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Datos principales
Desarrollo
En que se da particular relación de esta bahía, indios, puerto, pueblos y bastimentos, con lo demás que se vio en ella Esta bahía, a quien el adelantado puso por nombre la Graciosa, que tal es ella, tendrá de circuito cuarenta leguas y media; córrese de Norte Sur cuarta al Nordeste y Sudoeste; está en lo más occidental de la isla, por la parte del Norte de ella y al Sur del volcán ya dicho; tiene de boca media legua, y a la parte del Leste un arrecife; pero muy franca la entrada. Esta bahía se hace con una isla que está de la parte del Oeste, cuyo puerto es de cuatro leguas; es fertilísima, y muy poblada por las orillas y tierra adentro, y tanto que la llamábamos la nuestra huerta: está apartada de la isla grande poco espacio, con piedras y bancos y algunos pequeños canales por donde no pueden pasar sino bateles y canoas. El puerto está en lo postrero de la bahía entre un copiosísimo manantial de clara agua y muy buena, que a trecho de tiro de mosquete sale debajo de unas peñas a la mar donde desagua; y a la ribera de ella y de la mar es a donde se plantó el campo: a la parte del Leste de este manantial a tiro de arcabuz hay un mediano río. Está el puerto en altura de diez grados, un tercio, y de Lima mil ochocientos y cincuenta leguas; hay en él refriegas del Sudeste, cosa de poco daño; su fondo es lama, y de cuarenta, treinta y veinte brazas; súrgese muy cerca de tierra. En toda esta bahía no se halla donde surgir sino en este puerto, y en el primero que se dejó por ser pequeño; todo lo demás es mucho o mal fondo por ratones; tiene más otro manantial en una playa de arena limpia; su agua es bonísima; tiene más un buen río y un riachuelo que a modo de acequia va por junto a las casas de Malope a entrarse en la mar.
Hay en esta bahía muchos puercos, que asan enteros sobre guijarros, gallinas como de Castilla, muchas de ellas son blancas, éstas vuelan por los árboles y crían en ellos, perdices de Castilla u otras que se parecen con ellas. Hay grandes palomas torcazas, tórtolas de las pequeñas, patos y garzas pardas y blancas, golondrinas y otros pájaros que no conocí. De sabandijas sólo vi unas negras lagartijas y hormigas, y sin mosquitos; cosa nueva en poca altura. Hay mucho género de peces, que los indios pescan con tres mallos, que tienen muchos y grandes; parecía ser de pita el hilo, con boyas de palo ligero y las plomadas de piedra. Hay mucho número de plátanos de siete a ocho castas; los unos son colorados, tan anchos como una mano de través, y otros de la misma color muy pequeños y tiernos; y otra casta de pequeños, aunque estén maduros, siempre la cáscara está verde y el meollo, aunque no tanto; otros largos y torcidos con una vuelta, de sabor y olor lindísimos, y los racimos de muchos plátanos cada uno. Hay mucha cantidad de cocos y muy grandes cañas dulces, y unas almendras de tres esquinas, que el meollo de cada una de ellas será como el de cuatro almendras de las de Castilla y su sabor es bonísimo: hay unas piñas muy hermosas del tamaño de una cabeza de un hombre, y los piñones tan grandes como una almendra de España: los árboles donde nacen tienen pocas hojas y ésas grandes; otra casta hay de muy buenos piñones que en unos grandes y largos racimos nacen en unos pequeños árboles de hojas redondas, y será cada uno con su cáscara, hechura y tamaño de un dátil: también hay de la fruta grande, que se alabó mucho, de las primeras islas, y las nueces y castañas como las otras; hay otra a que llamaron camuesas; nacen en altos y grandes árboles, y otra que no es tan buena, a modo de peros; y como no se anduvo la tierra, ni se estuvo todo el año, no se sabe lo que hay más de frutas.
