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CANTO VEYNTE Y SEYS Como llego la nueua del Maese de campo, a oydos de Gicombo, vno de los Capitanes Acomeses, que ausente auia estado, y de las diligencias que hizo, juntando à los Indios, à consejo, y discordia que tuuieron La cosa que mas duele, y mas lastima, El alma, y la consume, es que le imputen, Quando esta mas quieta y sossegada, Culpa que nunca hizo, ni propuso, Y este dolor y caso desastrado, En si es tanto mas graue quanto tiene, De peso y grauedad aquel excesso, Con que quieren mancharla y desdorarla, Luego que sucedio el caso triste, Que en Acoma los baruaros hizieron, No bien solas dos horas se pasaron, Quando Gicombo, vn baruaro valiente, Afable, gentilombre, y auisado, Que treinta leguas de la fuerça estaua, Por arte del demonio que no duerme, Supo lo que passaua, y sin tardança, Temiendo le imputasen tal delicto, Por ser varon de cuenta, y estimado, Por Capitan en esta misma fuerça, Donde estaua casado con Luzcoija, Vna famosa baruara gallarda, Que por su gran belleza y, trato noble, Era reuerenciada y acatada, De todo aqueste fuerte y sus contornos, Por cuias justas causas, y otras muchas, Que en su noble persona concurrian, Afrentado del hecho, y caso infame, Mandò a Buzcoico luego se partiesse, A los Apaches, que eran estrangeros, De su nacion remotos y apartados, Y à Bempol gran su amigo le llamase, Nacido y natural de aquella tierra, Valiente por extremo y gran soldado, Y de su parte solo le dixesse, Que dentro de seys soles conuenia, En Acoma se viessen, sin que vbiesse, En esto quiebra alguna ni tardança, Porque tenia cosas muy pesadas, Que tratarle y dezirle de importancia, Y apenas las seys bueltas fue cerrando, La poderosa lampara del Cielo, Quando los dos guerreros animosos, En Acoma se vieron, donde à una, Fueron bien regalados y seruidos, De la noble Luzcoija, y alli juntos, Despues de auer tratado y conferido, Por toda aquella noche el caso feo, Determinaron que en abriendo el dia, Los Capitanes todos se juntasen, Que eran solos seys baruaros valientes, Popempol, Chumpo, Calpo, y gran Buzcoico, Ezmicaio, y Gicombo, aqueste brauo, Por cuio ruego todos se juntaron, Y afsi como parece que derrama, El sembrador el grano, y que lo arroja, Perdido por el suelo assi al descuido, Hablando con la junta fue diziendo, Varones poderosos bien os consta, Que aquel que ofende es fuerça siempre traiga, La barua sobre el hombro recatado, De todo mal sucesso y caso triste, Bien veys que quien à honze Castellanos, Hizo fin causa alguna se partiessen, De aquesta vida triste miserable, Que puede ser que à su pesar le fuercen, Quando mas descuidado y mas seguro, Que tras de todos ellos vaya y siga, La misera derrota que lleuaron, Y pues para que bueluan, no ay remedio, Aquellos que de aquesta vida parten, Yo soy de parecer que con recato, Si en lo hecho quereis asseguraros, Que nuestros hijos todos y mugeres, Salgan de aqueste fuerte, y nos quedemos, No mas que los varones, entretanto, Que los Castillas, dan indicio, o muestran, El corage que tienen y las fuerças, Que ponen en vengar à sus amigos, Por cuia causa quise que viniesse, Bempol, y, con nosotros se juntase, Y con su parecer y voto diesse, Como quien en las armas siempre unio, Lugar mas preminente, y, mas en cosas, Que son de tanto peso, y tanta estima, Quales son estas donde tantas honrras, Vemos que penden sin las muchas vidas, Que es fuerça que peligren y se pierdan, Si muy breue remedio no se aplica, A mal tan peligroso, quanto el tiempo, Dira si con presteza no se ataja, Su misera dolencia conozida, Y assi como frenetico que buelue, Su saña contra el medico, y furioso, Pretende deshacerlo y acaluarlo, Sin ver que se desbela, busca y traza, Orden para curarle y darle sano, Assi rabioso, fiero, y sin sentido, Oyendo estas palabras desde afuera, Zutacapan se fue luego acercando, Con vna falsa risa al desgaire, Y dixo desta suerte con descuido, Cierto que estoy corrido, y que me pesa, Que para cosa tan cobarde