Influencia bizantina al norte del Duero
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Datos principales
Rango
Arte Español Medieval
Desarrollo
Cuando Gómez Moreno escribió su libro de las "Iglesias mozárabes", tuvo que usar con frecuencia el término bizantino para calificar los elementos decorativos, especialmente al hablar de la mayoría de los capiteles. Más adelante Schlunk ha reflexionado repetidas veces sobre las influencias bizantinas en el arte visigodo y en el asturiano , para concluir con el análisis de las obras mozárabes a las que sólo puede encontrar paralelos muy indirectos y parciales en el arte que se le supone contemporáneo. También ha podido verse que parte del bizantinismo del arte asturiano viene de la reutilización de piezas visigodas o de contactos directos, mientras que la influencia bizantina en lo mozárabe no guarda relación con lo que se hacía en el Oriente en el siglo X, ni siquiera con las repercusiones que se observan en esa época en el arte islámico , que debería ser el vehículo por el que llegan hasta lo mozárabe.Más adelante se reseñarán los puntos de contacto que existen entre la arquitectura de la Andalucía musulmana y la de los reinos cristianos antes de la introducción del románico, pero parece conveniente agrupar en un solo capítulo las manifestaciones de un arte decorativo de claras raíces bizantinas, que enlaza directamente con lo visigodo, y cuyas manifestaciones se concentran al norte del río Duero, en la zona de repoblación mozárabe, que es también, esencialmente, la de los antiguos Campos Góticos.
Aunque no se han efectuado análisis para establecer la procedencia de los mármoles en los que están labrados los capiteles del llamado mozárabe leonés, su aparente uniformidad se atribuye a las canteras del Bierzo, en las que estaría asentado el taller de producción; de allí salió el centenar largo de piezas conservadas, en las que no hay grandes diferencias estilísticas que permitan pensar en un funcionamiento muy dilatado; tampoco se conocen obras de otro estilo en el mismo material, por lo que debe concluirse que su vida fue breve y con una sola dirección estilística.Las influencias bizantinas sobre estos capiteles proceden de tipos de los siglos V y VI, cuya introducción en España cuenta con dos buenos testimonios. En la iglesia del Cristo de la Vega de Toledo hay una columna con capitel de acanto espinoso, en el que los ápices de las hojas se tocan en un plano continuo dejando entre ellos triángulos y pentágonos de vértices muy marcados; el diseño es idéntico a otros de Constantinopla, donde no se distinguiría de los allí existentes, por lo que se atribuye a un artista de indudable formación oriental.En Santa María de Bamba (Valladolid), hay un capitel reutilizado como pila de agua bendita, que ofrece el mismo tipo de hojas y suprime las volutas menores laterales, dejando una superficie lisa en cada cara como ocurre también en capiteles de Constantinopla. De estos modelos procede directamente un capitel de San Cebrián de Mazote , que es el paso intermedio hacia los de la serie leonesa de la misma iglesia, en la que se añaden ya los pequeños rizos a las hojas que se utilizan en combinaciones siempre libres y distintas.
Esta evolución leonesa de los capiteles bizantinos no se da en otros lugares, lo mismo que la disposición de una tercera fila de hojas de acanto alrededor de las volutas, como se ve en piezas de San Román de la Hornija , que sí aparecen en los capiteles visigodos de San Fructuoso de Montelios , o el tratamiento de sogueado y rizos sobre un capitel de forma claramente visigoda en Ayoo de Vidriales (Zamora).La conexión de los capiteles leoneses con los visigodos hace pensar que el taller se mantuvo en funcionamiento latente para renacer en el siglo X, o que realmente todo lo que se atribuye a una escuela mozárabe sea realmente el producto final del arte local visigodo.Debe tenerse en consideración que la puesta en funcionamiento de una cantera con el número de artesanos hábiles que necesita esta producción, no sería tarea de poco tiempo, como para emprenderla los monjes mozárabes llegados a Andalucía, que se vanaglorian de levantar sus iglesias con gran rapidez; precisamente, las iglesias en las que se conservan capiteles de este tipo no tienen un solo fuste de columna original, sino que aprovechan todo lo que está a su alcance, por dispar que sea, incluso empalmando piezas distintas, y si hubieran contado con una cantera activa les hubiera sido mucho más fácil conseguir fustes que capiteles.Sorprende también que los capiteles más ricos se encuentren en iglesias de escasa importancia, mientras que están ausentes de los restos de las grandes fundaciones monásticas o de las nuevas iglesias de la corte trasladada entonces a León.
