Africa y el valle del Nilo
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Datos principales
Desarrollo
El norte de Africa contiene una serie de tecnocomplejos al final del Paleolítico que se caracterizan, como en la vecina Europa, por industrias microlíticas con forma geométrica, que permiten establecer una serie de subdivisiones. Realmente esta serie de industrias no derivan claramente de industrias del Paleolítico Superior , ya que entre el utillaje Ateriense y el Iberomauritánico existe una laguna, correspondiente al Paleolítico Superior, que no permite establecer una serie continuada. Asimismo, el considerar estas industrias como alóctonas, traídas por el Homo sapiens sapiens desde el Próximo Oriente, no se ha podido verificar por el momento. En el Magreb y el norte del Sahara nos encontramos con dos tecnocomplejos más delimitados: el Iberomauritánico y el Capsiense. El Iberomauritánico es la industria más antigua del norte del Magreb, y su cronología está bien establecida. En Taforalt encontramos la datación más antigua en el nivel VI hacia el 10.100 a.C., la datación más reciente (nivel II): 8850+/-400 a.C. En Haua Fteah, en Cirenaica, una industria emparentada con el Iberomauritánico se escalona entre el 10.800 y el 8650 a.C. Datos más recientes han demostrado una mayor antigüedad, como el caso del yacimiento de Tamat Hat que se remonta al 18.650 a.C., el nivel más antiguo, alcanzando el más reciente el 10.500 a.C., por lo cual, el inicio de estas industrias es mucho más antiguo de lo que se sospechaba.
Sin embargo, en las regiones más meridionales el Iberomauritánico llega más tarde y se mantiene hasta el 7000 a.C. Los hombres del Iberomauritánico forman verdaderas necrópolis con numerosos restos humanos del denominado tipo de Mechta el Arbi. En Taforalt, por ejemplo, la necrópolis contenía 160 individuos, de los que 45 eran niños muertos al nacer o de edades anteriores al año. El tipo Mechta el Arbi presenta individuos robustos, a lo que se une una práctica cultural por la que se ablacionan por lo general los incisivos medianos. Esta práctica continuará hasta el final del Neolítico . La industria microlaminar que efectúan la realizan sobre sílex para las hojitas, sin embargo, utilizan otras materias primas cuando necesitan piezas de mayor tamaño, como las calizas, cuarzo o rocas eruptivas. Las hojitas de dorso abatido predominan claramente, siendo siempre superiores al 45 por 100 de la industria y alcanzando a veces el 85 por 100. El resto de la industria se compone fundamentalmente de piezas de muesca, denticulados y pequeños raspadores. Entre los restos de talla son muy característicos los microburiles, ya que esta técnica se aplicó para la fabricación de otros objetos, especialmente las hojitas de dorso abatido. La punta que resta después de aplicar esta técnica, aguda y robusta, que subsiste después de ablacionar el microburil, recibe el nombre de puntas de la Mouillha. Existe una industria ósea muy simple y mucho más pobre que la lítica, distribuyéndose entre seis tipos de útiles cortantes, tres tipos de útiles romos y 14 tipos de útiles perforantes.
El adorno era frecuente entre los individuos del Iberomauritánico, adornándose el cuerpo con ocres, especialmente el rojo, ya que subsiste esta coloración en los esqueletos y abundantes restos de colorantes en los yacimientos. A ello se suma la importancia de los colgantes de conchas, generalmente de dentalium o valvas de lamelibranquios perforados naturalmente. El Iberomauritánico ocupa el norte tunecino hasta el occidente de Marruecos y el Atlas telliense, con un clima de lluvias más abundantes que en la actualidad. Está muy bien representado en el este de Marruecos y la región de Orán, penetrando hacia el interior. En la actualidad se distinguen tres fases evolutivas. La fase arcaica anterior al 10.000 a.C. presenta hojitas de dorso con índices inferiores al 75 por 100, microburiles numerosos (15 al 20 por 100) y puntas de la Mouillah aunque no abundantes. La fase clásica, la mejor representada, con hojitas de dorso (75 al 90 por 100), puntas de la Mouillah, puntas de Ouchtata (15 por 100) y segmentos, se calibra entre el 10.000 y el 9000 a.C. La fase evolucionada es la más interesante, ya que representa el enlace con el Neolítico, pero es también la peor conocida, observándose mezclada con el Neolítico en la zona litoral y alcanzando las regiones predesérticas. Se caracteriza por una disminución de las hojitas de dorso (60 ó 40 por 100), escasos microburiles (3 por 100), aumento del índice de segmentos (5 por 100), triángulos y, a veces, trapecios.
