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CONCLUSIÓN DE LA OBRA Advertencia al curioso Lector, y última Protesta. Dije ya al principio el fin que tenía en escribir esta Vida, como también que la escribí metido entre aquellas Bárbaras Naciones, con falta de Libros y de Padres Compañeros con quien consultar; y que habiéndome resuelto a condescender a las súplicas de los devotos y apasionados del V. Padre que lo conocieron y trataron, dando lugar a que saliese a luz dicha Vida e Historia, supliqué a algunas personas doctas y que conocieron al Siervo de Dios, la leyeran, y fueron de parecer que bien se podía imprimir, y que sería su leyenda no sólo edificante, sino que movería a muchos a alistarse para operarios de la Viña que plantó este ejemplar Misionero. Y diciéndome que echaban menos un tratadito de las Virtudes, me resolví el hacerlo, animándome el que en esta Ciudad no carecería de Libros, ni de personas doctas con quien poder comunicar las dificultades, que me ocurriesen: y aunque esto no me ha faltado; pero sí me ha faltado el tiempo y sosiego que necesitaba, por haberme ocupado la obediencia en la carga pesada de la Guardianía de este Colegio. Esta consideración me servirá para excusarme de cualquiera falta que los curiosos Lectores notaren en el último Capítulo, principalmente de la brevedad de tan principalísimo asunto. Presumo también que echarán menos el del don de la contemplación del Siervo de Dios, revelaciones, profecías, milagros, y todo aquel aparato de las gracias gratis datas que hacen admirable y ruidosa la santidad de algún Siervo de Dios.

Pero tengo muy presente, que todas estas gracias, aunque son muy admirables y apreciables, no constituyen la santidad esencial, que se vincula a la gracia santificante. No el don de contemplación, pues éste como notó San Gregorio (lib. 2, hom. 5 in Ezeq. núm. 19, col. 1361, op, tom. I) suele concederse así a los perfectos, como a los no perfectos, y a los principiantes e imperfectos. "Nom enim contemplationis gratia summis datur, & minimis non datur, sed saepe hanc summi, saepe minimi, saepius remoti:::: percipiunt". Y muchas veces sucede, que ni aun a los Santos se concede, como de los ya Canonizados nota Ntrô. Eminentísimo Laurea (de Oral. opuse. 7, cap. 2). Sin duda por eso en las Causas de Canonización no se inquiere de ella, sino en cuanto es una especie de hábito adquirido del acto de contemplar y orar, como enseña el Señor Benedicto XIV (lib. 3 de Beat. & Can. SS. cap. 26, pág. 186). Pero como ella según reglas de la Mística, sea un acto compuesto de Fe viva y caridad encendida, quedando probadas estas dos virtudes de este Siervo de Dios, debemos decir que no le faltó este don de contemplación. Tampoco constituyen la santidad esencial revelaciones, profecías, milagros, don de lenguas, etc., porque como estas gracias, a diferencia de la santificante, como enseña nuestro Doctor irrefragable Alexandro de Ales (in 2 part. quaest. 73) se dan para utilidad de los otros, pueden hallarse juntas en un mismo Sujeto con el pecado mortal, como con él enseña el Exîmio Suárez (tom.

