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Desarrollo


CAPÍTULO IV Tres capitanes van a descubrir la comarca de Apalache y la relación que traen Habiendo descansado el ejército algunos días y reparádose algún tanto del mucho trabajo pasado, aunque nunca en este tiempo faltaron las continuas armas y rebatos que de noche y día los enemigos daban, el gobernador envió cuadrillas de gente de a pie y de a caballo con capitanes señalados que entrasen quince y veinte leguas la tierra adentro a ver y descubrir lo que en la comarca y vecindad de aquella provincia había. Dos capitanes entraron hacia la banda del norte por diversas partes, el uno llamado Arias Tinoco y otro Andrés de Vasconcelos, los cuales, sin que les hubiese acaecido cosa que sea de contar, volvieron, el uno a los ocho días y el otro a los nueve de como habían salido del real, y dijeron casi igualmente que habían hallado muchos pueblos con mucha gente y que la tierra era fértil de comida y limpia de ciénagas y montes bravos. Al contrario dijo el capitán Juan de Añasco, que fue hacia el sur, que había hallado tierra asperísima y muy dificultosa y casi imposible de andar por las malezas de montes y ciénagas que había hallado, y tanto peores cuanto más adelante iba a mediodía. De ver esta diferencia de tierras muy buenas y muy malas me pareció no pasar adelante sin tocar lo que Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en sus Comentarios, escribe de esta provincia de Apalache, donde la pinta áspera y fragosa, ocupada de muchos montes y ciénagas, con ríos y malos pasos, mal poblada y estéril, toda en contra de lo que de ella vamos escribiendo, por lo cual, dando fe a lo que escribe aquel caballero, que es digno de ella, entendemos que su viaje no fue la tierra tan adentro como la que hizo el gobernador Hernando de Soto, sino más allegado en la ribera del mar, de cuya causa hallaron la tierra tan áspera y llena de montes y malas ciénagas, como él dice, que lo mismo halló y descubrió, como luego veremos, el capitán Juan de Añasco, que fue del pueblo principal de Apalache a descubrir la mar, el cual hubo gran ventura en no perderse muchas veces, según la mala tierra que halló.

El pueblo que Cabeza de Vaca nombra Apalache, donde dice que llegó Pánfilo de Narváez, entiendo que no fue este principal que Hernando de Soto descubrió, sino otro alguno de los muchos que esta provincia tiene, que estaría más cerca de la mar, y, por ser de su jurisdicción se llamaría Apalache como la misma provincia, porque en el pueblo que hemos dicho que era cabeza de ella se halló la que hemos visto. También es de advertir que mucha parte de la relación que Alvar Núñez escribe de aquella tierra es la que los indios le dieron, como él mismo lo dice, que aquellos castellanos no la vieron porque, como eran pocos y casi o del todo rendidos, no tuvieron posibilidad para hollarla y verla por sus ojos ni para buscar de comer y así los más se dejaron morir de hambre. Y en la relación que le daban es de creer que los indios dirían antes mal que bien de su patria, por desacreditarla para que los españoles perdieran el deseo de ir a ella, y con esto no desdice nuestra historia a la de aquel caballero.

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