Las dataciones la sitúan entre el 7000 y el 5500 a.C. Es muy difícil poder asignar esta evolución a fases climáticas, ya que los análisis de fauna y vegetales impiden conocer otros datos fuera de los expuestos. El Capsiense delimitado en dos facies fundamentales Capsiense típico y Capsiense superior, a pesar de tener cronologías similares a partir de las dataciones radiométricas que aseguran una contemporaneidad entre ambos complejos y cuyos géneros de vida no parecen diferenciarse. El Capsiense típico no supera los 7900 a.C., caracterizándose por una industria de tamaño voluminoso, mientras que el Capsiense superior, de industria más laminar y más riqueza de microlitos geométricos y con numerosas facies, tiene una duración de más de dos mil quinientos años (7000 al 4500 a.C.). El hombre capsiense es un protomediterráneo que se asemeja físicamente a los bereberes actuales, más que al hombre de Mechta el Arbi, autor del Iberomauritánico. Se conoce bastante bien por los restos encontrados en los concheros, especialmente del conchero de Medjez II. Se observa un comportamiento distinto, ya que no aparece la ablación de los incisivos superiores. Una de las características es la peculiaridad de sus yacimientos, que forman auténticos tells de varios metros de espesor, a partir de amontonamiento de cenizas, conchas de caracoles y piedras quemadas, en zonas preferentemente estépicas al borde de lagunas, en donde además enterraban a sus muertos. El Capsiense típico se caracteriza por una industria lítica sobre hojas y lascas y en el que predomina el retoque abrupto.
Esta técnica de retoque se extiende a las hojitas e incluso a otros úti1es, como raspadores (voluminosos y robustos), numerosos buriles (que constituye el elemento predominante, superando siempre el 27 por 100) y algunos perforadores. Las hojas de dorso abatido, incluso fragmentadas, conocen multitud de transformaciones. Los microlitos geométricos no suelen ser un elemento importante, siendo los más dominantes entre ellos los triángulos escalenos y trapecios muy irregulares. La industria ósea es muy pobre, limitándose a punzones, leznas y alisadores. La distribución del Capsiense típico es limitada, alcanzando una superficie de 12.000 kilómetros cuadrados. El Capsiense Superior se caracteriza por un conjunto de útiles cuya estructura varía con respecto al anterior. Los buriles nunca son numerosos, las hojitas de dorso dominan en algunas facies, pero en todos los niveles más recientes las hojitas y lascas denticuladas dominan, mientras que el índice de microlitos geométricos presenta variaciones de un yacimiento a otro o de una fase a otra, siempre es más elevado que el Capsiense típico. El Capsiense Superior presenta una diversidad de facies específicas que han sido denominadas independientemente, a lo largo de una evolución de casi tres mil años. Entre estas facies destacan algunas como el Tebesiense o el Tiaretiense. En el Capsiense no se han determinado estructuras, si bien se detectan, como decíamos antes, hogares delimitados por piedras en los amontonamientos de caracoles.
En estos concheros es donde se han practicado las inhumaciones, si bien no tienen una estructura determinada. Un rasgo característico del Capsiense es la presencia de arte mueble compuesto por plaquetas con grabados geométricos generalmente, aunque se encuentran también representaciones zoomorfas. Un rasgo diferenciador es la presencia de huevos de avestruz utilizados como recipientes, decorados asimismo con temas geométricos. Es en este arte mobiliar cuando nos encontramos con sensibles diferencias, a lo largo del territorio, siendo las regiones saharianas las que muestran mayor riqueza. En los albores de los complejos capsienses las conchas se presentan decoradas con símbolos geométricos simples, que se irán haciendo más complejos a través del Capsiense Superior. Una característica de la unidad del Capsiense, a pesar de sus facies, es la práctica de determinados rasgos culturales comunes en todas las facies, como es la utilización de huesos humanos y su transformación en máscaras, copas (como en el yacimiento de Medjez II), armas y útiles. En los últimos años se ha incrementado el conocimiento sobre el Epipaleolítico en el valle del Nilo. A pesar de ello sigue siendo una región con muy escasa documentación. Realmente los nuevos avances de la investigación se refieren al Alto Nilo y Nubia, sin que se observe tampoco una relación clara con el norte de Africa ni con el Próximo Oriente . Hay dos formas distintivas en cuanto a la industria lítica; por un lado, industrias sobre lasca, y, por otro, industrias de hojas que acaban enlazando con el Neolítico de la zona. Entre las industrias sobre lascas con técnica levallois, tendríamos el Halfiense (18.000 y 15.000 a.C.), el Sebiliense (13.000 y el 9000 a.C.) y el Qadiense (12.500 al 4500 a.C.). Estas industrias llevan también útiles microlíticos y geométricos. Las industrias con hojas que conllevan microburiles y técnica laminar se inician con el Ballaniense (14.000 al 12.000 a.C.) y el Silsiliense, para continuar en el Kebekiense, el Arkimiense (7500 a.C.) y finalizar con el Elkabiense (6000 a.C.). Su economía se basa en la recolección de cereales, dada la presencia de morteros y piedras de moler y elementos de hoz, desconociéndose la transición hacia el Neolítico.
