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Desarrollo


Capítulo XX De los valles de la Nasca y la villa de Camana Seguida la costa arriba a veinte leguas de la villa de Valverde, está el valle de la Nasca, que antiguamente fue tan poblado de indios que no cabían en él, y en las reparticiones que se hacían de la tierra, cuando se conquistó, era tanta la fama de su riqueza, que los conquistadores de más nombre y valor y que más se habían señalado en servicio de Su Majestad, y gastado sus haciendas en sus pretensiones, traían por refrán que Chincha o la Nasca les habían de ciar, que eran los repartimientos más nombrados y pretendidos del Perú. Ahora es cosa lastimosa y miserable la disminución a que han venido, y los pocos indios que en ellas hay. Hanse hacendado en este valle de Nasca y en sus contornos muchos españoles, y plantado viñas en tanto número, que se cogen en él más de cincuenta mil botijas de vino muy regalado y precioso, y siempre ha sido más estimado que el de Yca, y guardado y anejo se purifica notablemente, que puede competir con los vinos celebrados en España de San Martín de Valdeiglesias, Toro, Ciudad Real y Cazalla. Así, el que se saca por el puerto de San Nicolás para la Ciudad de los Reyes, tiene en ella más valor que el de Yca; el más dél se sube a la sierra y se pone en dos o tres puestos, y de allí se carga en carneros que llevan a dos botijas de arroba, y en recuas con cueros, y se trajina a la ciudad del Cuzco, y se va repartiendo por las provincias de los soras y lucanas y villcas e parinacochas, condesuyos, del Cuzco, chumbivillcas, andaguailas, aymaraes y quichuas, cotabambas y omasayuas, canas y canchis, Vilcabamba y otras partes del Collao y, puesto en la sierra, son rarísimas las botijas que se dañan ni tocan, porque el frío de ella conserva el vino y lo purifica y guarda por muchos años.

Corriendo la costa, se da después de algunas jornadas en la villa de San Miguel de la Ribera, del valle de Camaná, población nueva, de pocos años a esta parte, hecha por los españoles. Está situada en una ribera hermosísima y de gran recreación, rodeada de viñas y huertas con muchedumbre de árboles frutales y olivares, que cada día van plantando y fructificando. Llamóse antiguamente Camaná, desde el tiempo del valeroso Ynga Yupanqui, aunque otros dicen que su hijo Tupa Ynga Yupanqui, el cual envió un orejón de su casa, muy deudo suyo, que corriese la costa, y fuese poniéndola en orden, y la visitase con la autoridad de su persona misma. Salió del Cuzco con un grande acompañamiento, y vino a hacer alto en este valle, y a este tiempo vino por allí un gobernador tucucricuc de Chile y, no sabiendo decir los indios de aquella tierra quién era el visitador que allí estaba, entendió que era el Ynga y más, cuando llegó a él y le halló con tanta autoridad y, servicio, y queriéndole dar un quipu o cordel donde estaba asentado todo lo que se había hecho en Chile, le dijo ca, que quiere significar: toma; y el orejón, conociendo su engaño, para darle a entender que no era el Ynga, sino su visitador, le dijo: mana, que quiere decir: no; y, desde entonces, se le quedó este nombre al valle de Camana. Es de mucha comida y regalo, y lo que más le favorece son las lomas que están cerca della, las cuales en el invierno de los Llanos, regadas con la lluvia mansa que cae del cielo y rociadas, crece en ellas la yerba de tal manera, que se crían por ellas muchos ganados de todas suertes y crías de mulas y yeguas con multiplico admirable.

Están todas las lomas matizadas con todos los géneros de colores, que los pinceles les pudieran dar por las diversas flores que allí puso la mano del Soberano artífice, y los que por ellas andan. Aún no se pueden oír del canto y melodía de las aves, que por allí vuelan, que es cosa de grandísima recreación, y que levanta el espíritu a la contemplación del Hacedor. Hay iglesia mayor y vicario, sujeto al obispo de Arequipa, y un convento de Nuestra Señora de las Mercedes, donde tienen una imagen de mucha veneración. Cerca deste valle hay muchos otros, todos plantados de viñas y poblados de riquísimas heredades y, no muy lejos, el de los majes, donde se coge el vino más suave y delicado del Reino, por no echar en él yeso como le echan en otras partes, y así es vino más blando y regalado, y que se puede dar dél a enfermos, aunque no quiere ser guardado muchos años, porque se desvanece. Este vino se llevaba a la ciudad del Cuzco antes de la inundación de la ceniza que vino sobre estos valles, el año de mil y seiscientos, como diremos en los capítulos siguientes.

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