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Datos principales


Desarrollo


Capítulo V Que una de ellas se llamaba Toci, que quiere decir" Nuestra abuela", hija del rey de Culhuacan Una de estas diosas tuvo un hijo, grandísimo cazador, que después tomaron por su dios los de Tlaxcallan, donde había gran copia de cazadores, por ser la tierra aparejada para ello. Estos en la solemnidad de su fiesta, por ser gente rica y poderosa, no menos ceremonias y gastos hacían que los demás, en particular los cazadores, porque de las fiestas ordinarias al reír del alba tocaban una bocina con que se juntaban todos con sus arcos y flechas, redes y otros instrumentos de caza e iban con su ídolo en procesión, y tras ellos grandísimo número de gente, a una sierra alta, donde en la cumbre de ella tenían puesta una ramada con muchas frescuras y en medio un altar riquísimamente aderezado, donde ponían al ídolo, yendo caminando con él con gran ruido de bocinas, caracoles, flautas y atambores. Llegados al puesto, cercaban toda la falda de la sierra alrededor y, pegándole fuego, salían muchos y diversos animales (venados, gamos, conejos, liebres, zorras, lobos, etc.), los cuales iban hacia la cumbre huyendo del fuego y yendo los cazadores tras de ellos con gran grita y vocería, tocando diversos instrumentos, los llevaban hasta la cumbre delante del ídolo, donde venía a haber tanta apretura de caza que con los saltos, unos rodaban, otros daban sobre la gente y otros sobre el altar, con que había gran regocijo y fiesta. Tomaban entonces gran número de caza y a los venados y animales grandes sacrificaban delante del ídolo sacándoles los corazones con la ceremonia que usaban en los sacrificios de hombres.

Hecho lo cual tomaban toda aquella caza a cuestas y volvíanse con su ídolo por el mismo orden que fueron, y entraban por la ciudad con todas estas cosas muy regocijados con gran música, bocinas y atabales hasta llegar al templo, donde ponían a su ídolo con gran reverencia y solemnidad. Íbanse luego todos a guisar las carnes de aquella caza, de que hacían un convite a todo el pueblo. Después de comer, hacían sus representaciones y bailes acostumbrados delante del ídolo, cuya figura es esta que se sigue. Ídolo de los Tlaxcaltecas para ir a caza. Tenía esta gente, asimismo, su calendario en que celebraban las fiestas sobredichas y las demás que tenían, las cuales, como queda referido, celebraban cada veinte días, y estos eran sus meses y no tenían más número. Era la semana de trece días, la cual señalaban con diversas figurillas de sabandijas, para cada día la suya, como en la pintura se verá. Y estas mismas figuras servían para el mes, añadiendo otras para los días que faltan hasta cumplir el número de veinte. Estas mismas figuras servían para dar nombre a los niños según el día en que nacían, y así los llamaban según las figuras que adelante van figuradas junto a la rueda de los años, que luego se declarará; y así los llamaban, a uno culebra, a otro conejo, etc. Para cada figura de estas tenían los sortilegios y adivinos sus hados y destinos, y así según el día que nacía le necesitaban a aquel lado. Estas mismas figuras sobredichas repetían cada semana y cada mes sin añadir otras, sino sólo el número de los días hasta el fin del año, para el cual tenían cuatro signos solos, como nosotros los doce.

Llamaban a uno Casa, a otro Conejo, a otro Caña, que pintan como un trocillo con un par de hojas verdes, y al cuarto llamaban Pedernal, el cual pintan como una punta de flecha, porque comúnmente las puntas de sus flechas y lanzas eran de perdernal. Estos cuatro signos servían para los años; pero no entraban todos cuatro en un, año, sino cada año el suyo diferente, poniendo en uno la Caña, en otro el Conejo, etc. Con estos cuatro signos contaban y numeraban todas las cosas que sucedían en los tiempos, especialmente las memorables diciendo, a "tantos pedernales" o "a tantas casas" de tal rueda sucedió tal y tal cosa. La rueda era de cincuenta y dos años, al cabo de los cuales iba a cerrar con una ceremonia, que era en la última noche donde se cumplía el número de la rueda. Quebraban cuantas vasijas tenían y apagaban cuantas lumbres había, diciendo que en una de las ruedas había de fenecer el mundo y que por ventura sería aquella en que se hallaban, y que pues se había de acabar el mundo, no habían ya de guisar ni comer, que para qué era lumbre ni vasos para aquel efecto. Por esto hacían la ceremonia dicha, quebrando cuanto ajuar tenían de vasos y ollas. La señal que había de haber para acabarse el mundo era que no había de tornar a amanecer más y así se estaban toda la noche en peso velando todos con gran atención para ver si amanecía, y en viendo que venía el día, tocaban muchos atambores, bocinas, flautas, caracoles, y otros instrumentos de regocijo y alegría, diciendo que ya les prorrogaba dios otro siglo, que era de cincuenta y dos años.

Y así, cada rueda tenían por un siglo. Sacaban el día que amanecía para el principio de otro siglo lumbre nueva y compraban vasos de nuevo, ollas, y todos los instrumentos necesarios para guisar de comer. Iban todos por lumbre nueva al donde la había sacado el sumo sacerdote, habiendo precedido una solemnísima procesión en hacimiento de gracias, porque les había amanecido y alargado la vida, dándoles otro nuevo siglo. Pintaban esta rueda de años con cuatro colores diferentes, cada trece años de un color, denotando las propiedades de los años que aquel espacio corrían, teniendo a unos por desdichados y estériles y [a otros por dichosos y abundantes, unos más y menos según las diversas consideraciones que ellos tenían. El modo que tenían de contar los años en esta rueda era siempre en círculo, entreverando los cuatro signos como queda dicho. Y para que mejor se entienda ponen los números de la cuenta en la misma rueda, como unos ceros, comenzando a contar desde la cruz que está en medio de la rueda junto al sol que está allí pintado, yendo discurriendo por toda ella según el número de los ceros que en ella van puestos. Los cuatro signos del año servían, asimismo, por figuras de la semana y meses, teniéndolos por las cuatro figuras principales y capitales de todo el cómputo y calendario, y así entraban en todo número de tiempo. Era el año del mismo número que el nuestro, el cual comenzaban a contar desde que retoñaban las plantas hasta otro año que tornaban a brotar, y así venía a ser del mismo número que el nuestro, y de ordinario comenzaba por marzo, que es cuando reverdecen las plantas con nuevas hojas. Por cuya causa llamaron al año xihuitl, que es nombre de las hojas verdes, y a la rueda llamaban toximolpili y xiuhtlapili, que quiere decir "una atadura de hojas verdes", conviene a saber de años. Tenían sus bisiestos como nosotros, a los cuales llamaban "días baldíos". E esto es lo que había acerca de los cómputos de esta gente, cuya muestra es esta que se sigue. Calendario de los indios por do se regían el año, meses y días, vientos, sol y planetas a su modo.

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