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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XI Del Estrecho de Magallanes, cómo se pasó por la banda del Sur Año de mil y quinientos y setenta y nueve, habiendo Francisco Drac pasado el Estrecho de Magallanes, corrido la costa de Chile y de todo el Pirú, y robado el navío de San Juan de Antona, donde iba gran suma de barras de plata, el virrey D. Francisco de Toledo, armó y envió dos navíos buenos para que reconociesen el estrecho, yendo por capitán Pedro Sarmiento, hombre docto en astrología. Salieron del Callao de Lima por principio de octubre, y porque aquella costa tiene viento contrario, que corre siempre del Sur, hiciéronse mucho a la mar, y con muy próspero viaje en poco más de treinta días se pusieron en el paraje del estrecho; pero porque es dificultoso mucho de reconocer, para este efecto, llegándose a tierra, entraron en una ensenada grande, donde hay un archipiélago de islas. Sarmiento porfiaba que allí era el estrecho y tardó más de un mes en buscarle por diversas calas y caletas, y subiendo sobre cerros altos de tierra. Viendo que no le hallaban, a requerimiento que los del armada le hicieron, en fin tornó a salir a la mar e hízose a lo largo. El mismo día les dio un temporal recio, con el cual corrieron y a prima noche vieron el farol de La Capitana, y luego desapareció, que nunca más la vio la otra nave. El día siguiente, durando la furia del viento que era travesía, los de La Capitana vieron una abra que hacía tierra, y parecioles recogerse allí y abrigarse hasta que el temporal pasase.
Sucedió que reconocida la abra, vieron que iba entrando más y más en tierra, y sospechando que fuese el estrecho que buscaban, tomando el sol halláronse en cincuenta y un grados y medio, que es la propria altura del estrecho; y para certificarse más echaron el bergantín, el cual habiendo corrido muchas leguas por aquel brazo de mar adentro, sin ver fin de él acabaron de persuadirse que allí era el estrecho; y porque tenían orden de pasarle, dejaron una cruz alta puesta allí, y letra abajo, para que el otro navío si aportase allí, supiese de La Capitana y la siguiese. Pasaron pues, con buen tiempo y sin dificultad el estrecho, y salidos a la mar del Norte fueron a no sé qué isla donde hicieron aguada y se reformaron, y de allí tomaron su derrota a Cabo Verde, de donde el piloto mayor volvió al Pirú por la vía de Cartagena y Panamá, y trajo al virrey la relación del estrecho y de todo lo sucedido, y fue remunerado conforme al buen servicio que había hecho. Mas el capitán Pedro Sarmiento, de Cabo Verde pasó a Sevilla en la nao que había pasado el estrecho, y fue a la Corte, donde su Majestad le hizo mucha merced, y a su instancia mandó armar una gruesa armada que envió con Diego Flores de Valdés, para poblar y fortificar el estrecho, aunque con varios sucesos la dicha armada tuvo mucha costa y poco efecto. Volviendo ahora a la otra nao Almiranta que iba en compañía de La Capitana, habiéndose perdido de ella con aquel temporal que dije, procuró hacerse a la mar lo más que pudo; mas como el viento era travesía y forzoso, entendió de cierto perecer y así se confesaron y aparejaron para morir todos.
Duroles el temporal sin aflojar, tres días, de los cuales pensando dar en tierra cada hora fue al revés, que siempre veían írseles desviando más la tierra, hasta que al cabo del tercero día, aplacando la tormenta, tomando el sol se hallaron en cincuenta y seis grados, y viendo que no habían dado al través, antes se hallaban más lejos de la tierra, quedaron admirados, de donde infirieron (como Fernando Lamero, piloto de la dicha nao me lo contó) que la tierra que está de la otra parte del estrecho, como vamos por el mar del Sur, no corría por el mismo rumbo que hasta el estrecho, sino que hacía vuelta hacia Levante, pues de otra suerte no fuera posible dejar de zabordar en ella con la travesía, que corrió tanto tiempo. Pero no pasaron más adelante ni supieron si se acababa allí la tierra (como algunos quieren decir, que es isla lo que hay pasado el estrecho, y que se juntan allí los dos mares de Norte y Sur) o si iba corriendo la vuelta del Leste, hasta juntarse con la tierra de Vista, que llaman, que responde al cabo de Buena Esperanza, como es opinión de otros. La verdad de esto no está averiguada hoy día ni se halla quien haya bojado aquella tierra. El virrey D. Martín Enríquez me dijo a mí que tenía por invención del corsario inglés, la fama que se había echado de que el estrecho hacía luego Isla y se juntaban ambos mares; porque él, siendo virrey de la Nueva España, había examinado con diligencia al piloto portugués que allí dejó Francisco Drac, y jamás tal entendió de él sino que era verdadero estrecho y tierra firme de ambas partes. Dando pues, vuelta la dicha nao Almiranta, reconocieron el estrecho según el dicho Fernando Lamero me refirió; pero por otra boca o entrada que hace en más altura, por causa de cierta isla grande que está a la boca del estrecho, que llaman La Campana por la hechura que tiene, y él quiso según decía pasarle y el almirante y soldados no lo consintieron, pareciéndoles que era ya muy entrado el tiempo y que corrían mucho peligro, y así se volvieron a Chile y al Pirú sin haberle pasado.
