Médico de Cámara de Felipe II, el monarca le envió a Nueva España con la misión de completar un estudio de la historia natural de la región relacionándola con la medicina. Durante siete años (1570-1577) permaneció en México, realizando numerosos viajes que le permitieron recoger 17 volúmenes de dibujos y estampas, obra que fue perdida en el incendio de El Escorial (1671). Publicó en México "Quatro libros de la naturaleza y virtudes de los árboles, plantas y animales de la Nueva España, en especial de la Provincia de México, de que se aprovecha la Medicina" que sirve de compendió a su gran trabajo. Tradujo la "Historia Natural" de Plinio. Algunos autores como el italiano Recchi o Gómez Ortega publicarían obras relacionadas con los trabajos de Hernández por lo que su empresa no se perdió al completo en el mencionado incendio.
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Personaje
Escultor
Jerónimo Hernández se trasladó de Ávila a Sevilla hacia 1540, atraído por el floreciente actividad económica y cultural que estaba viviendo la capital hispalense en aquel momento. El intercambio comercial con América convirtió esta ciudad en uno de los lugares más interesantes para artistas procedentes de Italia y de otras zonas de España como Toledo o Ávila. En su taller fueron creadas numerosas obras que respondían a los gustos populares de la época. Dentro de su producción escultórica hay que destacar creaciones como el San Jerónimo del retablo de la Visitación de la Catedral de Sevilla, imágenes del retablo mayor de la iglesia de la Madre de Dios de Sevilla y Jesús resucitado de la iglesia de la Magdalena. Aunque no existe certeza de ello, parece ser que realizó el retablo de Santa María de Arcos de la Frontera. Si no fue él su autor, sí queda documentada la intervención en esta obra de Andrés Ocampo, uno de sus discípulos.
Personaje
Mujer de Juan de Cáceres. No se sabe con certeza si se enroló desde el principio en la hueste de Cortés o llegó en alguna de las posteriores incorporaciones a la hueste. Bernal Díaz del Castillo la nombra entre quienes estuvieron en el Baile de la Victoria, después de la caída definitiva de Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521.
Personaje
Casada con Francisco de Córdoba, vivió en Cuba. Pasó a México como criada de Catalina Suárez Marcaida, de quien dijo ser amiga desde tiempo atrás.
Personaje
Literato
Su educación discurre en su localidad natal en el colegio de los Jesuitas. Sin embargo, tuvo que abandonar sus estudios y ponerse a trabajar como pastor de ovejas y repartidor de leche. Atraído por los versos de Góngora y Garcilaso, en estos años desarrolló una gran afición por la poesía. Incluso, participó en una tertulia literaria en la que también se encontraban Ramón Sijé y Efrén Fenoll. Hacia los años treinta se instala en Madrid y comienza a trabajar con José María Cossio en su gran obra enciclopédica "Los Toros", un tratado técnico e histórico que fue conocido como "El Cossío". Además entra en contacto con otros poetas de su tiempo como Luis Cernuda y Rafael Alberti, entre otros. En tiempos de la República y desde el Partido Comunista, realizó una importante labor para que en los lugares más pobres se llevaran a cabo proyectos pedagógicos. Miguel Hernández se convirtió en un destacado poeta y dramaturgo. Empleó recursos literarios tradicionales para tratar asuntos de su tiempo como la guerra, denunciar las injusticias o simplemente abordar temas como el amor y la muerte. La sensibilidad y el lirismo son dos notas predominantes en sus creaciones. A estos años pertenecen obras como "Perito en lunas" o "El rayo que no cesa". En ambas se advierte su admiración por Góngora. Cuando estalló la Guerra Civil, fue uno de los participantes en el Congreso internacional de intelectuales antifascistas que se celebró en Valencia. En estos años escribió "Viento del pueblo", o "El hombre acecha", donde aborda el aspecto más terrible de la guerra. Al finalizar la guerra fue capturado, mientras huía en dirección a Portugal. Aunque inicialmente se le condenó a muerte, su pena fue conmutada por treinta años de cárcel. Tres años después, Miguel Hernández fallecía, víctima de tuberculosis. Durante estos años de reclusión escribió "Cancionero y romancero de ausencias", una de las obras más importantes de su legado. En estos versos se impone la sobriedad. La soledad, el amor a su familia y la guerra son algunos de los temas que aborda. Aunque podría haber sido uno de los miembros de la llamada Generación del 27, la crítica literaria no le ha incluido en este grupo. Dámaso Alonso, sin embargo, le consideró "el genial epílogo del Grupo".
