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Datos principales
Desarrollo
De cómo el Capitán Pedro de Segura Zavala fue enviado por el Gobernador al despacho de la nao que vino de Castilla, y quedó en el puerto de San Gabriel Pocos días después de la llegada de Martín de Orué con el Obispo don Fray Pedro de la Torre, llegó también del Brasil Esteban de Vergara con el duplicado del pliego de S.M., que antes dijimos, traía también otras cédulas, y Reales ordenanzas en conformidad de las nuevas hechas por S.M. en Barcelona para el buen gobierno de las Indias con algunas bulas pontificias, e indulgencias concedidas a las iglesias y cofradías de esta ciudad en especial a la de Santa Lucía, o Encarnación, de que recreció en todos los fieles suma devoción y consuelo, y habiendo de dar cuenta a S.M. del estado de la tierra en la nao que quedó en la boca del Río de la Plata en la isla de San Gabriel, fue enviado el Capitán Pedro de Segura Zavala con los pliegos que se enviaban al Rey a su Real Consejo, y para que bajo de su orden fuesen los pasajeros que habían de ir a Castilla, y que trajese todo lo que S.M. había enviado de socorro para esta conquista, como armas y municiones que habían quedado en la nao. A este fin salió de la ciudad en un bergantín con buena compañía de soldados: llevaba consigo al Capitán García Rodríguez, y don Diego de Barúa del orden de San Juan, que iban a España, el primero de orden del Rey, y el segundo llamado de su gran Maestre, para lo cual y todo lo demás que de la Real hacienda se había de traer, se le dio por el Gobernador y Oficiales Reales a Pedro de Segura comisión bastante, en cuya virtud, habiendo llegado donde estaba la nao, proveído de lo necesario, embarcó en ella la gente y pasajeros, entre los cuales iba José Jaime Resquin, de quien en otro lugar hicimos mención.
Este luego que llegó a Castilla consiguió despacho para Gobernador de esta provincia, y por ciertos sucesos que tuvo en el mar, no llegó con su armada, siendo una de las más numerosas, que habían salido para esta conquista. Despachada la nao, volvió el Capitán Segura con su bergantín río arriba, trayendo consigo los sujetos que habían venido de Castilla, que quedaron en guardia en la nao: de éstos era el capitán Gonzalo de Acosta, que traía dos hijas, de las cuales casó una con el Contador Felipe de Cáceres. Este hidalgo portugués había ido a Castilla por Capitán de la Carabela, en que llevaron preso a Alvar Núñez Cabeza de Vaca , y por orden de S.M. volvió de Piloto Mayor de la armada del obispo. Llegado que fue el Capitán Pedro de Segura a la Asunción con las armas y municiones de cuenta de S.M., fueron repartidas muchas de ellas a los soldados y personas que las hubieran menester en precios moderados con acuerdo del Gobernador y Oficiales Reales. Después determinó el Gobernador despachar a Nuño de Chaves a la provincia de Guairá a reducir a aquellos naturales y remediar los continuos asaltos de los portugueses del Brasil, que los venían a llevar para esclavizarlos. Caminó Nuño de Chaves con una compañía de soldados, que llegó al Paraná, procurando conservar la paz con aquellos naturales. Pasó adelante, y entró por otro río que viene de la costa del Brasil, llamado Paranapané, que es muy poblado de grandes y gruesos pueblos de indios, de quienes fue bien recibido: y dejando este río, navegó por otro que entra a mano derecha llamado Latibajiba, que es muy caudaloso y rápido, con muchos saltos y arrecifes, y pasando por los pueblos que están a sus márgenes llegó a los fronterizos que estaban cercados con fuertes palizadas a precaución de sus enemigos los Tupíes y Tobayaraes del Brasil y de los portugueses de aquella costa, donde habiéndoles asegurado con cartas y papeles, que les dio para aquella gente, volvió por otro río, y saltando en tierra en los pinales de aquel territorio, visitó los indios que por allí había, y puso freno a la libertad y malicia de sus enemigos.
