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Datos principales


Desarrollo


Capítulo 26 De la fiesta y cerimonias que se hazían en las calendas del séptimo mes, que se nombrava tecuilhuitontli Al séptimo mes llamavan tecuilhuitontli. En este mes hazían fiesta y sacrificios a la diosa de la sal, que llamavan Uixtocíoatl; era la diosa de los que hazen la sal. Dezían que era hermana de los dioses de la pluvia, y por cierta desgracia que huvo entre ellos y ella, la persiguieron y desterraron a las aguas saladas, y allí inventó la sal de la manera que agora se haze con tinajas y con amontonar la tierra salada, y por esta invención la honravan y adoravan los que tratan en sal. Los atavíos de esta diosa eran de color amarillo, y una mitra con muchos plumajes verdes que salían de ella, como penachos altos, que del aire resplandecían de verdes, y tenía las orejas de oro muy fino y muy resplandeciente, como flores de calabaça. Tenía el huipil labrado con olas de agua; estava bordado el huipil con unos chalchihuites pintados. Tenía las naoas labradas de la misma obra del huipil; tenía en las gargantas de los pies atados cascabeles de oro o caracolitos blancos; estavan enxeridos en una tira de cuero de tigre; cuando andava hazían gran sonido. Los cactles o cotaras que llevava eran texidos con hilo de algodón, y los botones de los cactles o cotaras también eran de algodón, y las cuerdas con que se atavan también eran de algodón floxo. Tenía una rodela pintada con unas hojas anchas de la yerva que se llama atlacueçona. Tenía la rodela colgando unos rapacejos de pluma de papagayo con flores en los cabos, hechas de pluma de aguila.

Tenía una flocadura hecha de pluma pegada de quetzal; también plumas del ave que se llama çacuan, y otras plumas del ave que llaman teuxólotl. Cuando bailava con estos adereços iva campeando la rodela; llevava en la mano un bastón rollizo y en lo alto como un palmo o dos ancho, como paleta, adornado con papeles goteados de ulli, tres flores hechas de papel, una en cada tercio. Las flores de papel ivan llenas de encienso; junto a las flores ivan unas plumas de quetzalli cruzadas o aspadas. Cuando bailava en el areito, ívase arrimando al bastón y alçándole a compás del baile. Diez días continuados bailava en el areito con mugeres que también bailavan y cantavan por alegrarla; eran todas las que hazían sal, viejas, moças y muchachas. Ivan todas estas mugeres travadas las unas de las otras con unas pequeñas cuerdas, la una assía de un cabo de la cuerda, la otra del otro, y ansí ivan bailando; llevavan todas guirnaldas en las cabeças, hechas de aquella yerva que se llama iztáuhyatl, que es casi como axenxos de Castilla. El cantar que cantavan, dezíanle en tiple muy alto; ivan algunos viejos delante de ellas guiándolas y regiendo el cantar. La que iva compuesta con los atavíos de la diosa, y que havía de morir, iva en medio de todas ellas, y delante de ella iva un viejo que llevava en las manos un plumaje muy hermoso y hecho a manera de manga de cruz; llamávase este plumaje uixtopetlácotl. Este cantar començavan de sobretarde y llegavan hasta la medianoche cantando.

Todos estos diez días andava en el baile y cantava aquella que havía de morir con las otras; passados los diez días, toda una noche entera bailava y cantava aquella que havía de morir, sin dormir ni reposar, y traíanla de los braços una viejas, y todas bailavan en esta noche. También bailavan y velavan los esclavos que havían de morir delante de ella, sobre los cuales havía de ir a la mañana. Cuando era la fiesta, adereçávanse los sátrapas que havían de matar a esta muger, que la llamavan como a la diosa Uixtocíoatl, y a los captivos a los cuales llamavan uixtoti. Y también ivan compuestos con los ornamentos conformes a la fiesta, con sus papeles al pescueço, y en la cabeça llevavan unos plumajes a cuestas, hechos a manera de un pie de águila con toda su pierna y plumas, hecho todo de pluma, puesto en un cacaxtli agujereado en diversas partes, y en estos agujeros ivan hincados plumajes; llevávanle ceñido con unas vendas de manta, coloradas, del anchura de dos manos. El pie del águila llevava las uñas hazia arriba, el muslo hazia abaxo entre las uñas; en medio del pie estava agujerado, y en aquel agujero iva metido un muy hermoso plumaje. Toda la gente que mirava el areito tenía en las manos flores amarillas que llaman cempoalxúchitl; otros tenían la yerva que llaman iztáuhyatl en las manos; luego subían a la muger que havían de matar, que dezían ser imagen de la diosa Uixtocíoatl, a lo alto del cu de Tláloc, y tras ella subían a los captivos que también havían de morir antes de ella.

Estando todos arriba començavan a matar a los captivos, los cuales muertos, matavan también a la muger a la postre, a la cual echada de espaldas sobre el taxón, cinco mancebos la tomavan por los pies y por las manos y por la cabeça, y teníanla muy tirada; poníanla sobre la garganta un palo rollizo al cual tenían dos apretándole, para que no pudiesse dar vozes al tiempo que la abriessen los pechos. Otros dizen que éste era un ocico de espadarte, que es un pez marino que tiene un arma como espada en el ocico, que tiene colmillos de ambas partes; con éste le apretavan la garganta. Según otros el que la havía de matar estava a punto; en estando como havía de estar, luego con dos manos la dava con el pedernal por los pechos, y en rumpiendo el pecho, luego la sangre salía con gran ímpetu, porque la tenían muy estendida y el pecho muy tieso. Y luego metía la mano el mismo que la degolló y sacava el coraçón, y luego le ofrecía al sol y le echavan en una xícara que estava para esto aparejada, que llamavan chalchiuhxicalli. Cuando estas cosas se hazían de la muerte de esta muger, tocavan muchas cornetas y caracoles. Luego descendían el cuerpo de aquella muger y el coraçón cubierto con una manta. Acabado de hazer esto, que era de mañana, toda la gente que estava a ver este sacrificio se iva para sus casas, y todos comían, y holgavan, y combidavan los unos a los otros, esto es, toda la gente que tratava en sal, bevían largamente pulcre, aunque no se enborrachavan.

Passado este día y venida la noche, algunos que se enborrachavan reñían los unos con los otros, o apuñávanse, o davan vozes, baldonándose los unos con los otros. Después de cansados, echávanse a dormir por essos suelos a donde se acertavan. Después otro día bevían el pulcre que les havía sobrado; llamávanle cochuctli. Y aquellos que estando borrachos la noche antes havían reñido o apuñalado a otros, desque se lo dezían, estando ya en buen seso, y después de haver dormido, combidavan a bever a los que havían maltratado de obra o de palabra, porque los perdonassen lo que mal havían dicho o hecho. Y los agraviados con bever luego se les quitava el enojo y perdonavan de buena gana sus injurias. Aquí se acaba la relación de la fiesta, que se llamava tecuilhuitontli. Capítulo 27 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del octavo mes, que se dezía uei tecuílhuitl Al octavo mes llamavan uei tecuílhuitl. Ante de llegar a esta fiesta, cuatro o cinco días el señor y el pueblo hazían combite a todos los pobres, no solamente del pueblo, pero también de la comarca para darlos a comer. Hazían una manera de brebaxe que ellos llaman chienpinolli; hazían gran cantidad de este brebaxe, mezclando agua y harina de chían en una canoa. Todos tomavan de aquel brebaxe con unas escudillas que llamavan tiçaapanqui; cada uno de los que estavan presentes bevían uno o dos de escudillas de aquel chianpinolli, niños, hombres, y mugeres, sin quedar nadie; los que no podían acabar lo que tomavan guardavan su sobra; algunos llevavan otra basixas para guardar las sobras, y el que no llevava nada en que recibiesse la sobra, echávansela en el regaço; nadie iva a bever dos vezes.

