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CAPITULO XXIII Devotas expresiones del Exmô. Señor Marqués de Croix, por la noticia del descubrimiento de Monterrey. Tan importante para mayor gloria de Dios, extensión de nuestra Santa Fe Católica en la más Septentrional California, y honor de nuestro Católico Monarca, consideraban el Excmô. Señor Virrey Marqués de Croix, y el Illmó. Señor Visitador general Don José de Gálvez, el Establecimiento de Monterrey, que la grande alegría que recibieron el día 10 de Agosto del año de 1770 con la noticia de haberse fundado en dicho Puerto la Misión y Presidio de S. Carlos, no la pudieron contener en sus nobles corazones, y la mandaron publicar en la populosa Ciudad de México, Capital de la Nueva España. Pidieron al Señor Deán de aquella Catedral, mandase dar un solemne repique de campanas, al cual correspondieron todas las demás Iglesias, así de Seculares, como de Regulares, causando general alegría en todos los moradores. Preguntábanse unos a los otros por la novedad; y enterado de ella, acompañaron a S. Excâ. en el regocijo, pasando los Principales a Palacio a darle los parabienes, que recibió en compañía del Illmô. Señor Visitador, principal Agente de las espirituales Conquistas, para cuyo efecto trabajó como ninguno, no dedignándose un Caballero de sus circunstancias de servir aún de Peón para la carena de los Barcos, y encajonar por sus propias manos los utensilios que habían de servir a las Misiones; y viendo logrado el fruto de tantos trabajos, rindieron a Dios ambos Señores las gracias por el feliz éxito de la Conquista y Expediciones dirigidas al efecto; con que se extendieron los Dominios de nuestro Católico Monarca por más de trescientas leguas en esta América en lo más Septentrional de ella.

Es el expresado tramo de trescientas leguas de longitud, de terrenos fértiles y poblados de inmensa Gentilidad, de cuyos naturales dóciles y apacibles se esperó desde luego su conversión a nuestra Santa Fe, y congregación en Católicos Pueblos, que viviendo sujetos a la Real Corona, asegurasen las Costas de este mar del Sur, o Pacífico. En acción de gracias de tan feliz consecución determinaron los citados Señores que el día inmediato de recibida la noticia, se cantase en la Iglesia Catedral una Misa solemne, a que asistieron ambos, acompañados de todos los Tribunales; y concluida se repitieron los parabienes, que recibió S. Exca. en nombre de nuestro Católico Monarca. Deseoso el Exmó. Señor Virrey de que no sólo los habitantes de la Ciudad de México, sino que también los de toda la N. E. participasen de tan pausibles noticias, mandó imprimir, y repartir una Relación, que se extendió por todo el Reino, la cual me ha parecido conveniente insertar, por percibirse en ella el religioso celo de nuestro V. Fr. Junípero, y el alto concepto en que dichos Señores lo tenían de ejemplar y celoso. COPIA DE RELACIÓN IMPRESA Extracto de noticias del Puerto de Monterrey, de la Misión y Presidio que se han establecido en él con la denominación de S. Carlos, y del suceso de las Expediciones de mar y tierra, que a ese fin se despacharon en el año próximo anterior de 1769. Después de las costosas y repetidas Expediciones que se hicieron por la Corona de España en los dos siglos antecedentes, para el reconocimiento de la Costa Occidental de California, por la Mar del Sur, y la ocupación del importante Puerto de Monterrey, se ha logrado ahora felizmente esta empresa con dos Expediciones de mar y tierra, que a consecuencia de Real Orden, y por disposición de este Superior Gobierno, se despacharon desde el Cabo de San Lucas y el Presidio de Loreto en los meses de Enero, Febrero y Marzo del año próximo anterior.

En Junio de él se juntaron ambas Expediciones en el Puerto de San Diego, situado a los 32 grados y medio de latitud; y tomada la resolución de que el Paquebot San Antonio regresase al Puerto de S. Blas, para reforzar su Tripulación, y llevar nuevas provisiones, quedó anclado en el mismo Puerto de San Diego el Paquebot Capitana nombrado S. Carlos, por falta de Marineros, que murieron de escorbuto; y establecida allí la Misión y Escolta, siguió la Expedición de tierra su viaje por lo interior del País, hasta el grado 37 y 45 minutos de latitud, en demanda de Monterrey; pero no habiéndolo hallado con las señas de los Viajes y Derroteros antiguos, y recelando escaseces de víveres, volvió a San Diego, donde con el feliz arribo del Paquebot San Antonio en Marzo de este año, tomaron los Comandantes de mar y tierra la oportuna resolución de volver a la empresa, conforme a las Instrucciones que llevaron para conseguirla. Con efecto salieron de San Diego ambas Expediciones en los días 16 y 17 de Abril del presente, y en este segundo viaje tuvo la de tierra la felicidad de hallar el Puerto de Monterrey, y de llegar a él el de 24 de Mayo y la de mar arribó también el 31 del presente y propio mes. Ocupado así aquel Puerto por mar y tierra con particular complacencia de los innumerables Gentiles que pueblan todo el País, explorado y reconocido en los dos viajes, se solemnizó la posesión el día 3 de Junio, con Instrumento que extendió el Comandante en Jefe, y certificaron los demás Oficiales de ambas Expediciones, asegurando todos ser aquel el mismo Puerto de Monterrey, con las idénticas señales que describieron las Relaciones antiguas del General D.

