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Datos principales
Desarrollo
De las fiestas movibles La fiesta movible que era la primera entre todas, se celebraba a honra del sol en la cuarta casa del signo Ocelotl llamada Naholin, y se ofrecían a la efigie del sol codornices y el perfume del incienso del país. El día noveno se mataban algunos cautivos a honra de ese dios y se sacaba sangre de las orejas a los niños y a otros de edad más avanzada y se consagraba al mismo. En la casa séptima del signo, hacían fiesta todos los artistas que imitaban cualquiera cosa y reproducían sus formas, ya sea que hicieran esto con pigmentos o con colores o con plumas varias, tejidas y dispuestas con arte maravilloso, y en este arte esta gente aventajaba muchísimo a las de las otras naciones. Durante veinte días comían poquísimo y muchos también durante cuarenta, para conseguir de los dioses la perfección de su arte y el conocimiento requerido de ella, lo que declaraban en hermosas lápidas. También ofrecían codornices y otras muchas cosas en honor de Chicomecatl y de Xochiquetzatl y los varones y las mujeres desempeñaban sus ministerios. En la primera casa del tercer signo llamado Cemaçatl, hacían fiesta a las diosas llamadas Cioapipilti, las que decían que por ese tiempo bajaban a la tierra y por eso adornaban sus estatuas con papel y las decoraban con muchos dones. En la segunda casa, Umetochtli del signo Cemaçatl, acostumbraban celebrar la fiesta máxima a Izquitecatl, segundo dios del vino; vestían su estatua con gran cuidado y diligencia en el templo en que era costumbre venerarlo, le ofrecían innumerables géneros de comida v cantaban con la música que conocían, tañendo sus instrumentos ante su altar.
Los taberneros llenaban con vino del país una tinaja colocada en el patio de su templo a disposición de los que querían beber, para los que había preparadas cañas o sifones para chupar, y si por la cantidad de bebedores que siempre era muy grande, acontecía que se vaciara en gran parte la tinaja, era llenada otra vez por los mismos taberneros a su costa, de modo que siempre se encontrara llena, y esto correspondía mas bien a aquellos que acababan de castrar maguey y estaban provistos en ese momento de vendimia, porque estaban obligados en derecho a llevar las primicias de su licor al templo de ese dios. En la primera casa del signo Cetochtli, los señores y los régulos hacían fiesta, cantaban y bailaban en honor de este signo y se ejercitaban en otros muy alegres juegos, adornados con los penachos de plumas que usaban para dirigir los coros y los bailes y regalaban a los principales varones, a los soldados, a los palaciegos y a los cantores muchos y preciosos dones. En la primera casa del signo Acatl hacían fiesta a Quetzalcoatl, dios de los vientos, los régulos y los principales varones de la ciudad y de los barrios, frente al edificio del Calmecac, donde habitaban los sacerdotes y eran educados los hijos de los nobles. Se educaban en verdad como en un monasterio, en el que estaba colocada la imagen de ese dios, que en ese día adornaban con cuanta diligencia podían, ofreciéndole toda clase de comida y sahumerios perfumadísimos, creyendo firmemente que de ese modo el signo era dedicado al dios Quetzalcoatl y le era propio y peculiar.
También en la primera casa del signo Cemiquiztli había por costumbre celebrar una gran fiesta por los caciques y próceres en honor de Tetzcatlipoca, máximo de los dioses, porque estimaban que este signo te era peculiar. Como casi todos tenían en sus casas particulares oratorios y altares y en ellos el ídolo de este dios y de otros muchos, ese día adornaban su estatua y le ofrecían sahumerios, flores y varios géneros de comida. También sacrificaban codornices delante de sus altares, arrancándoles la cabeza, lo cual no sólo hacían los próceres y los caciques sino otros muchos, por lo que se hacía famosa esa ceremonia. Lo mismo se hacía en los templos y en los calpullis. Todos pedían a este dios con muchos géneros de oraciones y depreciaciones que aumentara sus fortunas particulares y atestiguaban que era el más poderoso de los dioses. En la primera casa del signo cequahuitl veneraban a las diosas Cioapipiltin. De éstas corría la fama que eran las mujeres que por lo acerbo del primer parto habían muerto y por esa razón habían sido incluidas en el número de las diosas y habitaban la casa del sol. Creían que éstas bajaban mientras regía este signo a la tierra e inficionaban con pernicioso contagio y con varios géneros de enfermedades a los que se encontraban fuera de sus casas, por lo cual apenas había a quien se le ocurriera salir de su domicilio por esos días. Había oratorios establecidos en honor de estas diosas cerca de todas las encrucijadas, llamados Gioateuhcalli o Cioateopan, en los cuales estaban colocadas sus estatuas, las que por aquellos días con gran reverencia y más que lo acostumbrado adoraban y veneraban con ceremonias, ofreciéndoles los papeles llamados amatoyuitl, y ese día mataban en su honor los hombres detenidos en las cárceles y que por lo demás tenían que ser ejecutados por sus torpes crímenes.
