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Datos principales
Desarrollo
Del proveimiento que S. M. hizo de este Gobierno en el Adelantado Juan de Sanabria Después que Alvar Núñez Cabeza de Vaca llegó preso a Castilla, y se vio en el Consejo de S.M. su causa, como queda referido, algunos caballeros pretendieron este gobierno, como fue un noble valenciano hombre de caudal, a quien se le hizo merced de este proveimiento; pero luego se le opuso otro caballero vecino de Trujillo , llamado Juan de Sanabria, quien por sus méritos y calidades pidió a S.M. le hiciese merced de esta gobernación, de que resultaron entre ambos algunas pesadas diferencias, pasiones y desafíos, que no tocan al intento de mi historia: al fin tuvo S.M. a bien conceder al segundo la merced del gobierno con título de Adelantado, como los demás lo habían tenido, y estando en la ciudad de Sevilla, previniéndose de lo necesario para su armada, murió de enfermedad, quedando disipada su hacienda en los gastos del apresto; y por su fallecimiento quedó en la sucesión su hijo Diego de Sanabria, respecto de haber sido concedida esta merced a su padre por dos vidas; y porque en este tiempo le convino pasar a la Corte a algunos negocios que de nuevo se le ofrecieron, determinó que caminase la armada del puerto de San Lúcar, de donde se hicieron a la vela, y siguiendo su derrota por el año de 1552, en una nao y dos carabelas, en que venían doña Mencia Calderón, viuda del Adelantado Juan de Sanabria, y dos hijas suyas llamadas doña María y doña Mencia, llegaron a las Canarias.
Venía por Cabo de la gente de esta armada Juan de Salazar de Espinosa , que por negociación que tuvo por medio del Duque de Braganza de quien había sido criado, consiguió licencia de S.M. para volver a esta provincia, con un aviso que se le dio en Portugal. Vinieron así mismo otros muchos caballeros hidalgos, entre los cuales venía Cristóbal de Saavedra, natural de Sevilla, hijo del Correo mayor Hernando de Trejo, y el Capitán Becerra, que traía su mujer e hijos en una nao suya y caminando por su derrota con felicidad, llegaron a tomar puerto a la costa del Brasil, y de allí vinieron a la isla de Santa Catalina, y a la laguna de los Patos, donde a la entrada de la barra de ella se perdió el navío de Becerra con todo cuanto traía, excepto la gente, que toda salió a salvamento, y habiendo llegado a tierra por algunas causas y pendencias que se ofrecieron entre Salazar y el Piloto mayor de la armada, fue depuesto del empleo y oficio, y eligieron por superior y cabeza al Capitán Hernando de Trejo, con cuyas revueltas se disgustó mucha parte de la gente, y se fue al Brasil; y viéndose Hernando de Trejo desamparado de ella, por hacer algún servicio a S.M. determinó establecer una población en aquella costa, y atrayendo los soldados que pudo, fundó el año 1553 un pueblo en el puerto de San Francisco, poniéndole su nombre. Es un puerto el más capaz y seguro que hay en toda aquella costa, está en 25 grados poco más o menos, 30 leguas de la comarca que cae a la parte del Brasil, y otras tantas de Santa Catalina, que queda a la parte del Río de la Plata.
Toda la costa es muy montuosa, y cercada de grandes bosques. Continuóse esta población con la asistencia de su fundador, que en este tiempo, se casó con doña María de Sanabria, de cuyo matrimonio hubieron al Reverendísimo señor don Fray Hernando de Trejo, Obispo de Tucumán. Puesta en efecto la población, se dirigió luego avisó a S.M. de lo sucedido, de que se dio por muy bien servido por ser ella una escala muy conveniente para la conquista y población de aquella tierra, y tránsito para el reino del Perú, y demás partes occidentales. El año siguiente padecieron los pobladores muchas necesidades y trabajos, y como toda la gente era de poca experiencia, no se daba maña a proveerse de lo necesario por aquella tierra, siendo tan abundante de caza y pesquería. Quienes más sintieron la penuria, fueron las señoras doña Mencia y sus hijas, y otras que estaban en aquella población, por cuyas persuasiones y continuos ruegos se movió Hernando de Trejo a desamparar aquel puesto, y dejar la fundación que tenía hecha; y conformándose todos en ello, se puso en efecto, determinando ir por tierra a la Asunción, para donde caminaron la mitad de la gente con las mujeres por el río de Itabuzú, y la demás por tierra hasta la falda de la sierra, con orden de juntarse cada noche en su alojamiento; y así caminaron muchas jornadas por el mismo camino de Cabeza de Vaca, hasta que un día una compañía de soldados de los que iban por tierra con el Capitán Saavedra, se extravió del camino para buscar yerbas, palmas y otras cosas de comer, y apartándose más de lo que debían, no se pudieron juntar después; y habiendo salido a buscarlos por aquellos bosques, los hallaron muertos de hambre a los pies de los árboles y palmas cuyas raíces habían querido sacar para comer.