Sin embargo, en las regiones más meridionales el Iberomauritánico llega más tarde y se mantiene hasta el 7000 a.C. Los hombres del Iberomauritánico forman verdaderas necrópolis con numerosos restos humanos del denominado tipo de Mechta el Arbi. En Taforalt, por ejemplo, la necrópolis contenía 160 individuos, de los que 45 eran niños muertos al nacer o de edades anteriores al año. El tipo Mechta el Arbi presenta individuos robustos, a lo que se une una práctica cultural por la que se ablacionan por lo general los incisivos medianos. Esta práctica continuará hasta el final del Neolítico . La industria microlaminar que efectúan la realizan sobre sílex para las hojitas, sin embargo, utilizan otras materias primas cuando necesitan piezas de mayor tamaño, como las calizas, cuarzo o rocas eruptivas. Las hojitas de dorso abatido predominan claramente, siendo siempre superiores al 45 por 100 de la industria y alcanzando a veces el 85 por 100. El resto de la industria se compone fundamentalmente de piezas de muesca, denticulados y pequeños raspadores. Entre los restos de talla son muy característicos los microburiles, ya que esta técnica se aplicó para la fabricación de otros objetos, especialmente las hojitas de dorso abatido. La punta que resta después de aplicar esta técnica, aguda y robusta, que subsiste después de ablacionar el microburil, recibe el nombre de puntas de la Mouillha. Existe una industria ósea muy simple y mucho más pobre que la lítica, distribuyéndose entre seis tipos de útiles cortantes, tres tipos de útiles romos y 14 tipos de útiles perforantes.
El adorno era frecuente entre los individuos del Iberomauritánico, adornándose el cuerpo con ocres, especialmente el rojo, ya que subsiste esta coloración en los esqueletos y abundantes restos de colorantes en los yacimientos. A ello se suma la importancia de los colgantes de conchas, generalmente de dentalium o valvas de lamelibranquios perforados naturalmente. El Iberomauritánico ocupa el norte tunecino hasta el occidente de Marruecos y el Atlas telliense, con un clima de lluvias más abundantes que en la actualidad. Está muy bien representado en el este de Marruecos y la región de Orán, penetrando hacia el interior. En la actualidad se distinguen tres fases evolutivas. La fase arcaica anterior al 10.000 a.C. presenta hojitas de dorso con índices inferiores al 75 por 100, microburiles numerosos (15 al 20 por 100) y puntas de la Mouillah aunque no abundantes. La fase clásica, la mejor representada, con hojitas de dorso (75 al 90 por 100), puntas de la Mouillah, puntas de Ouchtata (15 por 100) y segmentos, se calibra entre el 10.000 y el 9000 a.C. La fase evolucionada es la más interesante, ya que representa el enlace con el Neolítico, pero es también la peor conocida, observándose mezclada con el Neolítico en la zona litoral y alcanzando las regiones predesérticas. Se caracteriza por una disminución de las hojitas de dorso (60 ó 40 por 100), escasos microburiles (3 por 100), aumento del índice de segmentos (5 por 100), triángulos y, a veces, trapecios.