Personaje
Pintor
Su formación discurre en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal. Con veintiún años recibe una ayuda y se traslada a Granada a la Residencia de Pintores. Su siguiente destino es París, donde acude a la Academia Española de Bellas Artes. Los paisajes y las escenas urbanas son un tema recurrente en su obra. La interpretación que hace de ellos es cada vez más libre por influencia de las tendencias abstractas. A finales de los cincuenta la Fundación Juan March le concede una ayuda para aprender la técnica del mosaico. Cuando vuelve a España establece su residencia entre Madrid, Ibiza y Mallorca. La mayoría de sus creaciones las realiza sobre papel en gouache y óleo. Las escenas populares centran su atención. Pero con el paso del tiempo y la influencia de las nuevas vanguardias su arte tiende hacia formas abstractas. La luz de su tierra natal es otra de las constantes que siempre se repiten. En los setenta vuelve a experimentar y pinta sobre metacrilato y en los ochenta realiza sus primeros proyectos escultóricos con planchas metálicas. Su trayectoria profesional fue reconocida con el premio Nacional de Artes Plásticas en 1984. Sus creaciones se encuentran repartidas por los principales museos españoles y de Europa.
Personaje
Científico
Estudió Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid y allí fue discípulo de Salvador Calderón y Arana. Cuando trabajaba en su tesis sufrió el cierre de los laboratorios donde realizaba sus investigaciones, pero gracias a la ayuda de José de MacPherson pudo continuar sus estudios hasta doctorarse en Geología. Su primer trabajo fue como profesor en la Universidad de Valladolid y luego como catedrático en un instituto en Córdoba. A petición de la Sociedad Española de Historia Natural realizó un estudio de las islas Canarias y en 1941 encabezó una expedición al Sáhara. De él se puede decir que realizó importantes trabajos sobre Sierra Morena y la Sierra de Córdoba. Es autor de varios trabajos sobre arqueología y geografía, además de analizar ríos y zonas fluviales. Hizo un importante análisis de la época glaciar en Avila, además de interesantes estudios arqueológicos. También son dignos de mención sus trabajos de geología sobre los fósiles del Mioceno en Castilla.
Personaje
Otros
Literato
Secretario y escribano en el Paraguay, redactó los "Comentarios" dirigidos al infante don Carlos, relatando la penosa expedición de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en la que se incluyen valiosos datos etnohistóricos y geográficos, y los sucesos acaecidos a éste en Paraguay.
