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CANTO VEYNTE Y NVEVE Como los doze compañeros escalaron el primer Peñol, y batalla que tuuieron con los Indios, y junta que tuuieron para lebantar por General à Gicombo, y acetacion que hizo el cargo, y condiciones que sacó para exercerlo Cosa es patente, clara y manifiesta, Poderosos señor, si bien notamos, Que muchas vezes vemos se auentaja, A toda discrecion, saber y auiso, Vn necio razonar, si con prudencia, Sabe disimularse y proponerse, Cuio disfraz discreto vimos tuuo, Aqui el sagaz Sargento, hastuto y cauto, Porque siendo los baruaros que juntos, Los Castellanos todos arrancauan, Y al poderoso muro acometian, Y que anima viuiente no quedaua, Por todo nuestro assiento, cuias tiendas, Para mas encubrirnos derribamos, Temiendo ser verdad aquel portento, De tropel todos juntos arrancaron, A defender el passo mas guardado, Que pudo dessearse en todo el mundo, Viendo pues que dejauan despoblado, El primero Peñol aquellos brauos, Salieron de tropel y a escala vista, Quales al rico palio arremetian, Ligeros corredores assi juntos, Los doze Castellanos arrancaron, Cuios nombres es justo que se escriuan, Pues no piden sus obras que se callen, El Sargento mayor, y Leon de Isasti, Marcos Cortes, Munuera, Antonio Hernandez, Tambien el Secretario Iuan Belarde, Christoual Sanchez, Y Christoual Lopez, Hernan Martin, Cordero, y aquel Pablo, Que dizen de Aguilar, y yo con ellos Que assi fue necessario, porque el colmo, No fuesse tan cumplido, y que mermase, Pues como aquestos fuertes embistiessen, El mas valiente muro, y lo escalasen, Estaua el gran Gicombo, y Bempol juntos, Y el viejo Chumpo, y noble Zutancalpo, Con todos los amigos que las pazes, Pidieron con instancia, y procuraron, Por cuia Causa à todos despreciaron, Aquestos pobres baruaros perdidos, Y assi sin hazer dellos cuenta alguna, Como bruto animal sin mas sospecha, Dexando aquel peñol desocupado, Salio Zutacapan con todo el pueblo, A defender la entrada à los Castillas, Que estaua à solas aues reserbada, Notando pues Gicombo que ocupauan, El primero peñol los Castellanos, Y que era fuerça alli los acabasen, Por pensar que eran todos sus contrarios, Mando que Bempol luego arremetiesse, Con quatrocientos baruaros, y al punto, Que todos embistieron, y à las doze, La cumbre del peñol auian ganado, Y luego al passaman acometieron, Y en vn angosto estrecho todos juntos, Las armas sangrentaron de manera, Que si qual ellos yo me señalara, El numero de doze dentro en Francia, De todo punto es cierto se perdiera, Y en este angosto estrecho se hallara, Viendo pues el Sargento tal braueza, En braços tan valientes y esforzados, Caualleros de Christo les dezia, Oy es de san Vicente el santo dia, Con cuio santo nombre soy honrrado, Y en este heroico illustre y grande santo, Espero valerosos Españoles, Que auemos de salir de aqueste hecho, Triunfando como brauos desta gente, Idolatra perdida, vil infame, Oyendo pues aquesto todos juntos, Apretando los dientes soportauan, De flecha y piedra espesa tan gran lluuia, Que pedazos à todos los hazian, Hasta que el gran caudillo dio con Polco, Vn baruaro valiente en tierra muerto, Con cuia buena suerte el Secretario, Marcos Cortes, Cordero, y Leon de Isasti, Con cada quatro balas despedidas, De los prestos cañones derribaron, Diez baruaros gallardos, y tras destos, Otros catorze juntos despacharon, El buen Christoual Sanchez con Munuera, Y Pablo de Aguilar, y Antonio Hernandez, Y aquel Hernan Martin, al qual seguia, El gran Christoual Lopez, à quien vimos, De vna grande pedrada tan ayrado, Que apellas en el suelo fue tendido, Quando se puso en pie, y, assi encendido, Hizo tan gran destrozo que no auia, Quien ya esperar ossase su ossadia, En esto Antonio Hernandez Lusitano, Ganoso de estimarse por valiente, En sus soberuias fuerças confiado, Tanto quiso meterse y arriscarse, Que a palos y, à pedradas, assi muerto, Auiendo destrozado grandes cuerpos, Fue por solo el Sargento socorrido, Pues como Bempol viesse la bratieza, De aquel pequeño numero de espadas, Arrastrando los cuerpos ya difuntos, Y a cuestas los heridos retirando, Socorro fue