A cada uno davan una vez todo cuanto podía bever, y si alguno tornava otra vez dávanle de verdascaços con una caña verde. Después de haver todos bevido, sentávanse y reposavan; poníanse en corrillos y començavan a parlar los unos a los otros, y tenían gran chacota; entonce bevían las sobras o lo davan a bever a sus hijuelos. A la hora del comer, que era al mediodía, sentávanse otra vez ordenadamente; los niños y niñas con sus padres y madres se sentavan. Sentada la gente, los que havían de dar la comida atavan sus mantas a la cinta según lo demanda la disposición de aquel exercicio; atavan los cabellos con una espadaña a manera de guirnalda porque no se les posiessen delante los ojos. Cuando sirvían, luego tomavan tamales a almantadas, y començavan desde los principios de las rencles a dar tamales, y davan a cada uno todos los tamales que pudían tomar con una mano. Davan tamales de muchas maneras: unos llamavan tenextamalli, otros xocotamalli, otros miaoatamalli, otros yacacoltamalli, otros necutamalli, otros yacacollaoyo, otros exococolotlaoyo. Los que servían tenían cuidado de los niños y niñas en especial, y algunos de los servidores a sus amigos y parientes davan más tamales; nadie tomava dos vezes, y si alguno se atrevía a tomar dos vezes, dávanle de açotes con una espadaña torcida, y tomávanle lo que havía tomado y lo que le havían dado. Algunos de los que estavan a la postre no les alcançavan nada, por tanto porfiavan de ponerse en buen lugar para que luego les diessen.

Los que se quedavan sin nada lloravan y acuitávanse por no haver podido tomar nada diziendo: "De valde hemos venido acá que no nos han dado nada". Ívanse hazia los corrillos donde estavan comiendo por ver si los darían algo y no se querían apartar de allí, aunque les davan de verdescaços; entremetíanse entre los otros escolándose. Ocho días durava este combite que hazía el señor a los pobres, porque cada año en este tiempo hay falta de mantenimiento y hay fatiga de hambre; en este tiempo solían murir muchos de hambre. Acabado este combite, començavan luego la fiesta; començavan luego a cantar y bailar, luego en poniéndose el sol, en el patio de los coes, donde havía gran copia de braseros, altos cerca de un estado y gruesos que apenas los podían dos abraçar; estavan en rencle muchos de ellos, y en anocheciendo encendían fuego sobre ellos, y a la lumbre de aquel fuego y llama cantavan y bailavan. Para començar el areito salían los cantores de las casas que eran sus aposentos; salían ordenados y cantando y bailando de dos en dos hombres, y en medio de cada dos hombres una muger. Estos que hazían este areito era gente escogida, capitanes y otros valientes hombres exercitados en las cosas de la guerra. Estos que llevavan las mugeres entre sí, llevávanlas assidas de las manos. La otra gente noble, que no eran exercitados en la guerra, no entravan en este areito. Ivan las mugeres muy ataviadas con ricos huipiles y naoas, y labrados de diversas labores y muy costosos; unas llevavan naoas que llaman yollo, otras que llaman totolitipetlayo, otras que llaman cacamoliuhqui, otras que llaman ilacatziuhqui o tlatzcállotl, otras que llaman pétztic; todas sus cortapisas muy labradas; y los huipiles unos llevavan los que se llaman cuappachpipílcac, otros que llaman pocuipilli, otros que llaman yapalpipílcac, otros que llaman cacallo, otros que llaman mimichcho, otros blancos sin ningún labor; las gargantas de estos huipiles llevavan unos labores muy anchos que cubrían todo el pecho, y las flocaduras de los huipiles eran muy anchas.

Bailavan estas mugeres en cabello, los cabellos tendidos y las trenças con que suelen atar los cabellos llevávanlas atadas desde la frente al colodrillo; ninguna cosa llevava en la cara puesta; todas llevavan las caras exentas y limpias. Los hombres andavan también muy ataviados; traían una manta de algodón, rala como red. Los que de ellos eran señalados por valientes y que podían traer beçotes traían estas mantas bordadas de caracolitos blancos; estas mantas assí bordadas llamavan nochpalcuechintli; los demás que no eran assí señalados traían estas mantas negras con sus flocaduras. Todos llevavan orejeras hechas de una materia baxa, pero los que ivan delante llevavan orejeras de cobre con unos pinjantes, y los beçotes llevavan conformes a las orejas. Unos los llevavan hechos a manera de lagartija, otros a manera de perrillos, otros cuadrados o de cuatro esquinas; y los mancebos que havían hecho alguna cosa señalada en guerra llevavan unos beçotes redondos, como un círculo, con cuatro circulillos en cruz dentro en la circunferencia que era algo ancha; todos los otros mancebos llevavan unos beçotes a manera de círculo sin otro labor. Todos estos beçotes eran hechos de conchas de hostias de la mar. Todos los valientes llevavan unos collares de cuero y de ellos colgavan sobre los pechos unas borlas a manera de flores grandes, de las cuales colgavan unos caracolillos blancos en cantidad; otros llevavan unas conchas de mariscos colgadas del cuello, a éstos llamavan cuacuachicti y a otros otomin.

Estos llevavan también unos barbotes o beçotes hechos a manera de águila de la misma concha; y otros que se tenían por más valientes compravan unas cuentas blancas de unos mariscos que se llaman teuchipoli. La otra gente baxa se adornava con unas cuentas amarillas, también hechas de conchas de mariscos, que son baratas y de poco valor; los de éstos que havían tomado en la guerra captivos llevavan sobre la cabeça un plumaje para ser conocidos que havían preso en la guerra algún captivo. Los capitanes llevavan unos plumajes atados en las espaldas en que se conocían ser valientes, los cuales plumajes llamavan cuauhtzontli, porque eran como unos árboles de que salían unas ramas labradas de hilo y pluma, con unas flores en los remates que salían de unos vasitos de cuero de tigre. Otros llevavan otros plumajes de otras maneras, unos que llamavan xiloxochiquetzalli, otros que llamavan aztaxelli, otros llevavan unos plumajes que llamavan cuatótotl, otros llevavan unos plumajes hechos de su mano de diversas colores. En los pies algunos llevavan atados al pie izquierdo pescuños de ciervos, atados con unas correas de ciervo delgadas. Ivan todos embixadas las caras de diversas maneras: unos con tinta negra hazían en los carrillos unas roedas negras, y en la frente una raya también de tinta negra que toma de sien a sien, sobre la tinta echavan marcaxita; otros ponían una raya de tinta negra desde la una oreja hasta la otra por la frente; también echavan marcaxita; otros echavan una raya de tinta desde la punta de la oreja hasta la boca con su marcaxita.

