San Jerónimo oyendo la trompeta del Juicio Final

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Ribera no dedicó mucho tiempo al grabado, siendo escasa su producción, pero hay que advertir que los grabados que realizó los aprovechó para incrementar su fama. Comenzó en 1616, a su llegada a Nápoles, y en 1630 ya había realizado 17 de los 18 aguafuertes que se le atribuyen. Gracias a ellos, su fama se acrecentó en toda Europa, sirviendo de punto de partida a un buen número de seguidores. La segunda versión del San Jerónimo que aquí contemplamos muestra importantes diferencias respecto a la primera. Ambas se basan en un cuadro con el mismo tema realizado para el duque de Osuna. En esta obra Ribera se muestra ya como un habilidoso grabador, empleando el efecto de punteado para conseguir variaciones de sombras en el cuerpo del santo y para trazar el pecho y el estómago, donde se intuyen los huesos. El santo vuelve su cabeza con gesto sorprendido ante la llegada del ángel con la trompeta, creando el maestro una escena cargada de efectismo y dramatismo que nunca superará.

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