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Desarrollo


Capítulo IV Del ídolo llamado Quetzalcohuatl, dios de los chulultecas, que eran los famosos mercaderes de esta tierra Aunque en el capítulo pasado queda dicho en sustancia todo lo que toca al culto de los dioses que esta gente adoraba. Pero porque este ídolo, llamado Quetzalcohuatl, era el dios de los mercaderes de esta tierra, los cuales residían en una gran ciudad que llaman Cholula, y por ser dios de gente rica, era honrado con particulares ceremonias fuera de las ordinarias y ricamente ataviado, se hará aquí particular mención de él. Era este ídolo muy celebrado y festejado de todos los mercaderes, tanto que el día en que se solemnizaba su fiesta gastaban cuanto en todo el año habían granjeado, pretendiendo aventajarse a las demás ciudades por mostrar y dar a entender la grandeza y riqueza de Cholula. Estaba este ídolo en un templo alto, muy autorizado, en una ancha y larga pieza, puesto sobre un altar ricamente aderezado, teniendo alrededor de sí oro, plata, joyas, plumas ricas, ropas de mucho valor y diversas labores. Era este ídolo de madera en figura de hombre, excepto que la cara era de pájaro, con un pico y sobre él una cresta y berrugas, con unas ringleras de dientes en la lengua de fuera; desde el pico hasta la media cara era amarillo con una cinta negra, que le venía ciñendo junto a los ojos por debajo del pico. Tenía en la cabeza una mitra de papel puntiaguda, pintada de negro, blanco y colorado. De esta mitra colgaban unas tiras largas pintadas, con unos flecos al cabo, que se tendían a las espaldas.

Tenía en las orejas unos zarcillos de oro, de hechura de unas orejas, y al cuello un joyel de oro grande, a manera de ala de mariposa, colgado de una cinta de gamuza colorada. Tenía vestida una cortina muy labrada, de negro, colorado y pluma con espacios blancos. En las piernas tenía unas calcetas de oro y en los pies unas sandalias de lo mismo. En la mano derecha tenía un instrumento de madera de hechura de hoz, pintado de negro, blanco y colorado, y junto a la empuñadura tenía una borla de gamuza blanca y negra, y en la mano izquierda, una rodela de plumas blancas y negras, todas de aves marinas, con cantidad de rapacejos de la misma pluma muy espesos. Este era su ordinario ornato, aunque en diversas solemnidades lo iban variando. Solemnizábase la fiesta de este ídolo en esta forma. Cuarenta días antes compraban los mercaderes un esclavo que fuese bien hecho, sin mácula si señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe alguno. A este le vestían con los atavíos del mismo ídolo para que le representase estos cuarenta días. Y antes que le vistiesen, le purificaban, lavándole dos veces en el lago que llamaban de los dioses y, siendo purificado, le vestían en la forma que el ídolo estaba. Era muy reverenciado en estos cuarenta días, por lo que, cuando se presentaba, traía su guarda muy cumplida con otra mucha gente que le acompañaba. Enjaulábanlo de noche, como queda dicho de los demás, porque no se les huyese; luego, de mañana, lo sacaban de la jaula y lo ponían en lugar preeminente y allí le servían, dándole de comer preciosas viandas.

Y después de haber comido, poníanle sartales de rosas al cuello y muchos ramilletes en las manos. Salían luego con él por la ciudad, el cual iba cantando y bailando por toda ella para ser conocido por semejanza de su dios. Y en comenzando a cantar, salían de las casas las mujeres y niños a saludarle y ofrecerle ofrendas, como a dios. Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos viejos muy venerables de las dignidades del templo y humillándose ante él le decían con una voz muy humilde y baja: -"señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar, porque entonces has de morir". Y él había de responder: que fuese muy enhorabuena. Llamaban a esta ceremonia neyolmaxiltiliztli, que quiere decir "el apercibimiento". Cuando le apercibían mirábanle con mucha atención y si veían que se entristecía y que no bailaba con aquel contento que solfa, ni con la alegría que ellos deseaban, hacían una superstición asquerosa, y era que iban luego y tomaban las navajas del sacrificio y lavábanles la sangre humana que estaba en ellas pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas babazas hacíanle una bebida mezclada con otra que por acá llaman cacao. Dábansela a beber porque decían que hacía tal operación en él, que quedaba sin ninguna memoria de lo que le habían dicho y casi insensible, volviendo luego al ordinario contento. Y aun dicen que con este medio, él mismo con mucha alegría se ofrecía a morir, siendo enhechizado con aquel brebaje.

La causa porque procuraban quitar a éste la tristeza era porque lo tenían por muy mal agüero y pronóstico de algún gran mal. Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de haberle hecho mucha honra de música e incienso, tomábanle los sacrificadores, y sacrificábanle al modo arriba dicho, haciendo ofrenda de su corazón a la luna y después arrojándolo al ídolo, dejando caer el cuerpo por las gradas del templo abajo, de donde le alzaban los que lo habían ofrecido, que eran los mercaderes, cuya fiesta era ésta, y llevábanlo a la casa del más principal y allí lo hacían guisar en diferentes manjares, para celebrar, en amaneciendo, el banquete y comida de la fiesta, dando primero los buenos días al ídolo con un pequeño baile que hacían mientras amanecía y se guisaba el sacrificado. Juntábanse después a este banquete todos los mercaderes, especialmente los que tenían trato de comprar o vender esclavos, a cuyo cargo era ofrecer cada año un esclavo para la semejanza de su dios. Era este ídolo de los más principales de esta tierra como queda referido. El templo en que estaba era de mucha autoridad, el cual tenía sesenta gradas para subir a él, y en la cumbre de ellas se formaba un patio de mediana anchura muy curiosamente encalado. En medio de él había una pieza grande y redonda, a manera de horno, y la entrada estrecha y baja, que para entrar era menester inclinarse mucho. Tenía este templo los aposentos que los demás, donde había recogimientos de sacerdotes y de mozos y mozas y de muchachos, como queda dicho, a los cuales asistía sólo un sacerdote que continuamente residía allí, el cual era como semanero porque puesto caso que había de ordinario tres o cuatro curas o dignidades en cualquier templo, servía cada uno una semana sin salir de allí.