Murieron en esta ocasión 32 soldados, y los que quedaron con el Capitán Saavedra, se juntaron con los del río, que iban con Hernando de Trejo. Y dejadas las canoas, subieron por una alta y áspera sierra, desde cuya cumbre descubrieron unos muy extendidos campos, todos poblados de indios, de quienes fueron muy bien recibidos, en especial de un cacique de aquella tierra llamado Tatúa, y atravesando aquel territorio, llegaron al río Iguazú, y de allí pasaron al de Latibajiba, que es de la provincia más poblada de indios Guaraníes que hay en todas aquellas partes, donde hicieron mansión muchos días, y prevenidos de los mantenimientos necesarios, partieron de allí continuando su derrota por unos grandes llanos, y fueron a salir a un pueblo de indios del cacique Sujabañe, que los recibió con mucha amistad, y buen hospedaje. Y de allí prosiguieron hacia el río Ubay a un pueblo de indios, que llaman el Asiento de la Iglesia, por haber edificado en él Hernando de Trejo una casa de oración para decir misa y doctrinar algunos indios. De aquí bajaron en balsas y canoas hasta otro pueblo de indios llamados Aguaraes, arriba del pueblo de Roque, donde hallaron muy bien acogimiento, y abundancia de comida, por lo cual determinaron pasar allí algún tiempo, y aun con pretensión de hacer una fundación, dando aviso en el interín de todo lo que se les ofrecía, a Domingo de Irala, que ya tenía una cierta por el Brasil de como S.M. le había hecho merced de aquel gobierno.
Pasados algunos meses, habiendo tenido correspondencia de la ciudad de la Asunción, se dispusieron luego a seguir su derrota, y después de una larga peregrinación atravesaron aquella tierra, y llegaron a la Asunción, donde el General Domingo de Irala pidió a Hernando de Trejo le diese la razón porque había despoblado el puerto de San Francisco; y no habiéndole dado bastante satisfacción, le prendió y tuvo recluso, hasta tanto que llegase disposición de S.M. en este asunto. En este mismo tiempo, llegaron por el río Paraná abajo cierta gente de la que estaba en el Brasil y con ella el Capitán Salazar, y Ruy Díaz de Melgarejo, marido de doña Elvira de Contreras, hija del Capitán Becerra, como queda referido, y otros hidalgos portugueses y españoles como Scipion de Goes, Vicente Goes, hijos de un caballero de aquel reino llamado Luis Goes: éstos fueron los primeros que trajeron vacas a esta provincia, haciéndolas caminar muchas leguas por tierra, y después por el río en balsas; eran siete vacas y un toro a cargo de un fulano Gaete, que llegó con ellas a la Asunción con grande trabajo y dificultad sólo por el interés de una vaca, que le señaló por salario, de donde quedó en aquella tierra un proverbio que dice: son mas caras que las vacas de Gaete. Llegados ante el General el Capitán Ruy Díaz Melgarejo y Salazar, fueron muy bien recibidos sin hacer memoria de las antiguas diferencias, que entre ellos habían tenido.
Venía por Cabo de la gente de esta armada Juan de Salazar de Espinosa , que por negociación que tuvo por medio del Duque de Braganza de quien había sido criado, consiguió licencia de S.M. para volver a esta provincia, con un aviso que se le dio en Portugal. Vinieron así mismo otros muchos caballeros hidalgos, entre los cuales venía Cristóbal de Saavedra, natural de Sevilla, hijo del Correo mayor Hernando de Trejo, y el Capitán Becerra, que traía su mujer e hijos en una nao suya y caminando por su derrota con felicidad, llegaron a tomar puerto a la costa del Brasil, y de allí vinieron a la isla de Santa Catalina, y a la laguna de los Patos, donde a la entrada de la barra de ella se perdió el navío de Becerra con todo cuanto traía, excepto la gente, que toda salió a salvamento, y habiendo llegado a tierra por algunas causas y pendencias que se ofrecieron entre Salazar y el Piloto mayor de la armada, fue depuesto del empleo y oficio, y eligieron por superior y cabeza al Capitán Hernando de Trejo, con cuyas revueltas se disgustó mucha parte de la gente, y se fue al Brasil; y viéndose Hernando de Trejo desamparado de ella, por hacer algún servicio a S.M. determinó establecer una población en aquella costa, y atrayendo los soldados que pudo, fundó el año 1553 un pueblo en el puerto de San Francisco, poniéndole su nombre. Es un puerto el más capaz y seguro que hay en toda aquella costa, está en 25 grados poco más o menos, 30 leguas de la comarca que cae a la parte del Brasil, y otras tantas de Santa Catalina, que queda a la parte del Río de la Plata.