I de Grat. prol 3, cap. 4, núm. 10) y el docto Viguer (in Inst. Theol. tit. de Grat. Div. cap. 9, S. 1) por estas palabras: "Gratia gratis data differt a gratia gratum faciente, primo quia haec potest stare cum peccato mortali, & sine charitate &c." Y a más, como no son necesarias para la consecución de la Bienaventuranza, su falta no arguye imperfección, como enseñan los Salmaticenses (tom. 3 Curs. Theol. in Arb. praed. S. 17, núm. 164). "Sed quia ad beatitudinem consequendam necessariae non sunt, idcirco neque illarum defectus defectum sanctitatis ostendit." Y por esto instando Ntrô. Matheuccio, como Promotor que era de la Fe, a los Postuladores de la Causa de San Vicente de Paúl, para que propusiesen algo de dichas gracias, ellos como perspicaces, según dice el mismo Matheuccio (en su Pract. Theolog. Canon. ad Caus. Beatif. & Canon. tit. 6, cap. 6, núm. 20) respondieron, que aunque no le fataban al Santo, no eran necesarias para el efecto de la Canonización. Los que conocieron y trataron al N. V. Padre, me acusarán quejosos de haber omitido muchas acciones ejemplares; y para cerrarme la puerta a toda excusa, tal vez me objetarán lo de Casiodoro (in Comp. Rhet.) "Satius est narratione aliquid superesse quam deesse: nam superflua cum tedio dicuntur; necessaria cum periculo substrahuntur." Pero a esto debo decirles, que me ha sucedido lo que a los Pescadores en abundantes placeres de Perlas, donde la prodigiosa copia hace que se les escapen de entre las manos muchísimas.

Las virtudes de los Siervos de Dios salen al público medrosas, hasta que la perezosa volubilidad de los años va limpiando la idea de ciertas materiales impresiones que le ofuscan el brillante lustre; y el afecto que le profesaba como a mi venerado Maestro, me ha contenido en decir otras muchas cosas, no se atribuyesen a demasiada pasión, aunque siempre es disculpada con la reflexión que Parentibus, & Magistris uunquam satis, que decían los Filósofos. Esta máxima parece llevaba consigo San Juan Capistrano, que con tanto anhelo solicitaba los honores para su amado Maestro San Bernardino de Sena, como se puede ver en la Carta que escribió a los magníficos Ciudadanos de Aquila, Patria de su Santo Maestro. Confieso con toda ingenuidad, que no carezco de este afecto, y que es difícil moderarlo siendo tan debido; pero este filial afecto, no me ha hecho ponderar cosa alguna de las que ví y presencié, ni menos fácil en creer muchos casos particulares que omito, por no estar del todo cerciorado de ellos, aguardando que el tiempo de más luz, pues con bastante reserva he escrito lo que has leído. Y por si acaso en ello he errado, todo lo sujeto a los pies de la Santa Madre Iglesia Católica Romana, protestando como hijo de tan Santa Madre, y que en serlo tengo mi mayor dicha, que en cumplimiento de los Decretos de Ntró. SSmô. Padre Urbano VIII (de felice recordación) en la Sagrada congregación de Ritos, y General Inquisición, y demás Rescriptos Apostólicos que prescriben el modo de escribir las Vidas de los Siervos de Dios que no están Canonizados, no es mi intención se de más crédito a lo que queda referido, que el que se merece una fe puramente humana, y por consiguiente muy falible: y que los epítetos de Venerable y Mártir &c.

que en ella se leen, no es mi ánimo que apelen sobre las personas, calificándolas por Santas y Bienaventuradas, sino sobre las acciones virtuosas que refiero. Tu entre tanto ruega por mí, y si encuentras algún yerro no lo atribuyas a malicia; mas disimula la flaqueza, que estoy pronto a enmendarlo. Y para que consigas la eterna Bienaventuranza te ruego lo que a Licencio hijo, de Romaniano y discípulo de San Agustín, rogaba San Paulino: Vive praecor, sed vive Deo; nam vivere mundo. Mortis opus, viva est vivere vita Deo. Cui soli honor, & gloria in saecula saeculorum. Amen. TANTO, QUE SE SACO DE UNA CARTA, QUE EL Reverendo Padre Fray Alonso de Benavides, Custodio que fue del Nuevo México, envió a los Religiosos de la Santa Custodia de la Conversión de San Pablo de dicho Reino, desde Madrid, el año de mil seiscientos treinta y uno, citado en el Capítulo segundo de esta Historia Carísimos y amantísimos Padres Custodio y demás Religiosos de nuestro Seráfico Padre San Francisco de la Custodia Santa de la Conversión de San Pablo de los Reinos y Provincias del Nuevo México: Infinitas gracias doy ala Divina Majestad en haberme puesto (aunque indigno) en el número de la dichosa suerte de VV. PP. pues merecen ser tan favorecidos del Cielo, que los Ángeles, y nuestro Padre San Francisco les asisten, y personal, verdadera y realmente llevan desde la Villa de Agreda (que es raya de Castilla) a la bendita y dichosa Madre MARÍA DE JESÚS, de la orden de la Concepción, Franciscana Descalza, a que nos ayude con su presencia, y predicación en todas esas Provincias y Bárbaras Naciones.

