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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XVII De las casas de recogimiento que tenía el Ynga No hubo cosa, por menuda que fuese, en que el Ynga no tuviese particular cuidado de ordenarla a su voluntad, para que en todo el Reino se guardase y cumpliese, sin remisión alguna. Tenía seis maneras de mujeres recogidas en casas, a manera de depósitos, repartidas por los pueblos, y dormidas, que tenían a cargo dar de comer y beber a la gente de guerra y principales, excepto las primeras de éstas, que eran exceptas y libres, por ser dedicadas para el Ynga, que eran hijas de los curacas y principales gobernadores de las provincias, de los orejones y de los parientes del Ynga y de su casta, y eran hermosísimas y escogidas, sin que tuviesen falta ni defecto en todo el cuerpo y, para este efecto, las desnudaban, miraban y examinaban. Estan eran las más encerradas y recogidas, y no las visitaba ni veía nadie, sino el Ynga, y eso era muy de tarde en tarde, y los orejones de su Consejo con particular licencia suya. También entraban en este número hijas de indios particulares, como fuesen de talle y rostro sin mancha, ni fealdad alguna, y las metían en la primera casa. Estas recogidas, su oficio y, ocupación era hilar y tejer lana y ropa sutilísimamente, para que el Ynga se vistiese, que era la más prima, delgada y rica que en todo el Reino se hallaba y, así, la hilaban y tejían tan despacio que tardaban en una pieza una año entero. Mas estas indias tenían indios de servicio, que les beneficiaban y labraban sus chácaras.
Estas recogidas y ñustas de la primera Casa, aunque eran en número pocas, a todas las demás sobrepujaban en hermosura, honra y dignidad y a nadie servían sino al Ynga en la ropa. Ñustas propiamente eran las hijas o nietas o descendientes del Ynga, que quiere decir infantas. Tras de éstas, en segundo orden, eran las Mamaconas, que significa indias principales y de linaje. El hábito que comúnmente traían era un acso lindísimo, con grandes pinturas de pájaros, mariposas, flores y una lliclla de lo mismo y, encima del hombro, una ñañaca, que era a modo de el manto nuestro, o servía de lo mismo, aunque era algo menor que la lliclla, la cual prendían con un tipqui curiosamente labrado. En la cabeza su bincha muy galana. El cuerpo por la cintura y gruesa, que dicen Mama Chumpi y, en lugar de zapatos, traían unas ojotas galanísimas. Como estas ñustas e indias principales de la primera casa eran tan queridas y favorecidas del Ynga, recibían de la gente común muchos regalos y presentes, porque por ellos intercediesen acerca del Ynga, cuando las entraba a ver, porque al principio que entraba en la casa de recogimiento, se juntaban todas y le pedían mercedes para sí y para los que se les encomendaban, de donde a ellas les resultaba infinito provecho, que el Ynga siempre les concedía lo que le pedían, liberalmente. Tenían para su reconocimiento y recreación lindas huertas, con diferentes árboles y hortalizas a su modo, y flores suavísimas y cantidad de pájaros, como son garzas blancas y pardas, papagayos, mochuelos, pitos, ruiseñores, codornices, huacamayas, sirgueros, tórtolas, patos, palomas, águilas, halcones, raposas, con que se recreaban y, demás de esto, había animales que, desde pequeños, los amansaban aunque fuesen bravos.
La segunda Casa de las acllas que dicen escogidas, eran de indias que llamaban Cayan Huarmi, que eran hijas de principales y de gente común aunque no tan hermosas y estimadas como las primeras y por esto entraban en segundo lugar. Estas hacían ropa para sí mismas y ellas beneficiaban las chácaras y tenían grandes trojes y depósitos de maíz y demás comidas, para dar de comer al Ynga cuando, con su corte o ejército, pasaba por allí y, saliendo a esto de las casas no se juntaban con las demás sino por si solas hacían su oficio y se volvían a su recogimiento todas juntas, sin que ninguna faltase. De estas se iban entresacando, de ordinario para casar y dar de servicio a los señores principales, a quien el Inga hacía mercedes. También éstas hacían ropa para el Ynga, pero no tan prima y delicada como las de la primera casa. Eran libres de tributo y de otras obras. Los porteros que las guardaban eran indios viejos y eunucos, que sólo entendían en este oficio. Tenían sus verjeles de recreación, como las de la primera casa. La tercera Casa de recogimiento y de menor estima era donde estaban las indias llamadas huaizuella, que eran hijas de señores; aunque no escogidas, y había con ellas indias pobres. Teníase gran cuenta con ellas y las guardas eran indios sin sospecha, como está dicho. Vivían, con orden y concierto, en común y comían juntas o, las que querían, particularmente, y la que no quería hilar y trabajar la castigaban severísimamente, y más cuando había sospecha que trataba con algún varón. Estas servían de cocineras al Ynga y le hacían chicha de la más preciada, para que él bebiese, y de muchos géneros diferentes y para los sacrificios que hacía el Ynga en persona. Comían de ordinario estas indias la carne guisada con ortigas, y de allí salían para casarse por la orden que daba el Ynga. Al indio que se enamoraba de alguna de estas ñustas de la primera, segunda y tercera casa, y daba muestras dello, la menor pena que le daban era sacarle los ojos por el delito, y así todos se abstenían de no rodear las casas de recogidas, ni que nadie les viese allí cerca, ni hablar con ninguna de ellas.