Todos ellos llevavan cortados los cabellos de una manera, hazia las sienes, rapados a navaja en la frente, un poco largos los cabellos y todo lo delantero de la cabeça escarrapoçados hazia arriba. Por todo el cogote llevavan colgados cabellos largos que colgavan hasta las espaldas; en las sienes llevavan puesto color amarillo. Llevavan hachas de teas encendidas delante de sí cuando ivan dançando; llevavan estas hachas unos soldados mancebos exercitados en la guerra, que se llamavan telpuchtequioaque; eran pesados estos hachones, hazían dublegar a los que los llevavan; iva goteando la resina y cayendo brasas de los hachones, y algunas vezes algunas teas ardiendo se caían por los lados. De una parte y de otra ivan alumbrando con candeleros de teas que se llaman tlémaitl. Estos llevavan unos mancebos que por su voto hazían penitencia veinte días en el cu; los de una parte eran tenuchcas, y de la otra parte eran tlatilulcas; éstos no bailavan, solamente ivan alumbrando y miravan con diligencia si alguno hazía deshonestidad, mirando o tocando a alguna muger; y si alguno era visto hazer algo de esto, el día siguiente o después de dos días le castigavan reziamente, atizoneándole, dándole de porraços con tizones, tanto que le dexavan por muerto. El señor algunas vezes salía a este areito, otras vezes no, como se le antojava. Los que dançavan unos ivan assidos por las manos, otros echavan los braços a su compañero, abraçándole por la cintura. Todos llevavan un compás en el alçar del pie y en el echar del paso adelante, y en el volver atrás y en el hazer de las voeltas.

Dançavan por entre los candeleros o fugones haziendo contrapaso entre ellos; dançavan hasta bien noche, cesavan a la hora de las nueve de la noche. En cesando el que tañía el atambor y teponaztli, luego todos se paravan, y luego començavan de ir a sus casas. A los muy principales ivan alumbrando con sus hachas de tea adelante; y las mugeres que havían dançado juntávanse todas en acabando el areito, y los que tenían cargo de ellas llevávanlas a las casas donde solían juntarse. No consentían que se derramassen, ni que se fuessen con ningún hombre, ecepto con los principales si llamavan a algunas de ellas para darlas de comer; también a las matronas que las guardavan las davan comida y mantas porque las llevavan a sus casas; lo que le sobrava de la comida siempre lo llevavan. Algunos principales soldados si querían llevar alguna de aquellas mojas dezíanlo secretamente a la matrona que las guardava para que la llevasse; no osavan llamarlas públicamente. La matrona la llevava a casa de aquél, o a donde el mandava; de noche la llevava y de noche salía. Si alguno de éstos hazía esto públicamente érasele tenido a mal y castigávanle por ella públicamente; quitávanle los cabellos que traía por señal de valiente, que ellos llamavan tzotzocolli, y tomávanle las armas y los atavíos que usava. El castigo era que le apaleavan y le chamuscavan la cabeça; todo el cuerpo se le arronchava y hazía vexigas del fuego y de los palos; luego le arrojavan por ahí delante y dezíanle: "Anda, vete, vellaco, aunque seas valiente y fuerte no te tenemos en nada; aunque vengan nuestros enemigos a hazernos guerra, no haremos cuenta de ti".

Estas y otras palabras injuriosas le dezían después que le echavan por ahí a empellones; ívase azcadilando y cayendo y quexándose por el mal tratamiento que le havían hecho; nunca más bolvía a dançar ni a cantar. Y la muger con quien éste se havía amancebado también la despedían de la compañía de las otras; nunca más havía de dançar, ni de cantar, ni de estar con las otras, ni la que tenía cargo de ellas hazía mas cuenta de ella; y el mancebo que fue castigado tomava por muger a la que también fue castigada por su causa. Andados diez días de este mes celebravan la fiesta que llamavan uey tecuílhuitl, en la cual a honra de la diosa que se llamava Xilonen matavan una muger, la cual componían y adornavan con los ornamentos de la diosa, y dezían que era su imagen, a la cual adornavan de esta manera: poníanla la cara de dos colores, desde la nariz abaxo de amarillo y la frente de colorado; poníanla una corona de papel de cuatro esquinas, y del medio de la corona salían muchos plumajes como penachos; colgávanla del cuello muchos sartales de piedras ricas anchas, los cuales le adornavan los pechos; sobre las piedras llevava una medalla de oro redonda; vestíanla de un huipil labrado de imágines del demonio y poníanle unas naoas semejantes al huipil, todo era curioso y rico; poníanla cotaras pintadas de unas listas coloradas; poníanle en el braço izquierdo una rodela, y en la otra mano un bastón teñido de color bermejo. Ataviada con estos atavíos, cercávanla muchas mugeres; llevávanla en medio a ofrecer encienso a cuatro partes; esta ofrenda hazía a la tarde, antes que muriesse.

A esta ofrenda llamavan xalaquia, porque el día siguiente havía de morir. El uno de estos lugares se llama Tetamaçolco, el otro se llama Nécoc Ixtecan, el otro se llama Atenchicalcan, el cuarto se llama Xolloco; estos cuatro lugares donde ofrecían era en reverencia de los cuatro caracteres de la cuenta de los años. El primero se llama ácatl, que quiere dezir "caña"; el segundo se llama técpatl, que quiere dezir "pedernal", como hierro de lança; el tercero se llama calli, que quiere dezir "casa"; el cuarto se llama tochtli, que quiere dezir "conejo". Con estos cuatro caracteres, andando alrededor hasta que cada uno de ellos tuviesse treze años, contavan la cuenta de los años hasta cincuenta y dos. Acabadas de andar estas estaciones, toda aquella noche antes que la matassen cantavan y dançavan las mugeres, velando toda la noche delante del cu de la diosa Xilonen, y ésta que havía de morir traíanla en el medio. El cantar que dezían era a honra de la diosa Xilonen. Venida la mañana, començavan a bailar todos los hombres de cuenta; llevavan todos en las manos unas cañas de maíz, como arrimándose a ellas; a estas cañas de maíz llamavan totopánitl. También bailavan las mugeres juntamente con la que havía de morir, y traían emplumadas las piernas, y en los braços con pluma colorada; la cara llevavan teñida con color amarillo desde la barba hasta la nariz, y todas las quixadas y la frente con color colorado. Llevavan todas guirnaldas de flores amarillas, que se llaman cempoalxúchitl, y sartales de lo mismo las que ivan delante guiando, las cuales se llamavan cioatlamacazque, que eran las que servían en los cúes, que también vivían en sus monesterios.