Toda la costa es muy montuosa, y cercada de grandes bosques. Continuóse esta población con la asistencia de su fundador, que en este tiempo, se casó con doña María de Sanabria, de cuyo matrimonio hubieron al Reverendísimo señor don Fray Hernando de Trejo, Obispo de Tucumán. Puesta en efecto la población, se dirigió luego avisó a S.M. de lo sucedido, de que se dio por muy bien servido por ser ella una escala muy conveniente para la conquista y población de aquella tierra, y tránsito para el reino del Perú, y demás partes occidentales. El año siguiente padecieron los pobladores muchas necesidades y trabajos, y como toda la gente era de poca experiencia, no se daba maña a proveerse de lo necesario por aquella tierra, siendo tan abundante de caza y pesquería. Quienes más sintieron la penuria, fueron las señoras doña Mencia y sus hijas, y otras que estaban en aquella población, por cuyas persuasiones y continuos ruegos se movió Hernando de Trejo a desamparar aquel puesto, y dejar la fundación que tenía hecha; y conformándose todos en ello, se puso en efecto, determinando ir por tierra a la Asunción, para donde caminaron la mitad de la gente con las mujeres por el río de Itabuzú, y la demás por tierra hasta la falda de la sierra, con orden de juntarse cada noche en su alojamiento; y así caminaron muchas jornadas por el mismo camino de Cabeza de Vaca, hasta que un día una compañía de soldados de los que iban por tierra con el Capitán Saavedra, se extravió del camino para buscar yerbas, palmas y otras cosas de comer, y apartándose más de lo que debían, no se pudieron juntar después; y habiendo salido a buscarlos por aquellos bosques, los hallaron muertos de hambre a los pies de los árboles y palmas cuyas raíces habían querido sacar para comer.
Murieron en esta ocasión 32 soldados, y los que quedaron con el Capitán Saavedra, se juntaron con los del río, que iban con Hernando de Trejo. Y dejadas las canoas, subieron por una alta y áspera sierra, desde cuya cumbre descubrieron unos muy extendidos campos, todos poblados de indios, de quienes fueron muy bien recibidos, en especial de un cacique de aquella tierra llamado Tatúa, y atravesando aquel territorio, llegaron al río Iguazú, y de allí pasaron al de Latibajiba, que es de la provincia más poblada de indios Guaraníes que hay en todas aquellas partes, donde hicieron mansión muchos días, y prevenidos de los mantenimientos necesarios, partieron de allí continuando su derrota por unos grandes llanos, y fueron a salir a un pueblo de indios del cacique Sujabañe, que los recibió con mucha amistad, y buen hospedaje. Y de allí prosiguieron hacia el río Ubay a un pueblo de indios, que llaman el Asiento de la Iglesia, por haber edificado en él Hernando de Trejo una casa de oración para decir misa y doctrinar algunos indios. De aquí bajaron en balsas y canoas hasta otro pueblo de indios llamados Aguaraes, arriba del pueblo de Roque, donde hallaron muy bien acogimiento, y abundancia de comida, por lo cual determinaron pasar allí algún tiempo, y aun con pretensión de hacer una fundación, dando aviso en el interín de todo lo que se les ofrecía, a Domingo de Irala, que ya tenía una cierta por el Brasil de como S.M. le había hecho merced de aquel gobierno.
Pasados algunos meses, habiendo tenido correspondencia de la ciudad de la Asunción, se dispusieron luego a seguir su derrota, y después de una larga peregrinación atravesaron aquella tierra, y llegaron a la Asunción, donde el General Domingo de Irala pidió a Hernando de Trejo le diese la razón porque había despoblado el puerto de San Francisco; y no habiéndole dado bastante satisfacción, le prendió y tuvo recluso, hasta tanto que llegase disposición de S.M. en este asunto. En este mismo tiempo, llegaron por el río Paraná abajo cierta gente de la que estaba en el Brasil y con ella el Capitán Salazar, y Ruy Díaz de Melgarejo, marido de doña Elvira de Contreras, hija del Capitán Becerra, como queda referido, y otros hidalgos portugueses y españoles como Scipion de Goes, Vicente Goes, hijos de un caballero de aquel reino llamado Luis Goes: éstos fueron los primeros que trajeron vacas a esta provincia, haciéndolas caminar muchas leguas por tierra, y después por el río en balsas; eran siete vacas y un toro a cargo de un fulano Gaete, que llegó con ellas a la Asunción con grande trabajo y dificultad sólo por el interés de una vaca, que le señaló por salario, de donde quedó en aquella tierra un proverbio que dice: son mas caras que las vacas de Gaete. Llegados ante el General el Capitán Ruy Díaz Melgarejo y Salazar, fueron muy bien recibidos sin hacer memoria de las antiguas diferencias, que entre ellos habían tenido.