Templo de Amón-Ra en Karnak (Tebas). Sala hipóstila
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La Sala Hipóstila de Karnak , una de las más grandes creaciones de la arquitectura egipcia, ocupa el amplio espacio existente entre el Pilono II (Horemheb -Ramesidas ) y su probable predecesor, el Pílono III (Amenofis III ). El pétreo bosque encantado, de 134 columnas, sobrecoge al espectador, primero por su belleza, después por su descomunal y soberbia grandiosidad. Las columnas mayores, de capiteles abiertos o campaniformes, y las menores, de capiteles cerrados, se aprietan mucho unas a otras, no tanto en la nave mayor, longitudinal, y en la también mayor transversal, como en las paralelas a estos ejes. El volumen de las masas pétreas, la angostura de los intercolumnios, la altura y el enorme resalte de las basas columnarias, producen en el espectador una sensación de agobio y estrechez que llega a hacerse angustiosa cuando un grupo de personas se pone en movimiento. Una vez más se manifiesta aquí la tendencia egipcia a evitar los espacios interiores amplios. Sólo en las citadas naves central y transversal se experimenta cierto desahogo, lo que confirma la sensación de que a ellas se limitaba el paso de los cortejos y de las andas procesionales. La proximidad de las paredes y el hecho de que éstas se encuentren materialmente cubiertas de figuras, ornamentos y jeroglíficos, tanto si se trata de muros como de columnas, hace que el espectador se encuentre preso en la tela de araña de un mundo de fantasía que debía resultar alucinante cuando el color que animaba a aquellos elementos conservase su fuerza original. De este modo el espectador quedaba incorporado a ese mundo, fascinado o desconcertado por él.