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Desarrollo
CAPÍTULO X Del Océano que rodea las Indias, y de la mar del Norte y del Sur En materia de aguas el principado tiene el gran mar Océano, por el cual se descubrieron las Indias, y todas sus tierras están rodeadas de él, porque o son islas del mar Océano, o tierra firme, que también por donde quiera que fenece y se acaba, se parte con el mismo Océano. No se ha hasta agora, en el Nuevo Orbe, descubierto mar mediterráneo, como le tienen Europa, Asia y África, en las cuales entran unos brazos de aquel inmenso mar y hacen mares distintos, tomando los nombres de las provincias y tierras que bañan; y cuasi todos estos mares mediterráneos se continúan entre sí y al cabo con el mismo Océano en el Estrecho de Gibraltar, que los antiguos nombraron Columnas de Hércules. Aunque el mar Rojo, desasido de esos otros mediterráneos, por sí se entra en el Océano Índico y el mar Caspio con ninguno se junta. Mas en Indias, como digo, ningún otro mar se halla sino el Océano, y éste dividen en dos, uno que llaman mar del Norte, otro mar del Sur; porque la tierra de Indias Occidentales que fue descubierta primero por el Océano que llega a España, toda está puesta al Norte, y por esa tierra vinieron a descubrir mar de la otra parte de ella. La cual llamaron del Sur, porque por ella bajaron hasta pasar la Línea, y perdido el Norte o Polo Ártico, descubrieron el Polo Antártico, que llaman Sur, y de allí quedó nombrar mar del Sur todo aquel Océano que está de la otra parte de las Indias Occidentales, aunque sea grandísima parte de él puesta al Norte, como lo está toda la costa de la Nueva España, y de Nicaragua y de Guatimala, y de Panamá.
El primer descubridor de este mar del Sur, dicen haber sido un Vasco Núñez de Balboa; descubriose por lo que agora llaman Tierrafirme, en donde se estrecha la tierra lo sumo, y los dos mares se allegan tanto uno al otro, que no distan más de siete leguas, porque aunque se andan diez y ocho de Nombre de Dios a Panamá, es rodeando y buscando la comodidad del camino, mas tirando por recta línea no dista más de lo dicho un mar del otro. Han platicado algunos de romper este camino de siete leguas, y juntar el un mar con el otro, para hacer cómodo el pasaje al Pirú, en el cual dan más costa y trabajo diez y ocho leguas de tierra que hay entre Nombre de Dios y Panamá, que dos mil y trescientas que hay de mar. A esta plática no falta quien diga que sería anegar la tierra, porque quieren decir que el un mar está más bajo que el otro, como en tiempos pasados se halla por las historias haberse dejado de continuar por la misma consideración el Mar Rojo con el Nilo, en tiempo del rey Sesostris, y después del Imperio Otomano. Mas para mí tengo por cosa vana tal pretensión, aunque no hubiese el inconveniente que dicen, el cual yo no tengo por cierto; pero eslo para mí que ningún poder humano bastará a derribar el monte fortísimo e impenetrable que Dios puso entre lo dos mares, de montes y peñas durísimas que bastan a sustentar la furia de ambos mares. Y cuando fuese a hombres posible, sería a mi parecer muy justo temer del castigo del cielo, querer enmendar las obras que el Hacedor, con sumo acuerdo y providencia, ordenó en la fábrica de este Universo.
Cesando, pues, de este cuidado de abrir la tierra y unir los mares, hubo otro menos temerario pero bien difícil y peligroso de inquirir, si estos dos grandes abismos se juntaban en alguna parte del mundo; y esta fue la empresa de Fernando Magallanes, caballero portugués cuya osadía y constancia grande en inquirir este secreto y no menos feliz suceso en hallarle, con eterna memoria puso nombre al estrecho, que con razón por su inventor se llama de Magallanes; del cual como de una de las grandes maravillas del mundo trataremos un poco. El estrecho pues, que en la mar del Sur halló Magallanes, creyeron algunos o que no lo había o se había ya cerrado, como don Alonso de Arzila escribe en su Araucana, y hoy día hay quien diga que no hay tal estrecho, sino que son islas entre la mar, porque lo que es tierra firme, se acaba allí, y el resto es todo islas y al cabo de ellas se junta el un mar con el otro, amplísimamente o por mejor decir, se es todo un mismo mar. Pero de cierto consta haber el estrecho y tierra larguísima a la una banda y a la otra, aunque la que está de la otra parte del estrecho, al Sur, no se sabe hasta dónde llegue. Después de Magallanes pasó el estrecho una nao del Obispo de Plasencia, D.Gutierre Carbajal, cuyo mástil dicen que está en Lima, a la entrada de Palacio. De la banda del Sur se fue después a descubrir por orden de D. García de Mendoza, que entonces tenía el gobierno de Chile, y así le halló y pasó el capitán Ladrillero, cuya relación notable yo leí, aunque dice no haberse atrevido a desembocar el Estrecho, sino que habiendo ya reconocido la mar del Norte, dio la vuelta por el aspereza del tiempo, que era ya entrado el invierno y venían, según dice, las olas del Norte furiosas, y las mares hechas todas espuma de bravas. En nuestros días pasó el proprio estrecho, Francisco Drac, inglés corsario. Después le pasó el capitán Sarmiento por la banda del Sur, y agora últimamente en este año pasado de ochenta y siete, con la instrucción que dio Drac, le han pasado otros corsarios ingleses que al presente andan en la costa del Pirú, y porque me parece notable la relación que yo tuve del piloto mayor que le pasó, la pondré aquí.
