Las producciones del sureste
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Datos principales
Rango
ibérico
Desarrollo
Más al este, el panorama de la cerámica ibérica se complica considerablemente. Contamos, no obstante, con la existencia de varios estudios que pueden contribuir, de una u otra manera, a hacemos más llevadero el panorama; entre ellos, los de S. Nordström para la provincia de Alicante, V. Page sobre las cerámicas que imitan modelos griegos y los que en los últimos tiempos están llevando a cabo R. Olmos y R. Ramos sobre aspectos iconográficos de las cerámicas de La Alcudia de Elche. También en este área nos encontramos con una multiplicidad de tipos cerámicos, que van desde las más bastas cerámicas de cocina -las tradicionalmente llamada arcaizantes-, hasta los más complejos ejemplares con una rica decoración figurada. Las primeras están hechas a torno, aunque en ocasiones se encuentran también las hechas a mano, de pasta muy barata, con mucho desgrasante y bastante grueso, que le confiere un aspecto bastante tosco; de ahí el nombre de arcaizantes con que se las designó a principios de siglo, pues se suponía entonces, mediante una rígida aplicación del método estilístico, que lo más antiguo debía ser de peor factura y por tanto más arcaico que lo más modero. Este tipo de recipientes puede presentar también elementos decorativos y ornamentales muy simples, a base de incisiones, cordones digitados o no, etcétera. Muy frecuente es también la cerámica más fina, pero sin decoración, cuyas formas y acabados resultan similares a los de la cerámica pintada.
Tanto unas como otras muestran unas formas propias que difieren de las del grupo meridional; ahora aparecen los cálatos en sus distintas variedades, las urnas de orejetas perforadas, los vasos de borde dentado y de doble reborde, etc., aunque los tratamientos y acabados cerámicos -alisado, engobe, pintura, etc.- son bastante similares en ambos grupos. La mayor parte de esta cerámica ibérica es de color castaño, aunque la cerámica gris también es relativamente abundante. La más importante es, con todo, la cerámica pintada. Su origen puede rastrearse, como en el Mediodía , a partir de los modelos orientalizantes traídos por los fenicios, asentados en una factoría en las proximidades de la desembocadura del Segura, y matizados posteriormente por los griegos. Esta influencia se plasma en las formas -grandes tinajas con tres asas, ánforas, etc.- y sobre todo en las decoraciones. Puede seguirse la evolución decorativa, desde los temas más antiguos, caracterizados por la bicromía -aunque siempre en menor proporción que los recipientes monocromos- y la sencillez de la decoración, hasta los más recientes, caracterizados por el barroquismo y la decoración figurada, contemporáneas ya de la época romana. La decoración geométrica más simple está compuesta, como en Andalucía, por líneas horizontales anchas y estrechas, dispuestas de forma irregular. La fecha de su aparición es muy antigua, pues deriva directamente de los modelos orientalizantes, y constituye en realidad una simplificación de éstos, que en su origen podían ser más complejos.
No puede decirse, sin embargo, como se suponía hasta no hace muchos años, que pueda existir una diferencia cronológica entre esta cerámica más sencilla, decorada casi exclusivamente con bandas y líneas horizontales, y aquella otra algo más compleja, que a estos motivos suma otros más elaborados, como las semicircunferencias y las circunferencias concéntricas, que aparecen ya en yacimientos ibéricos de los siglos VI y V a. C. Un poco más tarde comienzan a aparecer otros motivos decorativos, como las líneas onduladas que suelen recibir el nombre de tejadillos si son horizontales y cabelleras si son verticales, los soles, cuartos de circunferencias formados por puntos o líneas discontinuas, reticulado de rombos, etc., que constituirán la base de la decoración de la cerámica ibérica clásica. Todos ellos se disponen sobre un entramado básico de bandas y líneas paralelas que delimitan los frisos horizontales en los que se incluye la decoración. En algunos de estos vasos, ya en el siglo IV a. C., y sobre todo a lo largo del III, los elementos vegetales comienzan a aparecer en la decoración, en un primer momento como elementos de relleno (flores de loto, hojas de hiedra, etc.) en un entramado básicamente geométrico, pero poco a poco ganarán terreno como elementos independientes, llegando a componer frisos exclusivamente vegetales.
Tanto unas como otras muestran unas formas propias que difieren de las del grupo meridional; ahora aparecen los cálatos en sus distintas variedades, las urnas de orejetas perforadas, los vasos de borde dentado y de doble reborde, etc., aunque los tratamientos y acabados cerámicos -alisado, engobe, pintura, etc.- son bastante similares en ambos grupos. La mayor parte de esta cerámica ibérica es de color castaño, aunque la cerámica gris también es relativamente abundante. La más importante es, con todo, la cerámica pintada. Su origen puede rastrearse, como en el Mediodía , a partir de los modelos orientalizantes traídos por los fenicios, asentados en una factoría en las proximidades de la desembocadura del Segura, y matizados posteriormente por los griegos. Esta influencia se plasma en las formas -grandes tinajas con tres asas, ánforas, etc.- y sobre todo en las decoraciones. Puede seguirse la evolución decorativa, desde los temas más antiguos, caracterizados por la bicromía -aunque siempre en menor proporción que los recipientes monocromos- y la sencillez de la decoración, hasta los más recientes, caracterizados por el barroquismo y la decoración figurada, contemporáneas ya de la época romana. La decoración geométrica más simple está compuesta, como en Andalucía, por líneas horizontales anchas y estrechas, dispuestas de forma irregular. La fecha de su aparición es muy antigua, pues deriva directamente de los modelos orientalizantes, y constituye en realidad una simplificación de éstos, que en su origen podían ser más complejos.
No puede decirse, sin embargo, como se suponía hasta no hace muchos años, que pueda existir una diferencia cronológica entre esta cerámica más sencilla, decorada casi exclusivamente con bandas y líneas horizontales, y aquella otra algo más compleja, que a estos motivos suma otros más elaborados, como las semicircunferencias y las circunferencias concéntricas, que aparecen ya en yacimientos ibéricos de los siglos VI y V a. C. Un poco más tarde comienzan a aparecer otros motivos decorativos, como las líneas onduladas que suelen recibir el nombre de tejadillos si son horizontales y cabelleras si son verticales, los soles, cuartos de circunferencias formados por puntos o líneas discontinuas, reticulado de rombos, etc., que constituirán la base de la decoración de la cerámica ibérica clásica. Todos ellos se disponen sobre un entramado básico de bandas y líneas paralelas que delimitan los frisos horizontales en los que se incluye la decoración. En algunos de estos vasos, ya en el siglo IV a. C., y sobre todo a lo largo del III, los elementos vegetales comienzan a aparecer en la decoración, en un primer momento como elementos de relleno (flores de loto, hojas de hiedra, etc.) en un entramado básicamente geométrico, pero poco a poco ganarán terreno como elementos independientes, llegando a componer frisos exclusivamente vegetales.