Hay tres o cuatro castas de raíces en cantidad, y éste es su pan, y las comen asadas o cocidas; la una de ellas toca de dulce, las otras dos al comer pican un poco: comió una cruda un soldado, de que le resultaron grandes bascas, pero pasó el accidente. De estas raíces hacen los indios atajadas, grande suma de bizcocho, o seco al sol o al fuego, guardándolo en espuertas de palmas: es buen sustento, y sólo tiene de malo ser algo cálido, pero mucho se comió de él y de las raíces asadas y cocidas y en las ollas. Hay mucho del bejuco de que en todo lo oriental se sirven como de cuerdas. Hay grandes y colorados bledos, verdolagas y cierto género de calabazas, y mucha albahaca de fortísimo olor: hay unas castas de flores coloradas de buena vista, que los indios precian mucho; no tienen olor: críanse en arbolitos como agies, y tiénenlos como en macetas junto a sus casas. Hay cantidad de genjibre; éste nace sin que se siembre: hay mucha cantidad de yerba bien alta y enramada que se llama jiguilete, que es de la que se hace tinta añil: hay árboles de pita, mucha demajagua, de que hacen sus cuerdas y sus redes, y de los cocos se sirven aunque poco. Hay caracoles como los que traen curiosos de la China, y conchas de las ostias de las perlas, unas grandes y otras pequeñas. Había en nuestro pueblo, orilla del manantial, un árbol que los indios tenían en su tronco herido, y destilaba por allí un licor de buen olor, que parece mucho al aceite de abeto, y de esto o de otro que con él se parecía se hallaron calabazos llenos: hacen los indios muchillas y bolsas de palmas muy bien obradas, y grandes petates que sirven de velas para sus embarcaciones; usan hacer unas telas, no se de qué son tejidas, en unos pequeños telares que tienen, las cuales sirven en lugar de lienzo y de mantas con que las mujeres se cubren.
Los naturales ya he dicho que son negros y loros; y es gente como la que hay entre nosotros de su color. Usan mucho una comida, que también es muy usada en la India oriental, que se llama betel; en las Filipinas buhio: es una hoja a hechura de un corazón, su tamaño de una mano más o menos, su olor, sabor y color como de clavo: juntan a ella cal, al parecer hecha de conchas, y unas del tamaño de bellotas, que es fruta algo recia nacida en palmas bravas; échase fuera la primera mascadura y el demás zumo tragan: alábase por provechosa y buena para fortalecer estómago y dentadura. Sus pueblos son de veinte casas redondas, de tablas armadas sobre un solo estante de palo grueso; tienen dos sobrados, a que suben por escaleras de manos, con cubiertas de palmas ensartadas unas en otras, que hacen la forma de pajares de Castilla; son abiertas todas en ruedas, altura de medio hombre, y cercadas de un paredón de piedras sueltas, con su entrada en lugar de puerta, y es de manera que la cobija no llega a las tablas más de la cumbre, y queda sirviendo como un pabellón. Había en cada pueblo una casa larga, como oráculo, con figuras humanas de medio relieve mal obradas, y otra casa larga que parecía ser de comunidad; y a la larga, por en medio de ellas, unas barbacoas de cañas. Había de estos pueblos orillas de la mar diez o doce, y en cada uno, uno o dos pozos con curiosidad empedrados y con escalones a nuestra usanza, por donde se baja de ellos, y cubiertos con sus tapaderas de tablas; y en la orilla del mar algunos corales cercados de piedras, a donde cuando la mar crece pescan, con cierta invención y un palo a, modo de guimballete de bomba.