pidiendo, y, luego en esto, Assi como de Irlanda vn brauo perro, Con vna grande esquadra de guerreros, Gicombo fue embistiendo, y Zutancalpo, Y viendo alli el Sargento que traia, Vn baruaro gallardo aquel bestido, Del caro hermano muerto ensangrentado, Assi como Iacob quedò suspenso, De ver la bestimenta tinta en sangre, De su Ioseph querido y regalado, Assi le vimos todos suspendido, Y luego que algun tanto fue cobrado, Poniendo en aquel baruaro los ojos, Para el arremetio con tal braueza, Qual suele vn brauo sacre arrebatado, Que de muy alta cumbre se abalança, sobre la blanca garza, y de encuentro, La priua de sentido, y luego, à pique, Hecha vn ouillo toda à tierra viene, Assi de aquesta suerte sin acuerdo, Para el se abalançó desatinado, Y tulliendo y matando, fue rompiendo, La baruara canalla reformada, Hasta que por mortaja aquella ropa, Quedò del miserable que en vn punto, Dexó sin vida y, alma alli difunto, En esto el gran Gicombo desembuelto, Furioso a todas partes reboluia, La baruara canalla alli alentando, Con vno y otro grito, y fue embistiendo, Con todos sus soldades de manera, Que la pequeña esquadra Castellana, De todo punto rota alli quedara, Si el Sargento mayor con gran presteza, Pedazos de vn valazo no le haze, Por lo alto del molledo el diestro braço, Con cuia buena suerte venturosa, Nunca se vio jamas que assi bramase, Bertiendo espumarajos por la lengua, La braueza y fiereza desatada, Del corajoso toro jarretado, Que à todas partes vemos arremete, La destroncada corba sacudiendo, Los muy agudos cuernos lebantando, Qual vimos a Gicombo embrauecido, Por vna y otra parte rebentando, De colera deshecha, y assi brauo, Esforçando a los suyos les hazia, Que de los prestos braços despidiessen, De flecha, palo, y piedra, tal vertiente, Qual vemos vn gran poluo, quando espeso, Los poderosos vientos nos derraman, Y en el inter aquellos valerosos, Que de falso embistieron al gran muro, Apenas arrancaron quando luego, De los cauallos presto se apearon, Aquel Francisco Sanchez el Caudillo, Tras del Diego Robledo, y Simon Perez, Guillen, y Catalan, Mallea, y Vega, Tambien Martin Ramirez y Montero, Ayarde, con Iuan Griego y assi juntos, Sacudiendo las crestas lebantadas, De las brauas zeladas se apegaron, Qual trepadora yedra al fuerte muro, Y fingiendo escalarle soportauan, De piedra desgalgada tal tormenta, Que assi como se rompe el alto Cielo, Con vno y otro trueno pauoroso, Y con fuerça de rayos nos assombra, Assi todos temiendo prohejauan, Contra la gran tormenta jamas vista, De cantos y peñascos que embiauan, Atonitos los baruaros confussos, De ver en Castellanos tal prodigio, Creyendo ser verdad que via el ciego, Y que bolaua el que alas no tenia, Y para mas engaño desembueltos, El poderoso muro acometian, Los Capitanes, Marques y Quesada, El Contador Romero, y Iuan Piñero, Tambien el prouehedor, y gran Zapata, Farfan, y Cauanillas, cuios braços, Apriessa espesas balas despedian, Contra Zutacapan, Cotumbo, y Tempal, Amulco, y gran Parguapo, y brauo Pilco, Derribando del alto muchos dellos, Que à pique se venian sin el alma, Que en la cumbre dexauan con la fuerça, De los gallardos braços ayudados, De Iuan Medel, Ribera, y de Naranjo, Francisco de Ledesma, y de Carrera, Iuan de Pedraça, Olague, y de Zumaia, Francisco Vazquez, y Manuel Francisco, Marcos Garcia, y Pedro de los Reyes, Y à bueltas Pedro Sanchez Damiero, Simon de Paz, Iuan Lopez, y Andres Perez, Pero Sanchez, Monrroi, tambien Villalua, Y Francisco Martin, y aquel Alonso, Que del Rio llamamos, cuias aguas, A muchos anegando zozobrauan, Y el Alferez Bañuelos rodeando, El poderoso muro, yua blandiendo, Vna terrible lança de los hierros, Tras del el fuerte braço lebantaua, En vn cauallo bayo remendado, De blancas manchas todo bien manchado, Aquel gallardo Inojos, mal sufrido, Carabajal, y Casas reportado, Tambien Alonso Gomez Montesinos, La fuerça de las armas fue sufriendo, Hasta que ya la noche fue tendiendo, Su lobrega tiniebla con que todos, Suspendiendo la colera encendida, Las armas reposaron fatigadas, Y encargando el Sargento cuidadoso, La fuerça de aquel alto ya ganado, A Pablo de Aguilar, y à Leon de Isasti, A