contexto
Hernando Colón, alma de los pleitos colombinos Obtener los mayores privilegios como recompensa al Descubrimiento fue hazaña que correspondió a Cristóbal Colón; mantenerlos después contra todo y todos, intentar que no fuesen mermados ni se extinguiesen fue obra de sus sucesores, y a esto se dedicaron con tenacidad y constancia, desde el primero hasta el último. Cuando Cristóbal Colón era un don nadie y su empresa descubridora parecía la más arriesgada aventura que se pudiera imaginar, fue capaz de esperar siete años hasta que los Reyes, por fin, le dieron lo que pedía. Cuando, tras el paréntesis de la gloria, llegó el fracaso y la Corona dejó en suspenso tales privilegios, sus hijos y herederos, haciendo honor a su sangre, entablaron un pleito contra la misma Corona que duró cincuenta años; treinta, la parte principal y veinte años más los últimos detalles o derivaciones. Pues bien, tocante al capítulo de los Pleitos Colombinos --y de manera especial a su etapa clave, que se extiende desde 1508 a 1536-- si hubiera que destacar al personaje más representativo del sentir familiar ese sería, sin lugar a dudas, don Hernando Colón, tan intransigente como conocedor de lo que estaba en juego, y siempre vigilante. Bastará repasar los momentos álgidos de dichos Pleitos, cuando se presume que puede haber decisiones trascendentes, para comprobar que Hernando siempre anda cerca, muy cerca de donde conviene a los intereses familiares. Todo empezó en 1508 con una jugada maestra del Rey Católico. Don Diego, heredero en el mayorazgo colombino, fue nombrado Gobernador de las Indias --pero no Virrey-- con los mismos poderes, ni uno más, que disfrutaba Nicolás de Ovando, a quien sustituiría20. Decimos que era una jugada maestra del Rey porque teóricamente cedía ante la insistencia de D. Diego (éste, casado con D.? María de Toledo, sobrina del Duque de Alba, contaba con el respaldo de la poderosa familia). Pero en la práctica, Fernando el Católico no transigía ante la pretensión colombina de que se le reconocieran los mismos derechos y privilegios disfrutados hasta 1500 por el descubridor de América. Es decir, el nombramiento dicho era una concesión graciosa del monarca, revocable cuando este quisiera; mientras que don Diego defendía que a él y a sus sucesores les correspondía por derecho de justicia ser gobernadores y virreyes hereditariamente de todas las tierras descubiertas y por descubrir, con todas las prerrogativas políticas, jurisdiccionales y económicas inherentes a tales oficios. El único título que no se discutía era el de Almirante, conservado siempre por don Cristóbal y heredado tras su muerte por su hijo Diego. En cierto modo, también se les había respetado la mayor parte de los beneficios económicos concedidos en las Capitulaciones de Santa Fe. El 9 de julio de 1509 todos los Colón, con el segundo Almirante y nuevo gobernador a la cabeza, desembarcaron en Santo Domingo. Dos meses después Hernando regresaba a Castilla para defender los intereses de su hermano y agilizar una sentencia judicial sobre los privilegios colombinos. Acababan de comprobar que don Diego estaba sufriendo recortes económicos, mermas en sus facultades de gobierno, y hasta el protagonismo descubridor de don Cristóbal por las costas de Centroamérica (1502) podía quedar ensombrecido, por causa de la expedición de Pinzón y Solís. Razones todas más que suficientes para movilizar a toda la familia, con parientes incluidos. Hernando Colón, con plenos poderes de su hermano Diego, actuará al frente de esta empresa. Y nadie discute su participación activa presentando escritos de réplica contra la postura del fiscal. Tenía 22 años, comenzaban los famosos y larguísimos Pleitos y ahí estaba él, empapándose de argumentos legales para reclamar todo en favor de su apellido y para no ceder nunca un ápice desde esta postura inicial. Sus argumentos fueron siempre los mismos: los privilegios colombinos eran un contrato entre los Reyes y Colón. Un contrato obliga a ambas partes; si Colón cumplió la suya (descubrimiento de nuevas tierras al otro lado del Océano), los Reyes estaban obligados igualmente a respetar lo capitulado con él. En consecuencia, todas las