En la quinta casa llamada Nahoecatl del signo llamado Çequiahuitl, que era infaustísima, se hacia expiación con la muerte de hombres facinerosos detenidos en las cárceles y el cacique también, conmovido por la piedad hacia los dioses, les hacia don de algunos esclavos para que fueran inmolados. Los mercaderes ostentando sus riquezas, sus tesoros y sus hermosos ajuares y preciosa mercancía, se esmeraban por la noche en consumir manjares y vino de todo género. Olían flores y chupaban y aspiraban el humo de los tabacos y sentados alegremente y charlando contaban con cuánto trabajo habían aumentado su fortuna. Recordaban qué regiones habían rodeado y recorrido, embromando a otros que por flojera y demasiado amor a la patria no se habían atrevido a viajar a lugares distantes por lo que les había tocado menor fortuna; y en esta clase de conversaciones pasaban gran parte de la noche. En la segunda casa, llamada Umeacatl, del signo Emalinalli, celebraban una gran fiesta porque tenían por seguro que pertenecía a Tetzcatlipoca. En esta fiesta erigían la imagen de Omacatl y los que querían que ese numen les fuera propicio se llevaban la efigie a su casa para que todo les saliera próspero y que la fortuna de la familia se hiciera más abundante cada día y no lo llevaban de nuevo a su sede hasta que el mismo signo por los giros del cielo ejerciera de nuevo su imperio en estas regiones inferiores. En la primera casa del signo Cetecpatl sacaban todos los ornamentos de Hoitzilopochtli para limpiarlos, sacudirlos y ponerlos al sol, porque tenían por seguro que este signo era peculiar a él y a Camaxtle; esto se hacia en Tlacateco, donde ofrecían muchos géneros de comida muy bien guisada, en el día que dijimos (?) a la imagen de Uitzilopochtli, tales como era costumbre servir a los señores y a los reyes.
Después de que habían permanecido delante de ese dios por algún tiempo los sacerdotes las quitaban y las repartían entre ellos y comían alegremente devorando las ofrendas. Después adoraban la imagen con sahumerios, y con la sangre derramada de codornices a las que arrancaban la cabeza. Y era también costumbre de los señores ofrecer en ese mismo tiempo flores perfumadas y hermosas. En el quinto mes que llamaban Ceocomitl, decían que las diosas Pipiltin bajaban a la tierra para dañar a los niños y a los muchachos de tierna edad con parálisis, y si alguno de ellos por esos días era invadido por enfermedades de esta naturaleza, creían firmemente que se debía al encuentro de aquellas diosas; y por tanto los padres retenían en casa a los hijos con el objeto de evitar esa calamidad, temida por ellos sobre manera. Decían que el signo Çeitzquintli era el señor del fuego y por consiguiente cuando regía, tenían por costumbre hacer fiesta a Xiuhteutli, ofreciéndole gran cantidad de incienso patrio y de codornices que se crían en esa tierra y adornando su estatua con muchas clases de papel y con otras alhajas no despreciables. Los señores celebraban la misma fiesta con gran aplicación y diligencia dentro de sus casas propias con opíparos convites. Bajo el mismo signo eran elegidos los señores y la solemnidad de la elección se celebraba a domicilio el día cuarto del mismo signo con banquetes, regalos y bailes. Hecho esto, pregonaban la guerra. En la primera casa del quinto signo llamado Ceatl hacían fiesta a Chalchiutlycue, diosa del mar, los aguadores, pescadores y los que de cualquiera manera trabajaban con el agua, quienes ornaban su estatua en la casa Calpulli y la adoraban y veneraban con magna reverencia.
Los señores, los próceres, los nobles, mercaderes y los otros ricos observaban el día y hora en que les nacía un hijo o una hija y qué signo dominaba cuando salían a luz, y sobre la marcha iban a ver a los profetas y adivinos; después de que los imponían de todo, les consultaban acerca de la fortuna o infortunios de los niños. Los adivinos, si regla un signo próspero los exhortaban a que los lavaran y bautizaran inmediatamente, pero si era adverso decretaban que era de esperarse otro más próspero. Entonces los padres suplicaban a los parientes, amigos y afines que estuviesen presentes al bautismo y en un opíparo banquete para ellos preparado y para todos los muchachos del barrio, la partera, con muchas oraciones a los dioses y no menores ceremonias, de las que ya dijimos bastante, lavaba el niño (pues en ella recaía este deber) en casa de los padres. También elegían un signo próspero para celebrar matrimonios. Conviene advertir que las fiestas movibles de esta clase se decía que a veces tomaban el lugar de las fijas, como también suele acostumbrarse entre nosotros. Además celebraban dos fiestas que en parte eran movibles y en parte fijas porque solían celebrarse con intervalos establecidos de años, a saber cada cuarto o cada octavo año, y eran fijas porque tenían lugar en día, mes y año ciertos. En aquella que celebraban cada cuarto año, agujereaban las orejas a los niños y a los muchachos y pedían a los dioses que les permitiesen crecer y pasar la adolescencia con felicidad; y al mismo tiempo los lustraban con fuego. En la que se celebraba cada ocho años, durante ocho días se alimentaban sólo con tortillas y se dedicaban a bailar vestidos con pieles de varias aves y de otros animales, diciendo que buscaban la fortuna próspera, como en otra parte lo diremos con mayor amplitud.
