Presentación Ramsés II
Desarrollo
El papel desempañado por la civilización egipcia en la Antigüedad va a ser crucial. Egipto se convierte en un punto de referencia fundamental para posteriores culturas como la griega o la romana, manifestándose continuas influencias incluso durante la Edad Media. La figura del faraón se convierte en la columna vertebral de la civilización egipcia, al unificar en su persona las dos coronas: el Alto y el Bajo Egipto. Cabeza de la administración, el ejército y la diplomacia, el faraón dirigirá el país y planificará las construcciones que se realicen en su tiempo, en un afán de perpetuar su memoria a través de monumentales edificaciones. Pocos alcanzan en este afán constructivo a Ramsés II, el último rey que logró mantener el esplendor de Egipto como potencia durante el Imperio Nuevo. La vocación mediterránea de Egipto le llevará en múltiples ocasiones a ampliar sus fronteras a las zonas de Siria y Palestina, encontrándose con los diferentes imperios asentados en el Oriente Próximo, como Asiria, Mitanni y Hatti. Estas continuas luchas marcarán la marcha histórica de Mesopotamia, donde aparecen diversas civilizaciones que se van afianzando paulatinamente en su entorno, enfrentándose para conquistar la hegemonía respecto a sus vecinos. Será en esta zona de Asia, en el llamado Creciente Fértil, donde se produzca la revolución neolítica que permite superar el Paleolítico, convirtiéndose así en cuna de la civilización y de la cultura. En Mesopotamia y en Egipto se producirá también el paso de la aldea a la ciudad, dando pie a la creación del Estado. La aparición de la escritura y de la numeración, producto de esa evolución, marcarán el tránsito de la Prehistoria a la Historia, uno de los hitos fundamentales de la humanidad.