promesas hechas a Cristóbal Colón debían cumplirse. Así pensaba y eso es lo que defendió don Hernando hasta el final de sus días, sin entrar en otras matizaciones. El punto débil de esta postura invariable radicaba en que mezcló concesiones que tenían calidad de contrato con otras que eran mercedes otorgadas graciosamente por los Reyes. El primer capítulo del proceso se cerró con la Sentencia dada por el Consejo Real en Sevilla (5 de mayo de 1511). La discrepancia colombina con el fallo abrió un rosario interminable de protestas, nuevas vistas, comprobaciones, nuevas sentencias y vuelta a empezar hasta 153621. Un segundo momento de plena actividad hernandina al lado de su hermano Diego, esta vez presente en Castilla, tiene mucho que ver con los cambios políticos que vive el reino. Muerto Fernando el Católico (1516) que tanto recortó las aspiraciones colombinas, es hora de no dormirse, de maniobrar ante el nuevo rey Carlos I, ganar sus oídos o comprar favores de los influyentes cortesanos flamencos que invaden Castilla. Dos referencias relativas al período que va desde 1516 a 1520 pueden ser suficientes. La primera podría fecharse entre 1516 y 1517. Se trata de una Propuesta o proyecto de Audiencia Real en Santo Domingo de la isla Española, bajo la presidencia del Almirante de las Indias22. Tenía como finalidad controlar esta institución jurisdiccional que tantos quebraderos de cabeza venía dando a Diego Colón desde que los primeros jueces de Apelación llegaron a Santo Domingo entrado el año 1512. Sin embargo, la propuesta hernandina era difícilmente aceptable para cualquier gobernante que se opusiera a los privilegios colombinos. La segunda referencia nos traslada a mediados de 1519. Diego Colón y Bartolomé de Las Casas, estando en Barcelona con la Corte, elaboran un plan conjunto para poblar una extensa zona de Tierra Firme23. El Almirante estaba dispuesto a secundarlo cuando llegó Hernando y aconsejó a su hermano que pidiera la gobernación perpetua de dicha tierra a cambio de los gastos que se comprometía a hacer. De nada sirvió la advertencia que les hiciera Las Casas de que con esa condición no se aceptaría el proyecto, pues era precisamente la parte capital que se discutía en los Pleitos. Merece resaltarse el lamento lascasiano: Era el don Hernando docto en cosas de cosmografía y de historias que llaman de humanidad, por lo cual, el Almirante, su hermano, le daba demasiado crédito; y no fue chico el yerro que ambos, el uno en dar el parecer y el otro en seguillo, hicieron, ni el daño que la casa y estado del Almirante rescibió dello24. En 1523-24 arrecia de nuevo el peligro para los intereses familiares, y otra vez Hernando, pluma en ristre, aguzará su saber de jurista muy notable formado en estos Pleitos que siente tan suyos. Hay que atribuirle dos piezas de gran madurez, muy en línea con aquella otra que como cosmógrafo elaboraría meses después. Por una parte está el Papel (que de su misma letra dice que es el mejor que escribió en esta materia) acerca del derecho que como Almirante y Virrey debía tener su hermano en el grado de suplicación en las causas civiles y criminales que se seguían en los tribunales de las Indias25, en paralelo acusadísimo con la respuesta del Almirante al fiscal (12 de septiembre de 1524) en los Pleitos, y que se le atribuyese26. El momento exigía hilar muy fino, ya que las denuncias contra Diego Colón por abusos de poder cometidos en Indias durante los años 1521 y 1522 eran muy graves. Tanto que cuando se enteró el Emperador le ordenó regresar inmediatamente a la Corte para dar cuenta de sus actos. A veces, sin saber cómo ni por qué, los papeles comprometidos cambian de lugar, y como por ensalmo lo que estaba en un cajón aparece en otro o desaparece sin más. Es cosa del demonio que todo lo revuelve, dicen. Esto viene a cuento de dos noticias curiosas27, anecdóticas, que deben servir más para pensar que para sacar conclusiones, pues faltan pruebas definitivas. A primeros de octubre de 1524 Tomás del Mármol y Juan de Vitoria, dos escribanos, de familia a su vez de escribanos, eran requeridos por los señores del Consejo que entendían en los Pleitos, y a petición del fiscal, a que buscasen