Bien se acuerdan VV. PP. que el año de mil seiscientos veinte y ocho, habiendo sido Prelado de VV. PP. y Siervo suyo, me determiné acaso (si bien debió de ser particular moción del Cielo) a pasar a la Nueva España a dar razón al Señor Virrey y Reverendos Prelados de las cosas tan notables y particulares que en su Santa Custodia pasaban; y habiéndolo puesto por obra, después de haber llegado a México, le pareció al Señor Virrey y Reverendos Prelados, convenía pasar a España a dar cuenta a S. M., como fuente de todo, y a nuestro Padre General; y como tan Católicos y celosos de la salvación de las almas, me hicieron mil favores por las buenas nuevas que les dí, así por el aumento de nuestra Santa Fe, como del Apostólico celo con que VV. PP. en esas conversiones trabajan, y del aumento temporal, que la Divina Majestad ha descubierto, en pago y premio del celo con que el Rey nuestro Señor nos favorece, y ayuda. Con esta envío a VV. PP. un Memorial de molde, que presenté a S. M. y Real Consejo de Indias, y fue tan bien recibido en España, que pienso sacar segunda impresión, para consuelo de tantos como lo piden. No me juzguen VV. PP. de corto, que bien sé que lo está mucho el Memorial, para lo mucho que falta, y VV. PP. merecen; pero hícelo así breve, aunque fuese a costa de no decir lo mucho que falta, por sólo obligar a S. M. a que lo leyese; y no sólo lo leyó, y los de su Consejo lo leyeron todo; pero les pareció tan bien, que no sólo lo han leído muchas veces, y lo saben de memoria, sino que segunda vez me han pedido otros, y en estas demandas he distribuido cuatrocientos Libros, y nuestro Reverendísimo Padre General los envió a Roma a su Santidad (fuera de los que digo en el Memorial de molde).

Las veces que he hablado a S. M. y a su Real Consejo de Indias, adonde es el ordinario despacho de ellas, he dicho de palabra, y por muchos memoriales de mano de mi letra, lo que por allá pasa: y había por acá poca noticia del Nuevo México, como si Dios no lo hubiera criado en el mundo: y así no se agradecía, ni sabía lo que VV. PP. con tan Apostólico celo han trabajado en esa Viña del Señor; y espero en su Divina Majestad volver entre VV. PP. para gozar de la dichosa suerte de su compañía, aunque confieso no merecerla, y llevar a VV. PP. y a toda esa tierra muy grandes favores de su Santidad, y del Rey nuestro Señor, para consuelo de todos, y aumento del Divino Nombre. Cuando llegué a España, que fue a primero de agosto del año de mil seiscientos y treinta, así como nuestro Reverendísimo Padre General Fray Bernardino de Sena (ahora Obispo de Viseo), que está gobernando la Orden hasta el Capítulo General, digo: así como supo mi Relación de la Santa Religiosa, que ahí anda predicando nuestra Santa Fe Católica, en la forma que VV. PP. saben, me dijo luego su Reverendísima, que siendo Comisario de España, antes de ser General, que había más de ocho años, tuvo noticia que la Madre MARÍA DE JESÚS, Abadesa de su Convento de la Villa de Agreda (raya de Aragón y Castilla) había tenido algunos aparecimientos y relaciones de la Conversión del Nuevo México, y con la relación que le dí, y la que allá nos había enviado el Señor Arzobispo de México Don Francisco Manso, en la misma razón, le causó a nuestro Reverendísimo tanta ternura y devoción, que quería ponerse en camino para la dicha Villa de Agreda; porque lo mismo que yo dije, se lo había dicho la misma Madre MARÍA DE JESÚS los dichos años antes, entrando personalmente a visitar su Convento, porque está sujeto a la Orden y Provincia de Burgos, y os ad os se lo dijo la misma Madre MARÍA DE JESÚS a nuestro Reverendísimo, y ahora lo confirmó con lo que yo le dije; y porque sus ocupaciones no le dieron lugar, me mandó, que fuese yo personalmente a ello, dándome la autoridad, para obligar a la bendita Madre por obediencia, que me manifestase todo lo que sabía acerca del Nuevo México: a cuya comisión fui de esta Corte, y llegué a Agreda último día de abril de mil seiscientos treinta y uno; y antes de decir otra cosa, digo: Que dicha Madre MARíA DE JESÚS, Abadesa que es hoy del Convento de la Concepción, &c.

