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MEMORIAL 37 El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Suplico a V.M. con todo encarecimiento a mí posible, sea servido de considerar todo cuanto en este Memorial represento y prometo, a fin de que esta obra se encamine y salve de tan grandes males y daños como veo la amenazan, y hoy las tienen las Indias por falta de un buen principio. Señor, este buen principio pido para aquella postrera parte del mundo, con recuerdo de que si en ella se yerra, no queda otra de importancia a donde poder acertar; y que después no vale arrepentimiento sino agora el remedio, y este remedio está en la merced que V.M. hace a ella y a mí, que es mandarme sean dados los despachos a mi satisfacción, para que el Virrey del Pirú me dé lo que fuera menester a la empresa. Advierto a V.M. que la satisfacción que quiero es que esta obra se asegure en sus bienes, y para que sea así, conviene que V.M. se sirva mandar al Virrey gaste mil ducados de la caja de la Ciudad de los Reyes, sin excusa ni dilación, y que me dé mil hombres, los más que pudieren ser casados, y los navíos que bastaren para llevarlos con bastimentos, armas, municiones, respeto, rescates y todo lo demás necesario para un buen despacho, y que cada cosa de por sí vaya en la cédula expresada clara y firme, para que el Virrey entienda bien la voluntad de V.M., conque no exceda el gasto dicho, y también que yo sepa por qué voy y a qué voy; quiero decir que V.M. se sirva de darme el título (que no puedo escusar) y instrucciones de lo que he de hacer, y una cédula que hable generalmente con todos sus Ministros, para que me ayuden y ninguno me impida, ni a las personas que se pueden ofrecer por el camino, y en Lima.

Y otra cédula para que si yo muriere pueda nombrar la persona que hubiere mostrado el tiempo que conviene ocupar aquel lugar. Y juntamente que V.M. me conceda las 80 personas eclesiásticas y seculares que pido aquí, de España conocidas y de satisfacción, y aunque no sea por más que porque se usa la estimación que V.M. hace de esta causa y de mi buena voluntad, debe V.M. hacer esta merced a ella y a mí, y también más porque el Japón y otras partes de las Indias se conceden a cuarentena los religiosos y las compañías enteras de soldados para Filipinas, y juntamente por ser tan grande la Parte Austral y tantas sus necesidades, pues carece de todo bien, y por lo caro que ha costado comenzar grandes empresas con poca fuerza y poco orden, que yo ofrezco para ayuda de llevar estas personas, 3 mil ducados de los 6 mil ducados que V.M. me hace merced de costa, y ofreciera los otros 3 mil si no los tuviera menester para pagar parte de mis deudas y aviarme, y con todo lo daré si V.M. se sirve dello. Las personas que pido son como se sigue. El uno es don Marcío de Ureña, Canónigo y Tesorero de la Santa Iglesia de Astorga; 12 religiosos capuchinos españoles de quienes tengo 1 o 2 cartas; son doctos y aunque no lo fueran agora más importará el ejemplo con los naturales que no letras, pero siempre son necesarias letras y virtud. Mucho deseo su ida, así por el fervor que les veo, como por la devoción que tengo a la Orden de San Francisco y por lo que ayudarán a templar los nuestros.

Siento movimiento en la Orden de Santo Domingo y fray Bernardino está firme en su buen propósito, y lo mismo fray Andrés de Almeyda. Suplico a V.M. me los conceda que los pido para grandes cosas de hermanos de Juan de Dios. Seis Capitanes de Guerra y Mar, que se ofrecen y 6 Alféreces; 12 personas bien entendidas de negocios para repartir cuidados y trabajos y para con todos asegurar la parte de V.M. Maestros de arcabuces, herreros, canteros, albañiles, carpinteros de lo blanco y de ribera, calafates, aserradores, cordoneros de jarcias, toneleros, botijeros, olleros, fundidores, arquitecto, pintor, escultor, platero, matemático para observar, describir y enseñar, ingeniero, médico, cirujano y boticario, y todos los otros oficios que no se pueden escusar para dar principio a un Nuevo Mundo. Es de advertir que todas estas personas han de entrar en el número de las concedidas y que más costará sacar del Pirú las 10, con estar en duda si las habrá, que llevar de aquí las 80 tan forzosos y importantes como suena, y que éstas irán como se han de llevar soldados y lo serán cuan sean menester. También se debe advertir que no han de hacer más costa del dinero concedido, como lo tengo mostrado por el arbitrio del hierro y por los que abajo se siguen. Recuerdo a V.M. que además del despacho principal es menester llevar de respeto para poder mantener y conservar el caso, una gran partida de bizcocho, harina, vino, azufre, vinagre y otros géneros para sustentar la gente, y para vueltas de viaje; es menester para navíos nuevos y despachar los viejos, una buena partida de velas, jarcias, brea, sebo, estopa, copey y hachotes para faroles.