Tienen unas hermosas y grandes canoas con que navegan a lo lejos, porque las chiquitas no les sirven más que para cerca de sus casas; éstas tienen formada su quilla algo chata; su popa y proa son de un solo tronco; tienen su escotilla en medio por donde sacan el agua que entra y en él meten el árbol mayor: arman en ellas unas barbacoas con palos atravesados y con cuerdas muy fuertemente amarradas, de los cuales nacen otros a la larga que se cruzan por un bordo y sirven de escorar para no trastornarse; de modo que el vaso sólo sirve de sustentar esta fábrica en que caben treinta y más hombres con sus hatos: la vela es de petate y larga, ancha por arriba y angosta por abajo, son muy veletas y buenas de barlovento, y nuestra fragata procuró coger una y se le fue de debajo del bauprés. Tienen sus haciendas, labranzas y frutales muy puestos en razón. La tierra es negra, esponjosa y suelta; hay también barriales; las partes donde siembran, desmontadas. El temperamento es como el de las demás tierras de su altura: algunos truenos y relámpagos hubo y muchos aguaceros, pero no mucho viento. A la isla puso por nombre el adelantado de Santa Cruz. Tienen de boj al parecer cien leguas: todo lo que de ella vi, se corre casi que del Leste Oeste; tiene mucha arboleda; no es tierra muy alta, aunque tiene sierras con quebradas y llanos con algunos carrizales; es limpia de bajos, y los que tiene están muy en tierra: es muy poblada por todas las orillas del mar; por la tierra adentro no se sabe dar razón, porque nunca se anduvo.
Hay en esta bahía muchos puercos, que asan enteros sobre guijarros, gallinas como de Castilla, muchas de ellas son blancas, éstas vuelan por los árboles y crían en ellos, perdices de Castilla u otras que se parecen con ellas. Hay grandes palomas torcazas, tórtolas de las pequeñas, patos y garzas pardas y blancas, golondrinas y otros pájaros que no conocí. De sabandijas sólo vi unas negras lagartijas y hormigas, y sin mosquitos; cosa nueva en poca altura. Hay mucho género de peces, que los indios pescan con tres mallos, que tienen muchos y grandes; parecía ser de pita el hilo, con boyas de palo ligero y las plomadas de piedra. Hay mucho número de plátanos de siete a ocho castas; los unos son colorados, tan anchos como una mano de través, y otros de la misma color muy pequeños y tiernos; y otra casta de pequeños, aunque estén maduros, siempre la cáscara está verde y el meollo, aunque no tanto; otros largos y torcidos con una vuelta, de sabor y olor lindísimos, y los racimos de muchos plátanos cada uno. Hay mucha cantidad de cocos y muy grandes cañas dulces, y unas almendras de tres esquinas, que el meollo de cada una de ellas será como el de cuatro almendras de las de Castilla y su sabor es bonísimo: hay unas piñas muy hermosas del tamaño de una cabeza de un hombre, y los piñones tan grandes como una almendra de España: los árboles donde nacen tienen pocas hojas y ésas grandes; otra casta hay de muy buenos piñones que en unos grandes y largos racimos nacen en unos pequeños árboles de hojas redondas, y será cada uno con su cáscara, hechura y tamaño de un dátil: también hay de la fruta grande, que se alabó mucho, de las primeras islas, y las nueces y castañas como las otras; hay otra a que llamaron camuesas; nacen en altos y grandes árboles, y otra que no es tan buena, a modo de peros; y como no se anduvo la tierra, ni se estuvo todo el año, no se sabe lo que hay más de frutas.
Hay tres o cuatro castas de raíces en cantidad, y éste es su pan, y las comen asadas o cocidas; la una de ellas toca de dulce, las otras dos al comer pican un poco: comió una cruda un soldado, de que le resultaron grandes bascas, pero pasó el accidente. De estas raíces hacen los indios atajadas, grande suma de bizcocho, o seco al sol o al fuego, guardándolo en espuertas de palmas: es buen sustento, y sólo tiene de malo ser algo cálido, pero mucho se comió de él y de las raíces asadas y cocidas y en las ollas. Hay mucho del bejuco de que en todo lo oriental se sirven como de cuerdas. Hay grandes y colorados bledos, verdolagas y cierto género de calabazas, y mucha albahaca de fortísimo olor: hay unas castas de flores coloradas de buena vista, que los indios precian mucho; no tienen olor: críanse en arbolitos como agies, y tiénenlos como en macetas junto a sus casas. Hay cantidad de genjibre; éste nace sin que se siembre: hay mucha cantidad de yerba bien alta y enramada que se llama jiguilete, que es de la que se hace tinta añil: hay árboles de pita, mucha demajagua, de que hacen sus cuerdas y sus redes, y de los cocos se sirven aunque poco. Hay caracoles como los que traen curiosos de la China, y conchas de las ostias de las perlas, unas grandes y otras pequeñas. Había en nuestro pueblo, orilla del manantial, un árbol que los indios tenían en su tronco herido, y destilaba por allí un licor de buen olor, que parece mucho al aceite de abeto, y de esto o de otro que con él se parecía se hallaron calabazos llenos: hacen los indios muchillas y bolsas de palmas muy bien obradas, y grandes petates que sirven de velas para sus embarcaciones; usan hacer unas telas, no se de qué son tejidas, en unos pequeños telares que tienen, las cuales sirven en lugar de lienzo y de mantas con que las mujeres se cubren.