Los hombres que ivan dançando no ivan entre las mugeres, porque las mugeres ivan todas juntas rodeadas de Xilonen, que era la que havía de morir, ivan cantando y bailando; a las mugeres ívanlas tañendo con un teponaztli que no tenía más que una lengua encima y otra debaxo, y en la de baxo llevava colgado una xícara en que soelen bever agua, y assí suena mucho más que los que tienen dos lenguas en la parte de arriba y ninguna abaxo. A este teponaztli llaman tecomapiloa; llevávale uno debaxo del sobaco, tañéndole, por ser de esta manera hecho. Los gentiles hombres, que ivan bailando, ivan delante y no llevavan aquel compás de los areitos, sino el compás de las danças de Castilla la Vieja, que van unos travados de otros y culebreando. También los ministros de los ídolos ivan bailando y dançando al son del mesmo teponaztli; ivan tañendo sus cornetas y sus caracoles. Y cuando los sátrapas hazían vuelta delante de la diosa Xilonen, sembravan encienso por donde iva a passar, y el sátrapa que havía de matar aquella muger iva con sus aparejos y a cuestas llevava un plumaje que salía de entre las uñas de un águila, el cual plumaje estava enxerido en una pierna de águila hechiza; y uno de los sátrapas llevava delante la tabla de las sonajas de que havemos hablado atrás. En llegando al cu del dios que se llamava Cintéutl, donde havía de morir esta muger, poníase delante de ella el sátrapa que llevava la tabla de las sonajas, que se llamava chicaoaztli, y poníala enhiesta delante de ella y començava hazer ruido con las sonajas, meneándole a una parte y a otra; sembravan delante de ella encienso, y haziendo esto, la subían hasta lo alto del cu.

Allí la tomava luego uno de los sátrapas a cuestas, espaldas con espaldas, y luego llegava otro y la cortava la cabeça; en acavándola de cortar la cabeça, la abrían los pechos y la sacavan el coraçón y le echavan en una xícara. Hecho este sacrificio a honra de la diosa Xilonen, tenían todos licencia de comer xilotes y pan hecho de ellos, y de comer cañas de maíz. Antes de este sacrificio nadie osava comer estas cosas; también de ahí adelante comían bledos verdes cozidos, y pudían también oler las flores que se llaman cempoalxúchitl y las otras que se llaman yiexúchitl. También en esta fiesta hazían areito las mugeres, moças, viejas y muchachas; no bailavan con ellas hombres ningunos; todas ivan ataviadas de fiesta, emplumadas las piernas y los braços con pluma colorada de papagayos, afeitadas las caras con color amarillo y con marcaxita. En esta fiesta todos comían unos tamales, que llaman xocotamalli, y hazían ofrendas a sus dioses en sus casas; y los viejos y viejas bevían vino, pero los moços y moças no; y si algunos de los que no tenían licencia lo bevían echávanlos presos y castigávanlos. Los de la audiencia, los sentenciavan, que llamavan petlacalco; algunos sentenciavan con pena de muerte por bever el pulcre, y los assí sentenciados ningún remedio tenían. Matávanlos delante todo el pueblo porque en ellos escarmentassen los otros, y para poner espanto a todos llevávanlos los juezes, las manos atadas, al tiánquez y allí hablavan a todo el pueblo que nadie beviesse el pulcre sino los viejos y viejas.

Y después que se acabava la plática, luego davan a los que havían de morir con un bastón tras el cogote y le achocavan; los verdugos de este oficio se llamavan cuauhnochtli, ezoaoácatl, ticociaoácatl, tezcacooácatl, maçatécatl, atenpanécatl. Estos no eran de los senadores, sino de la gente baxa que llamavan achcacauhtin; no venían por eleción a aquel oficio sino mandados; solamente pretendían para este oficio que fuessen valientes, esforçados y de buena plática. Los que vían hazer esta justicia tomavan temor y escarmiento si eran avisados, pero los que eran tochos y son locados reíanse de este negocio y burlavan de lo que se dezía; no tenían en nada el castigo, ni la plática; todo lo echavan por alto, no temían la muerte. En acabando de hazer esta justicia, todos los que estavan juntos mirándola començavan a derramarse y irse a sus casas, levantando mucho polvo con los pies y sacudiendo sus mantas; no quedava nadie en aquel lugar. Aquí se acaba la relación de esta fiesta llamada uey tecuílhuitl. Capítulo 28 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del nono mes, que se llamava tlaxuchimaco Al nono mes llamavan tlaxuchimaco. Dos días antes que llegasse esta fiesta toda la gente se derramava por los campos y maizales a buscar flores, de todas maneras de flores, ansí silvestres como campesinas, de las cuales unas se llaman acocoxúchitl, uitzitzilocoxúchitl, tepecempoalxúchitl, nextamalxúchitl, tlacoxúchitl; otras se llaman oceluxúchitl, cacaloxúchitl, ocoxúchitl o ayacoxúchitl, cuauheloxúchitl, xiloxúchitl, tlalcacaloxúchitl, cempoalxúchitl, atlacueçonan, otras se llaman tlapalatlecueçonam, atzatzamulxúchitl.

Y teniendo juntas muchas de estas flores, juntávanlas en la casa del cu donde se hazía esta fiesta; allí se guardavan aquella noche y luego en amaneciendo las ensartavan en sus hilos o mecatejos; teniéndolas ensartadas, hazían sogas torcidas de ellas gruesas y largas y las tendían en el patio de aquel cu, presentándolas a aquel dios cuya fiesta hazían. Aquella misma tarde, la vigilia de la fiesta, todos los populares hazían tamales y matavan gallinas y perrillos, y pelavan las gallinas, chamuscavan los perrillos, y todo lo demás que era menester para el día siguiente; toda esta noche, sin dormir, se ocupavan en aparejar estas cosas. Otro día muy de mañana, que era la fiesta de Uitzilopuchtli, los sátrapas ofrecían a este mismo ídolo flores, encienso y comida, y adornávan con guirnaldas y sartales de flores. Haviendo compuesto esta estatua de Uitzilopuchtli con flores y haviéndole presentado muchas flores muy artificiosamente hechas y muy olorosas, hazían lo mismo a todas las estatuas de todos los otros dioses por todos los cúes; y luego en todas las casas de los señores y principales adereçavan con flores a los ídolos que cada uno tenía, y los presentavan otras flores poniéndoselas delante, y toda la otra gente popular hazía lo mismo en sus casas. Acabado de hazer lo dicho, luego començavan a comer y bever en todas las casas de chicos, grandes y medianos; llegando a la hora del mediodía, luego començavan un areito muy pomposo en el patio del mismo Uitzilopuchtli, en el cual los más valientes hombres de la guerra, que se llamavan unos otomin, otros cuacuachicti, guiavan la dança, y luego tras ellos ivan otros que se llaman tequioaque, y tras ellos otros que se llaman telpuchyaque, y tras ellos otros que se llaman tiachcaoan, y luego los mancebos que se llaman telpupuchti.