Las dataciones la sitúan entre el 7000 y el 5500 a.C. Es muy difícil poder asignar esta evolución a fases climáticas, ya que los análisis de fauna y vegetales impiden conocer otros datos fuera de los expuestos. El Capsiense delimitado en dos facies fundamentales Capsiense típico y Capsiense superior, a pesar de tener cronologías similares a partir de las dataciones radiométricas que aseguran una contemporaneidad entre ambos complejos y cuyos géneros de vida no parecen diferenciarse. El Capsiense típico no supera los 7900 a.C., caracterizándose por una industria de tamaño voluminoso, mientras que el Capsiense superior, de industria más laminar y más riqueza de microlitos geométricos y con numerosas facies, tiene una duración de más de dos mil quinientos años (7000 al 4500 a.C.). El hombre capsiense es un protomediterráneo que se asemeja físicamente a los bereberes actuales, más que al hombre de Mechta el Arbi, autor del Iberomauritánico. Se conoce bastante bien por los restos encontrados en los concheros, especialmente del conchero de Medjez II. Se observa un comportamiento distinto, ya que no aparece la ablación de los incisivos superiores. Una de las características es la peculiaridad de sus yacimientos, que forman auténticos tells de varios metros de espesor, a partir de amontonamiento de cenizas, conchas de caracoles y piedras quemadas, en zonas preferentemente estépicas al borde de lagunas, en donde además enterraban a sus muertos. El Capsiense típico se caracteriza por una industria lítica sobre hojas y lascas y en el que predomina el retoque abrupto.
Esta técnica de retoque se extiende a las hojitas e incluso a otros úti1es, como raspadores (voluminosos y robustos), numerosos buriles (que constituye el elemento predominante, superando siempre el 27 por 100) y algunos perforadores. Las hojas de dorso abatido, incluso fragmentadas, conocen multitud de transformaciones. Los microlitos geométricos no suelen ser un elemento importante, siendo los más dominantes entre ellos los triángulos escalenos y trapecios muy irregulares. La industria ósea es muy pobre, limitándose a punzones, leznas y alisadores. La distribución del Capsiense típico es limitada, alcanzando una superficie de 12.000 kilómetros cuadrados. El Capsiense Superior se caracteriza por un conjunto de útiles cuya estructura varía con respecto al anterior. Los buriles nunca son numerosos, las hojitas de dorso dominan en algunas facies, pero en todos los niveles más recientes las hojitas y lascas denticuladas dominan, mientras que el índice de microlitos geométricos presenta variaciones de un yacimiento a otro o de una fase a otra, siempre es más elevado que el Capsiense típico. El Capsiense Superior presenta una diversidad de facies específicas que han sido denominadas independientemente, a lo largo de una evolución de casi tres mil años. Entre estas facies destacan algunas como el Tebesiense o el Tiaretiense. En el Capsiense no se han determinado estructuras, si bien se detectan, como decíamos antes, hogares delimitados por piedras en los amontonamientos de caracoles.
En estos concheros es donde se han practicado las inhumaciones, si bien no tienen una estructura determinada. Un rasgo característico del Capsiense es la presencia de arte mueble compuesto por plaquetas con grabados geométricos generalmente, aunque se encuentran también representaciones zoomorfas. Un rasgo diferenciador es la presencia de huevos de avestruz utilizados como recipientes, decorados asimismo con temas geométricos. Es en este arte mobiliar cuando nos encontramos con sensibles diferencias, a lo largo del territorio, siendo las regiones saharianas las que muestran mayor riqueza. En los albores de los complejos capsienses las conchas se presentan decoradas con símbolos geométricos simples, que se irán haciendo más complejos a través del Capsiense Superior. Una característica de la unidad del Capsiense, a pesar de sus facies, es la práctica de determinados rasgos culturales comunes en todas las facies, como es la utilización de huesos humanos y su transformación en máscaras, copas (como en el yacimiento de Medjez II), armas y útiles. En los últimos años se ha incrementado el conocimiento sobre el Epipaleolítico en el valle del Nilo. A pesar de ello sigue siendo una región con muy escasa documentación. Realmente los nuevos avances de la investigación se refieren al Alto Nilo y Nubia, sin que se observe tampoco una relación clara con el norte de Africa ni con el Próximo Oriente . Hay dos formas distintivas en cuanto a la industria lítica; por un lado, industrias sobre lasca, y, por otro, industrias de hojas que acaban enlazando con el Neolítico de la zona. Entre las industrias sobre lascas con técnica levallois, tendríamos el Halfiense (18.000 y 15.000 a.C.), el Sebiliense (13.000 y el 9000 a.C.) y el Qadiense (12.500 al 4500 a.C.). Estas industrias llevan también útiles microlíticos y geométricos. Las industrias con hojas que conllevan microburiles y técnica laminar se inician con el Ballaniense (14.000 al 12.000 a.C.) y el Silsiliense, para continuar en el Kebekiense, el Arkimiense (7500 a.C.) y finalizar con el Elkabiense (6000 a.C.). Su economía se basa en la recolección de cereales, dada la presencia de morteros y piedras de moler y elementos de hoz, desconociéndose la transición hacia el Neolítico.