será de veinte y nueve años, que no los tiene cumplidos, de hermoso rostro, color muy blanco, aunque rosado, ojos negros y grandes: la forma de su hábito, y de todas las Religiosas de aquel Convento, que por todas son veinte y nueve, es solo el hábito nuestro; esto es, de sayal pardo, grueso, a raíz de las carnes, sin otra túnica, saya ni faldellín, y sobre este hábito pardo, el de sayal blanco, y grueso con su escapulario de lo mismo, y cuerda de nuestro Padre San Francisco: y sobre el escapulario su Rosario; sin chapines ni otro calzado, más de unas tablas atadas a los pies, o unas abarcas de esparto: el manto es de sayal azul, grueso, y velo negro. No me detengo en decir las asperezas de esta Venerable Madre y su Convento, por decir sólo lo que toca al Nuevo México; que yo, cuando merezca ver a VV. PP. que tengo de eso gran deseo y esperanza, entonces diré cosas maravillosas, que nuestro Señor obra allá. Entre otras virtudes que esta bendita Madre tiene de Dios alcanzadas, es el deseo de la conversión de las almas, que desde criatura tuvo gran lástima de los que se condenaban; y más de los infieles, que por falta de luz y Predicadores, no conocen a Dios nuestro Señor. Y habiéndola manifestado su Majestad todas las bárbaras Naciones, que en el inundo no le conocen, ella llevada por ministerio de Ángeles, que tiene para su guarda, y sus Alas son San Miguel y nuestro Padre San Francisco, personalmente ha predicado por todas las Naciones nuestra Santa Fe Católica, particularmente en nuestro Nuevo México, donde ha sido llevada de la misma suerte; y también los Ángeles Custodios de sus Provincias venían por ella personalmente, por mandado de Dios nuestro Señor.

El hábito que ha llevado personalmente las más veces, ha sido de nuestro Padre San Francisco, y las otras con el de la Concepción, y su velo; aunque siempre remangadas las mangas blancas, y encogidas las faldas del blanco, y así se parece mucho el pardo. Y la primera vez que ha ido, fue el año de mil seiscientos y veinte, y ha continuado tanto estas ideas, que ha habido día de tres y cuatro, en menos de veinte y cuatro horas; y esto se ha continuado siempre, hasta el año de mil seiscientos treinta y uno. Padres de mi alma, no sé como signifique a VV. PP. los impulsos, y fuerza grande de mi espíritu, cuando me dijo esta bendita Madre que había asistido conmigo al Bautismo de los Pizos, y me conoció ser el mismo que allí vio. Asimismo asisto al Padre Fray Cristóbal Quirós a unos Bautismos, dando las señas verdaderas de su persona, y rostro, hasta decir, que aunque era viejo, no se le echaban de ver las canas; que era carilargo, y colorado de rostro; y que una vez estando el Padre bautizando en su Iglesia, iban entrando muchos Indios, y se iban amontonando a la puerta, y que ella por sus mismas manos los estaba empujando y acomodando en sus lugares, para que no le estorbasen; y que ellos veían a quien los empujaba, y se reían cuando no veían quien lo hacía, y la que a ellos los empujaba, para que empujasen a los otros, etc. También me dijo todo lo que sabemos ha sucedido a nuestros Hermanos y Padres Fray Juan de Salas y Fray Diego López en las jornadas de los Jumanas, y que los solicitó e industrió todo este tiempo, para que fueran a llamarlos, como lo hicieron.