También en esta dança entravan mugeres, moças públicas, y ivan asidos de las manos una muger entre dos hombres, y un hombre entre dos mugeres a manera de las danças que haze en Castilla la Vieja la gente popular. Y dançavan culebreando y cantando, y los que hazían el son para la dança y regían el canto estavan juntos, arrimados a un altar redondo que llamavan mumuztli. En esta dança no hazían ademanes ningunos con los pies, ni con las manos, ni con las cabeças, ni hazían bueltas ningunas, más de ir con pasos llanos al compás del son y del canto muy despacio; nadie osava hazer ningún bollicio, ni atravesar por el espacio donde dançavan; todos los dançantes ivan con gran tiento que no hiziessen alguna disonancia. Los que ivan en la delantera, que era la gente muy exercitada en la guerra, llevavan echado el braço por la cintura de la muger, como abraçándola; los otros que no eran tales no tenían licencia de hazer esto. A la puesta del sol cesava este areito y se ivan todos para sus casas; lo mesmo hazían en cada casa cada uno delante de sus dioses; havía gran ruido en todo el pueblo por razón de los cantares y del tañer de cada casa. Los viejos y las viejas bevían vino y enborrachávanse, y reñían unos con otros a vozes, y otros se jactavan de sus valentías que havían hecho cuando mocos. Aquí se acaba la relación de la fiesta que se llamava tlaxuchimaco. Capítulo 29 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del dézimo mes, que se llamava xócotl uetzi Al dézimo mes llamavan xócotl uetzi.

En passando la fiesta de tlaxuchimaco cortavan un gran árbol en el monte de veinte y cinco braças en largo, y haviéndole cortado, quitávanle todas las ramas y gajos del cuerpo del madero y dexavan el renuevo de arriba del guión; y luego cortavan otros maderos y hazíanlos cóncabos; echavan aquel madero encima de ellos y atávanle con maromas, y llevavan arrastrando, y él no llegava al suelo porque iva sobre los otros maderos porque no se roçase la corteza. Cuando ya llegavan cerca del pueblo, salían las señoras y mugeres y principales a recebirle; llevavan xícaras de cacao para que beviessen los que le traían, y flores con que enrosavan a los que le traían. Desque le havían llegado al patio del cu, luego començavan los tlayacanques o cuadrilleros, y davan bozes muy fuertemente para que se juntassen todo el pueblo para levantar aquel árbol que llamavan xócotl. Juntados todos, atávanle con maromas, y hecho un hoyo donde havía de levantarse, tiravan todos por las maromas y levantavan el árbol con gran grita; cerravan el hoyo con piedras y tierra para que quedasse enhiesto, y assí se estava veinte días. La vigilia de la fiesta, que se llamava xócotl uetzi, tornávanlo echar en tierra muy poco a poco, porque no diesse golpe, porque no se quebrasse o hindiese, y ansí le ivan recibiendo con unos maderos atados de dos en dos, que llaman cuauhtomáçatl, y poníanle en tierra sin que recibiesse daño, y dexávanle assí y ívanse; las maromas dexávanlas coxidas sobre el mismo madero.

Estávase toda aquella noche y el día de la misma, en amaneciendo, juntávanse todos los carpinteros con sus herramientas y labrávanle muy derecho; quitávanle si alguna corcoba tenía; poníanle muy liso. Y labravan otro madero de cinco braças delgado; hazíanle cóncabo y poníanle en la punta desde donde començava el guión, y recoxían las ramas del guión dentro del cóncabo del otro madero y atávanle con una soga, ciñéndole desde donde començavan las ramas hasta la punta del guión. Acabado esto, los sátrapas adereçados con sus ornamentos componían el árbol con papeles, y ayudávanles los que llaman cuacuacuiltin y los que llamavan tetlepantlazque, que eran tres muy altos de cuerpo; al uno de ellos llamavan coyooa, y al otro çacáncatl, y al tercero ueycamécatl; ponían estos papeles con gran solicitud y bollicio. También componían de papeles a una estatua, como de hombre, hecha de massa de semillas de bledos. Este papel con que le componían era todo blanco, sin ninguna pintura ni tintura; poníanle en la cabeça unos papeles cortados como cabellos, y unas estolas de papel de ambas partes, desde el hombro derecho al sobaco izquierdo, y desde el hombro izquierdo al sobaco derecho, y en los braços ponían los papeles como alas donde estavan pintadas imágines de gavilanes, y también un maxtle de papel. Ponían arriba unos papeles a manera de huipil, uno de la una parte, y otro a la otra a los lados de la imagen. Y en el árbol, desde los pies de la imagen, colgavan unos papeles largos que llegavan hasta el medio del árbol, que andavan rebolando; eran estos papeles anchos como media braça, y largos como diez braças.

Ponían también tres tamales grandes hechos de semilla de bledos sobre la cabeça de la imagen, hincados en tres palos. Compuesto el árbol con todas estas cosas, atávanle diez maromas por la mitad de él; atadas las maromas, tiravan de ellas con gran grita, exhortándose a tirar de las maromas, y como le ivan levantando, poníanle unos maderos atados de dos en dos y unos puntales sobre que descansase. Cuando ya le enhiestavan davan gran grita y hazían gran estruendo con los pies; luego le echavan al pie grandes piedras para que se estuviesse enhiesto y no se acostasse, luego encima le echavan tierra; hecho esto, ívanse todos a sus casas, nadie quedava allí. Luego venían aquellos que tenían captivos presos, que los havían de quemar bivos, y traíanlos allí, a donde se havía de hazer este sacrificio. Venían adereçados para hazer areito; traían todo el cuerpo teñido con color amarillo y la cara con color bermejo; traían un plumaje, como mariposa, hecho de plumas coloradas de papagayo; llevavan en la mano izquierda una rodela labrada de pluma blanca con sus rapazejos que colgavan a la parte de abaxo; en el campo de esta rodela ivan piernas de tigre o de águila, debujadas de pluma al propio; llamavan a esta rodela chimaltetepontli. Cada uno de los que ivan en el areito, assí adereçados, iva pareado con su captivo; ivan ambos dançando a la par. Los captivos llevavan el cuerpo teñido de blanco, y el maxtle con que ivan ceñidos era de papel; llevavan también unas tiras de papel blanco a manera de estolas, echadas desde el hombro al sobaco; llevavan también unos cabellos de tiras de papel cortadas delgadas; llevavan emplumada la cabeça con plumas blancas a manera de bilma; llevavan un beçote hecho de pluma; llevavan los rostros de color bermejo y las mexillas teñidas de negro.

En este areito perseveravan hasta la noche. Puesto el sol, cesavan y ponían los captivos en unas casas que estavan en los barrios que se llaman calpulli. Allí los estavan guardando los mesmos dueños y velavan todos y hazían velar a los captivos, y acerca de la medianoche ívanse todos los viejos vezinos de aquel barrio a sus casas. Llegada la medianoche, los señores de los esclavos, cada uno al suyo, cortávanlos los cabellos de la corona de la cabeça a raíz del casco, delante del fuego y a honra del fuego. Estos cabellos guardavan como por reliquias y en memoria de su valentía; atávanlos con unos hilos colorados a unos penachos de garçotas, dos o tres. A la navajuela con que cortavan los cabellos llamávanla "uña de gavilán"; estos cabellos los guardavan en unas petaquillas o cofres hechos de caña, que llamavan "el cofre de los cabellos". Este cofre o petaca pequeñuela llevávala el señor del captivo a su casa y colgávala de las vigas de su casa, en lugar público, porque fuesse conocido que havía captivado en la guerra; todo el tiempo de su vida le tenía colgado. Después de haver cortado los cabellos de la coronilla a los captivos, sus dueños dormían un poco y los captivos estavan a mucho recado porque no huyessen. En amaneciendo, luego ordenavan todos los captivos delante del lugar que se llamava tzompantli, que era donde espetavan las cabeças de los que sacrificavan. Estando assí ordenados, luego començava uno de los sátrapas a quitarlos unas vanderillas de papel que llevavan en las manos, las cuales eran señal de que ivan sentenciados a muerte; quitávanles también los otros papeles con que ivan adereçados y alguna manta, si llevavan cubierta, y todo esto poníanlo en el fuego para que se quemasse en un pilón, hecho de piedras, que llamavan cuauhxicalli.