Hay que recordar que muchas fundaciones mozárabes mencionan su revitalización de viejas iglesias visigodas abandonadas, de las que se conocen aún las advocaciones o los primeros fundadores.Finalmente, los modelos de edificios en que se encuentran los capiteles son demasiado diferentes como para atribuirlos a un mismo impulso; en las plantas de las iglesias se observan modelos bien conocidos en época visigoda que no se mantuvieron en el arte asturiano, junto a otros que sí podrían ser mozárabes del siglo X; la identificación en algunos casos del empleo de la misma unidad de medida de ochenta centímetros, que es normal en época visigoda, permite diferenciar en este conjunto de iglesias lo que se ha mantenido de las ruinas de primitivos edificios visigodos y lo que debe corresponder a restauraciones mozárabes. Este capítulo de arte bizantinizante leonés sería, por tanto, una fase final del visigodo, en la que el vínculo común se establece por el empleo de capiteles producidos por un taller local de primera calidad, extinguido en el siglo VIII. En la descripción de cada iglesia podrá precisarse lo que conservan de época visigoda.
Aunque no se han efectuado análisis para establecer la procedencia de los mármoles en los que están labrados los capiteles del llamado mozárabe leonés, su aparente uniformidad se atribuye a las canteras del Bierzo, en las que estaría asentado el taller de producción; de allí salió el centenar largo de piezas conservadas, en las que no hay grandes diferencias estilísticas que permitan pensar en un funcionamiento muy dilatado; tampoco se conocen obras de otro estilo en el mismo material, por lo que debe concluirse que su vida fue breve y con una sola dirección estilística.Las influencias bizantinas sobre estos capiteles proceden de tipos de los siglos V y VI, cuya introducción en España cuenta con dos buenos testimonios. En la iglesia del Cristo de la Vega de Toledo hay una columna con capitel de acanto espinoso, en el que los ápices de las hojas se tocan en un plano continuo dejando entre ellos triángulos y pentágonos de vértices muy marcados; el diseño es idéntico a otros de Constantinopla, donde no se distinguiría de los allí existentes, por lo que se atribuye a un artista de indudable formación oriental.En Santa María de Bamba (Valladolid), hay un capitel reutilizado como pila de agua bendita, que ofrece el mismo tipo de hojas y suprime las volutas menores laterales, dejando una superficie lisa en cada cara como ocurre también en capiteles de Constantinopla. De estos modelos procede directamente un capitel de San Cebrián de Mazote , que es el paso intermedio hacia los de la serie leonesa de la misma iglesia, en la que se añaden ya los pequeños rizos a las hojas que se utilizan en combinaciones siempre libres y distintas.
Esta evolución leonesa de los capiteles bizantinos no se da en otros lugares, lo mismo que la disposición de una tercera fila de hojas de acanto alrededor de las volutas, como se ve en piezas de San Román de la Hornija , que sí aparecen en los capiteles visigodos de San Fructuoso de Montelios , o el tratamiento de sogueado y rizos sobre un capitel de forma claramente visigoda en Ayoo de Vidriales (Zamora).La conexión de los capiteles leoneses con los visigodos hace pensar que el taller se mantuvo en funcionamiento latente para renacer en el siglo X, o que realmente todo lo que se atribuye a una escuela mozárabe sea realmente el producto final del arte local visigodo.Debe tenerse en consideración que la puesta en funcionamiento de una cantera con el número de artesanos hábiles que necesita esta producción, no sería tarea de poco tiempo, como para emprenderla los monjes mozárabes llegados a Andalucía, que se vanaglorian de levantar sus iglesias con gran rapidez; precisamente, las iglesias en las que se conservan capiteles de este tipo no tienen un solo fuste de columna original, sino que aprovechan todo lo que está a su alcance, por dispar que sea, incluso empalmando piezas distintas, y si hubieran contado con una cantera activa les hubiera sido mucho más fácil conseguir fustes que capiteles.Sorprende también que los capiteles más ricos se encuentren en iglesias de escasa importancia, mientras que están ausentes de los restos de las grandes fundaciones monásticas o de las nuevas iglesias de la corte trasladada entonces a León.
Hay que recordar que muchas fundaciones mozárabes mencionan su revitalización de viejas iglesias visigodas abandonadas, de las que se conocen aún las advocaciones o los primeros fundadores.Finalmente, los modelos de edificios en que se encuentran los capiteles son demasiado diferentes como para atribuirlos a un mismo impulso; en las plantas de las iglesias se observan modelos bien conocidos en época visigoda que no se mantuvieron en el arte asturiano, junto a otros que sí podrían ser mozárabes del siglo X; la identificación en algunos casos del empleo de la misma unidad de medida de ochenta centímetros, que es normal en época visigoda, permite diferenciar en este conjunto de iglesias lo que se ha mantenido de las ruinas de primitivos edificios visigodos y lo que debe corresponder a restauraciones mozárabes. Este capítulo de arte bizantinizante leonés sería, por tanto, una fase final del visigodo, en la que el vínculo común se establece por el empleo de capiteles producidos por un taller local de primera calidad, extinguido en el siglo VIII. En la descripción de cada iglesia podrá precisarse lo que conservan de época visigoda.