El Románico en Cataluña, Navarra y Aragón

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Datos principales


Desarrollo


A lo largo de los siglos XI y XII se desarrolla en Europa un estilo artístico identificativo denominado Románico, pues, este arte indudablemente derivaba del romano. Este estilo está caracterizado por el uso del arco de medio punto y la bóveda de cañón, por emplear formas cerradas y equilibradas, creando edificios sencillos de sólida apariencia. La aparición de las primeras manifestaciones del románico en los Reinos Hispánicos se producirá en Cataluña, Aragón y Navarra. La reforma monástica que se lleva a cabo en Cataluña resulta decisiva en la profunda renovación que se producirá desde finales del siglo X y durante la primera mitad del siguiente. Los edificios religiosos sufrirán una radical transformación en sus elementos funcionales, adaptándose a las formas tipológicas que se están imponiendo en la Europa románica. El auténtico impulsor de esta renovación será el abad Oliba. Cataluña conocerá muy pronto las formas renovadoras. Entre las novedades que se introducen en la arquitectura catalana está la búsqueda de soluciones que permitan articular un número considerable de ábsides en la cabecera, criptas para atesorar reliquias, fachadas torreadas, y espacios circulares con significación funeraria o de depósito de reliquias. No se puede decir que Cataluña fuese la iniciadora del nuevo estilo, pero su buena tradición arquitectónica y su precoz adscripción al movimiento renovador hacen que algunos de los edificios catalanes hayan sido decisivos en la definición del mismo.

Monumentos como San Pedro de Roda, San Miguel de Cuixá y San Vicente de Cardona son paradigmas excepcionales en la historia del primer románico. Será a partir del último tercio del siglo XII y buena parte del siguiente cuando, en los territorios cristianos de la Península Ibérica, una serie de monumentos refleje cambios de distinto alcance, alejándose del llamado románico pleno y acercándose, en algunos casos, al gótico. En Cataluña, las catedrales de Tarragona y Lleida constituyen dos de los ejemplos más representativos de esta fase. Durante el primer tercio del XI un grupo de iglesias y castillos de Aragón acusarán las formas arquitectónicas del primer románico catalán. Será en la segunda etapa cuando el románico aragonés produzca una obra cuya influencia se expanda fuera de la región. Se trata de la catedral de Jaca, levantada en el segunda mitad del siglo XI, con tres naves separadas por pilares cruciformes. Será Sancho el Mayor de Navarra quien funde en el siglo XI el monasterio de San Juan de la Peña, englobando en su interior un cenobio anterior. De esta etapa es la iglesia alta y el claustro, la parte más importante del monasterio. A lo largo del siglo XI también se construye el monasterio de Santa María de la Serós, uno de los conventos más importantes del reino de Aragón. En Aragón se encuentra el Castillo de Loarre.

Fundado por Sancho Ramírez I hacia 1070, es la fortaleza románica más importante de España. El antiguo reino de Navarra, a través de algunos de sus monarcas como Sancho el Mayor y sus sucesores, contribuyó de forma decisiva a la creación de la Ruta de Peregrinación a Compostela. En función de ella se crearon o revitalizaron ciudades (como Estella y Pamplona) y se construyeron o rehabilitaron calzadas, puentes, hospitales, iglesias, etc. Todo ello supuso para Navarra un crecimiento económico, comercial, artesanal y, desde el punto de vista artístico, cierta fiebre constructora, gracias a la cual se pobló el territorio de multitud de edificios. La primera obra románica de entidad en Navarra es el monasterio de San Salvador de Leyre. Se trata de la abadía con más solera del reino y, para algunos autores, fue la más importante. La iglesia presenta cabecera de triple ábside y descansa sobre una cripta de cuatro naves con primitivos capiteles. Otros hitos del románico navarro los encontramos en las iglesias de Eunate y Torres del Río. Ambas presentan planta poligonal, siendo espectacular la bóveda califal que cubre el templo de Torres del Río. Mención especial merece la decoración de la iglesia de Santa María en Sangüesa, realizada en el siglo XII por el maestro Leodegarius, que, a juzgar por su nombre y su estilo, debe tratarse de un escultor borgoñón. Antes de abandonar Navarra debemos hacer mención a Estella, considerada la capital del Románico navarro. Estrechamente vinculada al camino de Santiago, el auge económico que vive la villa a partir del siglo XII tendrá su reflejo en una fulgurante actividad constructora, convirtiéndose el primitivo núcleo en un conjunto urbano donde destacarán importantes edificios, especialmente los religiosos. En su avance hacia la ciudad del Apóstol, el Camino de Santiago expandirá el estilo románico por todas las tierras que encuentre a su paso, haciendo de Castilla una de las regiones más ricas en lo que a patrimonio románico se refiere. Pero esa es ya otra historia.

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