Sebastián Vizcaíno, y Derrotero de D. José Cabrera Bueno, primer Piloto de las Naos de Filipinas. El día 14 del citado mes de Junio último, despachó el dicho Comandante D. Gaspar de Portolá un Correo por tierra al Presidio de Loreto, con la plausible noticia de la ocupación de Monterrey, y de quedar estableciendo en él la Misión y Presidio de San Carlos; pero con el motivo de la gran distancia, aún no ha recibido este Superior Gobierno aquellos Pliegos, y en 10 del presente mes llegaron a esta Capital los que desde el Puerto de San Blas dirigieron el mismo Portalá, el ingeniero D. Miguel Constanzó, y el Capitán D. Juan Pérez Comandante del expresado Paquebot San Antonio, alias el Príncipe, que salió el 9 de Julio de Monterrey; y sin embargo de ocho días de calma, hizo su largo viaje con tanta felicidad y celeridad, que el primero de este mes echó el ancla en San Blas. Quedaron abundantes útiles en el nuevo Presidio y Misión de San Carlos de Monterrey, y el repuesto para un año, a fin de establecer otra Misión en proporcionada distancia, con la advocación de San Buenaventura; y habiendo quedado también por Comandante Militar de aquellos nuevos Establecimientos el Teniente de Voluntarios de Cataluña Don Pedro Fages, con más de treinta hombres, se hace juicio que a esta fecha ya se le habrá unido el Capitán del Presidio de Loreto D. Fernando de Rivera, con otros diez y nueve Soldados, y Baqueros y Arrieros que conducían doscientas reses vacunas, y porción de víveres, desde la nueva Misión de San Fernando de Vellicatá, situada más allá de la Frontera de California, antiguamente reducida, pues salió de aquel para-je el 23 de Mayo último con destino a los expresados Puertos de San Diego y Monterrey.

No obstante de que en éste dejaron provistos los Almacenes ya construidos del nuevo Presidio y Misión a la salida del Paquebot San Antonio, y de que en el de S. Diego se regulan anclados los otros dos Paquebotes de S. M. San Carlos, y San Jose, dispone este Superior Gobierno, que a fines de Octubre próximo vuelva el San Antonio a emprender tercer viaje desde el Puerto de San Blas, y conduzca nuevas provisiones, y treinta Religiosos Fernandinos de la última Misión que vino de España, para que en el dilatado y fértil País, reconocido por la Expedición de tierra, desde la antigua Frontera de la California hasta el Puerto de San Francisco, poco distante, y más al Norte del de Monterrey, se erijan nuevas Misiones, y se logre la dichosa oportunidad que ofrece la mansedumbre y buen índole de los innumerables Indios Gentiles que habitan la California Septentrional. En prueba de esta feliz disposición con que se halla la numerosa Gentilidad ya docilísima, asegura el Comandante D. Gaspar de Portolá, y en lo mismo convienen los demás Oficiales y los Padres Misioneros, que nuestros Españoles quedan en Monterrey tan seguros, como si estuvieran en medio de esta Capital; bien que el nuevo Presidio se ha dejado suficientemente guarnecido con Artillería, Tropa y abundantes municiones de guerra; y el R. P. Presidente de las Misiones destinado a la de Monterrey, refiere muy por menor, y con especial gozo, la afabilidad de los Indios, y la promesa que ya le habían hecho de entregarle sus hijos para instruirlos en los Misterios de nuestra Sagrada y Católica Religión; añadiendo aquel ejemplar y celoso Ministro de ella, la circunstanciada noticia de las Misas solemnes que se habían celebrado desde el arribo de ambas Expediciones, hasta la salida del Paquebot San Antonio, y de la solemne Procesión del Santísimo Sacramento que se hizo el día del Corpus, 14 de Junio, con otras particularidades que acreditan la especial providencia con que Dios se ha dignado favorecer el buen éxito de estas Expediciones, en premio sin duda del ardiente celo de nuestro Augusto Soberano, cuya piedad incomparable reconoce como primera obligación de su Corona Real en estos vastos Dominios, la extensión de la Fe de Jesucristo, y la felicidad de los mismos Gentiles, que gimen sin conocimiento de ella en la tirana esclavitud del Enemigo común.

Por no retardar esta importantísima noticia, se ha formado en breve compendio la presente Relación de ella, sin esperar los Pliegos despachados por tierra desde Monterrey, entretanto que con ellos, los Diarios de los Viajes por mar, y tierra, y los demás documentos, se puede dar a su tiempo una obra completa de ambas Expediciones. México 16 de Agosto de 1770. =Con licencia y orden del Exmô. Señor Virrey, en la Imprenta del Superior Gobierno. Esta Relación, que impresa corrió con no vulgar aprecio, así en toda ésta, como en la antigua España, da bastantes luces para conocer el alto concepto en que tenían a nuestro V. Fr. Junípero los Superiores Jefes de este Nuevo Mundo, aún ignorando la resolución con que estaba en S. Diego, de no desistir de tan importante y espiritual Conquista, aunque la Expedición se regresase a la antigua California, como queda expresado en el Capítulo XX de esta Historia. Y no contribuyó poco esta buena opinión para conseguir del Superior Gobierno las eficaces providencias que se necesitaban para estos nuevos Establecimientos, como demostrará el siguiente.

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