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Datos principales
Desarrollo
De cómo en el Cuzco se levantó un tirano y del alboroto que hobo y de cómo fueron castigadas ciertas mamaconas porque, contra su religión, usaban de sus cuerpos feamente; y de cómo Viracocha Inca volvió al Cuzco. De todas las cosas que a Viracocha sucedían iban al Cuzco las nuevas; y como en la ciudad se contase la guerra que tenía con los de Caitamarca dicen que se levantó un tirano hermano de Inca Yupanqui el pasado, el cual, habiendo estado muy sentido porque el señorío y mando de la ciudad se había dado a Viracocha inca y no a él y aguardaba tiempo oportuno para procurar de haber el señorío. Y este pensamiento tenía éste porque hallaba favor en alguno de los orejones y principales del Cuzco del linaje de los Orencuzco; y con la nueva desta guerra que el Inca tenía, paresciéndoles que tenía harto que hacer en la fenecer, animaban a este que digo para que, sin más aguardar, matase al que en la ciudad por gobernador había quedado, para se apoderar della. Capac, que así había por nombre, codicioso del señorío, juntados sus aliados en un día questaban en el templo del sol todos los más de los orejones y entre ellos Inca Roca el gobernador del Inca Viracocha, tomando las armas, publicando libertad del pueblo y que Viracocha Inca no pudo haber el señorío, arremetieron para el lugarteniente y lo mataron así a él como a otros muchos; la sangre de los cuales regaba los altares donde estaban las aras y santuarios y las figuras del sol.
Las mamaconas con los sacerdotes salieron con grand ruido, maldiciendo a los matadores, diciendo que tan grand pecado grand castigo merecía. De la ciudad acudió grand golpe de gente a ver lo que era; y entendido, unos, aprobando lo hecho, se juntaron con Capac; otros, pesándoles, se pusieron en armas sin querer pasar por ello; y así, habiendo división, caían muchos muertos de una parte y de otra. La ciudad se alborotó en tanta manera que, reendiendo por los aires el sonido de sus propias voces, no se oían ni entendían. En esto, prevaleciendo el tirano, se apoderó de la ciudad matando a todas las mugeres del Inca, aunque las más principales habían ido con él. Huyéronse de la ciudad algunas, las cuales fueron a parar a donde Viracocha Inca estaba; y como por él fue entendido, disimulando el pesar que sintió, mandó a su gente que caminasen la vía del Cuzco. Pues volviendo a Capac el tirano, como hobo tomado la ciudad en sí quiso salir en público con la borla, para por todos ser tenido por rey; mas como el primer ímpetu fuese pasado y aquel furor conque los hombres, saliendo de su entero juicio, acometen grandes maldades, los mesmos que lo incitaron a que se levantase, riéndose de que quisiese la dignidad real le injuriaron de palabra y le desampararon, saliendo a encontrarse con el verdadero Señor, a quien pidieron perdón por lo que había cometido. A Capac no le faltó ánimo para llevar el negocio adelante; mas, viendo la poca parte que era, muy turbado, viendo la mudanza tan súpita maldecía a los que le habían engañado y a sí propio, por fiarse dellos; y por no ver con sus ojos al rey Inca castigó el mesmo su yerro, tomando ponzoña, de que cuentan que murió.
Sus mujeres y hijos con otros parientes le imitaron en la muerte. La nueva de todo esto iba a los reales del Inca, el cual, como llegase a la ciudad y entrase en ella, fue derecho al templo del sol a hacer sacrificios. Los cuerpos de Capac y de los otros que se habían muerto mandó que fuesen echados en los campos para ser manjar de las aves y, buscando los participantes en la traición, fueron condenados a muerte. Entendido por los confederados y amigos de Viracocha Inca lo sucedido, le enviaron muchas embajadas con grandes presentes y ofrecimientos, congratulándose con él; y a estas embajadas respondió alegremente. En este tiempo dicen los orejones que había en el templo del sol muchas señoras vírgenes, las cuales eran muy honradas y estimadas y no entendían en más de lo por mí dicho en muchas partes desta Historia. Y cuentan que cuatro dellas usaban feamente de sus cuerpos con ciertos porteros de los que las guardaban; y, siendo sentidas, fueron presas y lo mesmo a los adulteradores, y el sacerdote mayor mandó que fuesen justiciados ellas y ellos. El Inca estaba con determinación a lo de Condesuyo, mas, hallándose cansado y viejo, lo dejó. Por entonces mandó que le fuesen hechos en el valle de Xaquixaguana unos palacios para salirse a recrear en ellos; y como tuviese muchos hijos y conosciese que el mayor de ellos, que había por nombre Inca Urco, en quien había de quedar el mando del reino, tenía malas costumbres y era vicioso y muy cobarde, deseaba privarlo del senorío para lo dar a otro más mancebo, que por nombre había Inca Yupanqui.
