Comercio interior
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Economía Sociedad
Desarrollo
Uno de los artículos del "Capitulare de villis" pide que los intendentes de los dominios reales dispongan de una amplia gama de artesanos: herreros, orfebres, plateros, zapateros, carpinteros, fabricantes de sidra, etc. Si ésta era la aspiración común de todos los grandes propietarios , podemos colegir que la existencia de talleres dominicales era el complemento necesario para una plena autarquía económica. La gran explotación rural del Alto Medievo debería bastarse a sí misma una vez satisfechas las necesidades del señor. No parece que fuera ésta la realidad. El mismo capitular antes mencionado aconseja a los intendentes que negocien una parte de la producción de los dominios reales. Las diferencias de suelos o la irregularidad de las cosechas forzarían, sin duda, un cierto tráfico de productos, aunque sólo fuera entre las villas de un mismo propietario. "Los frutos del trabajo campesino, afirma G. Duby, entraban de un modo natural en un cierto comercio". Diversas disposiciones -algunas no estrictamente económicas- nos hablan de la existencia de ese tráfico mercantil dentro de las fronteras del mundo franco. Así, en el 744, Pipino el Breve recomienda a los obispos el mantenimiento de mercados en sus diócesis. Carlomagno -consumado ordenancista- impone en la Admonitio generalis del 789 la unidad de pesos y medidas en todo el reino y en el capitular de Thionville del 805 trata de impedir los abusos de los mercaderes de escasez.
Luis el Piadoso coloca en el 822 a todos los mercaderes bajo una paz especial. Carlos el Calvo reitera este tipo de medidas en el 864. Los emperadores otónidas -fieles a la memoria de Carlomagno- fundaron mercados en Germania concebidos no sólo como instrumentos económicos sino también como instituciones de paz. ¿En qué forma se acaban manifestando estas actividades mercantiles? En algunos casos estamos ante reuniones periódicas de mercaderes que ya se daban en el periodo anterior. Serán, por ejemplo, las ferias (nundinae) de Saint Denis, celebradas junto al monasterio parisino de este nombre y que eran, tradicionalmente, ferias de vino. Desde el 775 se añadieron otras reuniones en febrero. Su carácter deja de ser local para convertirse con la presencia de lombardos o anglosajones, en verdaderamente internacional. En otros casos, ciertas expresiones acaban identificándose también -en mayor o menor grado- con actividades mercantiles de muy distinto alcance. Los documentos, así, nos hablan de portus, wik, burk (o borough), gorod o pagus mercatorum según los países. Difícilmente pueden identificarse estos vocablos con ciudades plenamente desarrolladas. Se trata, por lo general, de áreas acotadas para el almacenamiento y exposición de productos. El portus de Durstel, importante núcleo comercial en las costas de los Países Bajos, no era más que un camino bordeado de almacenes a cuyos propietarios se había dotado de una parroquia.
Algo similar se podría decir del pagus mercatorum establecido al pie de las murallas de Ratisbona en el siglo IX. Aparentemente no difieren mucho estos núcleos de las agrupaciones artesanales de los grandes dominios o de los monasterios. Algo parecido cabe decir de los burhs de la Inglaterra de Alfredo el Grande y del Danelaw o de los goroda de los países eslavos. Se trata, por lo general, de aglomeraciones en principio modestas surgidas en centros de intercambio o al calor de los recintos amurallados. Otra cuestión es que, con el discurrir del tiempo, se conviertan en florecientes núcleos urbanos. Y otra cuestión es también que, desde determinado momento, ciertos portus, goroda, etc., sean centros de un comercio algo más que local o regional. Que la disolución política del imperio carolingio y las incursiones de normandos, sarracenos o magiares dificultaron el tráfico mercantil es algo que queda fuera de duda. Pero es también indudable que se trató de males pasajeros. La fase del comercio sucede a la de la rapiña... y en más de una ocasión coexiste con ella. Así, núcleos de población como York o Ruan, convertidos en capitales de principados normandos, acabaron siendo lugares privilegiados para los intercambios mercantiles más allá de Northumbria o de Normandía. Hablar de la expansión normanda supone introducirnos en los grandes circuitos mercantiles internacionales .
Luis el Piadoso coloca en el 822 a todos los mercaderes bajo una paz especial. Carlos el Calvo reitera este tipo de medidas en el 864. Los emperadores otónidas -fieles a la memoria de Carlomagno- fundaron mercados en Germania concebidos no sólo como instrumentos económicos sino también como instituciones de paz. ¿En qué forma se acaban manifestando estas actividades mercantiles? En algunos casos estamos ante reuniones periódicas de mercaderes que ya se daban en el periodo anterior. Serán, por ejemplo, las ferias (nundinae) de Saint Denis, celebradas junto al monasterio parisino de este nombre y que eran, tradicionalmente, ferias de vino. Desde el 775 se añadieron otras reuniones en febrero. Su carácter deja de ser local para convertirse con la presencia de lombardos o anglosajones, en verdaderamente internacional. En otros casos, ciertas expresiones acaban identificándose también -en mayor o menor grado- con actividades mercantiles de muy distinto alcance. Los documentos, así, nos hablan de portus, wik, burk (o borough), gorod o pagus mercatorum según los países. Difícilmente pueden identificarse estos vocablos con ciudades plenamente desarrolladas. Se trata, por lo general, de áreas acotadas para el almacenamiento y exposición de productos. El portus de Durstel, importante núcleo comercial en las costas de los Países Bajos, no era más que un camino bordeado de almacenes a cuyos propietarios se había dotado de una parroquia.
Algo similar se podría decir del pagus mercatorum establecido al pie de las murallas de Ratisbona en el siglo IX. Aparentemente no difieren mucho estos núcleos de las agrupaciones artesanales de los grandes dominios o de los monasterios. Algo parecido cabe decir de los burhs de la Inglaterra de Alfredo el Grande y del Danelaw o de los goroda de los países eslavos. Se trata, por lo general, de aglomeraciones en principio modestas surgidas en centros de intercambio o al calor de los recintos amurallados. Otra cuestión es que, con el discurrir del tiempo, se conviertan en florecientes núcleos urbanos. Y otra cuestión es también que, desde determinado momento, ciertos portus, goroda, etc., sean centros de un comercio algo más que local o regional. Que la disolución política del imperio carolingio y las incursiones de normandos, sarracenos o magiares dificultaron el tráfico mercantil es algo que queda fuera de duda. Pero es también indudable que se trató de males pasajeros. La fase del comercio sucede a la de la rapiña... y en más de una ocasión coexiste con ella. Así, núcleos de población como York o Ruan, convertidos en capitales de principados normandos, acabaron siendo lugares privilegiados para los intercambios mercantiles más allá de Northumbria o de Normandía. Hablar de la expansión normanda supone introducirnos en los grandes circuitos mercantiles internacionales .