Los proverbios flamencos
Desarrollo
Entre los pintores flamencos del siglo XVI destaca la figura de Peter Bruegel el Viejo . En la mayor parte de sus trabajos se pueden apreciar las costumbres de la sociedad de su tiempo, algunas veces con un claro sentido moralizante como en el caso de Los proverbios flamencos , la tabla que conserva el Staatliche Museen de Berlín. Bruegel ha conseguido reunir en esta tabla más de cien proverbios utilizados en su tiempo, de los que los más importantes son los siguientes: "Vivir bajo la escoba" que se relaciona con la pareja que vive en pecado al llevar vida marital sin estar casada; en la ventana de la casa observamos a un pillo que defeca sobre la bola del mundo y hace trampas con las cartas mientras que en el interior de la taberna dos hombres se cogen las narices, un claro símbolo de necedad; otra referencia a la necedad la encontramos en el hombre que asa arenques para coger las huevas y el necio que se cae entre dos taburetes al intentar sentarse sobre los dos; un hombre armado hasta los dientes intenta poner el cascabel al dócil y anciano gato; junto a él observamos a un cerdo quitando la espita de un tonel, simbolizando el exceso y la gula. La indecisión se representa con la mujer que lleva el fuego y el agua mientras que la hipocresía se simboliza con el hombre sujetando un pilar, que representa la Iglesia; a las esposas hipócritas también se alude con la mujer que ata un diablo sobre un cojín mientras que un estúpido se da cabezazos contra la pared.
Un necio esquilando a un cerdo, mujeres maledicentes, un hombre llenando un pozo una vez ahogado el animal, otro dando margaritas a los cerdos y una esposa adúltera tapando con una capa al marido son las escenas que se representan en la zona central de la tabla. En la derecha encontramos a un hombre con el mundo en sus manos, como símbolo de la sabiduría, dirigiendo un gesto de compasión al hombre que se ha metido en el globo de cristal, un nuevo símbolo de necedad. Los actos más pecaminosos de la composición los encontramos en el monje que pone una barba rubia a la figura de Cristo, el hombre que pone una vela a un demonio y el que se confiesa ante Satanás. En el río observamos al pez grande que se come al chico, un hombre cogiendo la anguila por la cola -indicando que no se puede festejar las cosas hasta el final-, un señor que cubre el sol con el abanico, un monje que cuelga los hábitos y un hombre que arroja dinero al río, imagen clara de despilfarro. Lanzar flechas a los pasteles es una clara imagen de optimismo, al igual que el hombre que toca el violín en la picota, el lugar de escarnio público de los delincuentes. El grupo de personajes que se halla a los pies de la torre, presidido por el hombre que abre la ventana con las nalgas, es una representación de los bobos. Dos oportunistas serían el que tiende la capa a favor del viento, en lo alto de la torre, y el que se calienta junto a la casa ardiendo. Al fondo, una procesión de ciegos está a punto de caer al precipicio, lo que indica que los estúpidos tiende a seguir a otros, a pesar de su equivocación.
Un necio esquilando a un cerdo, mujeres maledicentes, un hombre llenando un pozo una vez ahogado el animal, otro dando margaritas a los cerdos y una esposa adúltera tapando con una capa al marido son las escenas que se representan en la zona central de la tabla. En la derecha encontramos a un hombre con el mundo en sus manos, como símbolo de la sabiduría, dirigiendo un gesto de compasión al hombre que se ha metido en el globo de cristal, un nuevo símbolo de necedad. Los actos más pecaminosos de la composición los encontramos en el monje que pone una barba rubia a la figura de Cristo, el hombre que pone una vela a un demonio y el que se confiesa ante Satanás. En el río observamos al pez grande que se come al chico, un hombre cogiendo la anguila por la cola -indicando que no se puede festejar las cosas hasta el final-, un señor que cubre el sol con el abanico, un monje que cuelga los hábitos y un hombre que arroja dinero al río, imagen clara de despilfarro. Lanzar flechas a los pasteles es una clara imagen de optimismo, al igual que el hombre que toca el violín en la picota, el lugar de escarnio público de los delincuentes. El grupo de personajes que se halla a los pies de la torre, presidido por el hombre que abre la ventana con las nalgas, es una representación de los bobos. Dos oportunistas serían el que tiende la capa a favor del viento, en lo alto de la torre, y el que se calienta junto a la casa ardiendo. Al fondo, una procesión de ciegos está a punto de caer al precipicio, lo que indica que los estúpidos tiende a seguir a otros, a pesar de su equivocación.