenciado Alonso Zuazo sobre ello, rogando a Zuazo que fuese a México a tratar en su nombre con Cortés. Zuazo se alegró de ello, vino a Xagua, habló con Garay, y se marcharon cada uno a su negocio. Zuazo corrió fortuna y pasó grandes trabajos antes de llegar a la Nueva España. Garay tuvo también fuerte temporal, y llegó al río de Palmas el día de Santiago. Surgió allí con todos sus navíos, ya que otra cosa no pudo hacer. Envió río arriba a Gonzalo de Ocampo, pariente suyo, con un bergantín, a ver la disposición, gente y lugares de aquella ribera. Ocampo subió quince leguas, vio que entraban muchos ríos en aquél, y volvió al cuarto día, diciendo que la tierra era pobre y desierta. Fue creído, aunque no supo lo que dijo. Sacó Garay con esto a tierra cuatrocientos compañeros y los caballos. Mandó que los navíos fuesen costa a costa con Juan de Grijalva, y él caminó ribera del mar a Pánuco, en orden de guerra. Anduvo tres días por despoblado y por unas malas ciénagas. Pasó un río que llamó Montalto, por correr de grandes sierras, a nado y en balsas. Entró en un gran lugar vacío de gente, mas lleno de maíz y de guayabos. Rodeó una gran laguna, y luego mandó mensajeros con unos de Chila que prendió, y sabían castellano, a un pueblo para que lo recibiesen en paz. Allí le hospedaron, y abastecieron a Garay de pan, fruta y aves, que cogían en las lagunas. Los soldados se medio amotinaron porque no les dejaba saquear.
Pasaron otro río crecido, donde se ahogaron ocho caballos. Se metieron luego por unos lagunajos por donde les costó trabajo salir, y si hubiese habido por allí gente de guerra, no hubiese escapado hombre alguno de ellos. Arribaron, en fin, a buena tierra, después de haber sufrido mucha hambre, mucho trabajo, muchos mosquitos, chinches y murciélagos, que se los comían vivos; y llegaron a Pánuco, que tanto deseaban. Mas no hallaron qué comer, a causa de las guerras pasadas que tuvo allí Cortés, o como ellos pensaban por haber alzado las vituallas los contrarios, que estaban de la otra parte del río. Por lo cual, y como no aparecían los navíos que traían los bastimentos, se desparramaron los soldados a buscar de comer y ropa; y Garay envió a Gonzalo de Ocampo a saber qué voluntad le tenían los de Cortés que estaban en Santisteban del Puerto. El cual volvió diciendo que buena, y que podían ir allá; mas, sin embargo, él se engañó o lo engañaron y así, engañó a Garay, que se acercó a los contrarios más de lo que debiera; y decía a los indios, para que les favoreciesen, que venían a castigar a aquellos soldados de Cortés que les habían hecho enojo y daño. Salieron los de Santisteban a escondidas, que conocían la tierra, y dieron en los de a caballo de Garay, que estaban en Nachapalan, pueblo muy grande, y prendieron al capitán Albarado con otros cuarenta, por usurpadores de la tierra y ropa ajena. De lo cual recibió Garay mucho daño y enojo; y como se le perdieron Cuatro naos, aunque las otras surgieran a la boca de Pánuco, comenzó a temer la fortuna de Cortés. Envió a decir a Pedro de Vallejo, teniente de Cortés, que venía a poblar con poderes y licencia del Emperador, que le devolviese sus hombres y caballos. Vallejo le respondió que le mostrase las provisiones para creerlo, y requirió a los maestres de las naos que entrasen al puerto; no recibiesen el daño que las otras veces Pasadas, viniendo tormenta; y si no lo hacían que los tendría por corsarios. Mas él y ellos replicaron que no lo querían hacer por decirlo él, y que harían lo que les conviniese.
Escribió a Diego Velázquez y al licenciado Alonso Zuazo sobre ello, rogando a Zuazo que fuese a México a tratar en su nombre con Cortés. Zuazo se alegró de ello, vino a Xagua, habló con Garay, y se marcharon cada uno a su negocio. Zuazo corrió fortuna y pasó grandes trabajos antes de llegar a la Nueva España. Garay tuvo también fuerte temporal, y llegó al río de Palmas el día de Santiago. Surgió allí con todos sus navíos, ya que otra cosa no pudo hacer. Envió río arriba a Gonzalo de Ocampo, pariente suyo, con un bergantín, a ver la disposición, gente y lugares de aquella ribera. Ocampo subió quince leguas, vio que entraban muchos ríos en aquél, y volvió al cuarto día, diciendo que la tierra era pobre y desierta. Fue creído, aunque no supo lo que dijo. Sacó Garay con esto a tierra cuatrocientos compañeros y los caballos. Mandó que los navíos fuesen costa a costa con Juan de Grijalva, y él caminó ribera del mar a Pánuco, en orden de guerra. Anduvo tres días por despoblado y por unas malas ciénagas. Pasó un río que llamó Montalto, por correr de grandes sierras, a nado y en balsas. Entró en un gran lugar vacío de gente, mas lleno de maíz y de guayabos. Rodeó una gran laguna, y luego mandó mensajeros con unos de Chila que prendió, y sabían castellano, a un pueblo para que lo recibiesen en paz. Allí le hospedaron, y abastecieron a Garay de pan, fruta y aves, que cogían en las lagunas. Los soldados se medio amotinaron porque no les dejaba saquear.
Pasaron otro río crecido, donde se ahogaron ocho caballos. Se metieron luego por unos lagunajos por donde les costó trabajo salir, y si hubiese habido por allí gente de guerra, no hubiese escapado hombre alguno de ellos. Arribaron, en fin, a buena tierra, después de haber sufrido mucha hambre, mucho trabajo, muchos mosquitos, chinches y murciélagos, que se los comían vivos; y llegaron a Pánuco, que tanto deseaban. Mas no hallaron qué comer, a causa de las guerras pasadas que tuvo allí Cortés, o como ellos pensaban por haber alzado las vituallas los contrarios, que estaban de la otra parte del río. Por lo cual, y como no aparecían los navíos que traían los bastimentos, se desparramaron los soldados a buscar de comer y ropa; y Garay envió a Gonzalo de Ocampo a saber qué voluntad le tenían los de Cortés que estaban en Santisteban del Puerto. El cual volvió diciendo que buena, y que podían ir allá; mas, sin embargo, él se engañó o lo engañaron y así, engañó a Garay, que se acercó a los contrarios más de lo que debiera; y decía a los indios, para que les favoreciesen, que venían a castigar a aquellos soldados de Cortés que les habían hecho enojo y daño. Salieron los de Santisteban a escondidas, que conocían la tierra, y dieron en los de a caballo de Garay, que estaban en Nachapalan, pueblo muy grande, y prendieron al capitán Albarado con otros cuarenta, por usurpadores de la tierra y ropa ajena. De lo cual recibió Garay mucho daño y enojo; y como se le perdieron Cuatro naos, aunque las otras surgieran a la boca de Pánuco, comenzó a temer la fortuna de Cortés. Envió a decir a Pedro de Vallejo, teniente de Cortés, que venía a poblar con poderes y licencia del Emperador, que le devolviese sus hombres y caballos. Vallejo le respondió que le mostrase las provisiones para creerlo, y requirió a los maestres de las naos que entrasen al puerto; no recibiesen el daño que las otras veces Pasadas, viniendo tormenta; y si no lo hacían que los tendría por corsarios. Mas él y ellos replicaron que no lo querían hacer por decirlo él, y que harían lo que les conviniese.