Es menester para aviar soldados, una buena partida de cordellares, cañamasos, ruanes, camisas, sombreros, alpargatas, espadas, cuchillos, hachas de mano y machetes para romper montes y abrir caminos cuando marchen. Es necesario para la Iglesia una imagen del Salvador, otra de la Virgen María, con dosel, un palio, una custodia, cálices, ornamentos, cera labrada, campanas, una colgadura de tafetanes y de guardamecíes, órganos y música, con todo lo demás que se debe al culto divino, su decencia y autoridad, para aficionar a los indios, y juntamente el vestuario para religión. Es necesario una buena partida de vestidos de tafetanes y de ropa de algodón de colores, monteras, calzados, espejos, tijeras, cuchillos, carcabeles, trompas, chaquiras y otras cosas de vidrio, de buena vista, y las demás de rescate para contentar los indios y indias y rescatar con ellos las cosas que tuvieren de valor y sus comidas. Es necesario una gran partida de hierro y acero para labrar y calzar todas las herramientas que se deberá fabricar de todas suertes, sementeras, plantas, minas y llevarse hechas algunas para luego servirse de ellas. Son menester cuatro instrumentos de cobre con sus fogones y hornos de hierro para sacar agua dulce de la salada en la mar, y en la tierra para sacar vino de palmas y para hacerse otros provechos, y juntamente ollas, calderas para azúcar, añil, peroles, sartenes, embudos para hacer aguada, hornos de pan para suplir faltas y a enfermos, y otras piezas de cobre que son bien menester cuando se vuelve a navegar.

Es necesario artillería para fuertes, versos para descubrir, mosquetes, arcabuces, pólvora, plomo, cuerdas, hierros de picas, rodelas y otras armas y una buena botica. Advierto a V.M. que comprándose en España las cosas que della van al Pirú y allí se han de comprar para la jornada, y esto al crédito de lo que V.M. mande se gaste, y comprándose en los vales de Trujillo, Santa, Ica, Sierra y otras partes las cosas de la tierra necesarias a mi despacho, apresto y provisión, que se ahorrará a buen juzgar más de 100 mil ducados, y con sólo 15 mil se pueden llevar las personas que pido aquí, conque, parece que la obra irá bien encaminada y asegurada en su principio, medio y fin. Señor, todas las partidas referidas, así las de despacho principal como las de respeto, los navíos, aparejos dellos, paga de gente, con toas las otras cosas que he de llevar de Lima, que sería largo decirlas, no han de costar más de solos 500 mil ducados por una vez, allá y acá, sin que entre en mi poder un solo maravedí, siendo los precios que los vea yo hacer, y los géneros, y todo el despacho a mi satisfacción, y este trabajo yo le quiero armar a trueque de que V.M. sea mejor servido y el Virrey se descuide; y debe creerse de mí que quiero llevar buena gente, buenos navíos, buenos bastimentos, buenas armas, buenas instrucciones, buenos resguardos, salir a tiempo del puerto y dar buena cuenta de mí a Dios y a V.M. en cuanto me tocare. Advierto que cuando fui a descubrir se gastaron 184 mil ducados, con 130 personas, y que agora me ofrezco llevar 1.000 hombres, las familias de los casados y los aventureros (!) con solos los 500 mil ducados referidos. También se debe creer que me duelo tanto de la hacienda de V.M. cuanto lo mostré en que no quise recibir mi sueldo y en que no lo pido agora, y que celo tanto los bienes espirituales y temporales de aquellas gentes, cuanto lo tengo importunado y bien mostrado, pues de mí mismo no me duelo, atrueque de que la obra no padezca y perezca. Por todo lo cual vuelvo a suplicar a V.M. me sirva de concederme la merced que pido, por ser conveniente y forzosa, y me anime en acertar en este grande servicio de Dios y de V.M.

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