y, baja, Ayan tan brauos y altos Capitanes, Iuntandose a consejo, pues de siete, Que estan en esta illustre y noble junta, Qualquiera de los cinco generosos, Que estoy por señalarlos con el dedo, Es muy bastante amparo y suficiente, Para poder en este puesto y fuerça, Desbaratar a todo el vniuerso, Y destruirlo sin que quede cosa, Que no se le sugete y auassalle, Y si Gicombo tanto miedo tiene, Arrimese à la sombra desta maça, Que aqui tendra su vida bien segura, Y escusara tambien que forasteros, Vengan a defendernos y à dar voto, Donde las fuerças v el consejo sobra, Y mas entre soldados tan valientes, Quanto cobardes todos los temores, Con que vienen agora alebrastados, Los dos guerreros con el brauo golpe, De vna sola piedra lastimados, Desocuparon luego los assientos, Y como prestos sacres embistieron, Las palmas bien auiertas, y si presto, Popempol, Chumpo, y Calpo, no bajaran, La colera rebuelta, ya encendida, Alli Zutacapan de todo punto, Quedara para siempre deshonrrado, Y buelto contra el, le dixo Bempol, De quando aca te atreues, dimie infame, Hablar donde jamas nunca tuuiste, Manos para librar por fuerça de armas, Lo que quieres librar por sola lengua, Cotumbo dixo en esto desembuelto, No ay para que ninguno se auentaje, Que solo aqueste braço en esta fuerça, Basta para rendir a todo el mundo, Y pensar otra cosa es cobardia, Infamia, y vil afrenta con que mancha, El valor y grandeza que alcançamos, Qual si fueramos dioses en lo alto, Destos valientes muros poderosos, Tras deste luego Tempal demudado, Assi como escorpion rabioso y fiero, De venenosa hierua apacentado, Vibrando las tres lenguas desgarradas, Y el espinazo todo lebantado, Dixo ser gran bageza gouernasen, Armas, todos aquellos que tuuiessen, Temor sobre seguro tan notorio, Qual brotan pedernales las centellas, Con golpes del azero y chispas viuas, Otros tambien sin estos aprouaron, Este partido juntos, y dixeron, Ser pobres de valor y de verguença, Aquellos que temiessen ni pensasen, Puestos en aquel puesto les viniesse, El mal que à las Estrellas, cuia cumbre, No permite que cosas jamas llegue, Que pueda escurecerlas ni mancharlas, Oyendo aquesto el noble Zutalicalpo, Assi qual diestro musico que ahaja, La lebatanda prima, y la afloja, La poderosa maça fue lançando, Enmedio de la junta, y fue diziendo, Si ser pudiera por valiente braço, Aquesta pobre patria defendida, Por este se que fuera libertada, Mas dezidme varones no vencidos, Quantos en alta cumbre entronizados, Con misera ruina auemos visto, Caer de sus assientos lebantados, Quantos valientes, brauos, y, animosos, Vemos de flacas fuerças consumidos, Quantas altas estrellas desclauadas, De los grandiosos cielos poderosos, En breue espacio vemos apagadas, De que sirue señores que mi padre, Con sola sombra de su maça haga, Seguras nuestras vidas, y con esto, Quieran otros tambien con solo vn braço, Derribar todo vil mundo y sugetarle, Si puestos en las veras todos juntos, Quales milanos tristes sin respecto, Han de ser despreciados y, arrastrados, Qual veys aquesa maça por el suelo, Muda, cobarde, flaca, y sin gouierno, De mano belicosa que la mande, Sin dexarle acabar al mismo instante, Echando viuo fuego por los ojos, Salio diziendo Bempol corajoso, No piense aqui ninguno que sin esfuerço, En si tanto se estiende y, se lebanta, Quanto el mas bajo poluo despreciado, Porque harè que donde yo la planta, A su pesar, sus viles ojos ponga, Gicombo se arriscò con otros muchos, Y este partido todos por las armas, Quisieron defender, y porque el fuego, No se encendiesse mas, y se abrasasen, Despues de auer passado con enojo, Muchas grandes demandas y repuestas, Desafiados tres à tres quedaron, Gicombo y Zutalcampo, y el gran Bempol, Contra Zutacapan, Cotumbo y Tempal, Cuio brauo combate suspendieron, Hasta alcançar de España la victoria, Por cuia causa Amulco vn hechizero, Que era por tal de todos estimado, Assi como se exsala, afloja y templa El encendido horno, destapando, La concaua brauera assi templando, I.