Estas recogidas y ñustas de la primera Casa, aunque eran en número pocas, a todas las demás sobrepujaban en hermosura, honra y dignidad y a nadie servían sino al Ynga en la ropa. Ñustas propiamente eran las hijas o nietas o descendientes del Ynga, que quiere decir infantas. Tras de éstas, en segundo orden, eran las Mamaconas, que significa indias principales y de linaje. El hábito que comúnmente traían era un acso lindísimo, con grandes pinturas de pájaros, mariposas, flores y una lliclla de lo mismo y, encima del hombro, una ñañaca, que era a modo de el manto nuestro, o servía de lo mismo, aunque era algo menor que la lliclla, la cual prendían con un tipqui curiosamente labrado. En la cabeza su bincha muy galana. El cuerpo por la cintura y gruesa, que dicen Mama Chumpi y, en lugar de zapatos, traían unas ojotas galanísimas. Como estas ñustas e indias principales de la primera casa eran tan queridas y favorecidas del Ynga, recibían de la gente común muchos regalos y presentes, porque por ellos intercediesen acerca del Ynga, cuando las entraba a ver, porque al principio que entraba en la casa de recogimiento, se juntaban todas y le pedían mercedes para sí y para los que se les encomendaban, de donde a ellas les resultaba infinito provecho, que el Ynga siempre les concedía lo que le pedían, liberalmente. Tenían para su reconocimiento y recreación lindas huertas, con diferentes árboles y hortalizas a su modo, y flores suavísimas y cantidad de pájaros, como son garzas blancas y pardas, papagayos, mochuelos, pitos, ruiseñores, codornices, huacamayas, sirgueros, tórtolas, patos, palomas, águilas, halcones, raposas, con que se recreaban y, demás de esto, había animales que, desde pequeños, los amansaban aunque fuesen bravos.
La segunda Casa de las acllas que dicen escogidas, eran de indias que llamaban Cayan Huarmi, que eran hijas de principales y de gente común aunque no tan hermosas y estimadas como las primeras y por esto entraban en segundo lugar. Estas hacían ropa para sí mismas y ellas beneficiaban las chácaras y tenían grandes trojes y depósitos de maíz y demás comidas, para dar de comer al Ynga cuando, con su corte o ejército, pasaba por allí y, saliendo a esto de las casas no se juntaban con las demás sino por si solas hacían su oficio y se volvían a su recogimiento todas juntas, sin que ninguna faltase. De estas se iban entresacando, de ordinario para casar y dar de servicio a los señores principales, a quien el Inga hacía mercedes. También éstas hacían ropa para el Ynga, pero no tan prima y delicada como las de la primera casa. Eran libres de tributo y de otras obras. Los porteros que las guardaban eran indios viejos y eunucos, que sólo entendían en este oficio. Tenían sus verjeles de recreación, como las de la primera casa. La tercera Casa de recogimiento y de menor estima era donde estaban las indias llamadas huaizuella, que eran hijas de señores; aunque no escogidas, y había con ellas indias pobres. Teníase gran cuenta con ellas y las guardas eran indios sin sospecha, como está dicho. Vivían, con orden y concierto, en común y comían juntas o, las que querían, particularmente, y la que no quería hilar y trabajar la castigaban severísimamente, y más cuando había sospecha que trataba con algún varón. Estas servían de cocineras al Ynga y le hacían chicha de la más preciada, para que él bebiese, y de muchos géneros diferentes y para los sacrificios que hacía el Ynga en persona. Comían de ordinario estas indias la carne guisada con ortigas, y de allí salían para casarse por la orden que daba el Ynga. Al indio que se enamoraba de alguna de estas ñustas de la primera, segunda y tercera casa, y daba muestras dello, la menor pena que le daban era sacarle los ojos por el delito, y así todos se abstenían de no rodear las casas de recogidas, ni que nadie les viese allí cerca, ni hablar con ninguna de ellas.