Las mamaconas con los sacerdotes salieron con grand ruido, maldiciendo a los matadores, diciendo que tan grand pecado grand castigo merecía. De la ciudad acudió grand golpe de gente a ver lo que era; y entendido, unos, aprobando lo hecho, se juntaron con Capac; otros, pesándoles, se pusieron en armas sin querer pasar por ello; y así, habiendo división, caían muchos muertos de una parte y de otra. La ciudad se alborotó en tanta manera que, reendiendo por los aires el sonido de sus propias voces, no se oían ni entendían. En esto, prevaleciendo el tirano, se apoderó de la ciudad matando a todas las mugeres del Inca, aunque las más principales habían ido con él. Huyéronse de la ciudad algunas, las cuales fueron a parar a donde Viracocha Inca estaba; y como por él fue entendido, disimulando el pesar que sintió, mandó a su gente que caminasen la vía del Cuzco. Pues volviendo a Capac el tirano, como hobo tomado la ciudad en sí quiso salir en público con la borla, para por todos ser tenido por rey; mas como el primer ímpetu fuese pasado y aquel furor conque los hombres, saliendo de su entero juicio, acometen grandes maldades, los mesmos que lo incitaron a que se levantase, riéndose de que quisiese la dignidad real le injuriaron de palabra y le desampararon, saliendo a encontrarse con el verdadero Señor, a quien pidieron perdón por lo que había cometido. A Capac no le faltó ánimo para llevar el negocio adelante; mas, viendo la poca parte que era, muy turbado, viendo la mudanza tan súpita maldecía a los que le habían engañado y a sí propio, por fiarse dellos; y por no ver con sus ojos al rey Inca castigó el mesmo su yerro, tomando ponzoña, de que cuentan que murió.
Sus mujeres y hijos con otros parientes le imitaron en la muerte. La nueva de todo esto iba a los reales del Inca, el cual, como llegase a la ciudad y entrase en ella, fue derecho al templo del sol a hacer sacrificios. Los cuerpos de Capac y de los otros que se habían muerto mandó que fuesen echados en los campos para ser manjar de las aves y, buscando los participantes en la traición, fueron condenados a muerte. Entendido por los confederados y amigos de Viracocha Inca lo sucedido, le enviaron muchas embajadas con grandes presentes y ofrecimientos, congratulándose con él; y a estas embajadas respondió alegremente. En este tiempo dicen los orejones que había en el templo del sol muchas señoras vírgenes, las cuales eran muy honradas y estimadas y no entendían en más de lo por mí dicho en muchas partes desta Historia. Y cuentan que cuatro dellas usaban feamente de sus cuerpos con ciertos porteros de los que las guardaban; y, siendo sentidas, fueron presas y lo mesmo a los adulteradores, y el sacerdote mayor mandó que fuesen justiciados ellas y ellos. El Inca estaba con determinación a lo de Condesuyo, mas, hallándose cansado y viejo, lo dejó. Por entonces mandó que le fuesen hechos en el valle de Xaquixaguana unos palacios para salirse a recrear en ellos; y como tuviese muchos hijos y conosciese que el mayor de ellos, que había por nombre Inca Urco, en quien había de quedar el mando del reino, tenía malas costumbres y era vicioso y muy cobarde, deseaba privarlo del senorío para lo dar a otro más mancebo, que por nombre había Inca Yupanqui.