Los taberneros llenaban con vino del país una tinaja colocada en el patio de su templo a disposición de los que querían beber, para los que había preparadas cañas o sifones para chupar, y si por la cantidad de bebedores que siempre era muy grande, acontecía que se vaciara en gran parte la tinaja, era llenada otra vez por los mismos taberneros a su costa, de modo que siempre se encontrara llena, y esto correspondía mas bien a aquellos que acababan de castrar maguey y estaban provistos en ese momento de vendimia, porque estaban obligados en derecho a llevar las primicias de su licor al templo de ese dios. En la primera casa del signo Cetochtli, los señores y los régulos hacían fiesta, cantaban y bailaban en honor de este signo y se ejercitaban en otros muy alegres juegos, adornados con los penachos de plumas que usaban para dirigir los coros y los bailes y regalaban a los principales varones, a los soldados, a los palaciegos y a los cantores muchos y preciosos dones. En la primera casa del signo Acatl hacían fiesta a Quetzalcoatl, dios de los vientos, los régulos y los principales varones de la ciudad y de los barrios, frente al edificio del Calmecac, donde habitaban los sacerdotes y eran educados los hijos de los nobles. Se educaban en verdad como en un monasterio, en el que estaba colocada la imagen de ese dios, que en ese día adornaban con cuanta diligencia podían, ofreciéndole toda clase de comida y sahumerios perfumadísimos, creyendo firmemente que de ese modo el signo era dedicado al dios Quetzalcoatl y le era propio y peculiar.
También en la primera casa del signo Cemiquiztli había por costumbre celebrar una gran fiesta por los caciques y próceres en honor de Tetzcatlipoca, máximo de los dioses, porque estimaban que este signo te era peculiar. Como casi todos tenían en sus casas particulares oratorios y altares y en ellos el ídolo de este dios y de otros muchos, ese día adornaban su estatua y le ofrecían sahumerios, flores y varios géneros de comida. También sacrificaban codornices delante de sus altares, arrancándoles la cabeza, lo cual no sólo hacían los próceres y los caciques sino otros muchos, por lo que se hacía famosa esa ceremonia. Lo mismo se hacía en los templos y en los calpullis. Todos pedían a este dios con muchos géneros de oraciones y depreciaciones que aumentara sus fortunas particulares y atestiguaban que era el más poderoso de los dioses. En la primera casa del signo cequahuitl veneraban a las diosas Cioapipiltin. De éstas corría la fama que eran las mujeres que por lo acerbo del primer parto habían muerto y por esa razón habían sido incluidas en el número de las diosas y habitaban la casa del sol. Creían que éstas bajaban mientras regía este signo a la tierra e inficionaban con pernicioso contagio y con varios géneros de enfermedades a los que se encontraban fuera de sus casas, por lo cual apenas había a quien se le ocurriera salir de su domicilio por esos días. Había oratorios establecidos en honor de estas diosas cerca de todas las encrucijadas, llamados Gioateuhcalli o Cioateopan, en los cuales estaban colocadas sus estatuas, las que por aquellos días con gran reverencia y más que lo acostumbrado adoraban y veneraban con ceremonias, ofreciéndoles los papeles llamados amatoyuitl, y ese día mataban en su honor los hombres detenidos en las cárceles y que por lo demás tenían que ser ejecutados por sus torpes crímenes.
