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Desarrollo


Capítulo LVI De cómo Pizarro salió de Caxamalca, la vuelta de la ciudad del Cuzco, y lo que le sucedió hasta llegar el valle de Xauxa Habíanle dado a Pizarro grandes nuevas de la ciudad del Cuzco, deseaba mucho ponerse en camino para poblarla de cristianos, pacificando todas las provincias que había hasta llegar a ella. Había que estaba en Caxamalca más tiempo de siete meses, y tal quedó aquella hermosa y fértil provincia, que había lástima de ver cuál, acordándose cuán entera la hallaron. El capitán Chalacuchima estaba preso, teniendo recelo que no insistiesen con su autoridad a que algunas gentes moviesen guerra, a los españoles. Pareciéndole a Pizarro que con haber muerto a Atabalipa estaba todo seguro y no había que temer, mandóle soltar, amonestándole tuviesen en mucho la amistad de los cristianos y estar en gracia suya. Y apercibidos los españoles para la partida, mandaron venir de los naturales de la comarca, para que llevasen en sus hombros su repuesto; vinieron tantos, que bastaron y aun quedaron sobrados. Salió el inca nuevo en andas y lo mismo Chalacuchima, caminando juntamente con los cristianos anduvieron, hasta llegar a la provincia de Guamachuco, que es bien poblada y de gente limpia y muy entendida; halláronlos de paz sin señal de levantamiento, y fueron de ellos bien recibidos y servidos. Estuvo Pizarro cuatro días en Guamachaco; mandó a los suyos que no hiciesen daño a los naturales; habló con los señores de la provincia, loando el buen propósito suyo en tener paz y alianza con los españoles, rogóles lo llevasen adelante de Guamachuco, anduvieron los españoles por el real camino de los incas hasta llegar a Andamarca, sin hallar resistencia en ningún pueblo, porque todos los indios que hallaban estaban en paz, sin armas ningunas; mas teníase nueva que adelante en la comarca de Tarama y Bonbon había golpes de gente con intención de les dar guerra en venganza de la muerte de Atabalipa; y por no dar lugar que se apoderasen en la tierra, como publicaban, mandó Pizarro que saliesen a descubrir lo que había un hijo de Guaynacapa, con otro principal, acompañados de algunos indios.

Y saliendo cuentan algunos que el hijo de Guaynacapa fue muerto cerca de Bonbon por los capitanes y gente de guerra que allí estaba, llamándolo de atraidor a su tierra y parientes, pues andaba en servicio de tan cruel gente y tan mala y engañosa como eran los españoles. El otro que fue con él se pudo escapar y volver a Pizarro, a quien avisó de lo que pasaba; y como el valor del gran capitán Chalacuchima, y autoridad que tenía en el reino, era mucho no era menester saber más de que había junta de gente para creer que por él se ponían en armas, levantándole otro testimonio como Atabalipa, y de los mismos indios había algunos tan malos y mentirosos, que lo certificaban a Pizarro, el cual lo mandó prender y poner a recaudo; prosiguiendo su camino por aquella tierra. La cual, puesto que sea campaña, es muy fragosa de tierras altas, que parecía llegar a las nubes y abajar por los valles hondos otra infinidad; y con ser esto verdad, va el real camino de los incas, que fueron tan poderosos, tan bien sacado y echado por laderas y partes, que casi no se siente la aspereza de las sierras. Pasáronse unos puertos nevados, que dio alguna congoja a los españoles. Cerca de ellos había capitanes y orejones del linaje de Guaynacapa, determinados de dar guerra a los nuestros en la parte que hallasen más aparejada para ella. Teníase de ello noticia y andaban con aviso para que no los tomasen descuidados. Los indios, que tengo dicho tener intento de dar guerra a los españoles, como tan cerca de ellos estaban, no se mostraban tan fieros como primero; que, hinchados de valientes, estando bien hartos de vaciar en sus vientres de la chicha; vituperando a los españoles, se tenían por vencedores, juzgándolos a ellos por vencidos; echando la culpa de la prisión de Atabalipa, y gran desbarate de Caxamalca, a meterse todos en lo cercado de la plaza que hacen los aposentos donde pudieron los caballos y cristianos a su salvo hacer lo que hicieron; mas ya que a ojo veían sus barbas, y que traían espadas y lanzas, y los caballos más gordos y feroces que, cuando entraron en Caxamalca, habían miedo.

Por parecer de todos, acordaron de se retirar hacia Xauxa, diciendo que en aquel valle sería más cordura pelear con los españoles que no allí. A todo esto, Pizarro con su gente caminaba muy en orden, llevando siempre la vanguardia Almagro con algunos caballos. Llegaron a lo que llaman Tarama; y más allá de Bonbon, hacia el sur cinco leguas, en lugar cómodo, determinó Pizarro dejar el bagaje que traían con guarda convenible, porque era grande estorbo caminar así. En los tambos de Chocamarca hallaron alguna cantidad de oro que habían dejado los que lo traían para llevar a Caxamalca los días pasados. Estando en el aposento principal de Tarama Pizarro con los suyos, llegó nueva con furia, que los enemigos venían contra ellos en muchos escuadrones; lo cual era falsa echada por los naturales, para hacer levantar de su pueblo el real y que los españoles se fuesen; mas como de esto estuviesen ignorantes, Pizarro y sus capitanes entraron en consulta sobre lo que harían, determinaron de salir de donde estaba y ponerse en campana para aguardar los que viniesen, y con prisa salieron todos dejando las tiendas y servicios, sin llevar más que las armas y caballos. En un llano de páramo frío se pusieron todos, creyendo que aquella noche habían de venir los indios a dar en ellos; no tenían ranchos, sino fue uno en que cupo Pizarro y fray Vicente; la noche fue temerosa de agua y gran frío, tanto que pensaron perecer porque no tuvieron otra guarida que las barrigas de los caballos y los hierros de las lanzas.

