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Desarrollo


Capítulo LXXXI Que trata de lo que Francisco de Villagran hizo siendo teniente en la ciudad de Santiago, estando ausente el gobernador Pedro de Valdivia, sobre cierto motín que se armaba Ya he dicho cómo el gobernador Pedro de Valdivia salió de las provincias de Chile para los reinos del Pirú a servir a Su Majestad, dejando por su teniente a Francisco de Villagran y teniendo en paz y quietud la tierra. E cómo los soldados que habían quedado eran de diversas opiniones. Y un caballero que se dice Pero Sancho de Hoz, que vino con el gobernador la jornada, el cual era uno de los que se hallaron en Cajamarca en los reinos del Pirú, de los primeros que en él entraron, y fue a España rico, e informando a Su Majestad de cierta tierra hacia el estrecho de Magallanes. Al cual hizo merced Su Majestad e le dio sus provisiones, en que en ellas le hacía merced del descubrimiento de la tierra que está de la otra parte del estrecho, sin perjuicio de otra gobernación. Y él prometió a Su Majestad venir al Pirú e a su costa armar dos navíos, y bastecerlos de gente e lo necesario para semejante descubrimiento, e ir a aquella tierra de que Su Majestad le hacía merced. Venido al Perú halló que don Pedro de Valdivia hacía la jornada del descubrimiento e conquista de Chile por el marqués Francisco Pizarro. Y el Pero Sancho de Hoz se vino con él la jornada, como dicho tengo, e las provisiones fueron públicas entre todos. E cuando el gobernador Valdivia pobló la ciudad de Santiago e repartió los naturales, le metió en la copia que dio indios y le dio un repartimiento como a los demás vecinos.

Y viendo un Romero y los demás sus amigos cómo el gobernador era salido de la tierra para la del Pirú, como he dicho, y pareciéndole a éste y a los demás sus amigos coyuntura y tiempo aparejado para su propósito, acordaron de insistir al Pero Sancho para que se rebelase con la tierra, pues tenía buen tiempo y coyuntura y provisión de Su Majestad. Escribiéronle una carta seis leguas de la ciudad de Santiago, donde él estaba en aquella sazón, dándole a entender en ella lo que tenían pensado y nombrándoles quiénes eran e cómo le querían alzar por gobernador, pues tenía provisiones de Su Majestad en que por ellas le hacía merced de esta tierra, entendiendo mal las provisiones, porque Su Majestad no le hacía merced sino de la tierra que está de la otra parte del estrecho hacia el sur. Vista la carta por el Pero Sancho les respondió muy comedidamente que no tenía tal propósito de hacer aquello. Visto por el Romero y los demás la respuesta de la carta, le tornaron a escribir y a provocar que lo hiciese, y que esta tierra era su gobernación e que tenía cincuenta amigos para ello, y que fácilmente saldrían con ello matando a Francisco de Villagran y que no hiciese otra cosa. Visto por él Pero Sancho la otra carta, e como el Romero era muy amigo suyo y pareciéndole que ya lo tenían hecho, vino en ello. Y luego se partió para la ciudad, el cual entró una noche. Luego el Romero le dio cuenta del negocio. Otro día de mañana escribió una carta el Pero Sancho a Hernán Rodrigues de Monrroy, que era uno de los que estaban en el negocio, dándole cuenta de lo que se había de hacer y cómo él quería salir con una vara en la mano e las provisiones en otra, y que con voz del rey matarían a Francisco de Villagran, e muerto traería a sí la demás gente, y que aquellas cosas no habían de ser pensadas, sino hechas, e que convidase a sus amigos.

Vista la carta por el Monrroy, se fue a casa de un padre que se decía Joan Lobo, que era muy su amigo, y llegado le halló con cuatro soldados amigos suyos y les dijo lo que quería hacer, y les mostró la carta del Pero Sancho. Vista por el padre Lobo y lo que el Monrroy le decía respondió que no vendría en ello hasta dar cuenta a un amigo suyo que se decía Alonso de Córdoba, el cual enviaron luego a llamar. Y venido los halló en una cámara metidos al Monrroy y al padre Lobo y a otros tres soldados, y dijéronle al Alonso de Córdoba todo lo que tenían concertado, que era matar a Francisco de Villagran. Visto por el Alonso de Córdoba el fuego que estaba encendido, les dijo que no emprendiesen una cosa como aquélla, que no saldrían con ella, y que el primero que matasen con Francisco de Villagran en servicio de Su Majestad fuese a él. Y con esto se salió temiéndose no le matasen, y como hombre que era de contraria opinión de la suya. Y así se fue derecho a casa de Francisco de Villagran, y le dijo: "Señor Francisco de Villagran, como servidor de Su Majestad, aviso a vuestra merced de cómo le quieren matar y alzarse con la tierra". Y ansí fue Dios servido se descubriese este negocio, que no poco daño se resultara de ello. Sabido por el Francisco de Villagran, mandó que llamasen a sus amigos y recogió los que pudo, y viniendo que venía, topó con el Monrroy, que traía la carta que le habían escrito Pero Sancho de Hoz. Vista la carta por Francisco de Villagran, perdonó al Monrroy por haber ido con el Alonso de Córdoba.

Y luego Francisco de Villagran salió a la plaza con la vara de Su Majestad, y saliendo a la plaza topó al Francisco Romero, por disimular y ver lo que pasaba por allí con un halcón en la mano. E mandó Francisco de Villagran a Pedro de Villagran lo prendiese y echase en prisiones. E luego mandó al alguacil mayor Joan Gómez y a cinco servidores de Su Majestad fuesen a prender a Pero Sancho de Hoz. E idos le hallaron solo en su casa y encima de una mesa le hallaron una vara de justicia de hasta dos palmos poco más. Y ansí le prendieron y trajeron delante de Villagran, y luego le metieron en casa de Francisco de Aguirre, y mostróle la carta que había escrito al Monrroy y le mostró la firma y le dijo si era suya, y el Pero Sancho dijo que sí. Y luego le mandó cortar la cabeza y la sacó a la plaza. Y vistos por los que estaban en aquel propósito cómo son cosas sin cimiento, se ausentaron muchos de la ciudad. Y otro día siguiente sacaron ahorcar a Francisco Romero, que no poco culpado era en el negocio. Y con esto se aplacó, que no hubo efecto su mal propósito.

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