Sucedió que reconocida la abra, vieron que iba entrando más y más en tierra, y sospechando que fuese el estrecho que buscaban, tomando el sol halláronse en cincuenta y un grados y medio, que es la propria altura del estrecho; y para certificarse más echaron el bergantín, el cual habiendo corrido muchas leguas por aquel brazo de mar adentro, sin ver fin de él acabaron de persuadirse que allí era el estrecho; y porque tenían orden de pasarle, dejaron una cruz alta puesta allí, y letra abajo, para que el otro navío si aportase allí, supiese de La Capitana y la siguiese. Pasaron pues, con buen tiempo y sin dificultad el estrecho, y salidos a la mar del Norte fueron a no sé qué isla donde hicieron aguada y se reformaron, y de allí tomaron su derrota a Cabo Verde, de donde el piloto mayor volvió al Pirú por la vía de Cartagena y Panamá, y trajo al virrey la relación del estrecho y de todo lo sucedido, y fue remunerado conforme al buen servicio que había hecho. Mas el capitán Pedro Sarmiento, de Cabo Verde pasó a Sevilla en la nao que había pasado el estrecho, y fue a la Corte, donde su Majestad le hizo mucha merced, y a su instancia mandó armar una gruesa armada que envió con Diego Flores de Valdés, para poblar y fortificar el estrecho, aunque con varios sucesos la dicha armada tuvo mucha costa y poco efecto. Volviendo ahora a la otra nao Almiranta que iba en compañía de La Capitana, habiéndose perdido de ella con aquel temporal que dije, procuró hacerse a la mar lo más que pudo; mas como el viento era travesía y forzoso, entendió de cierto perecer y así se confesaron y aparejaron para morir todos.
Duroles el temporal sin aflojar, tres días, de los cuales pensando dar en tierra cada hora fue al revés, que siempre veían írseles desviando más la tierra, hasta que al cabo del tercero día, aplacando la tormenta, tomando el sol se hallaron en cincuenta y seis grados, y viendo que no habían dado al través, antes se hallaban más lejos de la tierra, quedaron admirados, de donde infirieron (como Fernando Lamero, piloto de la dicha nao me lo contó) que la tierra que está de la otra parte del estrecho, como vamos por el mar del Sur, no corría por el mismo rumbo que hasta el estrecho, sino que hacía vuelta hacia Levante, pues de otra suerte no fuera posible dejar de zabordar en ella con la travesía, que corrió tanto tiempo. Pero no pasaron más adelante ni supieron si se acababa allí la tierra (como algunos quieren decir, que es isla lo que hay pasado el estrecho, y que se juntan allí los dos mares de Norte y Sur) o si iba corriendo la vuelta del Leste, hasta juntarse con la tierra de Vista, que llaman, que responde al cabo de Buena Esperanza, como es opinión de otros. La verdad de esto no está averiguada hoy día ni se halla quien haya bojado aquella tierra. El virrey D. Martín Enríquez me dijo a mí que tenía por invención del corsario inglés, la fama que se había echado de que el estrecho hacía luego Isla y se juntaban ambos mares; porque él, siendo virrey de la Nueva España, había examinado con diligencia al piloto portugués que allí dejó Francisco Drac, y jamás tal entendió de él sino que era verdadero estrecho y tierra firme de ambas partes. Dando pues, vuelta la dicha nao Almiranta, reconocieron el estrecho según el dicho Fernando Lamero me refirió; pero por otra boca o entrada que hace en más altura, por causa de cierta isla grande que está a la boca del estrecho, que llaman La Campana por la hechura que tiene, y él quiso según decía pasarle y el almirante y soldados no lo consintieron, pareciéndoles que era ya muy entrado el tiempo y que corrían mucho peligro, y así se volvieron a Chile y al Pirú sin haberle pasado.