La España de los Borbones
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Datos principales
Desarrollo
El siglo XVIII representa en España, así como en Europa el auge del absolutismo. La monarquía absoluta de derecho divino, consigue imponerse definitivamente, y su máxima figura es el monarca francés Luis XIV, "El rey Sol". Este modelo político, conocido como "Antiguo Régimen", se extenderá por Europa y se mantendrá hasta la Revolución Francesa, a finales de la centuria. El rey absoluto, centraliza todo el poder, eliminando privilegios y particularidades. La nobleza, despojada de su poder político, se convierte en aristocracia cortesana, contribuyendo al boato del rey. Por debajo de él una amplia burocracia, un ejército especializado y una diplomacia compleja le ayudan en sus tareas de gobierno. En España, el absolutismo llega de la mano del primer Borbón, Felipe V. La muerte del último Habsburgo español, Carlos II, ocurrida en 1700, genera grandes expectativas de beneficio en dos candidatos a controlar la sucesión, Luis XIV de Francia y el Emperador austriaco, Leopoldo I. La herencia española, que comprende el dominio sobre diversos puntos estratégicos europeos, como Nápoles, Cerdeña, Sicilia, Milán y los Países Bajos, amén de los territorios peninsulares y americanos, convertirá a su beneficiario en la potencia hegemónica mundial y hará peligrar el precario equilibrio europeo. Para evitar dicho fin, se llevan a cabo sucesivos repartos y soluciones, optando finalmente Carlos II por testar a favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, lo que garantizaría la integridad de los territorios de la monarquía hispánica.
La solución, a la que en principio sólo se opuso el Emperador, no tardó en generar el conflicto al confirmar el monarca francés a su nieto como heredero al trono, lo que pondría en sus manos un poder excesivo, a juicio de sus rivales. La coalición antifrancesa se formó pronto, integrando a Inglaterra, Holanda, el Imperio alemán, Portugal, Dinamarca y el Ducado de Saboya, quienes apoyarán al archiduque Carlos como pretendiente al trono español. La guerra habrá de durar trece años y conocerá una solución de compromiso, de la que Inglaterra será la gran beneficiada: Felipe V será reconocido como soberano de la monarquía hispánica a cambio de no ostentar el trono francés, mientras Francia habrá de renunciar a sus proyectos expansivos sobre los Países Bajos e Italia. El nuevo rey, Felipe V, así como su sucesor Fernando VI mantuvieron una concepción del poder absolutista y centralista. La nueva dinastía entiende que el poder real ha de ser representado con rotundidad, debe impresionar. Siguiendo el ejemplo de Luis XIV y Versalles, los Borbones españoles tendrán en los palacios la mejor expresión de su grandeza. En Madrid, el viejo alcázar de los Austrias resulta destruido por un incendio en 1734, en su lugar es levantado el Palacio Real, símbolo de la majestad de la nueva dinastía. También y como hiciera Felipe II con El Escorial, los Borbones españoles levantan palacios en los alrededores de Madrid como los de La Granja, Aranjuez, o el Palacio del Pardo.
De Francia llega además la influencia de la Ilustración. Es este un movimiento cultural e intelectual que propugna el reformismo a través de la educación y el conocimiento científico, aplicados al bienestar general. En lo político, la Ilustración, alumbró un nuevo concepto: el del despotismo ilustrado, por el cual el rey, cual padre protector, debe interpretar las necesidades de la nación, sus hijos, y proveer las soluciones. Vastos programas de obras públicas, acuñaciones masivas, creación de fábricas, censos# son la plasmación en la práctica del programa político ilustrado. La consigna: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo", parece encarnar mejor que en ninguna otra figura, en la del rey Carlos III. El nuevo monarca gobernó también con poderes absolutos, pero buscando el bienestar popular mediante reformas económicas y sociales. Progreso y felicidad del común de las gentes son los fines a conseguir. El medio, la herramienta principal, es La Razón, que hace al hombre capaz de comprender el mundo y transformarlo según sus necesidades. Surge así un profundo ansia de conocimiento y de divulgación, muchas veces bajo el mecenazgo de la Corona: expediciones científicas, creación de instituciones educativas, patrocinio de periódicos y gacetas... En España, la Ilustración cuenta con nombres ilustres como los de Jovellanos, Mutis, Sessé, Azara, Capmany, Mayans, Feijoo... Sin embargo, las reformas quedarán muchas veces en nada. La oposición de los sectores conservadores e inmovilistas, que ven en la Ilustración una ideología capaz de remover los cimientos sobre los que se sustentan sus privilegios, frenará e impedirá la ejecución de buena parte de las medidas de desarrollo propuestas. La misma monarquía, en principio tan proclive a conducir un movimiento moderado de reforma que no cuestiona su misma existencia, cambiará de opinión tras los sucesos de la Revolución Francesa, que ponen en cuestión a la monarquía como institución. A partir de entonces, cerrado el camino de la reforma, la única vía parece ser la revolución.
