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AL MUY MAGNÍFICO SEÑOR BALIANO DE FORNARI, JOSÉ MOLETO Fueron siempre, magnífico Señor mío, tenidos en grandísima estima todos aquellos que fueron descubridores de alguna cosa provechosa; y a tal aprecio subieron entre los antiguas, que, no contentándose con darles alabanza humana, los contaron entre los dioses. De allí, Saturno, Jove, Marte, Apolo, Esculapio, Baco, Hércules, Mercurio, Palas y Ceres; y de allí, en suma, todos los dioses gentílicos de que están llenos los escritos antiguos. No me parece que hicieron esto sin alguna razón verosímil, porque no teniendo luz de la verdadera religión, adoraban a los hombres de quienes habían recibido algún beneficio notable. Ni puede mejor, a juicio de los sabios, mostrar el hombre señal de gratitud a aquel de quien ha recibido un provecho tal que no puede remunerarse con dones comunes, sino con honrarlo, pues solamente se honran las cosas divinas o que tienen resplandor de divinidad. Y, ¿qué mayor señal puede dar el hombre de su divinidad, que con descubrir cosas de utilidad para otro hombre? Y es hecho cierto que todo inventor de cosas útiles es sumamente amado por Dios, siendo éste sólo el verdadero dador de todos los bienes; el cual, muchas veces, por medio de un solo hombre, se digna manifestar cosas rarísimas y escondidas por muchos siglos; como en nuestro tiempo ha sucedido con el Nuevo Mundo, de los demás ignorado, o, si lo conocieron, la memoria de esto se perdió en tal manera, que todo aquello que se contaba era tenido por fabuloso; y ahora, por medio del ilustre D.

Cristóbal Colón, hombre verdaderamente divino, le ha placido manifestarlo. Por lo cual, de esto cabe deducir primeramente, que este varón singularísimo, fue muy grato al eterno Dios, y, por tanto, se puede afirmar que si hubiese vivido en la Edad Antigua, no solamente los hombres, por tan magna obra, le habrían contado y puesto en el número de los dioses, más aún le hubiesen hecho el príncipe de éstos. Y es cosa cierta que no puede esta época honrarlo tanto que no sea digno de mayor honra. Y es digno de grandísima alabanza quien se consagra a la inmortalidad de un hombre tan esclarecido, verdaderamente digno de vivir en la memoria de los hombres mientras dura el mundo; como se ve que ha hecho vuestra señoría, que con tanta diligencia ha procurado que salga a luz la vida de tan egregia persona, escrita, ha tiempo, por el ilustre D. Hernando Colombo, segundo hijo del mencionado D. Cristóbal, Cosmógrafo mayor del invictísimo Carlos V. Fue D. Hernando de no menos valer que su padre, y dotado de más letras y ciencias que éste; el cual dejó a la Iglesia mayor de Sevilla, donde hoy se ve honrosamente sepultado, una librería, no sólo numerosísima, mas también riquísima y llena de muchos libros rarísimos de toda Facultad y Ciencia; la cual, quienes la han visto, la juzgan una de las cosas más notables de toda Europa. Resulta indudable que su Historia es verdadera, pues la escribió el hijo con relaciones y cartas y con mucha prudencia.

También está fuera de sospecha que no fuese escrito por manos del susodicho ilustre D. Hernando, y que lo que ha visto vuestra señoría, no sea el mismo original, pues a vuestra señoría le dio por tal el ilustre D. Luis Colombo, muy amigo de vuestra señoría, y el día de hoy Almirante de Su Majestad Católica; fue sobrino del dicho D. Hernando, e hijo del ilustre D. Diego, primogénito de D. Cristóbal; el cual D. Diego heredó el estado, y la dignidad de su padre. Del buen ánimo de dicho D. Luis no se puede decir tanto que lo sea más vuestra señoría, por lo que, como caballero de honor, de suma bondad, y deseoso de que la gloria de tan excelente varón quede siempre inmortal, no mirando a su edad, de setenta años, ni a la estación, ni a lo largo del viaje, vino de Génova a Venecia con propósito de hacer imprimir el mencionado libro, tanto en lengua castellana, en la que fue escrito, como en la italiana, y aun con designio de mandar traducirlo a la latina, para que del todo pudiera hacerse clara y manifiesta la verdad de los hechos de hombre tan eminente, ciertamente gloria de Italia, y en especial de la patria de vuestra señoría. Mas viendo el mucho tiempo que esto exigía, obligado por sus muchas ocupaciones, públicas y particulares, a volver a su ciudad, se encargó de ello el Sr. Juan Bautista de Marino, caballero adornado de nobilísimas cualidades, de mucho ánima y muy estudioso; el cual, siendo como es muy señor mío, ha querido que fuese mío en buena parte el afán de tal negocio, y yo no he intentado eludirme, sabiendo que daría gusto al mencionado señor y que a vuestra señoría no le sería desagradable, observándolo yo como fue. He, aquí, pues, señor mío, que el libro se publica, y con razón, bajo el nombre de vuestra señoría, como de quien ha procurado con tanta fatiga que se imprima y de quien he recibido tan diligente ayuda. Siendo casi como obra vuestra, es justo que los efectos retornen y se reflejen en su causa. Recibid, pues, señor, con alegre semblante, vuestro libro, y tenedme siempre por afectísimo. De Venecia, el día 25 de Abril de 1571.

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