En la quinta casa llamada Nahoecatl del signo llamado Çequiahuitl, que era infaustísima, se hacia expiación con la muerte de hombres facinerosos detenidos en las cárceles y el cacique también, conmovido por la piedad hacia los dioses, les hacia don de algunos esclavos para que fueran inmolados. Los mercaderes ostentando sus riquezas, sus tesoros y sus hermosos ajuares y preciosa mercancía, se esmeraban por la noche en consumir manjares y vino de todo género. Olían flores y chupaban y aspiraban el humo de los tabacos y sentados alegremente y charlando contaban con cuánto trabajo habían aumentado su fortuna. Recordaban qué regiones habían rodeado y recorrido, embromando a otros que por flojera y demasiado amor a la patria no se habían atrevido a viajar a lugares distantes por lo que les había tocado menor fortuna; y en esta clase de conversaciones pasaban gran parte de la noche. En la segunda casa, llamada Umeacatl, del signo Emalinalli, celebraban una gran fiesta porque tenían por seguro que pertenecía a Tetzcatlipoca. En esta fiesta erigían la imagen de Omacatl y los que querían que ese numen les fuera propicio se llevaban la efigie a su casa para que todo les saliera próspero y que la fortuna de la familia se hiciera más abundante cada día y no lo llevaban de nuevo a su sede hasta que el mismo signo por los giros del cielo ejerciera de nuevo su imperio en estas regiones inferiores. En la primera casa del signo Cetecpatl sacaban todos los ornamentos de Hoitzilopochtli para limpiarlos, sacudirlos y ponerlos al sol, porque tenían por seguro que este signo era peculiar a él y a Camaxtle; esto se hacia en Tlacateco, donde ofrecían muchos géneros de comida muy bien guisada, en el día que dijimos (?) a la imagen de Uitzilopochtli, tales como era costumbre servir a los señores y a los reyes.
Después de que habían permanecido delante de ese dios por algún tiempo los sacerdotes las quitaban y las repartían entre ellos y comían alegremente devorando las ofrendas. Después adoraban la imagen con sahumerios, y con la sangre derramada de codornices a las que arrancaban la cabeza. Y era también costumbre de los señores ofrecer en ese mismo tiempo flores perfumadas y hermosas. En el quinto mes que llamaban Ceocomitl, decían que las diosas Pipiltin bajaban a la tierra para dañar a los niños y a los muchachos de tierna edad con parálisis, y si alguno de ellos por esos días era invadido por enfermedades de esta naturaleza, creían firmemente que se debía al encuentro de aquellas diosas; y por tanto los padres retenían en casa a los hijos con el objeto de evitar esa calamidad, temida por ellos sobre manera. Decían que el signo Çeitzquintli era el señor del fuego y por consiguiente cuando regía, tenían por costumbre hacer fiesta a Xiuhteutli, ofreciéndole gran cantidad de incienso patrio y de codornices que se crían en esa tierra y adornando su estatua con muchas clases de papel y con otras alhajas no despreciables. Los señores celebraban la misma fiesta con gran aplicación y diligencia dentro de sus casas propias con opíparos convites. Bajo el mismo signo eran elegidos los señores y la solemnidad de la elección se celebraba a domicilio el día cuarto del mismo signo con banquetes, regalos y bailes. Hecho esto, pregonaban la guerra. En la primera casa del quinto signo llamado Ceatl hacían fiesta a Chalchiutlycue, diosa del mar, los aguadores, pescadores y los que de cualquiera manera trabajaban con el agua, quienes ornaban su estatua en la casa Calpulli y la adoraban y veneraban con magna reverencia.
Los señores, los próceres, los nobles, mercaderes y los otros ricos observaban el día y hora en que les nacía un hijo o una hija y qué signo dominaba cuando salían a luz, y sobre la marcha iban a ver a los profetas y adivinos; después de que los imponían de todo, les consultaban acerca de la fortuna o infortunios de los niños. Los adivinos, si regla un signo próspero los exhortaban a que los lavaran y bautizaran inmediatamente, pero si era adverso decretaban que era de esperarse otro más próspero. Entonces los padres suplicaban a los parientes, amigos y afines que estuviesen presentes al bautismo y en un opíparo banquete para ellos preparado y para todos los muchachos del barrio, la partera, con muchas oraciones a los dioses y no menores ceremonias, de las que ya dijimos bastante, lavaba el niño (pues en ella recaía este deber) en casa de los padres. También elegían un signo próspero para celebrar matrimonios. Conviene advertir que las fiestas movibles de esta clase se decía que a veces tomaban el lugar de las fijas, como también suele acostumbrarse entre nosotros. Además celebraban dos fiestas que en parte eran movibles y en parte fijas porque solían celebrarse con intervalos establecidos de años, a saber cada cuarto o cada octavo año, y eran fijas porque tenían lugar en día, mes y año ciertos. En aquella que celebraban cada cuarto año, agujereaban las orejas a los niños y a los muchachos y pedían a los dioses que les permitiesen crecer y pasar la adolescencia con felicidad; y al mismo tiempo los lustraban con fuego. En la que se celebraba cada ocho años, durante ocho días se alimentaban sólo con tortillas y se dedicaban a bailar vestidos con pieles de varias aves y de otros animales, diciendo que buscaban la fortuna próspera, como en otra parte lo diremos con mayor amplitud.