Todos ivan por esta orden desnudándoles y echando en el fuego sus atavíos, porque no tenían más necessidad de vestiduras, ni otra cosa, como quien luego havía de morir. Estando assí todos desnudos esperando la muerte, venía un sátrapa adereçado con sus ornamentos y traía en los braços la estatua del dios que llamavan Páinal, también adornada con sus atavíos. Llegado aquel sátrapa con su estatua, que tenía en los braços, subía luego al cu donde havían de morir los captivos y llegava al lugar donde los havía de matar que se llama Tlacacouhcan. Llegado allí, luego tornava a descendir y passava delante de todos los captivos, y tornava otra vez a subir como primero. Los señores de los captivos estavan también ordenados en rencle, cada uno cabe su captivo, y cuando la segunda vez el Páinal subía al cu, cada uno de ellos tomava por los cabellos a su captivo y llevávalo a un lugar que se llama apétlac, y allí los dexavan todos. Luego descendían los que los havían de echar en el fuego y enpolvorizávanlos con encienso las caras, arrojándoselo a puñados, el cual traían molido en unas talegas; luego los tomavan y atávanlos las manos atrás, y también los atavan los pies; luego los echavan sobre los hombros a cuestas y subíanlos arriba a lo alto del cu, donde estava un gran fuego y gran montón de brasa, y llegados arriba luego davan con ellos en el fuego. Al tiempo que los arrojavan, alçávase un gran polvo de ceniza, y cada uno donde caía allí se hazía un gran hoyo en el fuego, porque todo era brasa y rescoldo, y allí en el fuego començava a dar boelcos y hazer bascas el triste del captivo; començava a rechinar el cuerpo como cuando asan algún animal, y levantávanse vexigas por todas partes del cuerpo.

Y estando en esta agonía, sacávanle con unos garavatos, arrastrando, los sátrapas que se llamavan cuacuacuiltin y poníanle encima del taxón que se llamava téchcatl, y luego le abrían los pechos de tetilla a tetilla o un poco más abaxo; luego le arrancavan el coraçón y le arrojavan a los pies del estatua de Xiuhtecutli, dios del fuego. De esta manera matavan todos los captivos que tenían para sacrificar en aquella fiesta, y acabándolos de matar todos, ívanse toda la gente para su casa; y al estatua del dios Páinal llevávale el mesmo sátrapa que le havía traído al lugar donde solía estar, ívanle acompañando todos los viejos que estavan aplicados al servicio de aquel dios; en acabándole de poner en su lugar, descendíanse al cu y ívanse a sus casas a comer. En acabando de comer, juntávanse todos los mancebos y moçoelos y muchachos, todos aquellos que tenían vedixas de cabellos en el cogote que llamavan cuexpaleque, y toda la otra gente; se juntavan en el patio de Xiuhtecutli a cuya honra se hazía esta fiesta. Luego al mediodía començavan a bailar y a cantar; ivan mugeres ordenadas entre los hombres; hinchíase todo el patio de gente que no havía por donde salir, estando todos muy apretados. En cansándose de cantar y bailar, luego davan una gran grita y salíanse del patio y ívanse a donde estava el árbol levantado; ivan cuaxados los caminos y muy llenos de gente tanto que los unos se atropellavan con los otros. Y los capitanes de los mancebos estavan en derredor del árbol para que nadie subiesse hasta que fuesse tiempo, y defendían la subida a garrotaços; y los mancebos que ivan determinados para subir al árbol apartavan a empellones a los que defendían la subida, y luego se asían de las maromas y començavan a subir por ellas arriba.

Por cada maroma subían muchos a porfía; colgava de cada maroma una piña de mancebos, que todos subían a porfía por ella, y aunque muchos acometían a subir, pocos llegavan arriba. Y el que primero llegava tomava la estatua del ídolo, que estava arriba hecha de massa de bledos; tomávale la rodela y las saetas, y los dardos con que estava armado, y el instrumento con que se arrojan los dardos que se llama átlatl; tomava también los tamales que tenía a los lados, desmenuzávalos y arrojávalos sobre la gente que estava abaxo. Toda la gente estava mirando arriba, y cuando caían los pedaços de los tamales todos extendían los braços para tomarlos, y algunos reñían y se apuñeavan por el tomar de los pedaços; havía gran bozería sobre el tomar los pedaços que caían de arriba; y otros tomavan los penachos que tenía sobre la cabeça la imagen o estatua, que echava de arriba el que havía subido. Hecho esto, el que havía subido descendíase con las armas que havía tomado de arriba; en llegando abaxo, tomávanle con mucho aplauso y llevávanle y subíanle a lo alto del cu, que se llama Tlacacouhcan; subíanle a aquel lugar muchos viejos. Allá le davan joyas o empresas por la valentía que havía hecho, y luego todos tiravan de las maromas con gran fuerça, echavan en tierra el árbol, y davan gran golpe en el suelo, y hazíase pedaços. Hecho esto, todos se ivan a sus casas, nadie quedava allí; y luego llevavan a su casa aquel que havía ganado en subir primero al árbol; poníanle una manta leonada atada al hombro y por debaxo del braço contrario, como se pone la estola al diácono; llevava esta manta una franja en la orilla de tochómitl y pluma.

Esta manera de manta era lícito traer a los que hazían esta valentía, a los otros no les era lícito traer esta manta. Podíanlas tener en su casa y vender todos los que querían, pero no traerlas. Aquel que havía llevado la victoria, llevávanle trabado por los braços dos sátrapas viejos que llamavan cuacuacuiltin, y muchos de los ministros de los ídolos ivan tras ellos, tocando cornetas y caracoles. Llevava a cuestas la rodela que havía tomado en el árbol; dexándole en su casa, bolvíanse al cu donde havían salido. Esta es la relación de la fiesta llamada xócotl uetzi. Capítulo 30 De la fiesta y cerimonias que se hazían en las calendas del onzeno mes, que se llamava ochpaniztli Al onzeno mes llamavan ochpaniztli. Los cinco días primeros de este mes no hazían nada tocante a la fiesta; acabados los cinco días, quinze días antes de la fiesta començavan a bailar un baile que ellos llamavan nematlaxo; este baile durava ocho días. Ivan ordenados en cuatro rencles y bailavan en este baile, no cantavan; ivan andando y callando, y llevavan en las manos ambas unas flores que se llaman cempoalxúchitl, no compuestas sino cortadas con la misma rama. Algunos mancebos traviesos, aunque los otros ivan en silencio, ellos hazían con la boca el son que hazía el atabal, a cuyo son bailavan; ningún meneo hazían con los pies ni con el cuerpo, sino solamente con las manos, abaxándolas y levantándolas a compás del atabal; guardavan la ordenança con gran cuidado, de manera que nadie discrepase del otro.

