El culto aparece regulado hasta en sus más mínimos detalles. En él, el rey es considerado el vicario del dios en la tierra (ishshiakum), participando en los cultos y ritos como shangu supremo (caso de la takultu o banquete sagrado). Algunos soberanos, particularmente en época sargónida, intentaron llevar más allá su relación con lo sagrado, haciéndose venerar como dioses. Estos fueron Sargón II, Assarhaddon o Assurbanipal, por ejemplo.