El primer descubridor de este mar del Sur, dicen haber sido un Vasco Núñez de Balboa; descubriose por lo que agora llaman Tierrafirme, en donde se estrecha la tierra lo sumo, y los dos mares se allegan tanto uno al otro, que no distan más de siete leguas, porque aunque se andan diez y ocho de Nombre de Dios a Panamá, es rodeando y buscando la comodidad del camino, mas tirando por recta línea no dista más de lo dicho un mar del otro. Han platicado algunos de romper este camino de siete leguas, y juntar el un mar con el otro, para hacer cómodo el pasaje al Pirú, en el cual dan más costa y trabajo diez y ocho leguas de tierra que hay entre Nombre de Dios y Panamá, que dos mil y trescientas que hay de mar. A esta plática no falta quien diga que sería anegar la tierra, porque quieren decir que el un mar está más bajo que el otro, como en tiempos pasados se halla por las historias haberse dejado de continuar por la misma consideración el Mar Rojo con el Nilo, en tiempo del rey Sesostris, y después del Imperio Otomano. Mas para mí tengo por cosa vana tal pretensión, aunque no hubiese el inconveniente que dicen, el cual yo no tengo por cierto; pero eslo para mí que ningún poder humano bastará a derribar el monte fortísimo e impenetrable que Dios puso entre lo dos mares, de montes y peñas durísimas que bastan a sustentar la furia de ambos mares. Y cuando fuese a hombres posible, sería a mi parecer muy justo temer del castigo del cielo, querer enmendar las obras que el Hacedor, con sumo acuerdo y providencia, ordenó en la fábrica de este Universo.
Cesando, pues, de este cuidado de abrir la tierra y unir los mares, hubo otro menos temerario pero bien difícil y peligroso de inquirir, si estos dos grandes abismos se juntaban en alguna parte del mundo; y esta fue la empresa de Fernando Magallanes, caballero portugués cuya osadía y constancia grande en inquirir este secreto y no menos feliz suceso en hallarle, con eterna memoria puso nombre al estrecho, que con razón por su inventor se llama de Magallanes; del cual como de una de las grandes maravillas del mundo trataremos un poco. El estrecho pues, que en la mar del Sur halló Magallanes, creyeron algunos o que no lo había o se había ya cerrado, como don Alonso de Arzila escribe en su Araucana, y hoy día hay quien diga que no hay tal estrecho, sino que son islas entre la mar, porque lo que es tierra firme, se acaba allí, y el resto es todo islas y al cabo de ellas se junta el un mar con el otro, amplísimamente o por mejor decir, se es todo un mismo mar. Pero de cierto consta haber el estrecho y tierra larguísima a la una banda y a la otra, aunque la que está de la otra parte del estrecho, al Sur, no se sabe hasta dónde llegue. Después de Magallanes pasó el estrecho una nao del Obispo de Plasencia, D.Gutierre Carbajal, cuyo mástil dicen que está en Lima, a la entrada de Palacio. De la banda del Sur se fue después a descubrir por orden de D. García de Mendoza, que entonces tenía el gobierno de Chile, y así le halló y pasó el capitán Ladrillero, cuya relación notable yo leí, aunque dice no haberse atrevido a desembocar el Estrecho, sino que habiendo ya reconocido la mar del Norte, dio la vuelta por el aspereza del tiempo, que era ya entrado el invierno y venían, según dice, las olas del Norte furiosas, y las mares hechas todas espuma de bravas. En nuestros días pasó el proprio estrecho, Francisco Drac, inglés corsario. Después le pasó el capitán Sarmiento por la banda del Sur, y agora últimamente en este año pasado de ochenta y siete, con la instrucción que dio Drac, le han pasado otros corsarios ingleses que al presente andan en la costa del Pirú, y porque me parece notable la relación que yo tuve del piloto mayor que le pasó, la pondré aquí.