Començavan este baile hazia la tarde, y acabávase en poniendo el sol. Esto durava por ocho días, los cuales acabados, començavan luego las mugeres médicas, moças y viejas, a hazer una escaramuça o pelea, tantas a tantas, partidas en dos escuadrones. Esto hazían las mugeres delante de aquella muger que havía de morir en esta fiesta por regozijarla, para que no estuviesse triste ni llorasse, porque tenían mal agüero si esta muger que havía de morir estava triste o llorava, porque dezían que esto significava que havían de morir muchos soldados en la guerra, o que havían de morir muchas mugeres de parto. Cuando hazían esta escaramuça o pelea aquella muger que estava diputada para morir, a la cual llamavan la imagen de la madre de los dioses, a quien la fiesta se hazía, hazía el primer acometimiento contra el escuadrón contrario. Ivan acompañando a ésta tres viejas que eran como sus madres, que nunca se le quitavan del lado; a la una llamavan Aoa, a la otra Tlauitecqui, a la tercera Xocuauhtli. La pelea era que se apedreavan con pellas hechas de aquellas hilachas que nacen en los árboles, o con pellas hechas de hojas de espadañas y con hojas de tunas, y con flores amarillas que llaman cempoalxúchitl. Todas ivan ceñidas, y en la cintura llevavan unas calabaçuelas colgadas con polvos de aquella yerva que llaman yietl; ivan apedreándose el un escuadrón tras el otro, y después el otro bolvía tras el otro; de esta manera escaramuçavan ciertas bueltas, con todas las cuales acabadas, cesava la escaramuça y luego llevavan a la muger que havía de morir a la casa donde la guardavan.

Esta muger llamavan Toci, que quiere dezir "nuestra abuela"; llaman assí a la madre de los dioses, a cuya honra ella havía de morir. Esta escaramuça hazían por espacio de cuatro días continuos, los cuales passados, sacavan aquella muger a pasearse por el tiánquez; ivan con ella todas las médicas acompañándola por el tiánquez; a este passeo llamavan "acozeamiento del tiánquez", porque nunca más havía de bolver a él. Saliendo del tiánquez, rescebíanla luego los sátrapas de la diosa llamada Chicomecóatl, y rodeávanse de ella, y ella sembrava harina de maíz por donde iva, como despidiéndose del tiánquez, y luego aquellos sátrapas llevávanla a la casa donde la guardavan, que era cerca del cu donde la havían de matar. Allí la consolavan las médicas y parteras, y la dezían: "Hija, no os entristezcáis, que esta noche ha de dormir con vos el rey, ¡alegraos!" No la davan a entender que la havían de matar, porque su muerte havía de ser súpita, sin que ella lo supiesse. Y luego la ataviavan con los ornamentos de aquella diosa que llaman Toci, y llegada la medianoche llevávanla al cu donde havía de morir, y nadie hablaba ni tosía cuando la llevavan; todos ivan en gran silencio, aunque iva con ella todo el pueblo. Y desque havía llegado al lugar donde la havían de matar, tomávanla uno sobre las espaldas y cortávanla de presto la cabeça, y luego caliente la desollavan, y desollada, uno de los sátrapas se vestía su pellejo, al cual llamavan teccizcuacuilli; escogían para esto el mayor de cuerpo y de mayores fuerças.

Lo primero la desollavan el muslo, y el pellejo del muslo llevávanle al cu de su hijo que se llamava Cintéutl, que estava en otro cu, y vestíansele. Después que se vestía aquel sátrapa con el pellejo de aquella muger, iba a tomar a su hijo Cintéutl, luego se levantava al canto del cu, y luego baxava abaxo con priesa. Acompañávanle cuatro personas que havían hecho voto de hazerle aquel servicio; tomávanle en medio, dos de la una parte y dos de la otra, y algunos de los sátrapas ivan detrás de este que llevava el pellejo vestido, y otros principales y soldados que le estavan esperando se ponían delante para que él fuesse tras ellos persigiéndolos, y ansí començavan a huir delante de él reziamente; ivan bolviendo la cabeça y golpeando las rodelas, como provocándole a pelear, y tornavan luego a correr con gran furia. Todos los que vían esto temían y temblavan de ver aquel juego; y este juego se llamava çacacalli, porque todos aquellos que ivan huyendo llevavan en las manos unas escobas de lacates ensangrentadas. Y el que llevava el pellejo vestido con los que ivan acompañándole perseguían a los que ivan delante huyendo, y los que huían procuravan de escaparse de los que los perseguían, porque los temían mucho. Y llegando al pie del cu de Uitzilopuchtli, aquel que llevava el pellejo vestido alçava los braços y poníase en cruz delante de la imagen de Uitzilopuchtli, y esto hazía cuatro vezes. Hecho esto, bolvíase a donde estava la estatua de Cintéutl, hijo de aquella diosa llamada Toci, a quien éste representava.

Este Cintéutl era un mancebo el cual llevava puesto por carátula el pellejo del muslo de la muger que havían muerto, y juntávase con su madre. Los atavíos que llevava era la carátula del pellejo metida por la cabeça, y un capillo de pluma metido en la cabeça que estava pegado a un hávito de pluma que tenía sus mangas y su cuerpo; la punta del capillo, que era larga, estava hecha una rosca hazia tras; tenía un lomo como cresta del gallo en la rosca, y llamavan a este tal capillo itztlacoliuhqui, que quiere dezir "dios de la helada". Ivan junto con su madre; ivan ambos a la par muy despacio; ivan al cu de la madre Toci, donde havía muerto aquella muger. Poníase en el cu aquel que representava a la diosa Toci, el cual llevava el pellejo de la otra. Todo lo dicho passava de noche, y en amaneciendo poníase aquel que representava a la diosa Toci en el canto del cu, en lo alto, y todos los principales que estavan abaxo esperando aquella demonstración començavan a subir con gran priessa por las gradas del cu arriba, y llevavan sus ofrendas y ofrecíanselas. Unos de ellos emplumávanle con pluma de águila -aquellas blandas que están a raíz del cuerpo- la cabeça y también los pies; otros la afeitavan los rostros con color colorado; otros le vestían un huipil, no muy largo, que tenía delante los pechos un águila labrada o texida en el mesmo huipil; otros le ponían unas naoas pintadas; otros descabelavan codornizes delante de ella; otros le ofrecían copal.

Esto se hazía muy de presto, y luego se ivan todos, no quedava nadie allí. Luego la sacavan sus vestiduras ricas y una corona muy pomposa que se llamava amacalli, que tenía cinco vanderillas, y la de medio más alta que las otras. Era esta corona muy ancha en lo alto y no redonda sino cuadrada, y del medio de ella salían las vanderillas; las cuatro vanderillas ivan en cuatro esquinas, y la mayor iva en medio; llamavan a esta corona meyotli. Luego ponían en rencle todos los captivos que havían de morir, y ella tomava uno y echávale sobre el taxón de piedra, que llamavan téchcatl, y abría los pechos y sacava el coraçón, y luego a otro, y luego a otro, hasta cuatro; y acabando de matar estos cuatro, los demás encomendava a los sátrapas para que ellos los matassen, y luego se iva con su hijo para el cu donde solía estar, el cual llamavan Cintéutl o Itztlacoliuhqui. Ivan delante de ellos aquellos sus devotos que se llaman icuexoan; ivan algo delante adereçados con sus papeles, ceñido un maxtle de papel torcido y sobre las espaldas un papel fruncido y redondo como rodela. Llevava a cuestas unos plumajes compuestos con algodón; en este plumaje llevava colgadas unas hilachas de algodón no torcido. Y las médicas y las que venden cal en el tiánquez ivan acompañando de una parte y de otra a la diosa y a su hijo. Ivan cantando los, sátrapas que se llamavan cuacuacuilti; ivan cantando y rigiendo el canto de las mugeres, y tañendo teponaztli de una lengua que tiene abaxo un tecómatl.