entre los papeles que guardaban un proceso hecho al Almirante don Cristóbal Colón sobre la justicia que hizo a ciertos hombres en la isla Española (año de 1500) y que estaba relacionado con la sustitución y regreso de Colón a Castilla. Buscaron y rebuscaron los eficientes escribanos (lo mismo que la Corte era itinerante, los secretarios y escribanos solían moverse con los papeles a cuestas y con frecuencia los guardaban en sus casas) y no lograron encontrar nada; y lo que era peor, no tenían noticia de tal proceso. Conclusión: naturalmente que hubo proceso, pero se perdió o extravió, por supuesto. La otra noticia se refiere concretamente a Hernando Colón. Se trata de una relación de gastos hechos por un criado suyo obedeciendo órdenes del propio Hernando. Entre tales gastos aparecen recogidos algunos obsequios que se enviaron a ciertas personas (secretarios, relatores, licenciados ... ) que intervinieron en un pleito que Hernando ganó a don García de Toledo. Entre los detalles enviados por buenos respetos aparecen un par de perdices, un par de conejos, dos docenas de zorzales, un barril de aceitunas, etc.28. Basándose en este hecho comprobado, algún historiador aventura que con más razón tuvo que funcionar lo de los buenos respetos en los Pleitos Colombinos. En una de esas jornadas de peregrinaje por Castilla siguiendo a la corte murió Diego Colón (23 de febrero de 1526). Había gastado vida y hacienda pleiteando, y sus negocios estaban en esa hora peor que al principio. Tal era el embrollo procesal que se había ido organizando que pareció que lo mejor era hacer tabla rasa de lo dictaminado anteriormente y así el Consejo ordenó que se viese el Pleito desde el principio en su totalidad. El viejo paladín de esta causa que era Hernando fue confirmado como uno de los representantes legales de la familia, aunque perdiendo algo el protagonismo casi exclusivo de otros tiempos. Pero esto entra de lleno ya en la escenografía que ambientará la gestación de la Historia del Almirante.
contexto
Hernando Colón, cosmógrafo La herencia de un apellido diestro en el arte de ensanchar mundos, los papeles paternos saturados de observaciones y de saber, el ejemplo vivido cerca y también su propia inquietud personal inclinaron a Hernando a la navegación y a la cosmografía. Rozaba los 14 años cuando experimentó la mar acompañando a su padre y a su tío en el cuarto viaje colombino, el más difícil y penoso. A tan escasa edad demostró no poca entereza y mucho interés. El valioso relato que de esta navegación nos ha dejado en su Historia del Almirante hacen pensar en un cuaderno de notas o apuntes personales tomados durante esa inolvidable experiencia. A la luz del ejemplo paterno aprendió los buenos resultados que podían obtenerse cuando alguien sabía conjugar conocimiento teórico y práctica lograda a golpe de mil observaciones diarias. ¡Cómo no iba a quedar agigantado a los ojos de aquel joven el gran descubridor, tras la manera que tuvo de presentir y esquivar aquel terrible huracán cuando navegaba por las costas de Santo Domingo en el verano de 1502! ¡O la escena de Jamaica aprovechando un eclipse de luna para intimidar a los indios y tenerlos sumisos!12. Muerto el primer Almirante, papeles y escritos, dibujos, cartas y mapas, su herencia, en suma, continuó viva en todos los Colón, especialmente en sus hijos. Por todo ello, resulta muy difícil discernir si este escrito o aquel proyecto de Hernando (o de Diego, que para esto estaban y se sentían profundamente hermanados) aportaba algo personal o era cosecha totalmente prestada. Enlazando con esto, un historiador serio como Jos13 no dudó en calificar a nuestro personaje de plagiario de su padre. Dicho tan a bote pronto parece duro, excesivo si a tal acepción la rodeamos de las connotaciones peyorativas que hoy tienen para cualquier intelectual al uso. Por si sirve de algo aclarar lo de plagiario, los tiempos en que escribía Hernando eran muy otros a los actuales, con costumbres algo diferentes y harto poco respetuosas con la producción intelectual ajena, Y si esta producción o inspiración procedía del propio padre o de su tío don Bartolomé, injustamente relegado por muchos, miel sobre hojuelas, que