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Datos principales


Desarrollo


De cómo se comenzó a tratar de la población y de lo que pasó, poblando, con las quejas de los soldados El siguiente día, hallándose el maese de campo en tierra, trató, con los soldados de desmontar un sitio que junto a un grande manantial estaba para la fundación de un pueblo. No agradó el lugar a los soldados por entender sería enfermo, y por esto se vinieron a la nao, algunos de los casados, a avisar al adelantado de la determinación del maese de campo y pedirle saliese a tierra, a hacer que se poblase en uno de los pueblos de los indios, que estaban las casas hechas y los sitios usados, que no podían dejar de ser más a propósito que el lugar que se escogía; y que pues los indios no tenían poblado allí, era indicio de su mala disposición; o si no, que hiciese lo que mejor le pareciese. Salió a esto el adelantado a tierra e hizo junta; y porque los solteros fueron del parecer del maese de campo, incontinente se sacaron hachas, machetes y azadones, empezando a cortar árboles que los había de lisos troncos, altos y coposos y en hojas muy diferentes. Poco contento quedó el adelantado del acuerdo, por ser su intento poblar en una punta rasa, que está más a la entrada de la bahía, a donde fue con el maese de campo y soldados; y todos vinieron diciendo de la tierra ser una Andalucía, y muchas las haciendas que los indios allí tenían y el sitio para un pueblo tan agradable como bueno. Con mucho gusto los soldados cortaban árboles, traían palos, con que armaban chozas, y las palmas y ramos con que las cubrían: olvidados de lo que trabajaban y del regalo que habían dejado, y del poco que de presente tenían, no se acordaban de patrias, ni de haber dejado la provincia del Perú tan rica y larga, a donde no hay hombre pobre de esperanzas.

Todas las dificultades representadas y a la vista se vencían por su Dios y por su rey; que todo lo puede el animo y valor de los españoles, a quien no espantan trabajos ni malos sucesos suyos ni ajenos, por arduos ni temerosos que sean. Al fin hicieron sus casas y plantaron sus tiendas, cada uno como mejor pudo, para principio de las que habían de hacer en partes donde entendieron vivir y acabar con honra y fama; mas pudo el diablo tanto con algunos, que tenían en el alma las delicias de Lima, que bastaron para robar a los demás sus altos pensamientos, y abatir así el ánimo como la constancia que para conservarse y permanecer en tales cosas es menester. No se desembarcó el adelantado, y desde la nao mandó lo que le parecía convenir al buen gobierno de su gente; mas los soldados, a quien pocas veces o ninguna las cosas limitadas parecieron bien, comenzaron a quejarse de un bando que el adelantado mandó echar, en razón del buen trato de los naturales y de sus casas y haciendas; y no faltó quien les dijo que no les había de dar repartimiento, sino una moderada paga, pues bastaba haberlos llevado a su costa, y que todo era suyo, y otras cosas que notaban y bastaron para acordarse de lo que habían gastado y dejado, y del trabajo que padecían y esparaban; con que subían quejas de punto y por todo punto iban perdiendo el amor.

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