Diome todas sus señas, y que asistió con ellos. Conoce muy bien al Capitán Tuerto, dando las señas individuales suyas, y de todos; y ella propia envió a los Embajadores de Quivira a llamar a los Padres, todo lo cual dirán los mismos Indios, porque personalmente los habla. También me dijo la jornada del Padre Ortega, que tan dichoso fue en escapar con la vida, por aquellas señales que topó, y todas me las dijo; y luego que volvió del Norte al Oriente, salió de él con gran frío, que llevó hasta topar calor y buen temple, y que por allí adelante (aunque muy lejos) está la grandeza de Reinos; pero que todo lo vence nuestro Padre San Francisco. Son tantas las particularidades que de esa tierra me dijo, que ni aún yo me acordaba y ella me las trajo a la memoria: y preguntándole por qué no dejaba que la viésemos, cuando dejaba que los Indios tuviesen esa dicha, respondió: Que ellos tenían necesidad, y nosotros no, y que todo lo disponían sus Santos Ángeles; aunque yo espero en la Divina Majestad, que cuando ésta llegue a manos de VV. PP. alguno, o algunos la habían merecido ver, porque yo se lo rogué encarecidamente, y ella prometió pedírselo a Dios; y que si se le concediere, lo hará de muy buena gana. Dijo, que saliendo de Quivira al Oriente (aunque muy lejos) se pasaría por las señales que vio el Padre Ortega amenazado de muerte por los caminos, para que no pasase allá nuestra Santa Fe, que así se lo había enseñado el demonio, y en el discurso del camino se convertirían muchas gentes, si los Soldados fueran de buen ejemplo; (res valde difficilis, sed omnia Deo facilia) y que nuestro Padre San Francisco alcanzó de Dios nuestro Señor, que en solo ver los Indios a nuestros Frailes, se convertirán.

Sea Dios infinitamente alabado por tantos beneficios. Bien quisiera en esta Carta decir a VV. PP. todo lo que la Venerable Madre me elijo; pero no es posible, aunque muchísimo tengo escrito en un libro, que llevaré conmigo, para consuelo de todos. Dijo, que pasados aquellos largos caminos, y dificultades del Oriente, se daría en los Reinos de Chillescas, Cambujos, y Jumanas, y luego al Reino de Titlas, y que estos nombres no son los propios, sino parecidos a ellos; porque aunque entre ellos habla su lengua, fuera de allí no sabe, ni se le revela. Aquel Reino de Titlas, que es muy grande y pobladísimo, es donde más acudió, y por su intercesión llevó allí nuestro Padre dos Religiosos de nuestra orden, y bautizaron al Rey, y a mucha gente, y allí los martirizaron. Dice, que no eran Españoles, y también han martirizado muchos Indios Cristianos, y el Rey tiene los huesos en una caja de plata en una Iglesia, que allí se edificó; y una vez llevó de acá una Custodia para consagrar, y con ella dijeron Misa los Frailes, e hicieron procesión con el Santísimo Sacramento. Todo esto se hallará allá, y muchas Cruces v Rosarios que ha dado allí; y a ella martirizaron, porque alcanzó de nuestro Señor el martirio. Así me parece por mayor bastará esto, para que VV. PP. se consuelen con tal Compañera, y Santa en sus trabajos; y será nuestro Señor servido de llevarme con VV. PP. para que sepan todas las cosas, como ella me las dijo, y se las mostré, para que me dijese si en algo me había equivocado, o si era lo mismo que entre los dos había pasado, y para ello le impuse 1a obediencia de nuestro Reverendísimo cine para ello llevaba y se la interpuso también el Reverencio Padre Provincial de aquella Provincia, que allí estaba, y su Confesor; y por parecerme la respuesta ha de causar a W.

