El arte mudéjar

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Las particulares circunstancias de la historia medieval de España, con la presencia del Islam sobre el solar hispánico durante ocho siglos, dejaron una profunda huella en la cultura española. Uno de estos contactos culturales profundos entre la Cristiandad y el Islam se produce a partir de la reconquista cristiana de al-Andalus. La dificultad de los reinos cristianos del norte peninsular para repoblar los vastos territorios conquistados abocó a una decisión política de profundas consecuencias para la cultura medieval española: autorizar a la población musulmana vencida a quedarse bajo dominio cristiano en los territorios conquistados, conservando la religión islámica, la lengua árabe y una organización jurídica propia. Son los mudéjares. Esta asimilación cultural de los mudéjares, la fascinación de los cristianos por los monumentos islámicos de las ciudades reconquistadas, así como las estrechas relaciones que se mantienen con los territorios de al-Andalus aún no reconquistados, son algunos de los factores que explican el singular fenómeno del arte mudéjar. El mudéjar constituye la manifestación artística más genuina de la España cristiana medieval, expresión del pensamiento plástico de una sociedad en la que convivieron cristianos, musulmanes y judíos. Estas circunstancias sociales hicieron posible el nacimiento del arte mudéjar, pervivencia de la tradición artística islámica en la España cristiana medieval, que dio lugar a una nueva expresión artística, diferente de los elementos islámicos y cristianos que la integran.

A pesar de esta singularidad, el mudéjar tal vez ha sido la manifestación del arte español más contradictoriamente interpretada hasta el momento. De un lado, se alinean quienes han situado culturalmente al mudéjar dentro de la historia del arte hispanomusulmán, como un brillante capítulo final. De otro lado, se posicionan quienes han interpretado el mudéjar como un añadido ornamental de tradición islámica a los estilos románico o gótico. Sin embargo, podemos afirmar que el mudéjar no corresponde, en sentido estricto, ni a la historia del arte musulmán ni a la del arte occidental cristiano, ya que es un eslabón de enlace entre ambas; es un fenómeno singular de la historia del arte español. El primer factor que posibilita el nacimiento del arte mudéjar es la fascinación que la sociedad cristiana manifestó ante las creaciones artísticas del Islam desde un primer momento. El siguiente factor que incide de manera decisiva en la formación del arte mudéjar es el propio proceso histórico de la reconquista. La paulatina ocupación del territorio incorpora además al dominio cristiano un ingente patrimonio monumental islámico, entre el que sobresalen los alcázares y las mezquitas, que se convierten en alcázares de los reyes cristianos y en catedrales. Son numerosas las causas que se han señalado para explicar el éxito del arte mudéjar, que alcanzó una enorme expansión durante los siglos bajomedievales, salpicando profusamente de monumentos casi toda la geografía española.

Se ha hablado de condicionamientos geográficos para la expresión de la arquitectura románica y gótica, que utiliza como material la piedra sillar, difícil de obtener en muchos puntos del solar hispánico; también de crisis y recesión económicas, que explicaría la difusión de un sistema constructivo considerado más barato, y asimismo de la existencia de una mano de obra, los mudéjares, considerada en líneas generales más abundante, barata, rápida y eficaz. En el arte mudéjar, por encima de todos los matices y diferencias formales que se pueden establecer en función del espacio y el tiempo, existe una asombrosa unidad que se fundamenta en el sistema de trabajo. De cualquier manera podemos establecer diversas escuelas regionales o focos. El mudéjar leonés y castellano viejo nos interesa particularmente durante los siglos XII y XIII. La primera arquitectura mudéjar de esta amplia zona, distribuida por ambas márgenes del Duero, abarca desde la comarca de Sahagún, en León, hasta la de la Moraña, en Avila. A mediados del siglo XIII confluyen sobre la ciudad de Toledo nuevos aires formales, que proceden tanto de la Cristiandad como del Islam; Toledo actúa de crisol de los elementos góticos y almohades que van a caracterizar al arte mudéjar a partir de la segunda mitad del siglo XIII, y que desde aquí se difunde por toda la Península. Si bien la historiografía tradicional había vaciado al foco mudéjar extremeño de personalidad propia, los nuevos estudios han revelado una poderosa personalidad.

El mudéjar andaluz se presenta rico y multiforme tanto por razones geográficas como, sobre todo, por razones históricas. El foco mudéjar aragonés es probablemente el de más poderosa personalidad artística en el panorama hispánico. A la configuración de esta fuerte singularidad contribuye el importante papel que el ladrillo juega en la arquitectura mudéjar aragonesa, tanto con carácter constructivo como ornamental. Con esta aproximación al arte mudéjar hemos podido comprobar cómo se trata de un fenómeno singular, privativo del arte español, nacido y desarrollado en la España medieval cristiana como consecuencia de la pervivencia de lo islámico, una realidad artística nueva en la que se funden elementos formales de Oriente y de Occidente. Como bien dijo Menéndez Pelayo, "el mudéjar constituye el único estilo artístico del que España puede presumir como propio".

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