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Datos principales
Desarrollo
De lo que hay que decir desde Caxamalca hasta el valle de Jauja, y del pueblo de Guamachuco, que comarca con Caxamalca Declarado he lo que pude entender en lo tocante a las fundaciones de las ciudades de la Frontera de los Chachapoyas y de León de Guanuco; volviendo, pues, al camino real, diré las provincias que hay desde Caxamalca hasta el hermoso valle de Jauja, del cual a Caxamalca habrá ochenta leguas, poco más o menos, todo camino real de los ingas. Más adelante de Caxamalca casi once leguas está otra provincia grande y que antiguamente fué muy poblada, a la cual llaman Guamachuco. Y antes de llegar a ella, en el comedio del camino, hay un valle muy apacible y deleitoso, el cual, como está abrigado con las sierras, es su asiento cálido; y pasa por él un lindo río, en cuyas riberas se da trigo en abundancia y parras de uvas, higueras, naranjos, limones y otras muchas que de España se han traído. Antiguamente en las vegas y llanuras deste gran valle había aposentos para los señores, y muchas sementeras para ellos y para el templo del sol. La provincia de Guamachuco es semejante a la de Caxamalca y los indios son de una lengua y traje, y en las religiones y sacrificios se imitaban los unos a los otros y, por el consiguiente, en las ropas y llantos. Hubo en esta provincia de Guamachuco en los tiempos pasados grandes señores; y así, cuentan que fueron muy estimados de los ingas. En lo más principal de la provincia está un campo grande, donde estaban edificados los tambos o palacios reales, entre los cuales hay dos de anchor de veinte y dos pies, y de largor tienen tanto como una carrera de caballos, todos hechos de piedras, el ornato dellas de crecidas y gruesas vigas, puesta en lo más alto de la paja, que ellos usan con grande orden.
Con las alteraciones y guerras pasadas se ha consumido mucha parte de la gente desta provincia. El temple della es bueno, más frío que caliente, muy abundante de mantenimiento y de otras cosas pertenecientes para la sustentación de los hombres. Había, antes que los españoles entrasen en este reino, en la comarca desta provincia de Guamachuco gran número de ganado de oveja, y por altos y despoblados andaban otra mayor cantidad del ganado campestre y salvaje, llamado guanacos y vicunias, que son del talle y manera del manso y doméstico. Tenían los ingas en esta provincia (según me informaron) un soto real, en el cual, so pena de muerte, era mandado que ninguno de los naturales entrase en él a matar deste ganado silvestre, del cual había número grande, y algunos leones, osos, raposas y venados. Y cuando el Inga quería hacer alguna caza real mandaba juntar tres mil o cuatro mil indios, o diez mil o veinte mil, o los que él era servido que fuesen, y estos cercaban una gran parte del campo de tal manera que poco a poco y con buena orden se venían a juntar tanto, que se asían de las manos; y en lo que ellos mismos habían cercado estaba la caza recogida; donde es gran pasatiempo ver los guanacos los saltos que dan; y las raposas, con el temor que han, andan por una parte y por otra, buscando salida; y entrando en el cercado otro número de indios con sus aillos y palos, matan y toman el número que el señor quiere; porque destas cazas tomaban diez mil o quince mil cabezas de ganado, o el número que quería: tanto fue lo mucho que dello había.