Como fue de día, se reformaron de la noche tan trabajosa que habían pasado, prosiguiendo su camino, acercándose al hermoso valle de Xauxa. En Tarama hallaron algún oro puro, en piezas; no procuraban por entonces plata ni oro, ni más que poder ser señores para hollar la tierra y señorear la ciudad del Cuzco y poblarla de cristianos. Almagro, como tengo dicho, llevaba siempre la delantera; vieron en Yanamarca más de cuatro mil hombres muertos del tiempo que tuvieron la guerra pasada Guascar y Atabalipa. Determinó Pizarro, con acuerdo de los que con él iban, que Almagro y Juan Pizarro, Hernando de Soto, con algunos escuderos se adelantasen hasta llegar a Xauxa y mirasen lo que hubiese. Yucuranmayo se llamaba el capitán general de la gente de guerra, que conté estar junta contra los cristianos. Habían ya llegado al valle de Xauxa, como Almagro y los que con él iban se diesen prisa, anduvieron hasta ponerse a vista del valle. Viéronlo tan hermoso y bien poblado que se espantaron. Diego de Almagro, Pedro de Candía, Quincoces llegaron primero corriendo el campo. Los indios de guerra dieron vuelta a la parte occidental del valle, pasando el río de donde hacían grandes alharacas, denostando a los nuestros con palabras feas, diciendo también: "que andaban por su tierra a su pesar, que se volviesen a la suya, contentándose con los males que habían hecho y muerte que dieron a Atabalipa, después de le haber, con tanto engaño y cautela, robado tan gran tesoro".

Almagro, aconsejándose con Juan Pizarro y con Hernando de Soto, determinaron de mover para los indios, pareciéndoles que sería cosa importante castigarlos de tal manera que, quedando hostigados del juego, pidiesen ellos mismos la paz. Y así, todos los que estaban juntos, habiéndose encomendado a Dios nuestro señor arremetieron para los indios, pasando el furioso río con trabajo porque de más de ser grande, venía crecido de la nieve, que habiéndose derretido, entró en él: porque habían deshecho la puente porque no hallasen el camino real. Los indios, como vieron venir contra ellos encaminados a sus enemigos, unos mostrándose temerosos, decían que huyesen de la furia de los caballos y de la ira que traían; otros, que lo miraban con más ánimo, insistían que hiciesen rostro contra ellos, y les aguardasen y procurasen de matar. En esto, los cristianos allegaban muy cerca de ellos; y sin haber tomado consejo en lo que harían, hecho un escuadrón, se retiraron a paso largo. Hernando de Soto, con algunos caballos, conociendo por dónde y a qué parte habían de salir los indios, que, como digo, iban en el escuadrón, se puso en la delantera de tal manera que no pudieron escapar de salir alanceados algunos de ellos. Juan Pizarro iba por el río con otros, y Almagro, por el mismo camino que los indios llevaban, y dando en ellos los hicieron dividir en dos partes; muy turbados, de ver los caballos encima de ellos, e cómo rasgando las lanzas sus cuerpos hacían camino para salir las ánimas, se dividieron: los unos tomaron la sierra, que está al norte del valle, y los otros movieron hacia el poniente por el mismo río, muy angustiados y temerosos de ver cuán feroces enemigos tenían.

En los unos y en los otros dieron los españoles tal mano que por todas partes corría la sangre de los cuerpos muertos que había; y cansados los españoles de matar, se recogieron y volvieron al llano del valle, donde hallaron al gobernador, que con los más españoles era a muchos de los aposentos, donde se quemaron muchas cosas preciadas, y de grande estima; e con gran cuidado que en ello mandó poner, se remedió: algunos depósitos donde quedaron más de cien mil fanegas de maíz, y otras casas, donde estaban más de quinientas cargas de ropa fina y basta. En el templo del Sol y en otros lugares de este valle, se halló alguna cantidad de oro y plata, y mamaconas, que son las vírgenes del templo. Y si los capitanes de Atabalipa no hubieran robado lo que en este valle había, se hallaran grandes despojos porque es una de las insignes cosas del Perú. Y en aquel tiempo estaba el valle muy poblado y hermoso; como por nuestros pecados nunca hayan faltado en este reino guerras, y los naturales hayan sido tan fatigados y maltratados, falta la más de la gente de él, que no es poca lástima, pues tan poco tiempo ha pasado por ellos. Convendrá dejar en este valle a Pizarro, donde fundó una ciudad para volver a hablar de Belalcázar, lo que hizo en San Miguel, pues para claridad de la escritura no se sufre menos. Y con brevedad volveré a la principal materia.

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