Los naturales ya he dicho que son negros y loros; y es gente como la que hay entre nosotros de su color. Usan mucho una comida, que también es muy usada en la India oriental, que se llama betel; en las Filipinas buhio: es una hoja a hechura de un corazón, su tamaño de una mano más o menos, su olor, sabor y color como de clavo: juntan a ella cal, al parecer hecha de conchas, y unas del tamaño de bellotas, que es fruta algo recia nacida en palmas bravas; échase fuera la primera mascadura y el demás zumo tragan: alábase por provechosa y buena para fortalecer estómago y dentadura. Sus pueblos son de veinte casas redondas, de tablas armadas sobre un solo estante de palo grueso; tienen dos sobrados, a que suben por escaleras de manos, con cubiertas de palmas ensartadas unas en otras, que hacen la forma de pajares de Castilla; son abiertas todas en ruedas, altura de medio hombre, y cercadas de un paredón de piedras sueltas, con su entrada en lugar de puerta, y es de manera que la cobija no llega a las tablas más de la cumbre, y queda sirviendo como un pabellón. Había en cada pueblo una casa larga, como oráculo, con figuras humanas de medio relieve mal obradas, y otra casa larga que parecía ser de comunidad; y a la larga, por en medio de ellas, unas barbacoas de cañas. Había de estos pueblos orillas de la mar diez o doce, y en cada uno, uno o dos pozos con curiosidad empedrados y con escalones a nuestra usanza, por donde se baja de ellos, y cubiertos con sus tapaderas de tablas; y en la orilla del mar algunos corales cercados de piedras, a donde cuando la mar crece pescan, con cierta invención y un palo a, modo de guimballete de bomba.
Tienen unas hermosas y grandes canoas con que navegan a lo lejos, porque las chiquitas no les sirven más que para cerca de sus casas; éstas tienen formada su quilla algo chata; su popa y proa son de un solo tronco; tienen su escotilla en medio por donde sacan el agua que entra y en él meten el árbol mayor: arman en ellas unas barbacoas con palos atravesados y con cuerdas muy fuertemente amarradas, de los cuales nacen otros a la larga que se cruzan por un bordo y sirven de escorar para no trastornarse; de modo que el vaso sólo sirve de sustentar esta fábrica en que caben treinta y más hombres con sus hatos: la vela es de petate y larga, ancha por arriba y angosta por abajo, son muy veletas y buenas de barlovento, y nuestra fragata procuró coger una y se le fue de debajo del bauprés. Tienen sus haciendas, labranzas y frutales muy puestos en razón. La tierra es negra, esponjosa y suelta; hay también barriales; las partes donde siembran, desmontadas. El temperamento es como el de las demás tierras de su altura: algunos truenos y relámpagos hubo y muchos aguaceros, pero no mucho viento. A la isla puso por nombre el adelantado de Santa Cruz. Tienen de boj al parecer cien leguas: todo lo que de ella vi, se corre casi que del Leste Oeste; tiene mucha arboleda; no es tierra muy alta, aunque tiene sierras con quebradas y llanos con algunos carrizales; es limpia de bajos, y los que tiene están muy en tierra: es muy poblada por todas las orillas del mar; por la tierra adentro no se sabe dar razón, porque nunca se anduvo.