La solución, a la que en principio sólo se opuso el Emperador, no tardó en generar el conflicto al confirmar el monarca francés a su nieto como heredero al trono, lo que pondría en sus manos un poder excesivo, a juicio de sus rivales. La coalición antifrancesa se formó pronto, integrando a Inglaterra, Holanda, el Imperio alemán, Portugal, Dinamarca y el Ducado de Saboya, quienes apoyarán al archiduque Carlos como pretendiente al trono español. La guerra habrá de durar trece años y conocerá una solución de compromiso, de la que Inglaterra será la gran beneficiada: Felipe V será reconocido como soberano de la monarquía hispánica a cambio de no ostentar el trono francés, mientras Francia habrá de renunciar a sus proyectos expansivos sobre los Países Bajos e Italia. El nuevo rey, Felipe V, así como su sucesor Fernando VI mantuvieron una concepción del poder absolutista y centralista. La nueva dinastía entiende que el poder real ha de ser representado con rotundidad, debe impresionar. Siguiendo el ejemplo de Luis XIV y Versalles, los Borbones españoles tendrán en los palacios la mejor expresión de su grandeza. En Madrid, el viejo alcázar de los Austrias resulta destruido por un incendio en 1734, en su lugar es levantado el Palacio Real, símbolo de la majestad de la nueva dinastía. También y como hiciera Felipe II con El Escorial, los Borbones españoles levantan palacios en los alrededores de Madrid como los de La Granja, Aranjuez, o el Palacio del Pardo.
De Francia llega además la influencia de la Ilustración. Es este un movimiento cultural e intelectual que propugna el reformismo a través de la educación y el conocimiento científico, aplicados al bienestar general. En lo político, la Ilustración, alumbró un nuevo concepto: el del despotismo ilustrado, por el cual el rey, cual padre protector, debe interpretar las necesidades de la nación, sus hijos, y proveer las soluciones. Vastos programas de obras públicas, acuñaciones masivas, creación de fábricas, censos# son la plasmación en la práctica del programa político ilustrado. La consigna: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo", parece encarnar mejor que en ninguna otra figura, en la del rey Carlos III. El nuevo monarca gobernó también con poderes absolutos, pero buscando el bienestar popular mediante reformas económicas y sociales. Progreso y felicidad del común de las gentes son los fines a conseguir. El medio, la herramienta principal, es La Razón, que hace al hombre capaz de comprender el mundo y transformarlo según sus necesidades. Surge así un profundo ansia de conocimiento y de divulgación, muchas veces bajo el mecenazgo de la Corona: expediciones científicas, creación de instituciones educativas, patrocinio de periódicos y gacetas... En España, la Ilustración cuenta con nombres ilustres como los de Jovellanos, Mutis, Sessé, Azara, Capmany, Mayans, Feijoo... Sin embargo, las reformas quedarán muchas veces en nada. La oposición de los sectores conservadores e inmovilistas, que ven en la Ilustración una ideología capaz de remover los cimientos sobre los que se sustentan sus privilegios, frenará e impedirá la ejecución de buena parte de las medidas de desarrollo propuestas. La misma monarquía, en principio tan proclive a conducir un movimiento moderado de reforma que no cuestiona su misma existencia, cambiará de opinión tras los sucesos de la Revolución Francesa, que ponen en cuestión a la monarquía como institución. A partir de entonces, cerrado el camino de la reforma, la única vía parece ser la revolución.