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Los temas que Caravaggio trató en su pintura fueron similares y se conocen muchas variaciones y copias de los mismos. Esta situación era común en la pintura de la época, como ocurre también en los pintores españoles (Pacheco y Zurbarán). Caravaggio introduce una nueva manera de tratar la pintura religiosa, en arreglo a los nuevos dictados de la Iglesia Católica, que pretendía aproximar el dogma a los fieles incultos. De este modo, Caravaggio comienza a desmitificar los personajes y las situaciones, poniendo a los ángeles y a los santos los rostros de chicuelos de la calle, e incluso su propio retrato. En el lienzo que ahora nos ocupa, la anécdota religiosa es minimizada frente al aspecto cortesano y de género de la escena. Se trata de la reconvención que Santa Marta hace a Santa María Magdalena, a la que reprocha su vanidad en las cosas mundanas. La vanidad femenina se pone de manifiesto a través del riquísimo vestido, el cuidado peinado de la dama, la florecilla, el peine de marfil y especialmente, en el espejo, que simboliza la belleza superficial, no duradera. Caravaggio ha considerado la escena casi como la de una joven dama asistida por su criada y sólo el título de la pieza orienta acerca de su significado religioso, pues ningún otro elemento podría hacer pensar que no es una obra profana.
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Existe una amplia discusión acerca de la fecha en que Velázquez pintó el maravilloso Marte, aunque la mayoría de los estudiosos se inclinan por 1640-1642. Su destino era la Torre de la Parada, junto a los retratos de Felipe IV y de Esopo, por citar a dos de los 130 lienzos que decoraban las paredes del famoso pabellón de caza, no todos realizados por el maestro. También participaría Rubens, Frans Snyders o Cornelis de Vos, entre otros. El lienzo podría representar el final de los amores de Marte con Venus, por la cara de resignación y tristeza que observamos en el dios. El gesto ha sido perfectamente captado por el pintor, demostrándonos su facilidad para enseñar el alma de sus modelos. Vulcano, esposo de Venus, al ser informado de los amores entre su mujer y Marte - que Velázquez recogió en su Fragua de Vulcano - tejió una malla de hierro para sorprender a los ilícitos amantes y que los demás dioses del Olimpo contemplaran el engaño. Todo esto ya ha ocurrido y Marte, aturdido y derrotado, reflexiona sobre todo ello. Tras la figura contemplamos una sábana de color blanco del lecho donde los amantes fueron sorprendidos. Hay quien piensa que se trataría de una imagen alusiva a la perdida hegemónica de los ejércitos españoles en los Países Bajos, al contemplar al dios de la guerra derrotado. Pero resulta un poco extraño que Velázquez, siempre respetuoso hacia su señor y deseoso de obtener el ennoblecimiento, pudiera realizar una imagen en la que el honor de los temidos y famosos tercios españoles quedara dañado. La técnica empleada por el maestro es muy suelta, utilizando colores muy vivos como el azul o el rojo que nos traen a la memoria la obra de Rubens. La sensación atmosférica, dando el efecto de la existencia de aire en la estancia gracias a la luz, está siendo dominada perfectamente por el maestro. Se piensa en posibles influencias de Miguel Angel en la figura, aunque también hay opiniones que afirman estar tomada del natural.
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Etruria contaba con grandes yacimientos de hierro, cobre y estaño, por lo que la producción artística en bronce fue abundante y de gran calidad en esta civilización como muestra esta figura. Marte es considerado por la mitología antigua como el padre de Rómulo y Remo, fundadores de Roma, y de ahí la importancia de este dios para los etruscos.
acepcion
Dios del Olimpo romano (Ares para los griegos). Engendrado de Júpiter y Juno, es el señor de la guerra. Fue amante de Venus y con ella concibió a Cupido, Deimo y Fobo y Harmonía. En la mitología romana, también se le atribuye la paternidad de Príapo. Se le representa con un lobo. En la Antigua Roma su festividad se celebraba en el mes de marzo. Los sacerdotes salían en procesión y los soldados hacían prácticas en el Campo de Marte.
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Como tantos cuadros realizados en estos primeros años en Roma, fue pintado por Poussin para Cassiano dal Pozzo hacia 1629-30. Se trata de una obra ambiciosa, a gran tamaño, sobre un tema ya tratado por otros autores, como el Guercino o Rubens. Marte, sentado, recibe las atenciones de Venus, diosa del amor. A la derecha del dios de la guerra, varios amorcillos se aprestan, en un gesto ambiguo, a entregar su casco y sus armas o a quitárselas. A los pies de los amantes, dos amorcillos preparan la flecha con la que atravesarán el corazón del dios, para suscitarle el amor. Se recrea, pues, el artista en un instante fugaz, en inmortalizar los breves momentos de felicidad. Esta técnica de la ambigüedad era muy habitual en Poussin, quien dejaba la interpretación al espectador, de quien pensaba que debía, por sus conocimientos, estar a la altura de la escena representada, con la que podía entablar un juego intelectual, muy del gusto de los humanistas de la época. Completan la composición un dios fluvial y una ninfa, a la derecha. Un detalle sobre el que se ha llamado la atención es la "impotencia" del dios Marte. Se ha podido constatar que los órganos genitales existieron originalmente pero que el tiempo y la abrasión producida por la limpieza terminaron por provocar una pérdida de pintura en una zona indicada de forma ligera.