quien Villauiciosa y otros buenos, Tambien acompañaron como brauos, El Sargento mayor bajó y en peso, Rondò toda la noche, y porque estauan, Dos muy profundas çanjas que partian, El alto passaman que auian ganado, Para poder passarlas mandó presto, Que vn buen madero luego se subiesse, Y haziendose assi sin que quedase, Mas que aquel pertinaz qeu auemos dicho, Todos se confessaron, y en rompiendo, La luz de la mañana comulgaron, Y viendo aquellos baruaros las muertes, Y estrago desgraciado, y que vencidos, Yuan de hecho ya y destrozados, A consejo llamaron, y assi juntos, Notaron que Gicombo y Zutancalpo, Y el valeroso Bempol no venian, Por cuia causa juntos acordaron, Que Mencal fuesse luego y los llamase, Por ser de todos tres muy grande amigo, Y saliendo al efecto vio que estaua, La pobre de Luzcoija lamentando, El destroncado braço de su amigo, A quien con alma y vida le rogaua, Que mas à la batalla no boluiesse, Pues guersana sin el alli quedaua, En esto llegó Mencal, y de parte, De toda aquella junta les propuso, Que a todos los llamauan, y que fuessen, Pues sin ellos el fuerte mal parado, Era fuerça perderse y acabarse, Y al fin supo tan bien encarecerlo, Que fue Bempol con el y Zutancalpo, Sin que possible fuesse que Gicombo, Con ellos se hallase, y por si acaso, Boluiessen a llamarlo, no te viessen, A Bempol le auisó se retiraua, A cierta parte oculta de aquel risco, Donde los aguardaua si boluiessen, Y partiendo los dos para la junta, Viendo que alli Gicombo no venia, Con grande instancia juntos les pidieron, Que luego le truxessen, pues que vian, Que sin el era fuerça que aquel fuerte, Quedase para siempre deshonrrado, Y diziendo con esto otras razones, Con que les obligaron, luego fueron, Al retirado puesto donde estaua, Y tanto le dixeron, que les dixo, Por vosotros yre, y nunca fuera, Si assi los dioses juntos lo mandaran, Y diziendo a Luzcoija se quedase, Y en aquel puesto sola se estuuiesse, En lastimosas lagrimas desheclia, Alli le respondio toda turbada, Si el Sol mil vezes sale y se me esconde, Y las altas Estrellas otras tantas, Vinieren y ausentaren sus antorchas, No faltarè señor aunque yo muera, Del solitario puesto en que me dejas, Y dejandola alli llegò à la junta, Y assi como le vieron con cuidado, Luego Zutacapan en pie se puso, Y dixo: bien serà varones nobles, Que antes que cosa alguna se proponga, Que sea de Gicombo remediado, El poderoso braço mal herido, Oyendo pues aquesto, dixo luego, Yo tuuiera mi braço remediado, Si como de enemigo yo tomara, El primero consejo que me diste, Diziendo que à la sombra de tu maça, Tendria yo mi vida bien segura, Mas dexemos aquesto por agora, Que pide mas respuesta lo que callo, Sepamos que mandais agora juntos, Al que quiso tan mal aconsejaros, Quando dixe ser bien que à los Castillas, En ninguna manera se aguardasen, Por cuia causa luego replicaron, Por sola essa razon queremos todos, Sugetar nuestras vidas y rendirlas, A no mas que tu gusto, y desde luego, Por General de todos te nombramos, Y todos como à tal te obedecemos, Y después que passaron grandes cosas, Y el oficio por fuerça fue acetado, Del gallardo Gicombo, fue debajo, De condicion y pacto, firme, expresso, Que si el dicho Gicombo memorable, Y el noble Zutancalpo, y brauo Bempol, En las presentes lides y batallas, Sus vidas acabasen, y con ellos, Tambien Zutacapan, Cotumbo, y Tempal, Que en vn sepulcro juntos con sus armas, Fuessen sin mas acuerdo sepultados, Porque en essotra vida los enojos, Y desafios graues que tenian, En las entrañas fijos y arraigados, Fuessen de todos juntos fenecidos, Y que si con victoria alli saliessen, Que entrasen en batalla, y acabada, Que fuesse aquella fuerça gouernada, Por solo el General, sin que ninguno, Ninguno otro dominio pretendiesse, Y que si caso juntos la perdiessen, Que hasta morir ninguno se entregase, Y despues de vencidos se matasen, Los vnos à los otros, sin que cosa, Dentro del fuerte viua les quedase, Con cuias condiciones fue exerciendo, El valiente Gicombo el nueuo oficio, Y pues nueuo gouierno ya tenemos, De nueuo, nueua pluma aqui cortemos.

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