Hecho esto, dio vuelta por otro camino, y llegó a una comarca de indios llamados Peabeyúes: éstos cierto día acometieron al Real de los nuestros en gran número a persuasiones de un hechicero, que ellos tenían por Santo, llamado Cutiguará, que les dijo que los españoles traían consigo pestilencia y mala doctrina, por lo cual se habían de perder y consumir, y que toda su pretensión era quitar a los indios de sus mujeres e, hijas, reconocer aquellas tierras para poblarlas después, con lo cual se determinaron para el asalto con tanta confianza del vencimiento, que descubiertamente se pusieron en campaña, y atacaron a los españoles, acomentiéndolos con tanta furia, que a no haber estado en tan buen sitio, y tan fortificados, aquel día los hubieran acabado; mas defendiéndose los nuestros con gran valor, fue Dios servido sacarlos de aquel aprieto, en que murieron muchos indios, y sólo fueron muertos tres soldados españoles. Saliendo de este distrito, bajaron a unos grandes palmares, que cortan aquella tierra muy ocupada de pueblos de indios, con quienes tuvo algunos encuentros, y pacificándolos con buenas razones y dádivas los redujo y dejó en paz y quietud, trayendo consigo algunos principales a la ciudad de la Asunción, donde todos fueron muy bien recibidos por el Gobernador.
Este luego que llegó a Castilla consiguió despacho para Gobernador de esta provincia, y por ciertos sucesos que tuvo en el mar, no llegó con su armada, siendo una de las más numerosas, que habían salido para esta conquista. Despachada la nao, volvió el Capitán Segura con su bergantín río arriba, trayendo consigo los sujetos que habían venido de Castilla, que quedaron en guardia en la nao: de éstos era el capitán Gonzalo de Acosta, que traía dos hijas, de las cuales casó una con el Contador Felipe de Cáceres. Este hidalgo portugués había ido a Castilla por Capitán de la Carabela, en que llevaron preso a Alvar Núñez Cabeza de Vaca , y por orden de S.M. volvió de Piloto Mayor de la armada del obispo. Llegado que fue el Capitán Pedro de Segura a la Asunción con las armas y municiones de cuenta de S.M., fueron repartidas muchas de ellas a los soldados y personas que las hubieran menester en precios moderados con acuerdo del Gobernador y Oficiales Reales. Después determinó el Gobernador despachar a Nuño de Chaves a la provincia de Guairá a reducir a aquellos naturales y remediar los continuos asaltos de los portugueses del Brasil, que los venían a llevar para esclavizarlos. Caminó Nuño de Chaves con una compañía de soldados, que llegó al Paraná, procurando conservar la paz con aquellos naturales. Pasó adelante, y entró por otro río que viene de la costa del Brasil, llamado Paranapané, que es muy poblado de grandes y gruesos pueblos de indios, de quienes fue bien recibido: y dejando este río, navegó por otro que entra a mano derecha llamado Latibajiba, que es muy caudaloso y rápido, con muchos saltos y arrecifes, y pasando por los pueblos que están a sus márgenes llegó a los fronterizos que estaban cercados con fuertes palizadas a precaución de sus enemigos los Tupíes y Tobayaraes del Brasil y de los portugueses de aquella costa, donde habiéndoles asegurado con cartas y papeles, que les dio para aquella gente, volvió por otro río, y saltando en tierra en los pinales de aquel territorio, visitó los indios que por allí había, y puso freno a la libertad y malicia de sus enemigos.
Hecho esto, dio vuelta por otro camino, y llegó a una comarca de indios llamados Peabeyúes: éstos cierto día acometieron al Real de los nuestros en gran número a persuasiones de un hechicero, que ellos tenían por Santo, llamado Cutiguará, que les dijo que los españoles traían consigo pestilencia y mala doctrina, por lo cual se habían de perder y consumir, y que toda su pretensión era quitar a los indios de sus mujeres e, hijas, reconocer aquellas tierras para poblarlas después, con lo cual se determinaron para el asalto con tanta confianza del vencimiento, que descubiertamente se pusieron en campaña, y atacaron a los españoles, acomentiéndolos con tanta furia, que a no haber estado en tan buen sitio, y tan fortificados, aquel día los hubieran acabado; mas defendiéndose los nuestros con gran valor, fue Dios servido sacarlos de aquel aprieto, en que murieron muchos indios, y sólo fueron muertos tres soldados españoles. Saliendo de este distrito, bajaron a unos grandes palmares, que cortan aquella tierra muy ocupada de pueblos de indios, con quienes tuvo algunos encuentros, y pacificándolos con buenas razones y dádivas los redujo y dejó en paz y quietud, trayendo consigo algunos principales a la ciudad de la Asunción, donde todos fueron muy bien recibidos por el Gobernador.