dirían algunos; todo quedaba en casa. Sin embargo, no vayamos demasiado deprisa. Es sabido que una persona que plagia es aquella que se atribuye y firma como propio algo perteneciente a otra. ¿Es este el caso de Hernando Colón con respecto a su padre? A pregunta directa, respuesta igualmente directa, adelantándonos a lo que diremos a continuación: no. Cierto es que entre padre e hijo hay influencias notables, paralelismos claros, pero las alusiones y referencias, unas claras, veladas otras, son suficientes para en puro rigor tener que desechar el término plagio. Las obras referentes al tema que ahora nos ocupa son varias, y unas con otras, tanto las conocidas como las que se han perdido, nos acercarán a la verdadera dimensión del personaje. Entre 1509 y 1511 la actividad de don Hernando es intensa. Tras su rápido viaje a las Indias, casi de ida y vuelta y que será estudiado en relación con los Pleitos Colombinos, todo --interés familiar e intereses de la Corona-- incitaba a no quedarse quieto al que tenía algo que ofrecer. Lo primero en el tiempo es un Memorial por el Almirante (finales de 1509) con apuntes y notas traídos de las Indias, pero cuya elaboración final lleva el sello incuestionable de don Hernando14. En este Memorial se esbozan ideas sobre poblar y descubrir que remiten explícitamente al descubridor. En relación con dicho Memorial, acaso como una ampliación de esas ideas esbozadas habría que situar el Tratado sobre la forma de descubrir y poblar en la parte de las Indias, cuya autoría se atribuye él mismo por propia confesión. Esta obra se ha perdido. En la misma línea de hacer méritos ante el rey Fernando el Católico está el Proyecto de Hernando Colón en nombre y representación del Almirante, su hermano, para dar la vuelta al mundo, fechado en Sevilla el 19 de julio de 1511, y que no hace mucho tuvimos la fortuna de sacar a la luz. Para quien dude por sistema de Hernando sirvan estas líneas: Diré lo que dello siento así como por lo que de él aprendí de palabra y de muchos libros y escrituras que de él me quedaron y de otras partes he recogido. Aparte de la novedad y curiosidad del documento, de la temprana fecha (casi 10 años antes del viaje de Magallanes-Elcano), de su ofrecimiento para dirigir la expedición, conviene destacarlo igualmente porque alude a otra importante obra suya, presentada por esas mismas fechas en la corte, y que se titulaba Colón de Concordia, también perdida. Este trabajo hernandino ha sido visto siempre en paralelo con el Libro de las Profecías en el que tanto trabajó el descubridor auxiliado por su amigo el cartujo Gaspar Gorricio, y en algunas páginas también por Hernando. Esta etapa plena de actividad intelectual y deseo de servir a la Corona se debe cerrar con aquella respuesta del Rey (22 de agosto de 1511) dándose por enterado y agradeciéndole el servicio, pero ordenándole al mismo tiempo que permaneciera en Sevilla o en Córdoba, donde mejor gustara, en espera de decisiones que nunca llegaron. A nadie debe extrañar que durante estos años las ideas colombinas estuvieran tan presentes y fueran aceptadas sin discusión y con orgullo por toda su familia. Téngase en cuenta que la visión cosmográfica del descubridor aún no había sido rectificada; es decir, las tierras de América corresponderían al borde más oriental del ámbito asiático. Con los años, don Hernando sumaba lecturas, saber y fama de experto en cosmografía. De 1522 debe ser la Escritura o forma de navegación para su alto y felicísimo pasaje de Flandes a España. Regresaba Carlos I de coronarse Emperador y entre su séquito estaba --no se sabe en calidad de qué-- el segundo hijo de Colón. Por desgracia también se ha perdido esta pieza15. Pero eso no es óbice para que todos los historiadores le encuentren un extraño paralelismo con otro documento elaborado por su padre en 1496, cuando la princesa Margarita venía de Flandes a Castilla a casarse con el Príncipe don Juan. Por último, el trabajo más completo y maduro, colofón en buena medida de su actividad corno experto cosmógrafo, tiene fecha de 1524 y se titula El derecho que la Real Corona de Castilla tiene a la conquista de las provincias de Persia, Arabia e India, e