Compartir


Datos principales


Desarrollo


El manuscrito de la Tercera Parte Durante mucho tiempo ha sido el gran desaparecido. Estuvo en manos de Jiménez de la Espada, quien pensó alguna vez en publicarlo; no lo hizo y se pasó la oportunidad. En 1946, el investigador peruano Rafael Loredo comenzó en el Mercurio Peruano la publicación de capítulos de esta parte tomados de un manuscrito que nunca describió, ni detalló; en una primera serie trascribió 56 capítulos, a los que se añadieron dos capítulos más que llevaban los números 61 y 77, que aparecieron en Lima en 1964, en tanto que la serie fue saliendo al público desde 1946 a 1958. A esta serie añadí yo en 1974 nueve capítulos más (del 88 al 97) en el Boletín del Instituto Riva Agüero. Loredo hablaba de varios manuscritos conservados en España; por mi parte, y tras larga búsqueda, localicé, en la biblioteca del antiguo patronato Menéndez y Pelayo del CSIC de Madrid los nueve capítulos que habían sido transcritos por Jiménez de la Espada de un manuscrito que le había proporcionado el conocido bibliófilo Sancho Rayón. Pude localizar un manuscrito en posesión del súbdito irlandés sir John Galvin, pero no me fue posible hojearlo, ni simplemente verlo. Sorpresa agradable produjo en los ambientes ciecianos la publicación en Roma, en 1979, de un manuscrito casi completo de la Tercera Parte, por su descubridora Francesca Cantú, que se guardaba en la biblioteca apostólica vaticana. Poco después tuve la oportunidad de examinar a mi gusto el manuscrito Reginense Latino n.

?51 (llamado así por proceder de la colección formada por la reina Cristina de Suecia), del que se me proporcionó amablemente una copia en microforma, de la que he tomado texto para la edición madrileña de 1984-1985. En el manuscrito van juntas la segunda y la tercera parte colocadas en orden inverso, de tal manera que la tercera parte ocupa los folios 1-131, y la segunda desde el 132 hasta el 216. El manuscrito tiene toda la apariencia de ser ológrafo, y de haber sido sometido a distintas correcciones en vida del autor; en cualquier caso, conserva notas destinadas o a un lector de mucha confianza, o a un copista que debe transcribirlo. En el primer caso está la nota marginal que se conserva en el folio 1.: V.md. lo haga /el favor /de que se ponga en tal parte que no me trasladen /copien /nada; porque debajo desta confianza irá por sus cuadernos lo que v.md. mandare; y si me trasladaren algo dellos, es destruirlo todo. Y este cuaderno leído, tráiganlo y llevarán otro; y si quisiera lo de los Incas /la Relación/ también lo llevarán... Esta nota marginal nos deja algo perplejos, pues no se ve por qué sería destruirlo todo permitir que se sacara una copia de parte del manuscrito. Hay una nota en el folio 42 al final del capítulo 36, de la misma letra que el resto, en que se indica al lector o al copista que salte a los folios 45, 46 y 47 y continúe pasados éstos con el 42 v; en que comienza el capítulo 39 con la noticia de las primeras acciones de la guerra civil por la sucesión de Huayna Capac: indicación que perturba el orden de los folios, pero no el de los capítulos, que mantienen el orden existente: 36-37-38.

En el folio 107 (c. 81), una nota parecida manda al lector a una señal marginal que se encuentra nueve folios más adelante, en el 116 v del cap. 87: la nota dice: Este capítulo de Hernando Pizarro ha de entrar, donde está otra señal como ésta... Y en el lugar correspondiente a la segunda nota, se dice: Aquí ha de entrar el capítulo de Hernando Pizarro que tiene esta señal. Indicación que no ha sido seguida por los editores, sin que al parecer haya sufrido mucho la inteligibilidad del texto. Las fechas no eran el fuerte de Cieza; comparando la relación de la primera entrada que hizo al continente desde el golfo de Urabá, con la relación aprovechada por Fernández de Oviedo, y con la documentación coetánea, aparece claramente un desvío de un año: febrero de 1537 frente a enero de 1538. Curiosamente, Cieza mantuvo a lo largo de sus relatos la fecha adelantada; y en el tercer libro damos con una anotación referida a fechas, de las que se reconoce ignorante: se trata del día, mes y año en que don Francisco Pizarro salió del puerto de Sanlúcar, cuando acababa de conseguir las primeras capitulaciones para sus conquistas. Dice así: El señor provisor (¿Pedro Bravo?) mande escribir a Hernando Pizarro, si se acuerda del día, mes y año, que salieron de San Lúcar; téngoselo de acordar y suplicar... Cieza no consiguió el dato que pedía al provisor, y la fecha quedó en blanco en el manuscrito. Para completar la descripción del manuscrito vaticano, hay que hacer constar que le faltan algunos folios, que sin embargo existían en el manuscrito que utilizó Loredo en su edición del Mercurio Peruano.

