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Desarrollo


Apoxpalon, señor de Izancanac De Tizapetl fueron a Teuticaccac, que estaba a seis leguas, donde el señor les dio muy buen tratamiento. Se aposentaron en dos templos, pues los hay muchos y muy hermosos, uno de los cuales era el mayor y dedicado a una diosa a quien sacrificaban doncellas vírgenes y hermosas, que si no lo eran, dicen que se enojaba mucho con ellos, y por esta causa las buscaban desde niñas y las criaban regaladamente. Sobre esto les dijo Cortés como mejor pudo lo que convenía a cristiano y lo que el Rey mandaba, y derribó los ídolos; de lo que no mostraron mucha pena los del pueblo. Aquel señor de Teuticaccac trabó grandes pláticas y conversación con los españoles, y tomó mucha amistad y cariño a Cortés. Le dio más entera razón de los españoles que iban buscando y del camino que había de llevar. Le dijo con mucho secreto que Apoxpalon estaba vivo, y que le quería guiar por un rodeo, aunque no mal camino, para que no viese sus pueblos y riqueza. Le rogó que guardase el secreto si le quería ver vivo y con su hacienda y estado. Cortés se lo agradeció mucho, y no solamente le prometió secreto, sino buenas obras de amigo. Llamó luego al mancebo que dije, y le examinó; el cual, como no pudo negar la verdad, dijo que su padre estaba vivo, y a ruego de Cortés le fue a llamar y le trajo en seguida al segundo día. Apoxpalon se excusó con mucha vergüenza, diciendo que de miedo de tan extraños hombres y animales lo hacía, hasta ver si eran buenos, para que no le destruyesen sus pueblos; pero que ahora, pues veía que no hacían mal a nadie, le rogaba se fuese con él a Izancanac, ciudad populosa, donde él residía.

Cortés se marchó al otro día, y dio un caballo a Apoxpalon en que fuese, de lo cual mostró gran placer, aunque al principio pensó caer. Entraron con gran recibimiento en aquella ciudad. Cortés y Apoxpalon se alojaron en una casa donde cupieron los españoles con sus caballos. A los de México los repartieron por las casas. Aquel señor dio largamente de comer a todos el tiempo que allí estuvieron, y a Cortés algún oro y veinte mujeres. Le dio una canoa y hombres que llevasen por el río abajo hasta el mar, a donde estaban los carabelones, a un español que poco antes llegara de Santisteban de Pánuco con letras, y cuatro indios que habían traído cartas de Medellín, de la villa del Espíritu Santo y de México, hechas antes de que Gonzalo de Salazar y Peralmíndez llegasen; con los cuales respondía que iba bueno, aunque con muchos trabajos, y también escribió a los españoles que estaban en los carabelones lo que habían de hacer y a donde tenían que ir a esperarlo. Acostumbraban, según dicen, en aquella tierra de Acalan hacer señor al más caudaloso mercader, y por eso lo era Apoxpalon, que tenía grandísimo trato por tierra de algodón, de cacao, esclavos, sal, oro, aunque poco y mezclado con cobre y con otras cosas; de caracoles colorados, con que atavían sus personas y sus ídolos; de resina y otros sahumerios para los templos, de teas para alumbrarse, de olores y tintas con que se pintan para las guerras y fiestas y se tiñen para defensa del calor y del frío, y de otras muchas mercaderías que ellos estiman y necesitan; y así, tenía mucho en pueblos de ferias, como era Nito, factor y barrio por sí, poblado de sus vasallos y criados tratantes. Mostróse Apoxpalon muy amigo de los españoles, hizo un puente para que pasasen una ciénaga, tuvo canoas para pasar un estero; envió muchos guías con ellos, prácticos del camino, y por todo esto no pidió más que una carta de Cortés para si algunos españoles fuesen por allí, que supiesen que era su amigo. Acalan es muy poblada y rica. Izancanac, gran ciudad.

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