de Calicut e Malaca con todo lo demás que al Oriente del Cabo de Buena Esperanza el Rey de Portugal sin título ni derecho alguno tiene usurpadas16. En esta pieza documental repasa sus trabajos anteriores a modo de curriculum meritorio jalonado de servicios a la Corona. Ha sorprendido a algunos estudiosos que don Hernando, en esta ocasión, olvidase aludir expresamente a su padre cuando este se había manifestado con toda claridad años antes sobre este mismo asunto (un Memorial entregado a los Reyes Católicos en el monasterio de la Mejorada el año 1497 y la Información y relación del derecho que tenían los Reyes Católicos a las Indias, de hacia 1500). La razón del proceder hernandino es que ahora --no así en 1511-- el gran descubridor había dejado de ser aquella autoridad incontestable que fuera tiempo atrás; se había equivocado al identificar las tierras de América con las más extremas de Asia, como acababa de demostrar la triunfante expedición de Elcano tras dar la vuelta al mundo. El globo terráqueo era más grande de lo que había imaginado don Cristóbal. Y por eso don Hernando, cual hombre sabio y prudente, al silenciar ideas y trabajos paternos, soslayaba igualmente sus errores. Este escrito que venimos comentando fue el punto final y, en buena medida, justificativo de un fracaso personal precedente que Hernando sufrió en las juntas de Badajoz-Elvas de 152417. Aquí se habían reunido expertos castellanos y portugueses (3 astrónomos, 3 marinos y 3 letrados de cada reino) con el fin de llegar a un acuerdo sobre la demarcación que el meridiano acordado en el Tratado de Tordesillas (1494) habría de tener sobre la zona oriental. Dicho de forma más simple: si las islas de la Especiería y el Maluco pertenecían a España o a Portugal. Don Hernando participó en calidad de afamado cosmógrafo y su postura fue la más intransigente y dura de la representación castellana. Y acaso también la más inteligente. Los portugueses no cedieron y no hubo acuerdo. Todo lo dicho tiene por telón de fondo las Indias, y bien podemos concluir con el encargo hecho por el Emperador en 1526: que don Hernando se reuniera con los principales pilotos españoles y elaboraran un mapamundi o carta general de navegación que quedase corno modelo y guía en la Casa de la Contratación de Sevilla. Por, razones que desconocemos no se realizó18. La faceta cosmográfica de don Hernando quedaría incompleta si no mencionáramos, siquiera brevemente, la Descripción y Cosmografía de España19, corno él gustaba llamar. Hoy día se la conoce también con el nombre de Itinerario. La intención de este proyecto inacabado era recorrer todos los pueblos de España en busca de los datos geográficos y topográficos más interesantes de cada lugar, para reunirlos después alfabéticamente en un Vocabulario o diccionario topográfico de España. El día 3 de agosto de 1517 se puso en marcha la obra, después de que su promotor hubiera establecido el método a seguir. Empeño tal, por muy viajero que se fuera, no podía ser obra individual sino de equipo. Para ello se sirvió de criados y delegados suyos que con las debidas autorizaciones legales recorrieran los pueblos de España en busca de información fidedigna. Este esfuerzo, costeado exclusivamente por el hijo del descubridor, fue impedido por el Presidente del Consejo Real de Castilla, según palabras del propio Hernando. Y una orden del Emperador, de 13 de junio de 1523, ponía punto final a tan encomiable iniciativa al prohibirles taxativamente continuar lo emprendido. Un colaborador de Hernando, Juan Pérez, adelantó por su cuenta una explicación: La envidia no lo dexó llevar a cabo. Otras explicaciones posteriores han apuntado que si una empresa de tal envergadura era más propia del Estado que de un particular; que si al utilizar datos administrativos quien ningún cargo público ejercía, es decir, Hernando, estaba atribuyéndose unas competencias que no le correspondían. Sea lo que fuere, lo único cierto es que hubo de esperar a las Relaciones topográficas escritas en tiempos de Felipe II para encontrar algo parecido a lo que quiso realizar don Hernando. El historiador y el geógrafo lamentan más que nadie que no le dejaran terminar este trabajo.