Son éstos los folios 36 y 37, que comprenden los capítulos segunda mitad del 31, 32 entero, y mitad primera del 33. En ellos se trata de las primeras hostilidades que aparecieron entre los indígenas, que ya estaban molestos por la presencia de los castellanos. Estos capítulos están en la copia empleada por Loredo, que puede ser el mismo manuscrito que sigue en poder de sir John Galvin. En cambio faltan en las dos familias de manuscritos los que hubieran formado la unión entre este libro y la primera de las guerras civiles (la guerra de Salinas). Cieza alude a su contenido, demostrando que él los había redactado. En la edición de 1984, yo he suplido estos capítulos por los que Herrera dedica al tema al final de su Década Quinta y comienzo de la Sexta. Carezco de datos para saber si el ms. utilizado por Loredo tenía estos capítulos; o si el ms. propiedad de sir John Galvin los tiene. Sin embargo, parece que no los tenía el ms. propiedad de Sancho Rayón que Jiménez de la Espada tuvo en su poder, y que concluye de la misma manera que el ms. vaticano, interrumpiendo la acción con la llegada de Rada al campo de Almagro en territorio chileno. Antonio de Herrera, último poseedor conocido de este manuscrito cieciano, se engalanó con plumas ajenas al copiarlo (o plagiarlo) en sus Décadas, comenzando en la III y concluyendo en la V; en que precisamente he utilizado yo su texto para suplir, en la edición madrileña de 1985, los folios perdidos de Cieza. Voy a dedicar un poco de atención a este editor inesperado.

Siempre se ha considerado muy aceptable la versión de Herrera sobre el descubrimiento y conquista del Perú, pero sólo tras el hallazgo del manuscrito vaticano se puede establecer cuál fue su fuente de información, y hasta qué punto Herrera ha seguido el texto de Cieza. Herrera se apega al texto de Cieza desde el capítulo II al XL, que transcribe fundamentalmente en sus décadas III (libros: 5, 6, 8 y 10) y IV (libros: 2, 3, 6, 7 y 9). En los capítulos 37 a 43, que Cieza considera fuera de lugar en el manuscrito, Herrera sigue el orden antiguo en las décadas V y III. Lo mismo ocurre en los capítulos 86-89 de Cieza, que en su libro representan una interrupción del orden estrictamente cronológico: interrupción que Herrera retrotrae al libro 7.? de la década quinta. Pasado este par de interrupciones, y desde el capítulo 86 de Cieza hasta el 97, Herrera se ajusta al orden cieciano. No está de más repetir lo dicho anteriormente y que confirma esta identidad básica; ha sido posible sustituir los folios desaparecidos, en los manuscritos hasta ahora conocidos de Cieza, por los que en Herrera relatan el sitio del Cuzco, hasta conectar con la llamada guerra de Salinas, y que se encuentran al final de la década quinta y comienzo de la sexta. La circunstancia de haber sido conocida la versión de Cieza a través de las páginas de Herrera las hace altamente probables, tomándose por dos testimonios concordantes lo que no es más que uno: redactado por Cieza y copiado por Herrera. Difieren generalmente en las consideraciones morales que ocupan gran parte del texto cieciano y que dan a su obra un tinte pesimista que no ha pasado a la versión de las Décadas, que es un himno a los castellanos.

Obras relacionadas


No hay contenido actualmente en Obras relacionadas con el contexto

Contenidos relacionados