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Datos principales
Desarrollo
De lo que Cortés hizo desque llegó a la villa de la Trinidad, y de los caballeros y soldados que allí nos juntamos para ir en su compañía, y de lo que más le avino E así como desembarcamos en el puerto de la villa de la Trinidad, y salidos en tierra, y como los vecinos lo supieron, luego fueron a recibir a Cortés Y a todos nosotros los que veníamos en su compañía, y a darnos el parabién venido a su villa, y llevaron a Cortés a aposentar entre los vecinos, porque había en aquella villa poblados muy buenos hidalgos; y luego mandó Cortés poner su estandarte delante de su posada y dar pregones, como se había hecho en la villa de Santiago, y mandó buscar todas las ballestas y escopetas que había, y comprar otras cosas necesarias y aun bastimentos; y de aquesta villa salieron hidalgos para ir con nosotros, y todos hermanos; que fue el capitán Pedro de Alvarado y Gonzalo de Alvarado y Jorge de Alvarado y Gonzalo y Gómez e Juan de Alvarado el viejo, que era bastardo; el capitán Pedro, de Alvarado es el por mí muchas veces nombrado; e también salió de aquesta villa Alonso de Ávila , natural de Ávila, capitán que fue cuando lo de Grijalva, e salió Juan de Escalante e Pedro Sánchez Farfán, natural de Sevilla, y Gonzalo Mejía, que fue tesorero en lo de México, e un Baena y Juanes de Fuenterrabía, y Cristóbal de Olí, el muy esforzado, que fue maestre de campo en la toma de la ciudad de México y en todas las guerras de la Nueva-España, e Ortiz el músico, e un Gaspar Sánchez, sobrino del tesorero de Cuba, e un Diego de Pineda o Pinedo, y un Alonso Rodríguez, que tenía unas minas ricas de oro, y un Bartolomé García y otros hidalgos que no me acuerdo sus nombres, y todas personas de mucha valía.
Y desde la Trinidad escribió Cortés a la villa de Santispíritus, que estaba de allí diez y ocho leguas, haciendo saber a todos los vecinos como iba a aquel viaje a servir a su majestad, y con palabras sabrosas e ofrecimientos para atraer a sí muchas personas de calidad que estaban en aquella villa poblados, que se decían Alonso Hernández Puertocarrero, Primo del conde de Medellín, y Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor e gobernador que fue ocho meses, y capitán que después fue en la Nueva-España, y a Juan Velázquez de León, pariente del gobernador Velázquez, y Rodrigo Rangel y Gonzalo López de Jimena y su hermano Juan López, y Juan Sedeño. Este Juan Sedeño era vecino de aquella villa; y declárolo así porque había en nuestra armada otros dos Juan Sedeños; y todos estos que he nombrado, personas muy generosas, vinieron a la villa de la Trinidad, donde Cortés estaba; y como lo supo que venían, los salió a recibir con todos nosotros los soldados que estábamos en su compañía y se dispararon muchos tiros de artillería y les mostró mucho amor y ellos le tenían grande acato. Digamos ahora cómo todas las personas que he nombrado, vecinos de la Trinidad, tenían sus estancias, donde hacían el pan cazabe, y manadas de puercos, cerca de aquella villa, y cada uno procuró de poner el más bastimento que podía. Pues estando desta manera recogiendo soldados y comprando caballos, que en aquella sazón e tiempo no los había, sino muy pocos y caros; y como aquel hidalgo por mí ya nombrado, que se decía Alonso Hernández Puertocarrero, no tenía caballo ni aun de qué comprarlo, Cortés le compró una yegua rucia y dio por ella unas lazadas de oro que traía en la ropa de terciopelo que mandó hacer en Santiago de Cuba (como dicho tengo); y en aquel instante vino un navío de la Habana a aquel puerto de la Trinidad, que traía un Juan Sedeño, vecino de la misma Habana, cargado de pan cazabe y tocinos, que iba a vender a unas minas de oro cerca de Santiago de Cuba; y como saltó en tierra el Juan Sedeño, fue a besar las manos a Cortés, y después de muchas pláticas que tuvieron, le compré el navío y tocinos y cazabe fiado, y se fue el Juan Sedeño con nosotros. Ya teníamos once navíos, y todo se nos hacía prósperamente, gracias a Dios por ello; y estando de la manera que dicho, envió Diego Velázquez cartas y mandamientos para que detengan la armada a Cortés, lo cual verán adelante lo que pasó.
Y desde la Trinidad escribió Cortés a la villa de Santispíritus, que estaba de allí diez y ocho leguas, haciendo saber a todos los vecinos como iba a aquel viaje a servir a su majestad, y con palabras sabrosas e ofrecimientos para atraer a sí muchas personas de calidad que estaban en aquella villa poblados, que se decían Alonso Hernández Puertocarrero, Primo del conde de Medellín, y Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor e gobernador que fue ocho meses, y capitán que después fue en la Nueva-España, y a Juan Velázquez de León, pariente del gobernador Velázquez, y Rodrigo Rangel y Gonzalo López de Jimena y su hermano Juan López, y Juan Sedeño. Este Juan Sedeño era vecino de aquella villa; y declárolo así porque había en nuestra armada otros dos Juan Sedeños; y todos estos que he nombrado, personas muy generosas, vinieron a la villa de la Trinidad, donde Cortés estaba; y como lo supo que venían, los salió a recibir con todos nosotros los soldados que estábamos en su compañía y se dispararon muchos tiros de artillería y les mostró mucho amor y ellos le tenían grande acato. Digamos ahora cómo todas las personas que he nombrado, vecinos de la Trinidad, tenían sus estancias, donde hacían el pan cazabe, y manadas de puercos, cerca de aquella villa, y cada uno procuró de poner el más bastimento que podía. Pues estando desta manera recogiendo soldados y comprando caballos, que en aquella sazón e tiempo no los había, sino muy pocos y caros; y como aquel hidalgo por mí ya nombrado, que se decía Alonso Hernández Puertocarrero, no tenía caballo ni aun de qué comprarlo, Cortés le compró una yegua rucia y dio por ella unas lazadas de oro que traía en la ropa de terciopelo que mandó hacer en Santiago de Cuba (como dicho tengo); y en aquel instante vino un navío de la Habana a aquel puerto de la Trinidad, que traía un Juan Sedeño, vecino de la misma Habana, cargado de pan cazabe y tocinos, que iba a vender a unas minas de oro cerca de Santiago de Cuba; y como saltó en tierra el Juan Sedeño, fue a besar las manos a Cortés, y después de muchas pláticas que tuvieron, le compré el navío y tocinos y cazabe fiado, y se fue el Juan Sedeño con nosotros. Ya teníamos once navíos, y todo se nos hacía prósperamente, gracias a Dios por ello; y estando de la manera que dicho, envió Diego Velázquez cartas y mandamientos para que detengan la armada a Cortés, lo cual verán adelante lo que pasó.