De la lana destos ganados o vicunias se hacían las ropas preciadas para ornamentos de los templos y para servicio del mismo Inga y de sus mujeres y hijos. Son estos indios de Guamachuco muy domésticos, y han estado casi siempre en gran confederación con los españoles. En los tiempos antiguos tenían sus religiones y supersticiones, y adoraban en algunas piedras tan grandes como huevos, y otras mayores, de diversas colores, las cuales tenían puestas en sus templos o guacas, que tenían por los altos y sierras de nieve. Señoreados por los ingas, reverenciaban al sol, y usaron de más policía así en su gobernación como en el tratamiento de sus personas. Solían en sus sacrificios derramar sangre de ovejas y corderos, desollándolos vivos sin degollarlos, y luego con gran presteza les sacaban el corazón y asadura para mirar en ello sus señales y hechicerías, porque algunos dellos eran agoreros, y miraron (a lo que yo supe y entendí) en el correr de las cometas, como la gentilidad, y donde estaban sus oráculos veían al demonio, con el cual es público que tenían sus coloquios. Ya estas cosas han caído, y sus ídolos están destruídos, y en su lugar puesta la cruz, para poner temor y espanto al demonio, nuestro adversario. Y algunos indios, con sus mujeres y hijos, se han vuelto cristianos, y cada día, con la predicación del santo Evangelio, se vuelven más, porque en estos aposentos principales no deja de haber clérigos o frailes que los doctrinan, Desta provincia de Guamachuco sale un camino real de los ingas a dar a los Conchucos; y en Bombón se torna a juntar con otro tan grande como él. El uno de los cuales dicen que fue mandado por Topainga Yupangue, y el otro por Guaynacapa, su hijo.
Con las alteraciones y guerras pasadas se ha consumido mucha parte de la gente desta provincia. El temple della es bueno, más frío que caliente, muy abundante de mantenimiento y de otras cosas pertenecientes para la sustentación de los hombres. Había, antes que los españoles entrasen en este reino, en la comarca desta provincia de Guamachuco gran número de ganado de oveja, y por altos y despoblados andaban otra mayor cantidad del ganado campestre y salvaje, llamado guanacos y vicunias, que son del talle y manera del manso y doméstico. Tenían los ingas en esta provincia (según me informaron) un soto real, en el cual, so pena de muerte, era mandado que ninguno de los naturales entrase en él a matar deste ganado silvestre, del cual había número grande, y algunos leones, osos, raposas y venados. Y cuando el Inga quería hacer alguna caza real mandaba juntar tres mil o cuatro mil indios, o diez mil o veinte mil, o los que él era servido que fuesen, y estos cercaban una gran parte del campo de tal manera que poco a poco y con buena orden se venían a juntar tanto, que se asían de las manos; y en lo que ellos mismos habían cercado estaba la caza recogida; donde es gran pasatiempo ver los guanacos los saltos que dan; y las raposas, con el temor que han, andan por una parte y por otra, buscando salida; y entrando en el cercado otro número de indios con sus aillos y palos, matan y toman el número que el señor quiere; porque destas cazas tomaban diez mil o quince mil cabezas de ganado, o el número que quería: tanto fue lo mucho que dello había.
De la lana destos ganados o vicunias se hacían las ropas preciadas para ornamentos de los templos y para servicio del mismo Inga y de sus mujeres y hijos. Son estos indios de Guamachuco muy domésticos, y han estado casi siempre en gran confederación con los españoles. En los tiempos antiguos tenían sus religiones y supersticiones, y adoraban en algunas piedras tan grandes como huevos, y otras mayores, de diversas colores, las cuales tenían puestas en sus templos o guacas, que tenían por los altos y sierras de nieve. Señoreados por los ingas, reverenciaban al sol, y usaron de más policía así en su gobernación como en el tratamiento de sus personas. Solían en sus sacrificios derramar sangre de ovejas y corderos, desollándolos vivos sin degollarlos, y luego con gran presteza les sacaban el corazón y asadura para mirar en ello sus señales y hechicerías, porque algunos dellos eran agoreros, y miraron (a lo que yo supe y entendí) en el correr de las cometas, como la gentilidad, y donde estaban sus oráculos veían al demonio, con el cual es público que tenían sus coloquios. Ya estas cosas han caído, y sus ídolos están destruídos, y en su lugar puesta la cruz, para poner temor y espanto al demonio, nuestro adversario. Y algunos indios, con sus mujeres y hijos, se han vuelto cristianos, y cada día, con la predicación del santo Evangelio, se vuelven más, porque en estos aposentos principales no deja de haber clérigos o frailes que los doctrinan, Desta provincia de Guamachuco sale un camino real de los ingas a dar a los Conchucos; y en Bombón se torna a juntar con otro tan grande como él. El uno de los cuales dicen que fue mandado por Topainga Yupangue, y el otro por Guaynacapa, su hijo.