a bauara canalla descompuesta, Dixo muy, bien sabeis nobles varones, Que el futuro sucesso que esperamos, Por hado aduerso, o prospero, que es fuerça, Que yo le sepa, entienda, y le conozca, Muy grandes tiempos antes que suceda, Y bien sabeis tambien que à mi los dioses, En aplacar las armas dieron mano, Y en alterarlas siendo conueniente, Si esto es assi por que quereis en vano, Litigar estas cosas si està en casa, Quien con patente y claro desengaño, Puede manifestaros todo aquello, Que puede disgustaros, o agradaros, Por cuia justa causa quiero luego, Por quitaros de dudas y sospechas, Consultarà los dioses, porque à todos, Pueda desengañaros sin tardança, Del bien, o mal que ya determinado, Es fuerça que le tengan, y no dudo, Daros alegres nueuas faborables, Todos los Capitanes aprouaron, Con el resto del pueblo aquel intento, Y abiendo entrado en cerco confiado, Aqueste bruto presago adiuino, Estando todos juntos aguardando, El prodigioso oraculo suspensos, Como si en el horrible infierno brauo, Vbiera estado, assi salio encendido, Diziendoles à todos con enfado, Que miedos son aquestos, que pantasmas, Que sombras, que visiones aueys visto, Dezidme valerosos Acomeses, Y tu Gicombo, y Bempol esforçados, Cuios grandiosos y, altos coraçones, Nunca jamas temieron como agora, Veo que estays los dos desalentados, Auemos puesto todos por ventura, El oluido perpetuo al brauo Qualco, Quando fue por espia, y te embiamos, Al pueblo de san Iuan, que dizen ellos, Ser de los Caualleros, no nos dixo, Que en ciertos regozijos que tuuieron, Estos mismos Castillas que dezimos, Que muy soberuios tiros se tiraron, Los vno à los otros, y no vido, Caer ninguno dellos, donde todos, Bien claro conozimos, y entendimos, No ser sus armas mas que solo asombro, Estrepitu, ruido, grima espantosa, Y al fin todo alboroto, pues sus rayos, Si assi quereis llamarlos, no hirieron, A ninguno de todos los que andauan, En medio de Sus truenos paborosos, Por solo essa razon dixo Gicombo, Que no se lastimaron ni tocaron, Con armas tan grimosas y espantosas, Auemos de entender que como dioses, Que nada les ofende combatieron, Y assi es muy justo todos les temamos, Aqui Zutacapan replicò luego, Yo quiero que con rayos muy ardientes, Quales soberuios dioses nos arrojen, Todos essos Castillas que tu temes, Pero sera razon tambien me cuentes, Por cada cien mil truenos, quantos rayos, Has visto que han llegado a nuestros muros, Y si has visto alguno que destrozo, Hizo aquel que mas pues vna arroba, Iamas nos han mermado todos juntos, De sus valientes riscos lebantados, Pues si el poder del Cielo no se estiende, A mas de lo que oyes, por que tratas, De vnos infames todos mas mortales, Que aquellosque sin almas vemos dexan, Los miserables cuerpos ya difuntos, Ya se que son mortales dixo luego, El valiente Gicombo reportado, Pues por sola tu causa como tales, Honze en aquesta fuerça fenecieron, Y sabes tu tambien que no peñasco, Ni fuerça tan soberuia en esta vida, Que no pueda assolarse y abrasarse, Si debajo de engaño y trato alebe, Queremos combatirla y derribarla, Muy, bien estoy con esso, dixo Amulco, Mas cuando viene el bien es cosa justa, Que todos su grandeza conozcamos, No es tan cierto el Sol en darnos lumbre, Quanto tenemos cierta la victoria, Calense luego puentes y piquemos, Todos los passadizos Sin que cosa, Quede para Castillas reserbada, Que desta vez auemos de assentarnos, En el mas alto cuerno de la Luna, Y à ti fuerte Gicombo yo te mando, No obstante que Luzcoija es muy hermosa, Doze donzellass bellas Castellanas, Y al brauo Bempol, porque buelua, Con tal despojo honrrado a sus Deudos, patria, y parientes mas cercanos, Aqui los dos a una replicaron, Por no dar de flaqueza mas sospecha, Armas nos han de dar y no mugeres, Si auemos de auer premio en las batallas, Mas porque no se entienda que queremos, Por miedo de la muerte aqui escusarnos, De ver à los Castillas prometemos, Por nos, y por los muchos que quisieran, Salirse deste puesto, y no aguardarlos, De quedarnos aqui con mas firmeza, Que estan los altos montes quando aguardan, A quien los rompa, tale, y los abrase, Y porque ya la gente Castellana, Apriessa se dispone, quiero luego, Disponerme señor, porque me es fuerça, Venir con todos ellos à esta fuerça.

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