Puente de San Martín (Toledo)
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Cuenta la leyenda que el arzobispo Tenorio encargó la reconstrucción del Puente a un arquitecto llamado Arévalo al que, según se llevaba a cabo ésta, le fue progresivamente cambiando el carácter, tornándose cada vez más melancólico y pensativo. Un día, le confesó a su mujer que había cometido un error en los cálculos y que, cuando el puente estuviera terminado y se quitara el andamiaje, éste caería al río con toda la gente que estuviera en él; tampoco podía acudir al arzobispo porque se enfadaría y lo condenaría. La mujer del arquitecto, una noche de tempestad, decidió ir al puente y prender fuego al andamiaje de madera, provocando la caída de toda la estructura. Así, éste se debió comenzar de nuevo y el arquitecto pudo corregir el error. Sin embargo, su mujer, que no tenía la conciencia tranquila por lo que había hecho, le contó al arzobispo lo sucedido y el religioso, sorprendido por la valentía y el amor de la mujer hacia su esposo, la rindió un homenaje personal instalando en el puente su talla, que perdura todavía hoy.