PP. grandísimo consuelo y espíritu, como por acá lo ha causado, que toda España se quiere ir allá, pondré aquí el traslado de lo que ella, por su propia mano y, letra, respondió, que queda en mi poder para llevarlo a VV. PP. y para todas Provincias, nombrando a cada uno por su nombre; y tengo el propio hábito con que ella allá anduvo, y del velo sale tanto olor, que consuela el alma. Traslado de las razones, que la Bendita Madre MARíA DE JESÚS escribe a los dichos PP. del Nuevo México. Obedeciendo a la que V. Reverendísima, y nuestro Padre General, y nuestro Padre Fray Sebastián Marcilla, Provincial de esta Santa Provincia de Burgos, y nuestro Padre Fray Francisco Andrés de la Torre, que es quien gobierna mi alma, y a V. P. mi Padre Custodio del Nuevo México, en nombre de V. P. me manda diga lo que se contiene en estos cuadernos, y si es lo que he dicho, tratado y conferido, que he hablado a V. P. de lo que, por la misericordia de Dios, y de sus justos juicios, que son inmudables, ha obrado en mi pobre alma; que tal vez elige el más inútil sujeto, incapaz e imperfecto, para manifestar la fuerza de su poderosa mano, y que los vivientes conozcan, que todas las cosas se derivan del Padre de las lumbres, que habita en las alturas, en cuya fuerza, y poder, y con la confortación de su Alteza, todo lo podemos: y así digo, que es lo que me ha sucedido en las Provincias del Nuevo México, Quivira y Jumanas, y otras Naciones, aunque no fueron estos los primeros Reinos donde fui llevada, por la voluntad de Dios, y por mano, y asistencia de sus Ángeles, fui llevada donde me sucedió, vi, e hice todo lo que al Padre he dicho: y otras cosas que por ser muchas, no es posible referirlas, para alumbrar en nuestra Santa Fe Católica todas aquellas Naciones: y los primeros donde fui, creo están al Oriente, y se ha de caminar a él, para ir a ellos, desde el Reino de Quivira; y llamo estos Reinos, respecto de nuestros términos de hablar, Titlas, Chillescas y Caburcos, los cuales no están descubiertos; y para ir a ellos parece ha de haber grandes dificultades, por los muchos Reinos, que hay antes de llegar a ellos, de gente muy, belicosa, los cuales dejarán pasar los Indios cristianos del Nueva México, de quien ellos recelan lo son, y mucho más a los Religiosos de nuestro Seráfico Padre San Francisco, porque el demonio los tiene engañados, haciéndoles creer, que está el veneno donde está la triaca, y que han de estar sujetos, y esclavos, siendo Cristianos, consistiendo su libertad, y felicidad en esta vida.

Paréceme, que como lo podrán conseguir, será pasando los Religiosos de nuestro Padre San Francisco: y para su seguridad, y guarda se podía ordenar los acompañen Soldados de buena vida, y constumbres, y que con apacibilidad sufran las contumelias que se les pueden ofrecer, y con el ejemplo y paciencia todo se podrá tolerar, que el ejemplo hace mucho: y descubriendo estas Provincias, se pondrá grande obra en la Viña del Señor. Los sucesos que he dicho, me han sucedido desde el año de mil seiscientos y veinte, hasta este presente de mil seiscientos treinta y uno, en el Reino de Quivira, y Jumanas, que fueron los últimos a que fui llevada, que dice V. P. han descubierto con su buena inteligencia, y las personas mismas de aquellos Padres Santos, a quienes ruego, y de parte del Señor amonesto y anuncio, que trabajen en obra tan dichosa, alabando al Altísimo por su buena suerte y dicha, que es muy grande; y que pues su Majestad los hace Tesoreros y distribuidores de su preciosa Sangre, y les pone en las manos el precio de ella, que son las almas de tantos Indios, que por falta de luz, y quien se las administre, andan en tinieblas y ceguedad, y carecen de lo más santo y deseable de la Ley inmaculada, suave y deleitable, y del bien y gloria eterna. Mucho deben alentarse esos dichos Padres en esta heredad del Señor, porque la mies es mucha, y pocos los obreros, a dar la mayor gloria y agrado al Altísimo, y a usar de la más perfecta caridad, que puede haber con estas criaturas del Señor, hechas a su imagen, y criadas a su semejanza, con alma racional para conocerle.