Llegando al lugar donde espectavan las cabeças en el cu de su hijo Cintéutl, estava allí un atabal, y aquel que llevava el pellejo vestido y era imagen de la diosa Toci ponía un pie sobre el atabal, como cozeándole. Estavan allí esperando al hijo de esta diosa, Cintéutl, que era un mancebo rezio y fuerte, muchos soldados viejos, y tomávanle en medio y ivan todos corriendo, porque havían de llevar el pellejo del muslo de la que murió -el cual, aquel que llamavan su hijo traía metido en la cabeça y sobre la cara como carátula- a un cerro que se llamava Popotl Temi, que era la raya de sus enemigos. Ivan en compañía de éstos muchos soldados y hombres de guerra con gran priesa corriendo; llegando al lugar donde havía de dexar el pellejo, que se llamava mexayácatl, muchas vezes acontecía que salían sus enemigos contra ellos, y allí peleavan los unos con los otros y se matavan; el pellejo poníanlo colgado en una garita que estava hecha en la misma raya de la pelea, y de allí se bolvían y los enemigos también se ivan para su tierra. Acabados todos estos juegos y cerimonias, a aquel que era imagen de la diosa Toci llevávanle a la casa que se llamava Atenpan. El señor poníase en su trono en las casas reales; tenía por estrado un cuero de águila con sus plumas, y por espaldar de la silla un cuero de tigre. Estava ordenada toda la gente de guerra, delante los capitanes y valientes hombres, en medio los soldados viejos, al cabo los bisoños; y ivan todos delante del señor assí ordenados, y passavan como haziendo alarde por delante de él, haziéndole gran reverencia o acatamiento, y él tenía cerca de sí muchas rodelas y espadas y plumajes, que son adereços de la guerra, y mantas y maxtles, y como ivan passando a cada uno le mandava dar de aquellas armas y plumajes; a los más principales y señalados lo mejor y más rico, y assimismo de las mantas y maxtles, y cada uno en tomando lo que le havían dado, ívase aparte y adereçávase con ello; a los de medio davan lo menos rico, y a los de tras davan lo que quedava.

Y como todos se huviessen adereçado con las armas que havían tomado, ordenávanse otra vez y passavan por delante del señor armados y adereçados, y hazíanle gran acatamiento cada uno como iva passando. Acabado esto, ya estavan haziendo areito en el patio de la diosa Toci, y luego todos los que havían tomado las armas ívanse al areito; éstos a quien se davan estas armas tenían entendido que havían de morir con ellas en la guerra. En este baile o areito no cantavan, ni hazían meneos de baile, sino ivan andando y levantando y baxando los braços al compás del atambor, y llevavan en cada mano flores. Todos los que bailavan parecían unas flores, y todos los que miravan se maravillavan de sus atavíos; andavan alrededor del cu de aquella diosa Toci. Las mugeres que estavan a la mira de este areito lloravan y dezían: "Estos nuestros hijos que van agora tan ataviados, si de aquí a poco apregonan guerra, ya quedan obligados a ir a ella; ¿Pensáis que bolverán más? ¡Quizá nunca más los veremos!" De esta manera se acuitavan las unas a las otras, y se angustiavan por los hijos. Aquel hombre que era imagen de la diosa Toci, y sus devotos y las médicas ivan bailando aparte, detrás de los que hazían el areito, y cantavan en tiple muy alto en este areito, començando al mediodía. Otro día hazían el mismo areito, y salían todos a él, porque el día antes muchos no havían salido. Por el alarde que se hazía este día, salían todos los principales y los piles, y adereçávanse muy ricamente, y el señor iva delante con ricos atavíos ataviado; era tanto el oro que resplandecía con el sol en gran manera en todo el patio.

Y a la tarde, acabando el areito, salían los sátrapas de la diosa Chicomecóatl vestidos con los pellejos de los captivos que havían muerto el día antes; a éstos llamavan tototecti. Estos se subían encima un cu pequeño que se llamava "la mesa de Uitzilopuchtli"; desde allí arrojavan o sembravan maíz de todas maneras, blanco, y amarillo, y colorado y prieto, sobre la gente que estava abaxo, y también pepitas de calabaça, y todos cogían aquel maíz y pepitas, y sobre ello se apuñeavan las donzellas que servían a la diosa Chicomecóatl, a las cuales llamavan cioatlamacazque. Todas las llevavan a cuestas cada una siete maçorcas de maíz rayadas con ulli derretido y embueltas con papel blanco en una manta rica; ivan adereçadas con sus plumas en las piernas y en los braços, pegadas a manera de bilma, y afeitadas con marcaxita; ivan cantando juntamente con los sátrapas de la diosa Chicomecóatl, los cuales regían el canto. Hecho esto, luego los sátrapas ivan a recogerse a sus sacristías; luego descendía un sátrapa de lo alto del cu de Uitzilopuchtli, y traía en las manos un gran altabaque de madera lleno de greda blanca y molida como harina, y de pluma blanda como algodón; poníalo abaxo, en un lugar que se llamava Coaxalpan, que era un espacio que havía entre las gradas del cu y el patio abaxo, al cual espacio subía por cinco o seis gradas. En poniendo su altabaque allí, estavan muchos soldados esperando, y arrancavan a huir, cual por cual llegaría primero a tomar lo que venía en el altabaque, y aquí parecían los que eran mejores corredores y más ligeros.

Arremetían con el altabaque y tomavan a puñados lo que en ella estava, greda y pluma; en tomando bolvían corriendo hazia donde havían partido, y aquel que tenía vestido el pellejo de la muger muerta, que era imagen de la diosa Toci, estava presente cuando tomavan aquella pluma y greda. En acabando de tomar, arrancava a correr tras ellos, como persiguiéndolos, y todos davan grita; y cuando hazía esta corrida el sobredicho, como iva entre la gente huyendo, todos le escopían y le arrojavan lo que tenían en las manos, y el señor también dava una remetida corriendo poco trecho. Ansí se entrava en su casa corriendo, y todos los demás hazían lo mismo, y assí dexavan todos aquel que era imagen de la diosa Toci, excepto algunos que le seguían con algunos sátrapas hasta llevarle al lugar donde havía de desnudarse el pellejo, el cual lugar se llamava Tocititlan. Allí le colgava en una garita que allí estava; tendíale muy bien, para que estuviessen tendidos los braços y la cabeça hazia la calle o camino. Hecho esto, se acabava la fiesta y cerimonias de ochpaniztli. Este es el fin de la relación de esta fiesta.

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