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Desarrollo


Estructura y contenido de la Historia de la nación chichimeca La Historia de la nación chichimeca es, como su nombre indica, una obra de carácter histórico, bien organizada y agradable de leer. Al igual que las restantes crónicas indígenas, parte le la creación del mundo y llega a la Conquista. Por desgracia, este valioso manuscrito no está completo, pues se interrumpe cuando Cortés se dispone a iniciar el sitio de la bella capital azteca. Consta de 97 capítulos subdivididos en dos partes. La primera, que incluye los 76 primeros capítulos, trata la historia prehispánica desde una perspectiva sincrónica. Así, por sus páginas desfilan los diferentes pueblos que poblaron el Anahuac; tolteca, chichimeca, azteca... La segunda parte comprende 19 capítulos, que describen la acción de la hueste cortesiana. Podría pensarse, dado su carácter fragmentario, que el plan original incluía una tercera parte de tipo etnográfico. Aunque no se puede descartar tal hipótesis, ya que la descripción etnológica es una constante de la crónica indiana51, carecemos de datos al respecto. Lo más probable es que la narración finalizase bien con la caída de Tenochititlan, bien con el regreso de Cortés de las Hibueras, fecha que abre un nuevo período en la historia de México. Fecha de elaboración El escrito de D. Fernando, cuyo posible título original fue Historia general de la Nueva España52, debe considerarse una obra de madurez, puesto que, sin el menor género de dudas, nos encontramos ante el último trabajo de Ixtlilxochitl.

Respecto al tiempo que el tetzcocano dedicó a la Historia, Alfredo Chavero afirma que nuestro autor la dio terminada después de treinta años (1610-1640)53. Más prudente, Edmundo O'Gorman se limita a señalar que no poseemos datos para aventurar fechas54. Según él, el examen del libro sólo permite asegurar que el capítulo XLIX debe ser posterior a 1615, por que en sus páginas se cita la Monarquía indiana del franciscano Juan de Torquemada, obra publicada este año55. El manuscrito Como ocurre con tantos otros manuscritos mexicanos, el original de la Historia de la nación chichimeca ha desaparecido. Se sabe que perteneció a D. Carlos de Sigüenza y Góngora --el sabio sobrino de Luis de Góngora y Argote--, pues se lo regaló, junto con otros documentos, su íntimo amigo Juan de Alva Ixtlilxochitl, el hijo del historiador56. Tras la muerte de Sigüenza, ocurrida en 1700, el manuscrito pasó a la biblioteca del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, una entidad educativa de la ciudad de México regentada por la Compañía de Jesús. Allí pudieron consultarlo dos grandes mexicanistas del siglo XVIII, D. Lorenzo Boturini Benaduci y el abate Francisco Javier Clavijero. El documento desapareció antes de que mediase la centuria. Ahora bien, Boturini en su Catálogo del Museo Indiano proporciona una inquietante noticia: el ejemplar de la biblioteca jesuítica es copia57. ¿Quiere esto decir que Sigüenza no donó el original sino una transcripción? La historia de la obra de Ixtlilxochitl se inicia con la pérdida temprana del manuscrito autógrafo y continúa con la desaparición de las copias del siglo XVIII.

Así, el traslado efectuado por Boturini se encuentra en paradero desconocido, si bien Mariano Fernández de Echeverría y Veytia logró sacar un trasunto de él en 175558. Por supuesto, la copia de Veytia se extravió; pero, afortunadamente, un religioso seráfico, fray Manuel Vega, incluyó una transcripción de la misma en la recopilación documental que hizo en 1792. La Historia de la nación chichimeca figuraba, junto con otros documentos, en el volumen trece de la copiosa Colección de memorias de la Nueva España59. Para los antiguos mexicanos, el número trece no tenía ese carácter nefasto que el vulgo occidental le atribuye, y desde luego, no les faltaba razón, porque el trabajo del P. Vega logró escapar de los tres grandes peligros que acechan a los manuscritos antiguos: la destrucción, el traspapelado y la bibliomanía. Claro está, no fue el dios desconocido de Nezahualcoyotl quien hizo posible este milagro, sino la previsora burocracia hispánica, que efectuó una copia por triplicado. De los tres ejemplares de las Memorias de la Nueva España, el primero se envió a la Península y hoy se conserva en la Real Academia de Historia. El segundo quedó en poder de la Secretaría virreinal pasando, tras la independencia de México, al Archivo General de la Nación. Peor suerte corrió la reproducción destinada a la Orden de San Francisco, ya que desapareció del convento grande de San Francisco de México y --misterios de Clío-- apareció en los archivos generales del madrileño Ministerio de Hacienda60.

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