Vocación de San Mateo de Caravaggio
Desarrollo
Mateo Contarelli, importante comerciante francés, compró para su gloria eterna la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses en Roma con la intención de ser enterrado allí. Encargó un completo programa de pinturas y esculturas dedicadas al santo que le daba nombre: San Mateo. Caravaggio recibió el encargo para los dos óleos laterales, con la Vocación en la izquierda y el Martirio de San Mateo en la derecha. Más tarde, se le pediría también la pala de altar central, con San Mateo y el Angel. Frente a los lienzos que Caravaggio había venido realizando con una o dos figuras, la Vocación de San Mateo presenta siete, que han de organizarse coherentemente y en profundidad en un espacio arquitectónico que ya no puede ser eludido por el pintor en una suerte de fondo neutro perdido en la oscuridad. Sin embargo, Caravaggio no renunció en absoluto a sus recursos plásticos, y de nuevo la luz es la que da estructura y fija la composición del lienzo. Así, tras la figura de Cristo que acaba de penetrar en la taberna, brilla un potente foco de luz. Esa luz rasga el espacio diagonalmente para ir a buscar a la sorprendida figura de Mateo, que se echa para atrás y se señala a sí mismo dudando que sea a él a quien el Salvador busca. El personaje de primer plano, de espaldas, también dirige su mirada hacia Cristo y su discípulo, al igual que el joven que está junto al futuro santo. Un compañero de Mateo, vestido como un caballero fanfarrón de la Roma que conocía tan bien Caravaggio, se obstina en no ver la llamada y cuenta con afán las monedas que acaban de recaudar. El anciano que se coloca entre Mateo y el contador tampoco recibe la llamada de Cristo y dirige su mirada hacia las monedas, interesándose por lo material y renunciando a lo espiritual. El realismo de las figuras, el empleo de tonalidades oscuras y los fuertes contrastes de luz y sombra son las características que definen la pintura de Caravaggio, como se pone de manifiesto en ésta su obra maestra.