No permitan, Padres y Señores míos, que los deseos del Señor, y su voluntad santa se frustre y malogre, a trueque de muchas contumelias y trabajos, pues dirá su Alteza tiene sus regalos y delicias con los hijos de los hombres: y pues a estos Indios los hizo Dios idóneos y capaces para servirle y reverenciarle, no es justo carezcan de lo que los demás Fieles Cristianos tenemos y gozamos. Alégrense VV. PP. Padres míos, pues el Señor les ha dado la oportunidad, ocasión y suerte de los Apóstoles; no la pierdan, por entender y pensar el trabajo: acuérdense de lo que les toca obedecer al Altísimo, y dilatar y sembrar su Ley santa: cuántos fueron los trabajos y persecuciones que padecieron; imitando a su Maestro. Lo que aseguro a VV. PP. es, que sé con cierta ciencia y luz, que los Bienaventurados los envidian, si es que en ellos la puede haber; (que es imposible) pero lo declaro así, a nuestro modo de entender: que si pudieran, dejaran la gloria que tienen, por acompañarlos en esas conversiones, lo hicieran: y no me admira, que como ven en el Señor, que es la principal causa y objetó de su gloria, y es espejo voluntario donde todos le conocen, y como ven la particular que los Apóstoles tienen, y en lo que se señalan más, que tienen los demás Santos, por lo que padecieron por la conversión de las almas, así es cierto, que dejaran de gozar de Dios, por convertir una alma. Razón será, para que VV. PP. pues tiene esa oportunidad se aprovechen de ella; y confieso que así pudiera comprarla con la sangre, vida y crueles martirios, que lo hiciera, que se la envidio a VV.

PP. que aunque el Altísimo me concede que puede conseguir este fruto en vida, no es por camino que padezca tanto como VV. PP. ni merezca nada, porque mis imperfecciones lo impiden; pero ya que no puedo nada, ofrezco de todo mi corazón y alma ayudar con oraciones y ejercicios, y los de esta Santa Comunidad. Suplico a mis Padres carísimos merezca mi buena voluntad y deseo, y me hagan participante de alguna de las menores obras y trabajos, que VV. PP. hacen en esas conversiones, y lo estimaré más, que cuanto por mí hago, que recibirá el Señor mucho agrado de la conversión de las almas. Y esto mismo he visto en el Altísimo, y lo he oído de sus Santos Ángeles, que me han dicho que tenían envidia de los Custodios de almas, que se ocupaban en convertir; y como son Ministros, que presentan al Altísimo nuestras obras, aseguran ser las que su Majestad recibe con más agrado, las que se obran con las conversiones del Nuevo México: y me dio por razón el Santo Ángel, que como la Sangre del Cordero era suficiente a todas las almas, y que padeció por una lo que padeció por todas, que sentía más el Señor, que una alma, por falta de luz de nuestra Santa Fe, se perdiera, que padecer tantas pasiones y muertes, como ha criado almas. Esto puede alentar a tan santa ocupación, y padecer mucho por conseguirla, por ser verdadero todo lo que queda dicho de mi letra, y de la de mi Padre Custodio del Nuevo México; y por mandarlo la obediencia, lo firmé de mi nombre: y suplico a VV.

