Paisaje con Píramo y Tisbe

Datos principales


Autor

Nicolas Poussin

Fecha

1651

Estilo

Barroco Francés

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

192 x 273 cm.

Museo

Städelsches Kunstinstitut

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De un inusitado gran tamaño en Poussin, esta obra fue pintada para su amigo Cassiano dal Pozzo en 1651, una de las pocas de su último periodo para este mecenas. La historia procede de Ovidio, en sus "Metamorfosis", y narra la historia de Tisbe, princesa de Babilonia, y Píramo, su amado, quienes no podían casarse por la oposición de sus padres. Una noche quedaron citados junto a una morera, que crecía cerca de una fuente en las afueras de la ciudad. Tisbe fue la primera en llegar, pero coincidió con una leona que se había acercado a beber a la fuente (la cual puede verse en segundo plano atacando unos bueyes). La joven huyó a una cueva, pero en su huida perdió el velo. La leona se abalanzó sobre el velo, con las fauces aún ensangrentadas por una caza anterior, y lo destrozó. Llegó entonces Píramo y, al ver el velo, creyó que Tisbe había sido devorada, por lo que sin pararse a pensarlo, se quitó la vida con su espada. Al volver Tisbe, se encontró con su amado muerto, por lo que, arrancándole la espada, se suicida a su vez. El fruto de la morera, hasta entonces blanco, se volvió rojo por la sangre derramada. Sin embargo, esta escena trágica sirve a un Poussin fascinado por los paisajes para representar una tormenta, a partir de lo que Leonardo da Vinci había establecido como modelo. Según la propia descripción de Poussin, en carta a su amigo Jacques Stella, trata de imitar "el viento tempestuoso, un aire lleno de oscuridad, de relámpagos y rayos cayendo en diferentes lugares. Todas las figuras que se ven actúan según el tiempo que hace: unas huyen a través del polvo, y siguen el viento que les lleva; otros al contrario ven en contra del viento, y andan con dificultad, tapándose los ojos con las manos". Es propio de Poussin en estos últimos años el unir lo trágico en lo natural con lo dramático en lo humano, en ese camino panteísta, tan cuajado de estupor ante la inmensidad de la naturaleza, de sus paisajes tardíos.

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