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Tras el fallecimiento de Saskia, Rembrandt se volcará en su hijo Titus, siendo retratado en numerosas ocasiones, vestido de diferentes maneras. Aquí se presenta como un joven, a la edad de 18 años, recortando su rostro sobre un fondo tremendamente oscuro. La luz dorada resalta los atractivos rasgos del muchacho, resbalando por la larga cabellera recogida con un gorro. La pincelada de Rembrandt es cada vez más suelta, entrando dentro de la "manera áspera" que define sus últimos trabajos. Las sensaciones atmosféricas serán el centro de atención del maestro, desdibujando los contornos para acercarse al estilo del último Tiziano.
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El hijo de Rembrandt, Titus, va a ser representado en múltiples ocasiones como modelo y como protagonista exclusivo de algunos cuadros como Titus estudiando. Por supuesto, que no era monje pero posó vestido como tal para hacer de modelo en un cuadro de San Francisco de Asís, santo muy popular en toda Europa e incluso en Holanda, donde había mayoría de protestantes.Resulta interesante el estudio realizado por el pintor del color marrón del hábito, donde ofrece todas las tonalidades posibles jugando con la luz y con la sombra. Incluso la textura tosca de la tela está perfectamente conseguida. El rostro iluminado por esa luz dorada es maravilloso, con los ojos y la mirada caídos, en actitud de meditación. Titus heredó de su madre, además de la fortuna, una tuberculosis que terminaría con su vida a la edad de 27 años, siete meses después de contraer matrimonio con Magdalena van Loo, sin llegar a conocer a su hija Titia.
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Titus fue el único hijo que sobrevivió de los que tuvieron Saskia y Rembrandt. Nació en 1641 y su madre moría al año siguiente, por lo que el pintor se tuvo que hacer cargo de su educación con la ayuda de Geertje Dircks y de Hendrickje Stoffels posteriormente, las dos mujeres con las que Rembrandt convivió después de enviudar. Desde pequeño, Titus era instruido por su padre en el arte de la pintura, pero le gustaba más el comercio a lo que se dedicaría en cuerpo y alma. Murió en 1668, un año antes que el maestro. El muchacho tendría unos 14 años cuando Rembrandt hizo este retrato en el que vemos a Titus sumido en sus pensamientos, olvidándose de los papeles que tiene ante él en el pupitre. En su mano izquierda sostiene un plumero. Las manos y el rostro han sido iluminados con claridad destacando así de las sombras del fondo y dando la sensación de mayor volumen. La luz también se refleja en la parte delantera del pupitre donde Rembrandt parece haber practicado varias técnicas. Como buen pintor de retratos que era Rembrandt se preocupa por captar la expresión del personaje retratado, aunque sea con una pincelada suelta y empastada como hace aquí, distanciándose de los retratos de la década de 1630, como el de Dirck Pesser.