El oficio del semanero de este templo, después de la doctrina de los mozos, era que todos los días a la hora que se pone el sol tañía un grande atambor, haciendo señal con él, como nosotros usamos tañer a la oración. Era tan grande este atambor que su sonido ronco se oía por toda la ciudad y, en oyéndolo, se ponían todos en tanto silencio que parecía no haber hombre, desbaratándose los mercados, recogiéndose la gente, con que quedaba todo en gran quietud y sosiego. Al alba, cuando ya amanecía, y así los caminantes y forasteros se apresuraban con aquella señal para proseguir sus viajes, estando hasta entonces impedidos para salir de la ciudad. Este templo tenía un patio mediano, donde el día de su fiesta se hacían grandes bailes, regocijos, y muy graciosos entremeses, para lo cual había en medio de este patio un pequeño teatro de a treinta pies en cuadro, curiosamente encalado, el cual enramaban y aderezaban para quel día con toda la policía posible, cercándolo de arcos hechos de toda diversidad de rosas y plumería, colgando a trechos muchos pájaros y conejos, y otras cosas apacibles. Donde, después de haber comido, se juntaba toda la gente, y salían los representantes de los entremeses, fingiéndose sordos, arromadizos, cojos, ciegos y mancos, viniendo a pedir sanidad al ídolo: los sordos respondiéndole adefesios y los arromadizos, tosiendo y sonándose, y los cojos, cojeando, decían sus miserias y quejas, que hacían reír grandemente a los del pueblo.

Otros salían en nombre de las sabandijas, unos vestidos como escarabajos y otros como sapos y otros como lagartijas, etc., y encontrándose allí referían sus oficios y volviéndose cada uno por sí tocaban algunas fábulas de que gustaban sumamente los oyentes, porque eran muy ingeniosas. Fingían, asimismo, muchas mariposas y pájaros de diversos colores, sacando vestidos a los muchachos del templo en estas formas, los cuales se subían en una arboleda que allí plantaban y los sacerdotes del templo les tiraban con cerbatanas, donde había en defensa de unos y ofensa de los otros graciosos dichos con que entretenían mucho a los circunstantes. Lo cual era concluído haciendo un gran mitote o baile con todos estos personajes. Y esto acostumbraban hacer en las más principales fiestas. La figura del ídolo Quetzalcohuatl es esta que se sigue, cuyo nombre quiere decir "Culebra de pluma rica". Ídolo de los chulultecas llamado Quetzalcohuatl, que quiere decir "Culebra de pluma rica". Demás de los sobredichos ídolos tenían otros muy muchos cuyos ritos y ceremonias por ser tan semejantes a los sobredichos, por evitar prolijidad, no se ponen aquí, sólo se añade otro género de sacrificio que en diversas fiestas tenían, el cual llamaban tlacaxipehualiztli, que quiere decir "desollamiento de personas". Llamábase así porque en ciertas fiestas tomaban un esclavo o esclavos (según el número que querían) y, degollándolos, les desollaban el cuero, el cual se vestía una persona diputada para esto.

Este andaba por todas las casas y mercados de las ciudades, cantando y bailando, y habíanle de ofrecer todos y al que no ofrecía le daba con un canto del pellejo por el rostro, untándole con aquella sangre que tenía cuajada. Duraba esta invención hasta que el cuero se corrompía. En este tiempo, juntaban estos que así andaban mucha limosna, la cual se gastaba en cosas necesarias al culto de sus dioses. En muchas de estas fiestas hacían un desafío entre el que había de sacrificar y el sacrificado en esta forma: ataban al esclavo a una rueda grande de piedra de un pie con una espada y rodela en las manos y dábanle licencia para que se defendiese todo lo que pudiese. Salía luego el que había de sacrificar armado con otra espada y rodela, y si el que había de ser sacrificado prevalecía contra el otro, quedaba libre del sacrificio y con el nombre de capitán famoso, y como tal era después tratado; pero si era vencido, allí en la misma piedra hacían de él sacrificio, cuya pintura es la que se sigue. Desafío de soldados que sacrificaban: el que había de ser sacrificado ataban a una rueda y si podía más que ese suelto, se libraba y entraba el vencido al sacrificio. Tenían, asimismo, diosas. La principal de ellas era una a que llamaban Toci, que quiere decir "Nuestra abuela", que, como se ha dicho en la historia de los reyes, fué una hija del rey de Culhuacan, que fué la primera que desollaron por mandado de Huitzilopuchtli, haciéndola de esta arte su hermana. Desde entonces comenzaron a usar este género de desollar en los sacrificios, entendiendo que quería su dios ser servido de esta suerte. Y el otro sacrificio de sacar los corazones, les enseñó el mismo ídolo cuando él mismo los sacó a los que castigó en Tula, como queda referido en la historia de los mexicanos. Y así no ponen tanta admiración estas crueldades por haber sido dictadas del mismo demonio, a quien si no obedecían, los castigaba crudelísimamente, y así le tenían tanto respeto y temor. Y para que conste de algunas figuras de estas diosas por donde se infieran las demás, que todas eran casi de una suerte, se ponen aquí por junto.

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