PP. todos los que aquí he nombrado, se sirvan por el Señor mismo a quien servimos, y por quien se lo manifiesto, estos secretos se oculten y guarden en custodia, pues lo pide el caso, sin que lo vea criatura. De esta Casa de la Concepción Purísima de Agreda, quince de Mayo de mil seiscientos treinta y uno. =Sor María de Jesús. Mucho quisiera, Padres y Hermanos Míos, poder escribir en ésta, para mayor consuelo suyo: las muchas cosas que tengo escritas, así de mi letra, como de esta Santa Madre que nuestro Señor ha obrado por ella a nuestro favor y ayuda en esas conversiones; pero son más para guardarlas en el corazón, que para escritas: y me parece, que con las razones sobredichas, que son todas de su letra y firma, que quedan en mi poder, se consolarán VV. PP. pues su estilo y pensamiento bien se ve ser Evangélico. Yo le pregunté si íbamos acertados en el modo de proceder en las conversiones, así en fábricas, como en las sementeras, y lo demás que se hace para sustento y amparo de los Indios: díjome, que todo era muy grato a nuestro Señor, pues se encaminaba al fin de las conversiones, que es la mayor caridad. Ha tomado muy a su cargo encomendar a Dios a VV. PP. y la paz y gobierno entre Gobernadores y Religiosos, y el tratar de las conversiones, y así, encomienda a todos muy de veras a Dios, para que Religiosos, Gobernadores, Españoles, e Indios unánimes y conformes, adoren y alaben al Señor; y sobre todo, se empleen en dar luz de nuestra Santa Fe Católica a todas esas Bárbaras Naciones; y pues su Divina Majestad nos tiene en esa santa obra, no nos atajemos, y frustremos en no sufrir todas las cosas, y ocasiones, que se dieren de pleitos.

También conozco, Padres míos, que en todo mi tiempo yo no merecí, por mis imperfecciones y defectos, gozar la paz, como la deseaba, pero espero en la Divina Majestad ir a acabar los días, que fuere servido de darme, en la compañía y servicio de W. PP. Sabe muy bien su Divina Majestad, como lo deseo. A todos esos Señores Españoles me encomendarán VV. PP. mucho; y porque siempre he conocido la voluntad que me han tenido, la pago muy bien en manifestar (como he manifestado) a su Real Majestad, y a su Real Consejo de Indias, que son verdaderos Soldados Apostólicos, así por su valor, como por el buen ejemplo con que proceden en nuestra compañía, de que S. M. se da por bien servido. Prometió hacerme toda merced, que de su parte le pidiere, y lo principal deben tenerse por dichosos de ser patrocinados de la bendita alma de MARÍA DE JESÚS: los ha visto, y encomiéndalos a Dios, y así les doy mil gracias, y a Dios de que lo hayan merecido; y lo mismo he dicho a la Madre de la Cristiandad y virtud, de todas esas Españolas, y a la humildad y cuidado que tienen en la limpieza de los Altares; y dicho todo, los encomienda a Dios nuestro Señor, y pido también las oraciones de todos. A todos los indios también doy mil parabienes, pues merecen su principal amor; y porque va también de estos Reinos a esos tan remotos y apartados, y que como a hijos espirituales, a quienes ha predicado nuestra Santa Fe Católica, y alumbrado en las tinieblas de la idolatría, y los tiene muy en la memoria, para no olvidarlos jamás en sus oraciones. Bendita sea tal tierra, y dichosos sus habitadores, pues merecen tantos favores del Cielo. De VV. PP. humilde hijo, y Siervo Fray Alonso de Benavides. Nuestro Reverendísimo Padre General desde acá echa a todos W. PP. su bendición con la de nuestro Seráfico Padre San Francisco; pues como tan verdaderos hijos suyos acuden a obra tan Apostólica, y así me mandó lo escribiese a VV. PP.

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