El testamento de Isabel la Católica por Rosales

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Datos principales


Desarrollo


Rosales pinta en 1864 la que se considera la obra cumbre de la pintura de historia española: el Testamento de Isabel la Católica. La protagonista es la reina Isabel I de Castilla en el momento de dictar su testamento, el 12 de octubre de 1504. La moribunda reina se encuentra tendida en una cama cubierta por un elegante dosel, rematado con el escudo de Castilla. Doña Isabel reposa su cabeza sobre dos gruesos almohadones, cubriéndose con un velo transparente, sujeto al pecho por la venera y la cruz de la Orden de Santiago. Junto a la cama encontramos al escribano sentado en su pupitre, al que la reina ordena su última voluntad con su enérgico gesto. A la izquierda de la composición aparece el rey Fernando sentado, con gesto decaído, mirada perdida y pensamiento distraído, dejándose caer en el sillón y apoyando los pies en un grueso almohadón de terciopelo. A su lado se sitñúa una dama vestida de negro, apuntándose a su hija Juana, llamada la Loca, pero en 1502 estaba en Flandes, por lo que podría tratarse de una dueña. A los pies del lecho se sitúan otros fieles servidores de doña Isabel, encabezados por el cardenal Cisneros. Al fondo aparecen los marqueses de Moya, los más sumisos vasallos y valedores de la reina moribunda. Uno de los aspectos más sugerentes del lienzo posiblemente sea la maestría en la construcción de los pesados ropajes y la lencería del lecho real, destacando las calidades táctiles de cada una de las telas, especialmente la indumentaria del joven cortesano que la luz resalta compuesta por un gabán de terciopelo brocado con ancho cuello en piel, mangas de raso y medias de seda, ejecutado con una pincelada rápida e imprecisa que aporta la más exquisita calidad y detallismo. Otro de los elementos de la obra que llaman nuestra atención son las expresiones de los personajes, captando sus rostros con maestría, mostrando sus sentimientos y las reacciones que provocan las palabras de la reina, especialmente en su esposo Fernando, en quien se mezclan el abatimiento por la pérdida del ser querido y la responsabilidad del político. El perfil de Cisneros recortado ante el cortinaje nos ofrece su carácter astuto y sagaz, como buen estadista que fue. Los rasgos de fidelidad y afecto se manifiestan en los marqueses de Moya, cuyos rostros quedan difuminados por el aire velazqueño que envuelve la estancia.

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